domingo, 23 de julio de 2023

Memoria y reflexión

Desde que se implantó la llamada jornada de reflexión no he percibido la utilidad de dejar un día de espera entre el final de la campaña electoral y el momento de acudir a las urnas.

Como otros miles de personas, no tengo que hacer reflexiones de última hora para saber a quién votar, porque tengo la mala costumbre de estar informado y reflexionar cada día, lo cual, en este país, no es precisamente saludable, pero ciertos criterios me ayudan a reducir las opciones y preferir a quienes se han preocupado por atender a la población más desfavorecida, a los trabajadores, a las mujeres, a los jóvenes y a los niños. La suerte, que suele ser buena, de las clases acomodadas y poderosas me interesa de modo circunstancial, aunque hay partidos políticos que se desviven por complacer sus deseos.

Prefiero a quienes han mantenido esa tendencia solidaria en sus programas, tengo en cuenta su trayectoria y examino los resultados, pues hay que premiar a los que trabajan y a quienes ayudan; a quienes ponen los intereses generales del país por delante de los de su partido y defienden a sus ciudadanos en los foros internacionales, y castigar sin voto a los que gritan, estorban y denigran al gobierno, al país y a sus instituciones cuando no pueden servirse de ellas; valoro la sinceridad, la lealtad y la honestidad y, aunque soy consciente de que nada es gratis y de que no hay utopías de repuesto en el horizonte, de que nuestros representantes, aun los más afines, son falibles y de que transformar la realidad en un sentido progresista requiere tesón y un gran trabajo, valoro los esfuerzos destinados a construir un país más equitativo económicamente y políticamente más igualitario, y a mejorar la instrucción de la población como base necesaria de la democracia y la libertad.

Con estos criterios se habrá entendido que no puedo votar al Partido Popular, ni, por descontado a Vox, pues desde el mismo día de la investidura se han dedicado a deslegitimar al Gobierno, a dificultar su labor con fanatismo suicida en momentos tan difíciles como la pandemia, alentando una rebeldía tóxica, y en el caso de la guerra en Ucrania, negando, con bulos y falsedades, las medidas encaminadas a paliar sus peores efectos. Un partido que aún retiene, como rehén, al Consejo General del Poder Judicial con el mandato caducado desde hace cinco años, que fue desalojado del gobierno por una moción de censura amparada en una sentencia judicial por corrupción, que arrastra una larga trayectoria de tramas de corrupción, con casos aún pendientes de resolver, que ha utilizado una parte de la policía para sus intereses particulares y fabricar pruebas contra sus adversarios, y que, hoy está dirigido, por un hombre que tiene una amistad probada con un traficante, o un contrabandista, como dice él, no puede ser votado más que por personas ignorantes, crédulas o de su misma clase social.     

Por el otro lado, además de una serie de decretos, el Gobierno ha logrado aprobar 118 leyes durante la legislatura, de ellas 32 son leyes orgánicas. De ese paquete legislativo, promulgado, repito, con pandemia, crisis energética, guerra en Ucrania y una feroz oposición, destaco lo siguiente.  

Las medidas urgentes para mitigar los efectos de la pandemia con los ERTE, para suspender la actividad de las empresas sin provocar el cierre y el despido, ayudando a trabajadores y empresarios, mientras dure la suspensión. Lo que no se le ocurrió a Rajoy en 2012. En abril del 2020 había 3,5 millones de trabajadores acogidos a ERTEs. Vox votó en contra.

La Reforma Laboral no derogó la ley de Rajoy, pero redujo la precariedad y la temporalidad, dio prioridad al contrato fijo y al fijo discontinuo. El PP, Vox, ERC, PNV, Bildu, CUP, Junts y BNG votaron en contra.  

La “Excepción Ibérica”, lograda con Portugal para fijar el precio máximo del gas durante dos años, fue finalmente admitida por la Unión Europea. El PP, Vox, Junts y UPN se abstuvieron. En el PP dijeron que “iba a salir muy cara”.   

La Ley de Sí es sí, como la Ley Trans, han sido dos leyes parcialmente fallidas; dos leyes necesarias, con aspectos positivos, pero mal rematadas, hechas con prisa y mucha alharaca, que han dividido el movimiento feminista y al propio Gobierno. Lo peor de la primera ley ha sido resistirse a cambiarla. El PP, Vox y UPN votaron en contra. A favor de la ley reformada estuvieron el PP, Cs, PNV, PdCat y UPN. En contra: UP, ERC, Bildu, MP, CUP, Compromis y BNG. El PP, Vox, Cs, UPN y FA votaron en contra de la “Ley Trans”.

Otra ley importante ha sido la que revaloriza las pensiones según la tasa del IPC. El PP, Vox, Cs, CUP, UPN, FA y BNG votaron en contra. Tras la subida del 8,5% en 2023, la pensión media está en casi 1.200 euros mes.

La Ley de Memoria Democrática pretende defender derechos de las víctimas de la dictadura y eliminar vestigios del régimen franquista. El PP, Vox, Cs, Junts, CUP, UPN y FA votaron en contra. ERC y BNG se abstuvieron.  

Otra medida ha sido gravar con un impuesto los beneficios extraordinarios de bancos y empresas de energía durante dos años: el 4,8% sobre intereses y comisiones a bancos con ingresos superiores a 800 millones de eu. Y el 1,2% sobre las ventas a las energéticas, si facturan más de 1.000 millones. El PP, Vox, Cs, UPN y FA votaron en contra. Se abstuvieron PNV y PdCat  

Una ley de contenido social, fallida en su aplicación por trámites insalvables en una administración muy deficiente, fue la del Ingreso Mínimo Vital para prevenir situaciones de exclusión. Debía alcanzar 850.000 hogares, unos 2,3 millones de personas y ha llegado 1,8 millones. Oportunidad desperdiciada.

El grave problema de la vivienda merece una ley menos pacata. Modifica la categoría de grandes propietarios desde 10 a 5 inmuebles, proporciona más protección ante los desahucios y limita la subida de los alquileres al 2% en 2023 y al 3% en 2024. El PP, Vox, Cs, PNV, Pdcat, Junts, CUP, UPN, CC y FA votaron en contra.

El Gobierno de coalición -“ilegítimo”, según el PP y Vox- ha tenido algunas sombras. La primera ha sido el estilo caudillista del presidente, la segunda la deficiente información de la labor del gobierno, la tercera la deslealtad de UP y el elevado precio exigido por los apoyos parlamentarios, que en no pocos casos han respondido con un trato vejatorio difícil de soportar. Sánchez ha tragado muchos sapos con unos y con otros.

Entiendo que Marruecos es un vecino molesto y difícil de contentar, pero el giro respecto al Sahara está sin explicar, porque decir que no se ha cambiado de postura es una broma. El PP ha sido muy crítico con este problema, que viene de cuando gobernaban sus papás, sus abuelitos y algunos de los fundadores del Partido, porque cuando se produjo la Marcha verde, la izquierda era ilegal, estaba en la cárcel, en la clandestinidad o en el exilio.

Otra decisión pacata ha sido acabar con la exención de un par de impuestos a la Iglesia, pero mantener el privilegio de no pagar el IBI por sus propiedades, ni el impuesto de sociedades, transmisiones patrimoniales, sucesiones y donaciones.

Se puede entender, como pago de la “factura por colaboración”, el indulto a los independentistas catalanes, pues Cristóbal Montoro decretó una amnistía para defraudadores millonarios; lo que es más difícil de admitir es suprimir el delito de malversación de fondos públicos cuando se destina a facilitar la sedición y, sobre todo, la supresión de este delito, que figura en numerosas Constituciones de países europeos como una defensa de la integridad territorial del Estado. 

