sábado, 31 de marzo de 2018

Peronista sin Perón


En una de esas innecesarias adscripciones a las que nos tiene habituados, Pablo Iglesias se ha declarado peronista.
Ha sido en Argentina, con ocasión de una visita al país austral, en la que ha recibido un doctorado honoris causa por la Universidad de Buenos Aires, el premio Rodolfo Walsh de Periodismo y ha realizado un viaje a la Patagonia para ser recibido por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, a la que ha calificado de figura histórica al nivel de Evita Perón.
El peronismo, recibido en una versión teórica o académica a través de la obra de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, pesa mucho en Podemos, por lo cual, la declaración de Iglesias, aficionado a mostrar los múltiples perfiles políticos de su polifónica personalidad -marxista, comunista, populista, socialdemócrata- no sorprende pero tampoco ilustra, ya que bajo la misma denominación -peronismo, justicialismo- coexisten varias tendencias políticas, de modo que se puede decir, que en Argentina casi todo el mundo es peronista a su manera, pero sin que haya un gran acuerdo sobre lo que el peronismo realmente es, pues abarca desde los privilegiados habitantes de la Casa Rosada a quienes malviven en los arrabales de Buenos Aires y otras ciudades compartiendo la olla comunitaria.
Inspirado en el Estado corporativo de Mussolini, conocido por un viaje de Perón a Italia en los años treinta del siglo pasado, desde los años cuarenta el peronismo quiso ser una tercera vía entre el comunismo y el capitalismo para establecer la justicia social y superar la lucha de clases.
Con un ambicioso programa para desarrollar el capitalismo -afirmación nacional, crecimiento económico, antiimperialismo, nacionalización de servicios públicos- y a la vez dotar de derechos a los trabajadores, el justicialismo agrupaba a una extensa base social formada por una inestable alianza de clases -proletariado, empleados, pequeña y mediana burguesía, sectores profesionales, militares y eclesiásticos-, que componían un extenso movimiento presidido por la figura carismática del coronel Juan Domingo Perón y por la de su esposa Eva Duarte –Evita-, convertida en hada madrina de los desposeídos -“los descamisados”-.
El peronismo se ha sostenido sobre el recuerdo mitificado de los primeros años de gobierno a Perón (1946-1955), en los que el país avanzó económicamente, desarrolló su industria y protegió la producción nacional mediante aranceles, se nacionalizaron servicios como el transporte colectivo urbano, el ferrocarril, el Banco Central, el gas y la electricidad, se construyeron escuelas y viviendas, y una extensa legislación sancionó derechos laborales y civiles, entre ellos el derecho al voto de las mujeres. Hubo algún reparto de tierra, pero permaneció la estructura de la gran propiedad de la tierra, las grandes estancias de la oligarquía agrícola y ganadera, vinculada al sector exportador de carne y grano, que sería el más firme bastión de los adversarios del justicialismo.   
Perón fue derrocado en 1955 por un golpe de Estado, y sus partidarios esperaron durante años su regreso del exilio en España, convencidos de que el peronismo, como el Ave Fénix, volvería a resurgir de sus cenizas con su más bello plumaje. Pero, en 1973, en los casi 20 años transcurridos, el mundo había cambiado, Argentina no era el mismo país, ya que sufría una larga etapa de inestabilidad, sacudido por continuos cambios de gobierno, ni lo era Perón, que regresaba con 78 años y murió al año siguiente de volver, ni lo era tampoco el peronismo, escindido entre tendencias enfrentadas, como se pudo comprobar el 20 de junio de 1973, cuando en el aeropuerto de Eceiza, un grupo de extrema derecha tiroteó a la multitud que esperaba la llegada del avión en que Perón regresaba, ocasionando una docena de muertos y un centenar de heridos.
Se dijo que el organizador de la matanza fue José “Joe” Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo, quien poco después era dinamitado dentro de su coche en una calle de Buenos Aires. Su muerte se atribuyó a los Montoneros, peronistas de izquierda, también al Ejército Revolucionario del Pueblo (grupo guerrillero de inspiración marxista) e incluso a López Rega, en un intento de llevar el peronismo hacia el anticomunismo, en la deriva que estaba llevando el Cono Sur hacia dictaduras militares de extrema derecha. En todo caso, la muerte de Rucci no fue la única en la burocracia sindical, pues otros dirigentes sindicales habían muerto violentamente, entre ellos Augusto “Lobo” Vandor”, acusado de traidor por intentar erigir un peronismo sin Perón.
En 1983, inspirado en la novela homónima de Osvaldo Soriano, Héctor Olivera reprodujo en la película “No habrá más penas y olvidos”, protagonizada, entre otros, por Federico Luppi, las luchas intestinas entre peronistas de izquierda y derecha.
Así, pues, al regreso de Perón el peronismo no sólo estaba internamente roto sino que sus facciones solventaban a tiros sus diferencias. El intento de moderar la tensión entre sus tendencias y de reeditar el modelo de gobierno de antaño, con el mandato indiscutible de Perón en la Presidencia, acompañado de su mujer, Isabel Martínez -Isabelita-, en la Vicepresidencia, para que cumpliera el papel de animadora de las masas como antaño lo hizo Evita, no se pudo realizar y además fue breve. La muerte de Perón, en julio de 1974, rompió el precario equilibrio entre bandos, pues Isabelita, aliada al ministro de Asuntos Sociales, el siniestro López Rega, buscó el apoyo de los sectores más derechistas del justicialismo. A partir de ese momento, cuando crecía la violencia en el país, el peronismo entró en un abierto enfrentamiento entre el sector más derechista, que ocupaba el Gobierno y recurría al terrorismo de Estado, con organizaciones secretas como la triple A, y los Montoneros, un grupo que postulaba la revolución socialista, organizado militarmente, que desafiaba al Gobierno en la creencia de poder vencerlo.
Richard, Gillespie, en 1987, publicó “Soldados de Perón. Historia crítica de los Montoneros”, donde relata la locura que se apoderó de un grupo de jóvenes de clase media y alta, católicos, y en general de familias acomodadas, que condujo a muchos de ellos a la muerte en choque con el ejército y la policía, al exilio y a ser detenidos, torturados y juzgados por la Junta Militar, que puso fin, en marzo de 1976, al intento de gobierno peronista sin Perón, implantando una de las más crueles dictaduras de América del Sur.
Hay una frase de Borges sobre la problemática identidad de los argentinos -“el argentino es un italiano que habla español, piensa en francés y querría ser inglés”- que se puede usar para expresar la confusión ideológica del peronismo de hoy, porque bajo la misma etiqueta cohabitan, cuando cohabitan y no se despedazan, no dos almas o dos sentimientos políticos, sino varios cientos de ellos.
Por eso, la reivindicación peronista de Pablo Iglesias no sólo aclara poco, sino que añade confusión a su habitual ambigüedad.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Catalanes de adopción

