La
formación de los grupos en el Congreso se está convirtiendo en el sainete que pone
la guinda al resultado de las elecciones del 20-N-2011, que bien podrían ser
llamadas las elecciones de los tres timos.
El
primer timo es el vigente sistema electoral inspirado, dicen, en el principio
democrático de la igualdad en el derecho al sufragio -una persona, un voto-,
pero vulnerado, en primer lugar, por la propia ley, que en su última aplicación
permite a CiU disponer de 16 diputados con el 4,17% de los votos, mientras IU
alcanza sólo 11 escaños con casi el 7% (6,92%), que Amaiur, con el 1,37% de los
votos, tenga 7 escaños, pero UPyD, con el 4,69% tenga sólo 5, o ERC, con el
1,05%, obtenga tres escaños.
En
promedios, cada diputado de Amaiur representa a 47.600 votantes, pero cada uno
de los de IU representa a 152.800, y los de UPyD a 228.000 votantes. El único
escaño le ha costado a Compromís reunir 125.150 votos, mientras al FAC de
Álvarez Cascos le ha costado 99.173 y a Geroa Bai sólo 42.411. Mejor suerte han
tenido los electores de Álava, que con 32.267 votos han conseguido un escaño para
Amaiur y con 31.849, otro para el PNV.
No
quiero hacer pupa ni molestar el espíritu patriótico de nadie cuando aludo a
estas cifras, pero, al menos electoralmente, el victimismo nacionalista tiene
poca base, pues el resultado del 20-N-2011 no muestra precisamente opresión
política. Es justo decir que, hasta ahora, los nacionalistas no han solicitado
una reforma del sistema electoral. Tampoco el PP, que ha obtenido una prima de
8,5 puntos más de escaños que de votos, ni el PSOE, que son los grandes agraciados
por la desproporción de la ley. Y ahí van tres ejemplos: el PSOE ha obtenido un
diputado en cada una de las siguientes provincias: en Soria con 16.058 votos,
en Teruel con 25.203 y en Guadalajara con 36.495, que es un poco más, pero le
ha salido bastante “barato”. En cambio Equo, con 64.828 (1,92%) en Madrid, y 215.776
votos (el 0,88%) en toda España, se ha quedado fuera del Congreso. Podemos
seguir comparando, pero el resultado no varía: la ley electoral no es
igualitaria, pues a efectos de las cuotas de representación política los
programas no valen lo mismo -penaliza las opciones minoritarias-, ni los votos
de los ciudadanos valen lo mismo, ya que penaliza a los votantes de las grandes
urbes en beneficio de los electores de provincias poco pobladas. Como en
tiempos de la Restauración, la España rural sigue teniendo un peso desmesurado
en la política nacional.
El
otro timo tiene que ver con el contexto general: la crisis económica. Las
elecciones generales se han adelantado para poder adoptar más y mejores medidas
para salir de la crisis, pero las que se exigen desde la Unión Europea siguen
la misma tónica de las aplicadas hasta ahora, que han agravado la recesión y
aumentado las penalidades de los asalariados y de los sectores de población menos
favorecidos, y no han conseguido satisfacer a “los mercados”.
El
tercer timo reside en el misterio que ha acompañado a la propia campaña
electoral, donde las papeletas más parecían cartas del tarot. ¿Quién saldrá?
¿Quién no saldrá? Y si sale, ¿qué hará? El Partido Popular, el partido con más
posibilidades de ganar y, por lo tanto de gobernar, se ha presentado pidiendo
confianza en un programa de gobierno, que era un misterio, pero, que, a tenor
de lo dicho estando en la oposición, cabía suponer que sería todo lo contrario
de lo que ha hecho Zapatero.
Por su parte, el PSOE, ha ofrecido
un programa difícil de creer, pues en parte era contrario al aplicado por el
Gobierno de Zapatero. ¿Cuál de los dos programas aplicaría Rubalcaba en caso de
salir vencedor en las urnas? ¿El suyo o el de Zapatero, que también era el suyo
hasta hace unos meses? ¿Y cómo podían los electores estar seguros de que Rubalcaba
no atendería una llamada de la Unión Europea para volver a aplicar el programa
de Zapatero (y suyo), que se parece tanto al programa secreto de Rajoy? Ante la
duda, muchos electores han actuado con la coherencia que le ha faltado al PSOE
y no le han votado.
Y
vamos con la segunda parte, que es la configuración de los grupos en el
Congreso.
Se
dice que Don Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, prohombre de la
Restauración y notorio cacique que logró mantener su escaño en las Cortes
durante medio siglo, atribuía un papel fundamental a los reglamentos cuando reclamaba
para sí su elaboración y dejaba para otros la redacción de las leyes. Y razón
llevaba el conde, como lo prueba la peculiar aplicación del Reglamento de la
Cámara para formar los grupos parlamentarios del Congreso, que tras el
consabido mercadeo, ha quedado distribuido en siete grupos: PP, PSOE, CiU,
IU-LV, UPyD, PNV y un anómalo grupo mixto, compuesto por 8 partidos, de los
cuales cuatro disponen de un diputado, dos de 2 diputados, uno tiene 3 y el
último (Amaiur) dispone de 7. Pero los criterios para llegar a tal resultado
son cuestionables, pues mientras el PNV, con 5 diputados, dispone de grupo
propio y lo mismo sucede con UPyD, que tiene 5, Amaiur, que dispone de 7 diputados
carece de él, porque la Mesa del Congreso, dominada por el PP, aduce que en
Navarra, con el 14,87%, no ha alcanzado el porcentaje necesario, que es el 15%.
Viendo lo que podría ocurrir, Amaiur, que no va a facilitar las cosas, solicitó
formar grupo solo con los diputados del País Vasco, pero el truco no le ha
servido y se ha quedado sin grupo, con lo cual tiene un excelente pretexto para
invocar el victimismo. Ha anunciado que recurrirá la decisión, está en su
derecho, pero ha recibido el mismo trato que los abertzales suelen dispensar a
los otros partidos allí donde gobiernan.
Estrecho
se ha puesto el PP con esta decisión, que es un error, porque en otras
legislaturas la Mesa del Congreso no ha tenido en cuenta el porcentaje de votos
en Navarra para conceder grupo parlamentario al PNV, y lo propio ha sucedido
con Coalición Canaria, ERC o IU, en unos casos desestimando porcentajes
provinciales y en otros permitiendo el préstamo de diputados. Lo cual no deja
de ser chocante, pues los diputados se eligen para defender un programa, no
dos. Más chocante es el paso fugaz del diputado del FAC por las filas de UPyD sólo
para formar grupo, tras cuyo “trámite” se integrará en el grupo mixto. Estas
prácticas pueden parecen necesarias para formar un parlamento que sea
manejable, pero no dejan de ser cambalaches con los votos recibidos de los
ciudadanos.
Después habrá quien se
extrañe de la opinión que “los indignados” tienen del vigente sistema
democrático, cuando afirman: lo llaman
democracia y no lo es.
Nueva Tribuna, 20-12-2011.
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