Queda ponderar lo hecho, adoptar cierta actitud pragmática, hacer algunos cálculos, elegir la papeleta que más se acerque a lo deseado y esperar que haya suerte. Pero votar.

23 de julio de 2023. El obrero.es

jueves, 20 de julio de 2023

Ciao, Silvio. Hasta nunca

El pasado 12 de junio falleció el conocido empresario y político populista italiano. Ahí van unos fragmentos del artículo “Razones de la victoria electoral de Berlusconi”, sobre su primera victoria electoral y los signos que apuntaban un cambio político en Italia.

El quinto de los factores que explican la victoria de Forza Italia es la conversión de los partidos políticos en máquinas electorales. Para ganar elecciones y gobernar no es preciso que un partido esté presente en el tejido de la sociedad civil, sino que cuente con un grupo decidido de personas, con el dinero necesario -o sea capaz de conseguirlo (uno de los orígenes de la corrupción política) o de endeudarse (con la banca o con quien sea)- y poner en marcha campañas para crear y difundir una imagen y un discurso peculiares.

Si, antes, el partido era una máquina al servicio de unas ideas y los medios de comunicación eran un instrumento más al servicio de ese ideario, ahora, que ya no hay ideas, o al menos grandes ideas, sino que "el medio es el mensaje", como decía McLuhan; y el mensaje es la propia maquinaria funcionando como espectáculo.

Esto es claro en el caso de Berlusconi, donde ya ha desaparecido hasta el partido que utiliza los medios de comunicación, sino que éstos son el partido. Igualmente, se confirma hasta el paroxismo la tendencia de los partidos a ser agrupaciones de notables, pocas personas que manejan muchos medios: en el caso de Silvio Berlusconi el partido se reduce a él, a Tele5 y a las empresas adyacentes que le han permitido montar un "partido" en pocos meses sobre la base de una red empresarial y de un equipo de fútbol.

Como vamos viendo, las citadas tendencias de las sociedades modernas se han convertido en factores que han jugado a favor de Berlusconi: la trivialización de la política, la personalización (Berlusconi es popular por su condición de empresario, amo de la comunicación y presidente del club de fútbol más potente de Italia) y las corrientes neoliberales que abogan por gestionar el Estado con los criterios de una empresa privada.  

Pese a ser un novato en el campo de la política, Berlusconi ha sabido convertir ese obstáculo en un factor favorable apoyándose en un principio esencial del periodismo: el valor de lo nuevo (no de lo mejor) frente a lo viejo, y, ante el descrédito de gran parte de la clase política y el aura que el neoliberalismo ha concedido a los empresarios como buenos gestores y creadores de riqueza, y en la idea de que un empresario lo hará mejor que los políticos profesionales.

Por lo que se refiere a los mensajes difundidos en la campaña electoral, el amo de Tele5 se ha acomodado a los gustos de una audiencia -que él, a través de sus empresas de comunicación y publicidad, ha contribuido a moldear- como si se tratara de vender un producto: ha contado a los italianos las cosas agradables que querían oír.

El nombre de su "partido", tomado de un grito deportivo ("Forza Italia" es algo así como "Aúpa España"), no va destinado al zoon politikón aristotélico, sino a los "tifosi", a los "hinchas", y, en consecuencia, su elemental mensaje, también.

Ante una Italia golpeada por la crisis económica y política, por el paro, atónita ante la extensión del fenómeno de la corrupción y (des)gobernada por un Estado caro e ineficaz, Berlusconi y sus compañeros de coalición -Bossi (Liga Norte) y Fini (Alianza Nacional)-, con un lenguaje exultante que indicaba seguridad en la victoria, han prometido puestos de trabajo (Berlusconi ha dicho que pediría a sus amigos empresarios que crearan un millón de empleos), rebajar los impuestos, una administración más ágil y barata. No han dicho cómo iban a hacerse realidad semejantes sueños, ni han hablado de los costes -eso se deja para la izquierda-; simplemente han prometido.

La manera de presentar tales promesas también ha sido "berlusconiana": nada de apariciones en público -sólo ha aparecido por televisión- ni de entrevistas, ni argumentaciones complejas, ni debates políticos (el único, con Occhetto, en el que éste perdió la ocasión de desenmascarar a Berlusconi) sino monólogos, arengas y disquisiciones de personajes famosos en solitario o la consigna de votar al "padrone" repetida de forma incansable en toda la programación de sus canales de televisión (por ejemplo, la cantante Iva Zanicchi en la versión italiana del programa El precio justo).

Sin embargo, la campaña electoral de Forza Italia ha sido políticamente eficaz, pues, a lo dicho, hay que unir el uso paradójico que ha hecho Berlusconi de viejas ideas con otro envoltorio. El nuevo envoltorio -jovencitas ligeras de ropa, alegría, fiesta, consumismo, luces, música, lentejuelas, concursos y trivialidades- contiene un discurso arcaico: el anticomunismo. Berlusconi y sus socios han aprovechado ese viejo mensaje de la Democracia Cristiana combinándolo con el discurso sobre la privatización de áreas de la vida pública y la exhibición en Tele5 de la vida privada como espectáculo.

No hay comunismo en Italia -la reconversión del Partido Comunista de Italia en Partido Democrático de la Izquierda (Partito Democrático de Sinistra) adaptó la imagen del partido de Togliatti a un contenido que ya tenía-, ni hay comunismo en Europa, pero el mensaje anticomunista sigue dando buen resultado.

En el plano de los hechos cotidianos que conforman el contexto en el que se han celebrado las elecciones, hay que citar un factor decisivo que ha favorecido la victoria de la derecha en Italia: el imparable declive de la izquierda.

J.M. Roca. Iniciativa socialista, invierno de 2003.

Madrid, 14 de junio de 2023

 

Añorado Fraga

Las puntualizaciones de la periodista Silvia Intxaurrondo ante respuestas poco verosímiles de Núñez Feijoo, efectuadas durante una entrevista en RTVE, han suscitado las críticas de varios dirigentes del Partido Popular a la cadena pública y la descalificación de la periodista, que se limitó a efectuar su trabajo con rigor al señalar las incoherencias en que Feijoo, con la desfachatez habitual, incurría ante la audiencia.

Intxaurrondo, que iba bien documentada, fue señalando, de modo respetuoso pero insistente -“No es correcto, señor Feijoo”-, las imprecisiones, la escasa fiabilidad de las fuentes y la vaguedad de los datos que soltaba el entrevistado, así como las contradicciones entre lo que afirmaba y las decisiones adoptadas por el Partido Popular recientemente y en la etapa de Rajoy.

Como ya es habitual, Feijoo no admitió puntualización alguna y solicitó a la periodista que revisase sus fuentes, aunque él no pudo aportar la autoría de las suyas. Más tarde, en las redes quiso salir del paso de modo igualmente poco airoso, pero dada la cantidad de datos falsos, inexactos, ambigüedades y mentiras descaradas que está utilizando en esta larga campaña electoral es probable que se reduzca su credibilidad.

Portavoces del gremio han salido en defensa de Intxaurrondo, que dio una lección de periodismo, mostrando que se había preparado a fondo la entrevista y sabía de qué hablaba, y destacando la importancia de la documentación, de los bancos de datos, de las hemerotecas y los archivos; de la memoria, en definitiva, para situar los sucesos en los procesos y entender algo del mundo donde todo ocurre rápida y confusamente. La memoria se vuelve, así, un instrumento necesario para comprender la realidad y descubrir a los farsantes.  