Respuesta a EsperanzaMeCa

Creo que te entiendo Esperanza, porque yo hice el camino al revés. El rechazo de los supremacistas hacia los foráneos (catalanes de adopción) ahora es evidente, pero no hay que renegar de la propia historia sino, al contrario, hay que defenderla bien. 
Para mucha gente, Cataluña fue tierra de asilo económico y en una simple relación de mercado -te doy y me das-, ofreció empleo y posibilidades de vida, que faltaban en otras partes de España (o eran peores), y los emigrantes entregaron trabajo, se ganaron su propio pan y contribuyeron al crecimiento de la economía regional y nacional. Y allí echaron raíces, se integraron o acomodaron como pudieron, rehicieron su vida, tuvieron hijos y nietos, y muchos prosperaron sin llegar a hacerse ricos, que tampoco era lo que buscaban, sino vivir sobre un suelo y bajo un techo. Cataluña fue para muchos su tierra, su nueva tierra, llena de posibilidades al principio y de recuerdos después, así que de abandonar, nada de nada. 
Personas que llevan viviendo en Cataluña 30, 40 o 50 años son más catalanes que muchos mozalbetes y zangolotinas de 20 años que ahora alborotan con una estelada creyendo que son los únicos herederos de Wifredo el Velludo. Cataluña, como una sociedad moderna, es compleja, mestiza, diversa, y está muy lejos del modelo provinciano, que defienden los indepes, de formar una cerrada comunidad de seres clónicos con uniforme amarillo.