La mayor parte de las opiniones en defensa de Intxaurrondo se han apoyado en su condición de mujer frente a la prepotencia de un hombre, que, por más señas, aspira a ejercer la jefatura del gobierno, y en su labor profesional en un medio público, al rechazar hacerse cómplice de las fabulaciones de Feijoo aceptando “mercancía averiada”.

Como otros dirigentes del PP, Feijoo está habituado a contar con el beneplácito de periodistas serviles en medios privados y a disponer de los medios públicos a su alcance para sus necesidades políticas, como se percibe en los medios autonómicos -Telemadrid es un caso ejemplar- y en RTVE en cuanto llegan al gobierno, por eso le sorprendió que una periodista rehusara complacerle aceptando sin resistencia sus falsedades y contradicciones.

Y es que en el PP añoran la Ley de Prensa de 1966, promovida por Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, uno de los fundadores de Alianza Popular (el actual PP).

Aquella ley reemplazaba a la de Serrano Suñer, elaborada en 1938, que respondía necesidades de la guerra al controlar la información para organizar las fuerzas, impedir la resistencia en el territorio conquistado, neutralizar la propaganda enemiga y difundir la propia.

La “ley Fraga”, un signo de la España en desarrollo y los años de la “apertura” (con los partidos y sindicatos de la izquierda en la cárcel o en la clandestinidad, y la oposición republicana en el exilio), eliminaba aspectos arbitrarios de la ley Suñer, como la censura previa, pero no la posterior revisión de lo publicado, con las consiguientes sanciones si se apartaba del ambiguo “espíritu” de la ley. Sería largo poner ejemplos de su aplicación, pero en los dos primeros años de vigencia se incoaron 339 expedientes de sanción y 180 de ellos acabaron en multas o suspensiones. Las multas, el secuestro y cierre de publicaciones y la persecución de periodistas continuaron después de la muerte de Franco, y ahora se perciben tendencias preocupantes en el mismo sentido en los nuevos gobiernos autonómicos y municipales del PP y Vox. Añoran a Fraga y su ley.

Hubo machismo en la actitud de Feijoo como hombre, pero también mucho clasismo como dirigente del PP; un partido político cuyos militantes no olvidan jamás que los intereses de su clase social están antes que cualquier otra cosa, antes, incluso, que los de España, el país que dicen representar en exclusiva. Si esto se tiene claro, se entiende mejor la trayectoria de los “populares” o, mejor dicho, de los “populistas”, que es lo que son.  

Los dirigentes del Partido Popular tienen la idea de que España les pertenece, por historia, por religión -España, siempre católica- y por conquista, y metida en el tuétano está la mentalidad del propietario, del señorito, del amo del cortijo, que dispone a su antojo -en “blanco” o en “negro”, en la caja A o en la caja B- de sus propiedades y de quienes habitan en ellas en la gañanía.

Para el PP, España está dividida en dos grupos sociales de distinto tamaño y desigual función: el reducido de los amos, la clase política y económicamente dirigente, la clase acomodada, los verdaderos españoles, o sea, la “gente de bien”, y los demás, el amplio grupo de los sirvientes, de los empleados, como la doncella, la cocinera, el chofer o el jardinero, que cumplen funciones subalternas en distintos campos de la actividad económica, y entre ellos están los periodistas.

En la actitud de Feijoo ante Intxaurrondo se percibe al cacique, al amo que no admite que puede estar equivocado ante un sirviente, al que le pide que rectifique, porque él, que pertenece a la “gente de bien”, no se equivoca ni tampoco miente. Pero eso, “no es correcto, señor Feijoo”

19 de julio de 2023. El obrero.es

El viejo (y escorado) topo

 Hoy he recibido el siguiente mensaje:

Lily Hughes ljhughes@edic.es                            19 de julio de 2023, 16:11

Para: José Manuel Roca

Buenas tardes, José:

De entrada, agradecerle su interés en publicar en El Viejo Topo.

Sin embargo, debemos declinar su publicación. La idea de las dimensiones simbólico-ideológicas y los modelos culturales en pugna es ciertamente sugerente, pero el artículo supera ampliamente la extensión prescriptiva. Asimismo, la guerra en Ucrania es asunto que ya ha sido bastante tratado en las páginas de la revista, por lo que procuramos priorizar otro tipo de fenómenos y escenarios.

Quedamos atentos a cualquier otra propuesta.

Un cordial saludo, Lily J. Hughes

Equipo El Viejo Topo

www.elviejotopo.com

Es la respuesta al artículo "¿Guitarra eléctrica o balalaika? Ucrania y la guerra cultural entre Rusia y Estados Unidos", que tiene 18 páginas (es una ampliación del publicado en Trasversales nº 63, junio de 2023, mucho más corto). Lo envié con poca esperanza en que lo aceptaran, porque la revista está escorada del lado de Putin. Todas las colaboraciones sobre el tema, que son muchas, van en el mismo sentido.  

Impasible el ademán

 Después de conocer la opinión de acreditados analistas políticos, de ver la satisfacción en las filas del PP, el desconcierto en las del PSOE y en la izquierda, y la evolución de las encuestas, donde la derecha mejora sus posiciones con rapidez, hay que admitir sin paliativos que Feijoo no sólo venció a Sánchez en su encuentro, sino que salió de allí convertido en un caudillo, lo que ha provocado la exultante “salida del armario” de muchos seguidores hasta ahora discretos para mostrar públicamente la inconsistencia de su memoria o las carencias de su formación democrática.

Feijoo, en efecto, ganó, pero, ¿qué ganó? ¿Y qué ha ganado la ciudadanía?

En apariencia, venció en un debate televisado, pero no hubo tal, porque no fue allí a debatir, sino a enredar para impedir que hubiera un debate, es decir un intercambio de ideas fundado en razones y datos, sobre un asunto de interés común, que es la situación de este país y su inmediato futuro.

No había la misma intención, ni, por tanto, el mismo lenguaje, las mismas fuentes de referencia, españolas o extranjeras, ni siquiera parecía que se hablara del mismo país. Uno es el país real, que va superando la situación anterior, en un difícil contexto internacional, con el precio de la energía disparado ya antes de la guerra en Ucrania, más lo que ésta ha supuesto para la economía general, tras los dos años de pandemia, a lo que se deben añadir los efectos negativos para las clases subalternas del largo mandato de Rajoy (7 años), del que una parte importante de la población con menos recursos aún no se ha recuperado, esa, parte que cita Feijoo en sus intervenciones y cuya suerte Sánchez ha tratado de mejorar, que es lo que duele en el PP, un partido que practica la lucha de clases de suma cero.  

El otro es el país imaginario a punto de deshacerse -España se balcaniza otra vez (debe ser la cuarta)-, por las concesiones del “gobierno ilegítimo” a los partidos nacionalistas, por la presión del feminismo y una situación económica catastrófica, desmentida por los datos del Banco de España, la Unión Europea y la OCDE; por los beneficios empresariales, la elevada tasa de ocupados, por una inflación que disminuye, por una economía que crece y por un gobierno que cuenta en Europa como Rajoy hubiera querido hacerlo. Y como Feijoo, si tiene suerte, será incapaz de emular.

Se debe reconocer que presentar de modo verosímil una imaginaria situación catastrófica es un trabajo laborioso que requiere mucha fantasía y, a la vez, aplomo para mentir sin delatarse. Y eso Feijoo, autotitulado campeón de la verdad, lo hace bien, pues tiene una larga trayectoria en Galicia y un estilo propio que lo distingue de las otras aplicaciones del Libro de Estilo del PP: por ejemplo del tono tabernario de Hernando, Pujalte o Barberá, del circense de Floriano, el surrealista de Rajoy, el curil de Camps, el cínico de Cospedal, el balbuceante de Ana Mato, el altanero y nobiliario de Aguirre, el viperino de Ayuso, el bufonesco de Almeida, el falsamente políglota de Ana Botella, el artificioso de Gamarra con el rictus de una sonrisa cuadrada, el crispado de Casado y el cuartelero de Aznar, que no habla, sino que regaña.