Franquismo, no.

A medida que se ha ido caldeando el ambiente político con la evolución del “Procés”, han ido apareciendo en el debate, en el cruce de acusaciones y en la consiguiente producción de titulares, palabras que sirven para imponer fáciles etiquetas al adversario o, a falta de mejores razones, se usan directamente como insultos, pero son términos que se utilizan con poco rigor. Se habla, se denuncia, la democracia perseguida y se pontifica sobre el nazismo, el fascismo y el  franquismo, para comparar o para caracterizar el momento que atravesamos.  
El vigente sistema democrático es manifiestamente mejorable y precisa una renovación que ya va siendo urgente, pues, gastado por el uso y sobre todo por el mal uso y el abuso que se ha hecho de las instituciones, hace agua por varios puntos y uno de ellos es la organización territorial.
También es manifiestamente mejorable la acción del Gobierno, que, aparte de la funesta trayectoria que arrastra, en el caso del “Procés” se ha mostrado torpe, contradictorio, moroso y harto incompetente, pero de eso a comparar lo que sucede con dictaduras como el nazismo, el fascismo o el franquismo va un trecho bastante largo.  
El nazismo y el fascismo nos quedan bastante lejos, pero el franquismo lo tenemos cerca, aunque algunos que no lo han conocido hablan de oídas y otros que lo han olvidado parece que también lo hacen. Así que debemos recordarlo, aunque sea sintética y brevemente.
Lo que se conoce como dictadura franquista era un régimen político centralizado, con mando único y representación política corporativa  (“democracia orgánica”), asentado sobre tres instituciones de corte vertical y autoritario: el Ejército, la Iglesia y el Movimiento Nacional o partido único. 
En la cúspide del poder del Estado estaba Franco, el Generalísimo o el Caudillo, que concentraba en su persona la Jefatura del Estado, del Ejército, del Movimiento Nacional y del Gobierno (hasta 1973, en que la ocupó Carrero Blanco). Ostentaba la presidencia del Consejo Nacional del Movimiento (inspirado en el Gran Consejo Fascista italiano) y de la Junta de Defensa Nacional, designaba a los presidentes del Consejo del Reino (órgano asesor del Caudillo) y del Consejo Nacional, de las Cortes Generales, del Tribunal Supremo, del Tribunal de Cuentas y del Consejo de Economía Nacional. Nombraba a los ministros, a cuarenta consejeros nacionales, a veinticinco procuradores en Cortes, al Jefe de la Organización Sindical, gozaba de iniciativa legislativa, intervenía en el nombramiento de obispos, se reservó el privilegio de conceder títulos nobiliarios y designó a su sucesor con el título de rey.
La participación popular se hacía a través de la familia, el municipio y el sindicato, pero no de modo individual y libremente. El sindicato, o Central Nacional Sindicalista, era único para trabajadores y empresarios y de afiliación obligatoria, sus mandos procedían del Movimiento y sus cargos más altos eran designados por Franco.
Las dos terceras partes de los cargos municipales no eran de elección popular; ayuntamientos y diputaciones eran regentados por miembros del partido único.
La participación popular directa estaba reservada a los cabezas de familia en la elección de concejales del tercio familiar, y a los trabajadores en la elección de los enlaces y jurados de empresa, dentro del Sindicato Vertical. Cualquier otra forma de organización política o sindical al margen de las establecidas estaba prohibida, perseguida y era severamente castigada.
Existían organizaciones de masas de inspiración fascista como la falangista Sección Femenina, dirigida por la hermana del fundador, la Organización Juvenil Española, el Sindicato Español Universitario y otras dedicadas a mantener el folclore nacional (Coros y danzas) y al ocio, como Educación y Descanso, que imitaba a la italiana Dopo Lavoro.
El Estado imponía formas de participación obligatoria: a los hombres el servicio militar y a las mujeres el Servicio Social. Sin cumplir dichas obligaciones no se podía disponer de pasaporte.
Las Cortes, o parlamento corporativo a imitación del italiano, no eran depositarias de la soberanía nacional, ya que esta se concentraba en la Jefatura del Estado. Estaban formadas por tres tipos de procuradores: los procuradores natos, que lo eran por razón de su cargo; los procuradores electivos, con un mandato de cuatro años y reelegibles, y los procuradores designados, que por su cargo en la jerarquía militar, eclesiástica, administrativa o por haber rendido relevantes servicios a España, eran designados directamente por el Jefe del Estado, hasta un máximo de veinticinco.
Las Cortes se componían de la Mesa (el Presidente de las Cortes y dos vicepresidentes), los miembros del Gobierno y los procuradores del grupo de altos cargos (el Gobierno y los presidentes del Tribunal Supremo, del Consejo de Estado, del Consejo Supremo de Justicia Militar, del Tribunal de Cuentas y del Consejo de Economía Nacional), elegidos por el Jefe del Estado; los procuradores del grupo sindical, no elegidos por los afiliados sino por las juntas centrales de los sindicatos; los procuradores del grupo local o representantes de ayuntamientos y diputaciones provinciales, elegidos uno por provincia y uno por diputación; los procuradores del grupo del Movimiento, o consejeros nacionales, que, al margen de las Cortes, formaban el Consejo Nacional; los procuradores representantes de colegios (abogados, ingenieros, médicos, agentes de cambio y bolsa, notarios, registradores, doctores y licenciados, etc), de las cámaras de comercio, propiedad y de inquilinos y de asociaciones profesionales; por los procuradores representantes del ámbito de la cultura (rectores de universidades, Instituto de España, representantes de las reales academias, del CSIC); los procuradores (25) por designación directa del Jefe del Estado; los procuradores del grupo familiar, dos por cada provincia, elegidos por cabezas de familia y por mujeres casadas mayores de edad. Las varones alcanzaban la mayoría de edad a los 21 años; las mujeres a los 25 años.
Hay que recordar la labor adoctrinadora del Régimen, pues la religión, la política (Formación del Espíritu Nacional) y la gimnasia, llamadas de modo coloquial “las tres marías”, eran asignaturas obligatorias a lo largo de la vida escolar y parte de la académica; y también que existía la censura sobre lo que se decía, publicaba y exhibía (en cines y teatros) y que el Régimen poseía un potente aparato de propaganda, controlado por el Movimiento, formado por Radio Nacional de España y las agencias EFE y PYRESA, que seleccionaban las noticias, TVE, con dos canales; por la cadena de Prensa del Movimiento, que publicaba 40 diarios y varias decenas de revistas, y por tres cadenas de radio -la Cadena Azul de Radiodifusión, la Red de Emisoras del Movimiento, la Cadena de Emisoras Sindicales- que sumaban casi un centenar de emisoras repartidas por todo el territorio nacional. 
Para más información, véanse los derechos y deberes de los ciudadanos contenidos en las Leyes Fundamentales del Régimen, compárese todo ello con lo que tenemos ahora y se verá que no hay color, aunque el régimen vigente tenga muchos tonos grises e incluso zonas de negra sombra.

lunes, 26 de marzo de 2018

Puigdemont



De acuerdo en lo anormal de la situación, preocupante, pero, de momento no la veo más peligrosa que hace un año, pero respecto a Puigdemont, para mí su situación es: 1. Por el veto de la CUP a Artur Mas, Puigdemont fue propuesto para ser investido President. Mas lo propuso a dedo y era el tercero de la lista por Gerona, no era ni siquiera el candidato preferido por Gerona, mucho menos por el resto de Cataluña, aunque ERC y la CUP tragaron y dijeron amén. 2. Como presidente autonómico, deshizo su propia legalidad cuando los días 6 y 7 de septiembre aprobaron en el Parlament, burlando los procedimiento legales, las leyes de Transitoriedad y del referéndum, que anulaban el Estatut, y quedaban, claro está, fuera de sus competencias. El 1 de octubre impulsó la celebración de un referéndum de autodeterminación, para el cual tampoco tenía competencia, que había sido declarado ilegal. Y el 27 de octubre de 2017, en el Parlament proclamó de manera unilateral de independencia de Cataluña, aunque de modo artero y chapucero, pues no se votó ni se registró. El día 28, conm la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Puigdemont, fue suspendido en el cargo. El día 29 huyó a Bruselas. Me cuesta creer que esta personaje pueda seguir siendo President de Cataluña, aunque así lo hayan querido quienes lo han querido investir a distancia.