El estilo de Feijoo es diferente, frío o más bien estólido y sin alterarse -impasible el ademán-, recita con firmeza la letanía de falsedades y bulos acumulada en la legislatura, salpicada por continuas acusaciones a Sánchez de mentir.

En su discurso, llamémoslo así por referirnos a algo, no existen ni el tiempo ni el espacio, ni el contexto, ni los cambios de coyuntura, ni el grado de las cosas; ni los datos, las estadísticas o las hemerotecas. El suyo es un mundo quieto ante un decorado catastrófico en una fotografía que muestra un país en blanco y negro, de buenos y malos -España o Sánchez-, que priva de nacionalidad a la mitad de los habitantes, que es lo que quieren hacer los nacionalistas en sus regiones. Es un país con el reloj parado a conveniencia, examinado desde una tertulia de casino en Galicia o desde el yate de un amigo peligroso, con la indolencia de un cacique provinciano que vela por los intereses de la gente de bien.

Feijoo y el PP, por el momento, van ganando, pero ¿qué va ganando? Va ganando la desinformación, la desconfianza, la confusión, la sospecha sobre lo no sea políticamente afín al PP (o Vox, como socio), la falta de responsabilidad por lo que se afirma, el deterioro de las instituciones representativas por acusaciones vertidas sin prueba -si no ganamos es que hay fraude electoral; falta un millón de votos emitidos por correo; el Gobierno impide la renovación del Consejo General del Poder Judicial-, que es una vieja táctica en su trayectoria populista, de destruir lo que no puede utilizar a su antojo.  

Desde los bancos de la oposición se ha sembrado crispación y odio creciente, y que todo vale para echar del gobierno a un “enemigo” de España. Gana una forma de hacer política a base de falsedades, con ardides y trampas de trilero, en vez del debate abierto, que ofrezca a los votantes la máxima información de lo hecho, lo que queda por hacer y el programa que se ofrece como alternativa, con el fin de que, debidamente informados, elijan el programa de su preferencia con razones, no sólo con emociones y el visceral rechazo a los contrarios.

Va ganando la manipulación de las palabras, la erosión de conceptos esenciales del régimen representativo, la perversión del lenguaje y la actitud crispada que hace imposible el debate, el descubrimiento de la verdad, la separación de lo falso, la detección del error; es decir, se ensalza lo falso como conveniente, la mentira se convierte en necesaria para desgastar al Gobierno, en lo aconsejable para llegar a gobernar, y, en resumen, en lo bueno para la política, como si se pudiera gobernar de forma democrática sobre perpetuas mentiras, o lo que es lo mismo, ignorando la realidad, que es lo propio de las dictaduras.

Así seguirá Feijoo, impasible el ademán, hasta el día 23, sin que sepamos mucho de su programa, aunque sí sobre sus intenciones de volver atrás, siempre atrás, derogar lo hecho y bajar los impuestos, que es la medida milagrosa, en crisis y sin crisis, con pandemia y sin pandemia; bajar siempre los impuestos directos y proteger los intereses de las clases altas.

Aquel día, Sánchez tuvo una mala noche; Feijoo la tuvo buena: iba bien adiestrado y aplicó con eficacia la probada táctica de mentir sin pausa ni rubor, para cargar al contrario con el enojoso trabajo de desvelar los embustes.

Aquella noche, Sánchez fue cortés y aguantó hasta el final la ofensiva de un indocumentado. Fue demasiado generoso. Yo me hubiera levantado a los cinco minutos y acabado con la farsa, dejando allí al trilero y a sus patrocinadores.

 

Jmr. 16 de julio, 2023. Para el obrero.es

viernes, 14 de julio de 2023

El triunfo del trilero y lo que quedó en el tintero

Como sigo desde hace tiempo la tramposa trayectoria del Partido Popular y conozco sus malas mañas, su afición a mentir y a embarullar las cosas para ocultar los perniciosos efectos de sus actos, creo que es perder el tiempo intentar razonar con trileros. A veces no queda más remedio que hacerlo, pero, si se acepta el envite, no conviene olvidar que se trata de trileros.

El “debate” entre Sánchez y Feijoo fue penoso, aburrido, confuso y casi imposible de celebrar, porque no había un terreno firme sobre el que debatir. Los reproches cansaron, las interrupciones molestaban y las inexactitudes y el batiburrillo de brocha gorda ofendió a quienes esperaban ser informados con seriedad para decidir su voto con razones, no con emociones. 

Con el habitual estilo populista y pendenciero, utilizado por el PP desde hace cuatro años, Feijoo, crecido y marrullero, desde el primer bloque se esforzó por negar la situación económica con un chorro de tópicos, consignas, mentiras, medias verdades y datos de padre desconocido, mezclando nombres y fechas, en un desordenado aluvión del que no pretendía obtener respuesta, sino impedir la exposición de Sánchez y, por tanto, el debate en sí mismo. Como no estuvo prevista por parte de los organizadores del debate una información que corroborara o desmintiera la que allí se decía, lo que quedó fue una confusa mezcla de afirmaciones y negaciones, de las cuales se recuerdan las que más se repitieron. El ritmo del debate impuesto por Feijoo impedía responder a sus simplezas con respuestas largas y complejas por parte de Sánchez, que estuvo poco lúcido. Pero hay datos que niegan la catastrófica situación económica que constituye uno de los ejes del recetario de Feijoo.

Según Onda Cero, que no parece una emisora sospechosa de sanchismo, la Unión Europea elevó en mayo el crecimiento económico al 1,9% en 2023, cinco décimas más de lo previsto, que atribuyó a los precios más bajos de la energía, al mercado laboral y a la inversión de los fondos de recuperación, que el PP ha tratado de boicotear en Bruselas. ¡Estos patriotas! Y redujo la inflación anual al 4% en 2024. También es cierto que Bruselas advirtió que el déficit no será del 3%, sino del 3,3%. El año pasado acabó con un déficit del 4,8% del PIB, por debajo del 5% pactado con Bruselas.

En mayo la inflación de moderó al 3,2%, la tasa más baja desde julio de 2021, sobre todo por el abaratamiento del combustible y la moderación parcial del precio de los alimentos por la rebaja del IVA, aunque la inflación subyacente está en el 6,1%.

En junio, el Banco de España situó en el 2,3% la previsión de crecimiento en 2023, la inflación en el 3,2%, el paro el 12%, el déficit -3,8% y la deuda 109% del PIB; datos similares en 2024, con ligero descenso del paro 11,5%. Y en los próximos dos años, menor crecimiento del PIB, en torno al 2,1%, pero bajada de inflación al 1,8% y la subyacente 1,7%; ligero descenso del paro 11,3%, pero aumento del déficit 4% y de la deuda 108% del PIB. La tendencia no es ni mucho menos catastrófica, como sostiene el PP.

La OCDE también ha revisado al alza la previsión de crecimiento para España en 2023 (2,1%) y 2024 (1,9%), que en la zona euro es de 0,9% y del 1,5% respectivamente. Respecto a la inflación, estima el 3,9% en 2023 y 2024, y para la zona euro 5,8% y 3,2%, pero da las siguientes cifras para otros países: Reino Unido 6,9% en 2023, 2,8% en 2024, Italia 6,4% y 3%, Alemania 6,3% y 3%, Francia 6% y 3%, respectivamente. Es de notar que alguna repercusión ha tenido la “excepción ibérica” en el precio de la energía sin que Feijoo haya podido probar por qué sale más cara, según su táctica de negar la realidad y acusar de mentir a quien aporta pruebas de sus falsedades. Pero hasta ahora, ni el Banco de España, ni el INE, ni Eurostat, ni la OCDE ha confirmado que España haya entrado en recesión. Es cierto que la inflación ha golpeado a los hogares más vulnerables, pero en 2022 la pobreza se rebajó hasta el nivel previo al covid. Y el consumo de alimentos remontó el 2,7% en 2022. Hay datos referidos a otros sectores de la población que desmienten las profecías de Feijoo, como el aumento en la venta de coches en los últimos seis meses, con más de 100.000 coches matriculados cada mes, una cifra alarmante desde la perspectiva de su incidencia sobre el cambio climático, que Feijoo y Vox niegan, siguiendo los consejos del primo de Rajoy. Por cierto, también se quedó en el tintero recordar la ayuda de 2.300 millones de euros al sector del automóvil, cuyo mercado, pese al aumento, está un 27% por debajo de la etapa previa a la pandemia. Otro dato, sesgado, claro está, porque hay mucha gente que no puede viajar, es el aumento del número de viajes: 32 millones de viajes en el primer trimestre de 2023, un 16% menos que en 2019, pero un 32% más que en 2022, con un aumento del gasto del 12%, según el INE. El gasto ha subido el 76% sobre el de 2022 en los viajes al extranjero, mientras que fue del 16% en los viajes nacionales.

Feijoo aludió a la cifra del desempleo, que es alta: 2.739.000 parados, según el Ministerio de Trabajo, pero olvidó decir que, al acabar la legislatura de Rajoy en 2015, había en España 4,8 millones de parados, el 22% de la población activa, de los cuales 1,4 millones llevaban parados más de tres años y que sólo 1,3 millones percibía alguna ayuda. Entonces no hubo ningún paliativo como el actual fondo de la UE para los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), que ha impedido el cierre de muchas empresas y salvado 4 millones de empleos. En mayo, España alcanzó 20,8 millones de empleos, aunque no puedo aportar la cifra de discontinuos, que tanto preocupa a Feijoo; él tampoco dijo cuál era.

Se debe añadir que las medidas de austeridad aplicadas por el gobierno de Rajoy provocaron el desplome de tres millones de personas, que perdieron la posición social que tenían antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, que, por cierto, Feijoo citó de pasada atribuyéndola a Zapatero, en una de esas letanías admitidas que conforman el credo de la derecha.

La crisis inmobiliaria le estalló a Zapatero, pero fue creada por Aznar, que con mucha prisa, por medio de un decreto sobre liberalización del suelo, de junio de 1996, y la ley de 1998, que convertía todo el suelo en prácticamente edificable que facilitó la expansión inmobiliaria, que las cajas de ahorros, muchas de ellas manejadas por gobiernos autonómicos, y algunos bancos contribuyeron a financiar, solicitando a la banca europea, en particular, a la alemana, el capital del que carecían para poderlo prestar en España.

El resultado lo sabemos: 66.000 millones de euros de dinero público para sanear las aventuras de los bancos, 23.000 millones para Caja Madrid-Bankía, dirigido por Miguel Blesa, el hombre de Esperanza Aguirre, y por Rodrigo Rato, colega de Feijoo, y fundación del banco malo -SAREB-, con el que el Estado, es decir todos los españoles, se hace cargo de los bienes que los bancos no pueden enajenar. Y todo ello, sin pedir a los banqueros nada a cambio. Todo, es de suponer, por el bien de España o, mejor dicho, por el bien de la gente de bien.

Continuará.

11 de julio de 2023, para FB.

domingo, 9 de julio de 2023

El extraño caso del comunismo bolivariano a la española

Iniciada oficialmente la campaña electoral, he querido desafiar la propaganda y constatar con mis propios ojos la realidad real. No se sorprendan, pues también hay una realidad irreal en la que viven muchas personas, entre ellas los pertinaces predicadores de lo mal que va el país.

Así que, admitida esa confusión existencial, he querido salir a la calle para verificar la existencia del tan denostado comunismo bolivariano antes de votar, no sea que los profetas de la catástrofe tengan razón.

¿Será cierto que en España vivimos bajo una “dictadura progre”? ¿Es este un régimen totalitario? ¿Ha logrado el pérfido Sánchez pervertir la Constitución española para instaurar arteramente un régimen político bolivariano ayudado por Belarra, Otegui y Rufián? ¿Es el actual un gobierno comunista y criminal, como ha señalado Abascal?

Al tiempo que compraba una docena de huevos camperos, le he preguntado al pollero si había recibido alguna presión del GOSPLAN para formar un sovjós con otras pollerías. Y me ha contestado que, hasta el momento, no había recibido indicación alguna para organizar una propiedad comunal.

En la verdulería he preguntado, por lo bajini, para no alarmar a una vecina que va a misa cada día, si habían recibido alguna visita del KGB con instrucciones precisas para formar un koljós en el barrio, y me han dicho que no, que ellos regentan un modesto negocio familiar y que se sienten más cercanos a los “mujiks” que a los “kulaks”.  

Mientras pagaba el periódico he preguntado al quiosquero, que es un pozo de información formal e informal, si tenía noticia de la construcción de algún gulag en las cercanías. Y muy serio me ha asegurado que no, pero que en el cruce los obreros están arreglando una fuga de agua, aunque sin garitas de vigilancia ni alambre de espino, y que siguen las obras en el polideportivo, pero que un gulag, gulag, como los de Rusia, no; que no hay indicios. Y en los barrios cercanos, tampoco. Le he creído; será que Abascal está mal informado o que exagera mucho para parecer más de derechas.

He pensado que el chino del bazar podía darme información veraz porque tiene dos hijos en edad de pertenecer al “konsomol”. Tras el saludo de rigor - “Ni hao”- le he preguntado si había recibido instrucciones de formar una comuna siguiendo el luminoso ejemplo de Tachai, tal como aconsejó en su día el Gran Timonel. Y me ha asegurado que no, que su negocio es “plivado”, de su familia. Le he dado las gracias por el dato –“xé xé”, “tai tien”- y hasta otro día.

Viendo lo infructuoso de mis pesquisas he querido buscar una irrefutable prueba del comunismo imperante fuera de la ciudad, que sería una carga de la caballería roja por la estepa, camino de los Urales, pero en proporciones más modestas.  

La estepa más cercana es La Mancha, así que me he acercado a su borde septentrional, que está un poco más allá de Valdemoro -Valle del Moro, donde empezaba in illo tempore el emirato andalusí-, en un intento de buscar pruebas del comunismo en una tierra reseca, que ha dado algún maoísta de renombre. Pero no he visto rastros de la Larga Marcha ni de la caballería del Amur. Según los lugareños, el último caballero que pasó por allí a lomos de un penco flaco y de paso cansino fue don Quijote, camino de Puerto Lápice.

Esta breve y doméstica investigación ha ratificado mi opinión de que en España no hay un sistema comunista, y me siento respaldado por la Unión Europea, por la ONU, el BCE, el FMI, el Vaticano y por la OTAN, porque no creo a Sánchez capaz de engañar a todos ellos y, además, sacarles los cuartos. Pero hay otras pruebas fehacientes, que están al alcance de quien quiera saber cómo va el país y ser coherente con lo que lee. Y son los datos.