lunes, 19 de marzo de 2018

Cambó y el fascismo


“Sin embargo, de forma paulatina va a aumentar el número de quienes encuentran en el fascismo una serie de rasgos asumibles por naciones marcadas por la inestabilidad política, aunque esto no signifique que el modelo italiano deba ser trasladado a España tal cual. Una de las argumentaciones mejor construidas al respecto se la debemos a Francisco Cambó, figura señera tanto del conservadurismo español como del regionalismo catalán.
La figura de Cambó nos interesa especialmente porque de su pluma salieron una serie de artículos que fueron publicados en los diarios “La veu de Catalunya” (Barcelona), el órgano oficioso de la Lliga Regionalista, y “El Debate” (Madrid) y luego recogidos en el libro “Entorn del feixisme italiá. Meditacions i comentaris sobre problemas de política contemporánia” (Barcelona, 1924), que apareció en castellano un año después (…) Lo cierto es que la opinión de Cambó respecto al fascismo italiano fue algo más favorable de lo que refleja en sus Memorias (…) Cambó expresa su opinión, absolutamente favorable, acerca del año y medio de gobierno fascista: es <para orgullecer a cualquier gobierno> y <de un valor positivo indiscutible>. El punto de referencia es el contraste en lo percibido entre el primero y el segundo de los viajes a la península italiana:
<Visité Italia en 1920, cuando la descomposición nacional culminaba en la ocupación comunista de los municipios y de las fábricas, ante la abstención impotente del Estado y la cobarde resignación de la burguesía. La visité de nuevo en marzo de este año, en vísperas de las elecciones, cuando todo un pueblo, lleno de entusiasmo y gratitud, se apercibía a consagrar con un plebiscito brillante, no una ilusión y una esperanza, sino la realidad tangible de una obra realizada> (F. Cambó: En torno al fascismo italiano, 1925).
Lo que aplaude Cambó es el nuevo fascismo, el fascismo de 1922 no el de 1919, el fascismo <nacional y conservador>, al que presenta como todo lo contrario de lo que pensaba y predicaba Mussolini cuando expresaba un pensamiento propio, antes de convertirse en condensador o realizador de ideas ajenas> (…) Siguiendo a Cambó, a partir de 1920, la burguesía, la oficialidad del ejército, los intelectuales, el clero, la burocracia sienten la inminencia del peligro comunista y se entusiasman con la acción de las milicias fascistas.”

Rodríguez, Jiménez, J. L. (2000): Historia de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza.  

domingo, 18 de marzo de 2018

Nacionalismo de Estado


Comentario a un post de Santi Mondéjar
En Cataluña hay un paradójico "nacionalismo de Estado", que aglutina a menos de la mitad de la nación. Lo normal en los movimientos nacionalistas de hoy es formalizar la nación para tener un Estado independiente. El fin es el Estado, porque es el poder sobre la sociedad, herramienta imprescindible para ahormarla a imagen de lo que los nacionalistas tienen en la cabeza. En Cataluña es al revés, pues se ha intentado construir la nación (sin conseguirlo del todo) a partir de las propias estructuras del Estado español -la Generalitat- y de los fondos del mismo Estado, dando lugar a un nacionalismo remunerado con dinero público (la pela es la pela; Barcelona es bona si la bolsa sona). Es una nacionalismo, en gran parte, clientelar, de amigotes y prebendados.

viernes, 16 de marzo de 2018

Nación. Renan y Ortega

Unas citas para saborear con el café.
Una nación es, por tanto, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; se resume, sin embargo, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de proseguir con la vida en común. La existencia de una nación (si se me permite la metáfora) es un plebiscito cotidiano, al igual que la existencia del individuo es una afirmación perpetua de la vida.
Renan, E. (1887): ¿Qué es una nación?", Madrid, Sequitur, 2011, p. 89.
La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”. Tal es la conocidísima sentencia de Renán. ¿Cómo se explica su excepcional fortuna? Sin duda, por la gracia de la coletilla. Esa idea de que la nación consiste en un plebiscito cotidiano opera sobre nosotros como una liberación. Sangre, lengua y pasado comunes son principios estáticos, fatales, rígidos, inertes; son prisiones. Si la nación consiste en eso y en nada más, la nación sería una cosa situada a nuestra espalda, con la cual no tendríamos nada que hacer. La nación sería algo que se es, pero no algo que se hace (...) Conste, pues: nada tiene sentido para el hombre sino en función del porvenir (...) Mas acaece que el pasado nacional proyecta alicientes -reales o imaginarios- en el futuro. Nos parece deseable un porvenir, en el cual nuestra nación continúe existiendo. Por eso nos movilizamos en su defensa; no por la sangre, ni el idioma, ni el común pasado. Al defender la nación defendemos nuestro mañana, no nuestro ayer.
Esto es lo que reverbera en la frase de Renan: la nación como excelente programa para mañana. El plebiscito decide el futuro. Que el futuro consista en una perduración del pasado no modifica lo más mínimo la cuestión; únicamente revela que también la definición de Renan es arcaizante.

Ortega y Gasset, J. (1927): La rebelión de las masas, Barcelona, Orbis, 1983, p. 161.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Adopción, compra y zoología

No me gusta el verbo adoptar para expresar lo que puede ser la compra de un animal o simplemente el hecho de tenerlo. Se adoptan los niños y se incorporan a las familias con todos los derechos. No es así en el caso de los animales. ¿Se adopta un caballo? ¿Un mono o una serpiente? porque en esto de las mascotas hay gente muy suya. Hay gente que le tiene tanto apego al coche que parece que lo haya adoptado.

No aludo a lo "natural", porque en la naturaleza no existe la propiedad de unos animales sobre otros, aunque existen otras relaciones poco piadosas. En las sociedades humanas, hasta ahora (no sabemos más adelante) sí existe; existe la propiedad, la crianza y el comercio de animales (la ganadería es eso), independiente del trato que reciban por parte de sus dueños. No afirmo que exista una moral elevadísima para las relaciones humanas, sino al contrario, la moral que tenemos a veces deja mucho que desear, simplemente estimo como poco adecuado utilizar el mismo término para señalar las relaciones entre las personas y las relaciones de estas con los animales.

Le agradezco la explicación, Haiku, pero no comparto esa benévola visión que tiene de la naturaleza, en la cual, existe la posesión o algo parecido, pues ¿qué cosa es la defensa y el control de un territorio, sino una posesión exclusiva, amparada en el título de ser más fuerte o más diestro que los animales que aspiran a ocuparlo?
Sin título de propiedad, en ciertas especies se dan ocupaciones de territorio, que se defienden con tanta o más fiereza, con que lo hacen los humanos cuando consideran que algo es suyo y se les quiere desposeer. Pero además, depende de qué entendamos por "positivo" así podremos calificar de buenas o malas las relaciones entre animales y entre especies.
Que un león se zampe a una gacela cada semana es positivo para el león y negativo para los animales que le sirven de cena. Y no es culpa (moral) ni del león por matar para comer ni de la gacela por haber corrido poco o no haber sabido saltar a tiempo, sino que forman parte de la cadena trófica, donde la supervivencia de unas especies reside en apropiarse del paquete energético -trasvase de vitaminas, proteínas, oligoelementos, etc- de otras, según el lugar de la escala de transformación en que se hallen.
En el caso que nos ocupa, las hierbas se nutren del suelo, las gacelas de la hierba y los leones de las gacelas. Es así, sin moral alguna, pero absolutamente necesario.

Los humanos, los humanes, como decía Jesús Mosterín, somos depredadores y nos hemos colocado en lo más alto de la cadena trófica, pues devoramos de todo y no sólo para sobrevivir; es más, somos depredadores industriales. Pero los animales que son presas también sufren para que otros vivan; no se puede decir que en la naturaleza no hay sufrimiento. Lo cual no indica que los humanes no debamos hacer todo lo posible por evitarlo en nuestras sociedades, a nuestros semejantes y a nuestros animales. Por otro lado, la posición u ocupación del territorio por los animales significa el control sobre el alimento -las presas- y sobre la contnuidad de la especie concretada en la inseminación de los genes propios -control de las hembras-.