Entre enero y marzo de 2023, ENDESA (propiedad de la italiana ENEL), ha ganado 594 millones de euros, un 76% más que en el mismo trimestre que el año pasado, que en buena parte han sido repatriados al país de la Meloni, que de comunista tiene poco. El operador turístico Amadeus ha ganado en el mismo período 262 millones de euros, un 222% más. Inditex, a pesar del cierre de las tiendas en Rusia, ha tenido un beneficio de 1.168 millones de euros, un 54% más que en el primer trimestre de 2022. Pablo Isla recibió 27 millones por dejar la presidencia y salir del grupo; la presidenta Marta Ortega cobró 834.000 euros y García Maceiras, consejero delegado, 8,4 millones de sueldo y “primas”.    

En el primer trimestre, la gran banca -Caixabank, Santander, BBVA, Sabadell, Bankinter y Unicaja- ha ganado 5.696 millones de euros, en todo el mundo, un 14% más, pese al pago del impuesto extraordinario de 1.120 millones de euros. El Santander ganó 2.571 millones, Ana Botín ganó 11,7 millones y José Antonio Álvarez 9,6 millones. El BBVA obtuvo 1.846 millones y su presidente Carlos Torres se ha llevado 8,29 millones de euros, casi un 6% más que en 2021.  

El pasado año, Repsol obtuvo 4.251 millones, un 70% más que en 2021. En 2022 Marcadona ganó 718 millones de euros, un 5,5% más que en 2021. Juan Roig, el amo, ganó 11 millones de sueldo y 88 en dividendos. Iberdrola obtuvo en 2022, 4.339 millones de euros, un 12% más. ACS obtuvo 668 millones de beneficio neto, un 66% más. Acciona Energía duplicó resultados en 2022, 759 millones de euros, más del doble que el año anterior. El de Mango fue de 81 millones, un 20% más. Leroy Merlín España obtuvo un beneficio neto de 135 millones de euros, un 25% más. Telefónica ganó 2.011 millones, el 25% de los beneficios extraordinarios de 8.137 millones de 2021, por la venta de activos. Samsung Electronics Iberia ganó 36,8 millones, un 6,66% más que en 2021, y Apple llegó a los 87,3 millones de euros, un 40% más que en 2021.

En 2022, en España el número de ultrarricos -más de 30 millones de dólares de patrimonio- se redujo un 3,7%, pasando de 246.500 personas, en 2021, a 237.400, en 2022. Eso no quiere decir que perdieran su fortuna, sólo que no llegaba al tope mínimo; basta con que tuvieran 29 millones y medio.

Estas cifras sobre la remuneración del capital privado muestran la demagogia de quienes hablan de comunismo bolivariano. Pero hay otras.

8 de julio, para El obrero.es

miércoles, 5 de julio de 2023

Verano azul, pero privado

El portavoz Borja Sémper ha querido animar a los electores del PP, confusos ante las oscilaciones de sus dirigentes respecto a Vox, anunciando “Verano azul”, una campaña electoral ilusionante y amable.

Ha indicado su deseo de que sea una campaña en positivo, que buena falta hace después del aluvión de mensajes negativos y el tono crispado utilizado por los portavoces del PP desde la investidura de Pedro Sánchez. Después de tantos noes, se agradece una apuesta en positivo, sea lo que sea eso.

Lo importante es mantener la confianza en la victoria de los votantes, que están hechos un lío entre los principios y la aritmética; entre las normas y las cuentas, que en el PP nunca han estado claras ni a la vista. Hay que defender los principios sin dar un paso atrás (ni un paso más de los necesarios, se entiende) hasta lograr que la aritmética, los números, cuadre con los principios, que son las letras.

Tratando de interpretar el pensamiento de Feijoo, que es difícil, pero sin decir cuál es realmente, Semper ha apuntado que, si el PP gana las elecciones, el líder gallego (el gentilicio es necesario) se presentará a la investidura y formará un gobierno en solitario. De ese principio, añade, no nos bajaremos.

Bien, eso está claro, si nos olvidamos de todo lo que sucede a escala local y regional. Y ahí le sigue María Guardiola, que en Extremadura ha expuesto sus diferencias con Vox para mantenerlos lejos de las poltronas. El asunto se oscurece cuando Bendodo, el coordinador general del PP, apuesta “por hablar con todos y pactar con todos”, pero matiza, “hablar con todos no es tragar con todo”. Ahora está claro todo: ése es el modelo de Feijoo.   

Se repite que el PP no va a gobernar a cualquier precio; eso no; a cualquier precio, no, pero ya se acordará algún precio en la subasta, como los que ya se han acordado o se están acordando en algunas autonomías, que será el que imponga el rufián de turno si cree que su apoyo es imprescindible. Nada es gratis en política, salvo aquel gesto de Valls, que fue un toque jacobino, “chic” y muy francés.

Ante este lío era necesaria una campaña alegre, refrescante, veraniega, con mucho azul, que evoca el mar, mucha agua (salada, la dulce escasea, incluso en Doñana), mucha playa, mucho sol de España, mucho chiringuito y mucha cervecita -¡qué nivel, Maribel!-.

Un verano azul y victorioso y, por tanto, un verano feliz para la gente de bien, después de tanta zozobra sembrada por Sánchez, por los bolivarianos, las féminas empoderadas, los bildus y los rufianes, y por esa manía gubernamental de aliviar la suerte de las “clases humildes”, que para eso están las pías damas del ropero parroquial, que se ocupan de que las clases humildes lo sigan siendo y, además, estén agradecidas.

De acuerdo con el lema, Sémper (fidelis) ha presentado la campaña en un escenario playero, pero no en una playa real, con arena y agua de verdad, y mucho menos la playa de Nerja, donde transcurre la serie de televisión “Verano azul”, en que se inspira la campaña, que el astuto Borja aspira a patentar para cobrar “royalties”.

Un escenario falso, un decorado en un campo de balón volea, lleno de sombrillas azules del PP, pero sin gaviotas ni bañistas…Sémper es un tramoyista, que sigue a Debord en lo que respecta al espectáculo, pero que sin pretenderlo ha mostrado la médula del programa de Feijoo rodando el anuncio en el Club Puerta de Hierro de Madrid, el club privado más exclusivo de la Villa, que cuenta entre sus usuarios lo más granado de la clase alta del país y que no admite socios desde hace treinta años, pero aumenta en número por la pertenencia a la casta, pasando el privilegio de padres a hijos entre grandes familias que se conocen de toda la vida.

Semper ha revelado la impostura del partido “popular”: ha hecho un anuncio de pijos para pijos, de esos que votarán para que Feijoo les baje los impuestos y vuelva a poner en su lugar a la servidumbre.

“Chanquete” no le habría votado.

 22 de junio, 2023. El obrero.es

Tic tac, tic tac

Recuerde el alma dormida, y la despierta también, la aparición de Podemos en la palestra nacional, dirigido por un grupo de universitarios capitaneado por un profesor con coleta, que, al frente de una hueste indignada por los efectos de la crisis financiera, pretendía ostentar la hegemonía de la izquierda y tomar el cielo por asalto.

Por su osadía, formación teórica y un mensaje duro con las derechas e incluso hiriente con las fuerzas políticas más afines -Izquierda Unida, PSOE-, pronto destacó el capitán Coleta del núcleo dirigente de Podemos, dando la sensación de que tenía la solución a los males del país porque disponía del dictamen más acertado de la realidad, que era la diferencia abismal entre la casta y la gente. Elemental distinción que señalaba la desigual distribución del poder y la riqueza, pero desechaba la lucha entre clases sociales como un instrumento propio de la vieja izquierda, condenada siempre a perder y a ejercer un papel político secundario.

Iglesias representaba bien la figura del forastero recién llegado, dispuesto a poner las cosas en su sitio y a cada uno en su lugar, pues acababa de descubrir la imperfección del mundo, de la Transición española y, en particular, del resultante régimen del 78, pero, en realidad, observaba el país con los ojos de un turista que se había prendado de lo pintoresco, de lo icónico; de lo diverso con fijación patológica.

Con hábiles movimientos entre sus pretorianos, se colocó en lugar preferente, empezando por su propio partido al prescindir de sus colegas del “núcleo irradiador” y, favorecido por la coyuntura y el largo mandato en funciones de Rajoy, creyó que podía establecer la agenda de la política nacional elección tras elección. Con habilidad, ofició como dueño del reloj político -tic tac, tic tac ¿recuerdan?- y marcó el paso del tiempo a los adversarios, pero, sobre todo, a sus amigos y posibles aliados.

Al final, en un segundo intento llegó la oportunidad buscada -tic tac, tic tac- y Podemos pudo alcanzar el gobierno del país -incluido Iglesias-, como socio minoritario en coalición con el PSOE. En un tiempo inusualmente corto desde su fundación, Podemos pasó de la calle al gobierno central sin pasar una larga temporada en la oposición parlamentaria, velando las armas antes de ponerse a desfacer entuertos y, sobre todo, a provocarlos, pues su condición de socio menor y sus concomitancias con otros condicionales aliados parlamentarios le han permitido ejercer una constante presión sobre el PSOE.

Aficionados al suspense y a ejercer presión hasta el final -tic tac, tic tac- para conceder su necesaria aportación al programa legislativo, Iglesias, Montero, Belarra y Echenique, han hecho un ejercicio de lealtad condicionada o, si se prefiere, de deslealtad permanente ante cada medida adoptada por la mayoría del Gobierno que no se ajustaba a su parecer. Con notable sectarismo han criticado al gobierno del que forman parte en asuntos esenciales y secundarios, pero manteniéndose dentro de él, sin respaldar su discrepancia en cuestiones de principio -por ejemplo, la guerra en Ucrania- con la consiguiente dimisión.

No han sido casos aislados, errores o meteduras de pata de gente inexperta, sino una actitud de crítica permanente para desgastar al PSOE creyendo que, al mismo tiempo, no se desgastaba Podemos.

Intentar salvarse hundiendo a su socio principal ha sido una táctica insensata, fundada en creer que Podemos podía desentenderse no sólo de las decisiones políticas salidas del gobierno de coalición, sino del deterioro generado por su propia deslealtad, aprovechado por la derecha para arremeter contra el PSOE, contra Podemos y contra sus apoyos. El “ruido” generado por la derecha ante estas reiteradas divergencias en el Gobierno ha sido de tal magnitud que ha impedido difundir de modo positivo lo realizado, llevando la confusión a los beneficiarios de tales medidas. El servicio gratuito prestado a la destructiva oposición de la derecha lo han recogido las urnas en forma de castigo, el pasado día 28 de mayo, dejando a Podemos menguado, dividido y en vías de desaparecer.   

Pero su pérdida de influencia era perceptible desde antes. Y ese es el origen de Sumar, visto como un inoportuno competidor por Iglesias, desde fuera, y Montero y Belarra desde dentro del Gobierno, en vez de verlo como un posible remedio a su decadencia.

Sumar, como un nuevo proyecto para agrupar las fuerzas a la izquierda del PSOE, es el salvavidas, la tabla de salvación del maltrecho Podemos, cuyos dirigentes han respondido del modo habitual: sin autocrítica y presionando hasta el final -tic tac, tic tac- para lograr una buena posición en las listas de candidatos a las elecciones generales.    

Es dudoso que su inclusión en las listas pueda aportar votos, sino más bien lo contrario si se piensa en la trayectoria, pues no hay garantía alguna de que quienes se han comportado de modo tan desleal con el gobierno en el que figuraban como principales socios, no vayan a hacer lo mismo en este caso.

Es más, sería una contradicción que quienes han contribuido directamente a desgastar al gobierno de coalición puedan figurar en las listas de un partido nuevo que aspira a reeditarlo para continuar la labor legislativa que ha quedado pendiente. Aunque habría una manera de que Podemos pudiera ser admitido en Sumar, que es excluir a su núcleo dirigente. Es más, Montero, Belarra y Echenique deberían dimitir, lo tendrían que haber hecho ya, para dejar a las bases y a las organizaciones locales decidir su entrada en Sumar o quedarse fuera como una opción independiente, esperando que las urnas les den suerte.

La renuncia de los máximos responsables de Podemos sería un gesto digno que podría marcar su salida de la actividad política y su entrada, siguiendo a Iglesias, en las actividades privadas. Y deben adoptar esa decisión generosa y sensata, antes de la medianoche del próximo viernes -tic tac, tic tac-, que es cuando el coche oficial se convertirá en una calabaza.

8 de junio de 2023. El obrero.es

"ETA vive": un grito de terror.

 No es un aviso a los despistados, la advertencia de una amenaza en ciernes y, mucho menos, la constatación del terrorismo como un fenómeno real. ETA vive es un grito de terror, que, invocando al terrorismo ya extinguido, denota el estado de terror de quien lo profiere.

“ETA está viva y nos gobierna”, dice Ayuso. “Vive de nuestro dinero -añade-; quiere destruir España y privar a millones de españoles de sus derechos constitucionales y provocar una confrontación”. Y lo dice quien no concibe otra forma de hacer política que la continua confrontación. No da cuenta de su gestión, nefasta, por más señas, pues sólo confronta, ataca, exagera, miente, desbarra, pues ya ha traspasado todos los límites de la decencia para vender el humo con que tapar lo que siempre le va a perseguir.

Sigue las directrices de su partido, incluso con más entusiasmo que el gran líder menguante Feijoo, porque tiene un motivo adicional, que es la muerte, por abandono, de 7.291 personas mayores durante la pandemia en las residencias madrileñas. 7.291 personas que fallecieron solas, lejos de su familia, sin poderse despedir; aislados, sin esperanza y viendo como a su alrededor la muerte se llevaba a otros residentes que compartían su infortunio, que no fue sólo efecto de una catástrofe natural, sino también la directa consecuencia de una decisión política adoptada con una frialdad semejante a la de Himmler sobre la “solución final”. 

Que se mueran en las residencias. Esa fue la solución al problema planteado por la pandemia a la mal gestionada sanidad madrileña, mermada por la continua privatización de servicios y la reducción de personal que sufre desde hace años. El consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, de Ciudadanos, criticó la decisión por poco ética -fue suave- y posiblemente ilegal, y, en consecuencia, dimitió.   

Las reclamaciones ante la justicia de familiares de fallecidos en las residencias hasta ahora no han prosperado, lo cual no indica que el asunto quede olvidado para siempre y Ayuso exonerada de responsabilidad. Y la posibilidad de tener que comparecer ante un tribunal para explicar la decisión de dejar morir sin asistencia a 7.291 personas la aterroriza. Por eso recurre a ETA, una organización clandestina e ilegal, que ha provocado, según diversas fuentes, alrededor de 850 víctimas mortales, para que se olvide lo suyo, que es mucho peor, pues fue una decisión adoptada por una institución pública, de la cual Ayuso es la máxima responsable, y cuyas consejerías deberían, en teoría, velar por las vidas de las personas entregadas a su cuidado, en vez de tratar de acortarlas, en lo que parece una desmesurada aplicación de la eutanasia o, peor aún, un modo de entender la pandemia como la ocasión para promover una “higiene social” como la que los protofascistas atribuían a la guerra.

La intención “depurativa” de Ayuso continua en el terreno político con la intención de ilegalizar Bildu y otros partidos nacionalistas y, quién sabe si algunos más que hoy son tachados de apoyos a un gobierno ilegítimo. E intenta hacer creer que todo eso lo hace en defensa de la Constitución. Lo que delata que no la ha leído. 

24 de mayo de 2023.

Giorgia Meloni e il suo complesso

Italia se extravía y políticamente se inclina a la extrema derecha. Así que pocas bromas con Meloni, joven católica neofascista envuelta en el nombre franciscano de un partido -Hermanos de Italia- que procede de seguidores directos del “Duce”, a pesar de que haya moderado su discurso para la ocasión.

Dentro de la orientación conservadora de Europa, Meloni quiere llevar a Italia por la senda nacional populista de Hungría, Polonia, Suecia y, en cierto modo, de Holanda, y ha superado a Le Pen, que, en Francia, espera su oportunidad de llegar al Elíseo.

El crecimiento de la ultraderecha en Europa no es un fenómeno nuevo, pues hasta la II Guerra Mundial buena parte de ella estuvo regida -de norte a sur, desde Noruega (Quisling) a Italia, España y Grecia (Mussolini, Franco y Metaxas) y de Este a Oeste, desde Bulgaria (Zankov) a Portugal (Oliveira)- por regímenes autoritarios de distinta especie.

Entonces, como reacción a la Rusia soviética, el fascismo y el nazismo se veían con buenos ojos por las clases altas europeas como frenos al bolchevismo y a los movimientos obreros y sindicales. Ahora no hay comunismo, salvo la variante degenerada del estalinismo que Putin representa, ni movimientos obreros potentes o partidos revolucionarios que amenacen el orden capitalista, pero se extiende por Occidente un modo conservador de ver el mundo, la sociedad y el gobierno, impulsado por un populismo salvaje y rancio, un irracionalismo autoritario y un sentimentalismo visceral arropado por fanáticas creencias religiosas. Este es el trasfondo ideológico general del triunfo de la extrema derecha en Italia, cabalgando sobre el capitalismo financiero.

En las elecciones generales del pasado día 25 de septiembre, Giorgia Meloni ha vencido con el 43,8% de los votos obtenidos por la coalición formada por Hermanos de Italia, la Liga de Salvini, Forza Italia de Berlusconi y Nosotros Moderados, en la que su partido, con el 26% de los votos y 69 escaños, supera con mucho a sus principales socios: el 8,8% de la Liga con 25 escaños y el 8,1% de Forza Italia con 22 escaños.  

La gaseosa coalición de centroizquierda ha obtenido el 26,13% de los votos: el Partido Democrático con el 19% de los votos, logra 61 escaños, pero el resto de los socios -Más Europa, Compromiso Cívico y la Alianza Verdes-Izquierda- no obtiene ninguno. El igualmente gaseoso Movimiento Cinco Estrellas alcanza el 15,43% de los votos y obtiene 52 escaños. El Tercer Polo, con casi el 8%, dispone de 21 escaños.   

Con estos resultados y beneficiada por la ley electoral, Meloni podrá gobernar con mayoría absoluta en el Congreso, con 237 diputados de 400-, y en el Senado con 112 escaños de 200. Pero no lo tiene fácil, por la coyuntura económica de Italia y por las diferencias con sus socios.  

Se debe recordar una abstención del 36%, que en el sur y entre los jóvenes de menos de 25 años alcanza el 50%, lo que revela el cansancio de las clases populares ante la cháchara de los dirigentes políticos, el hastío de los estratos más necesitados de atención, cansados de esperar algún remedio a su situación, y la falta de confianza de los jóvenes en que pueda llegar de las instituciones alguna mejora a su incierto futuro.

Con una campaña electoral plagada de descalificaciones entre los candidatos, pero alejada de los asuntos que preocupan a la ciudadanía, y en particular a las clases subalternas -crisis, precios, energía, paro, salarios, futuro incierto-, el miedo a la extrema derecha utilizado por las izquierdas no ha dado el resultado apetecido y una parte de la ciudadanía, aburrida por tanta disputa y cansada de promesas incumplidas, ha decidido probar otra cosa dando su voto a Meloni, que hasta ahora había quedado fuera de todas las combinaciones de gobierno, lo cual no significa que exista con ella un compromiso duradero, más cuando su intención no es favorecer a las clases subalternas, sino utilizarlas para aplicar su programa de clase, que no es exactamente el de la coalición, pues guarda diferencias con sus socios.

Meloni sabe que el 56% de los electores ha rechazado el proyecto homófobo, xenófobo, nacionalista y confesional de la coalición vencedora, por eso dice que “gobernará para todos” con serenidad y responsabilidad, que es la fórmula obligada el día de la victoria, pero, como católica, es de temer que emprenda una contrarreforma que tenga por objeto reducir derechos de las mujeres y las minorías sexuales, para imponer el modelo tradicional y patriarcal resumido en el lema “Dios, patria, familia”, y contra las ayudas a las estratos sociales más necesitados, como suprimir la renta mínima a un millón de hogares, como medida necesaria para reducir el gasto público, y bajar los impuestos a los más ricos, en lo que está de acuerdo con sus socios, en particular con Berlusconi, así como en el asunto de la inmigración.  

La ultraderecha necesita imperiosamente un enemigo externo para excitar el sentimiento nacionalista en sus votantes y este enemigo son los migrantes económicos o huidos políticos, que según su propaganda llegan a Italia a disfrutar de la riqueza nacional y a dejar sin trabajo a los italianos; son invasores de otras razas, que proceden de otros países, de otras culturas y creen en otras religiones, sin posible integración.

Inicialmente euroescéptica, Meloni defiende ahora la “plena adhesión” a la Unión Europea, que en otro momento calificó de fracaso, pero defiende la Europa de los pueblos, de las patrias, frente a la “burocrática Unión de Bruselas”. Es partidaria de la OTAN, aunque no se sabe si mantendrá las sanciones a Rusia, pero Berlusconi y Salvini son defensores de Putin.

En las altas instancias de la Unión Europea hay preocupación por el aumento de la extrema derecha, pero sólo recoge la cosecha de lo que sembró, en gran parte, la derecha alemana.

La crisis bursátil, la burbuja inmobiliaria, el estallido financiero de 2008 y la recesión de 2010, las medidas de Ángela Merkel, convertida de facto en cancillera de Europa, de su ministro de finanzas Wolfgang Schauble, que hacía honor a su nombre (manada de lobos), de Jens Weindman presidente del Bundesbank, de Trichet en el Banco Central Europeo y de Lagarde en el FMI, que, para salir de la crisis y rescatar a la banca, impusieron a las clases subalternas europeas y en singular a las de los países del sur, unas rigurosas medidas de austeridad por haber gastado -decían- por encima de sus rentas, viviendo a crédito, que a la postre redundó en beneficio de los bancos alemanes, que fueron los prestamistas de Europa, y de refugios de capital en Luxemburgo, en Holanda, Irlanda y la City londinense.

Pero hay que remontarse más atrás. En 1992 el Tratado de Maastrich metió la UE en el molde neoliberal, que iba a procurar todo tipo de ventajas y prosperidad a raudales. El FMI, la OMC, el mercado mundial, mercado continuo, el mundo regido por las bolsas (Wall Street, la City londinense, Frankfort, París, Tokio y Chicago en lo que se refiere a alimentos y materias primas). Las bondades del mercado único, que iba a traer prosperidad para todos, lo que realmente trajo fue un mercado desregulado, impuso la privatización de servicios, el desmantelamiento de la intervención del Estado y dejó la riqueza colectiva de los países a expensas de los grupos de presión y de los oligopolios.

No han vuelto los “camisas negras” de Mussolini, pero aquí está el emergente fascismo edulcorado en la empoderada versión femenina de Meloni y de sus dos impresentables socios para cuando le haga falta al gran capital. Mientras tanto, ¿qué hace la izquierda italiana?

27 de septiembre de 2022