Haiku. El león macho no está controlado; si es derrotado por otro y no logra hacerse con un harén, estará limitado en su función reproductora, pero vaga sólo o con otros machos sin ceñirse a un territorio ni a un amo. De la disputa por la hembras surge el control sobre el harén y sobre los descendientes. Lo que importa es asegurar la herencia del vencedor, del más fuerte y sano, y de ahí que el nuevo rey mate a los herederos del viejo macho para provocar el celo de las hembras y asegurar su progenie; la victoria del rey reinante no es sólo sobre el macho derrotado sino sobre sus genes convertidos en descendientes. Y eso se hace con el control sobre la manada, sin ese control físico, violento, sobre las hembras y sobre el territorio (sobre las presas) no es posible transmitir nada, pues "la línea genética", o la descarga seminal no viaja sola hasta el vientre de las hembras.

sábado, 10 de marzo de 2018

152, 153 y 155 de la Constitución

Los nacionalistas han llevado a sus seguidores la idea de que era posible y hasta necesario ignorar la realidad; que en este aspecto es lo fáctico, lo construido, las instituciones, las leyes, la jerárquica articulación del Estado, y el papel subordinado de los gobiernos autonómicos, y, para quienes gobernaban en ese momento en la Generalitat, lo fáctico era el propio Estatut y el reglamento de la cámara. Se los saltaron y creyeron que podrían seguir saltándose leyes, hasta que toparon con el artículo 155 de la Constitución.

Que el PP sea un partido corrompido y que en cuestión de respetar las leyes no sea un buen ejemplo, no quiere decir, que por ello, cualquiera esté exento de cumplir las leyes (más una institución del Estado como la Generalitat) o que todas las leyes hayan quedado abolidas de golpe, ni que, como máxima representación del Estado (en este tema, a su pesar), el Gobierno central deba permitir la escisión de una parte del territorio, por el interés de una minoría (48% de votos, 35% del censo en septiembre de 2017), y además de intentarlo de mala manera. 
Santi Vila, exconsejero de Empresa de la Generalitat, que no parece una persona sospechosa de españolismo, lo decía hace unos días: "hay que rectificar", “en Occidente hay que hacer las cosas ajustadas a la ley. Hubo más ilusión que realismo, más sueño que realidad”. 
Respecto a la "presunta" ilegalidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución, recomiendo la lectura de dos artículos que van antes: 152.2 "Una vez sancionados y promulgados los respectivos Estatutos, solamente podrán ser modificados mediante los procedimientos en ellos establecidos", lo cual se ignoró olímpicamente los días 6 y 7 de septiembre, y también la lectura del artículo 153, alusivo a las instituciones que pueden controlar la actividad de las Comunidades Autónomas. El punto 1. del 155 ofrece pocas dudas respecto a su aplicación si se mira sin pasión lo que sucedía en Cataluña. Y antes de aplicarlo se advirtió, se consultó y se pidió al Govern aclaración sobre la declaración de independencia. Y, finalmente, se aplicó. 
Claro está que eso molestó a quienes pensaban que para dividir un país y crear otro nuevo a sus expensas bastaba con salir a la calle, agitar banderas y ponerse camisetas.

miércoles, 7 de marzo de 2018

José Antonio. Feminismo


Habéis querido, mujeres extremeñas, venir a acompañarnos en nuestra despedida. Y acaso no sabéis toda la profunda afinidad que hay entre la mujer y la Falange. Ningún otro partido podréis entender mejor, porque precisamente en la Falange no acostumbramos a usar ni la galantería ni el feminismo.
La galantería no era otra cosa que una estafa para la mujer. Se la sobornaba con unos cuantos piropos, para arrinconarla en una privación de todas las consideraciones serias. Se la distraía con un jarabe de palabras, se la cultivaba una supuesta estúpida, para relegarla a un papel frívolo y decorativo. Nosotros sabemos hasta donde cala la misión entrañable de la mujer, y nos guardaremos muy bien de tratarla como una tonta destinataria de piropos.
Tampoco somos feministas. No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva -entre la morbosa complacencia de los competidores masculinos- todas las de perder. El verdadero feminismo no debiera consistir en querer para las mujeres las funciones que hoy se estiman superiores, sino en rodear cada vez de mayor dignidad humana y social las funciones femeninas.
Pero por lo mismo que no somos galantes ni feministas, he aquí que es sin duda nuestro movimiento aquel que en cierto aspecto especial asume mejor un sentido femenino de la existencia.
J.A. Primo de Rivera: Charla en Don Benito, 28/4/1935, OO.CC.  P. 142  

lunes, 5 de marzo de 2018

Palabras y cosas

Respuesta a Josegabriel Zurbano a propósito del uso político del lenguaje. Zurbano cita a Sabino Arana como inventor de palabras.

Efectivamente, Arana, fue un inventor de ciertas palabras para dar cuerpo y forma a sus sueños, pues partía de la idea de que lo que no se puede nombrar, no existe, pero no necesariamente existe todo lo que puede ser nombrado, como lo prueba, sin ir más lejos, la historia de las religiones.
Dios, con esa u otras de sus otras denominaciones -Yaveh, Alá, el Creador, el Ser Supremo, etc- está presente en miles de páginas religiosas y civiles, incluso en documentos políticos, cartas fundacionales y constituciones, y sin embargo su existencia no ha sido probada, pero millones de personas se comportan como si realmente existiera.
Tampoco Euskadi, el pueblo milenario, tuvo alguna vez un estado propio, aunque mucha gente se comporta como si hubiera sido así; es más, mucha gente insiste, algunos de muy mala manera, para que Euskadi vuelva a ser lo que nunca fue. Y hoy en Cataluña hay gente que cree que vive en otro país, en una república independiente. Los seres humanos somos así.

domingo, 4 de marzo de 2018

Ramos Oliveira. Federalismo.


“El federalismo ibérico fue siempre o trampolín de demagogos, que con tan egregia proposición se fugaban de la desagradable realidad del presente, o especulación de mentes desorientadas, de filósofos sin noción del momento que vivía España en el marco de sus fronteras y en el mundo, o, también, maquinación de separatistas madrugadores que ingeniosamente proponían el descoyuntamiento de lo que quedaba de la nación española como preámbulo obligado de la futura unión espontánea de todos los pueblos peninsulares (…) El federalismo es, por regla general, un régimen sólo aplicable a las naciones sanas, esto es, igualitarias y ricas y, por tanto, equilibradas: lo que España no era ni es.
Magistralmente planteó este caso Guizot (Historia de la civilización en Europa): <De todos los sistema de gobierno y de garantía política, el más difícil de establecer y de que prevalezca, es, a buen seguro, el federal; ese sistema consiste en dejar a cada localidad, a cada sociedad particular, toda porción de gobierno que puede sostenerse en ella, y en no restarle más que la parte indispensable para el mantenimiento de la sociedad general, para desplazarla al centro de esta misma sociedad, y organizarla en ella bajo la forma de gobierno central. El sistema federal, lógicamente el más simple, es en realidad el más complejo: para conciliar el grado de independencia, de libertad local, que deja subsistente, con el grado de orden general, se sumisión general, que ese sistema exige y presupone en ciertos casos, se requiere de toda evidencia una civilización muy avanzada; es preciso que la libertad del hombre, la libertad individual contribuyan al establecimiento y mantenimiento del sistema en mucha mayor medida que en los demás, porque los medios coercitivos son en este régimen mucho menores que en todos los demás. El sistema federal es, por tanto, el que exige mayor desarrollo de la razón, de la moralidad, de la civilización en la sociedad en que se implante>.
Además, la idea federalista es sinónima de aproximación o unión, y para que sea fecunda y auténtica ha de fluir de la prosperidad y la simpatía. Pero en España nacía de la desesperación y la antipatía. No podía, pues, haber conciencia federal en la Península Hispánica y no la había, ni la hay, y menos que en otra parte en las regiones descontentas”.

Ramos Oliveira (1969): La unidad nacional y los nacionalismos españoles, Méjico, Grijalbo: