martes, 25 de octubre de 2016

Referéndum 6-XII-1978

Referéndum constitucional, 6 de diciembre de 1978.
Barcelona: participación 67,6%, afirmativos 91%.
Gerona: participación 72,3%, afirmativos: 90,4%.
Lérida: participación 66,5%, afirmativos: 91,9%.
Tarragona: participación 67%, afirmativos 91,7%.

Media en España: participación 67,11%, afirmativos: 88,54%.  

domingo, 23 de octubre de 2016

Ferraz en Fuenteovejuna

Good morning, Spain, que es different

Hoy se reúne el Comité Federal del PSOE resultante del motín de las marujas y los chusqueros, con el propósito de acordar una postura unánime para permitir la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno con la abstención del PSOE; de todos los diputados del PSOE, no sólo de aquellos cuyos votos sean estrictamente necesarios para cumplir el trámite.
Una docena de votos serían suficientes, pero eso dejaría en mal lugar, ante las bases del partido y los electores, a los diputados que facilitaran la investidura de Rajoy. Menudo retrato.
Sin embargo se debe admitir que en el PSOE hay quienes, por las razones que sean, desean que gobierne el Partido Popular, pues para eso han montado esta maniobra, pero no quieren asumir, como personas o como facción del partido, la responsabilidad de ese cuestionable acto, sino convertirlo en una decisión colectiva, dicen que por responsabilidad nacional.
Si tal decisión se adopta, será un verdadero disparate, pues revelará el éxito de los chusqueros para arrastrar a todo el partido a asumir los resultados de su chapuza. Cualquiera diría que Trillo es el muñidor de esta disparatada operación.  
Apoyar la investidura de Rajoy, que sale citado varias veces en los papeles de Bárcenas como perceptor de sobresueldos en negro, para que siga al frente de un gobierno que ha mostrado un olímpico desprecio por las necesidades más perentorias de los ciudadanos en situación económicamente más débil, que ha acentuado la desigualdad en percepción de rentas y en oportunidades, que no ha cumplido ni sus promesas electorales ni los compromisos con Europa, pues la deuda externa y el déficit público no han dejado de aumentar, y que ha llevado a España a la irrelevancia en los foros internacionales, es un tremendo error. Pero hay más, mucho más.
Pues ya no se trata de que haya imputados en las listas de un partido, que sean aceptados como diputados válidos por los electores, sino de ayudar a llegar al Gobierno de España a un partido que tiene miembros de su dirección imputados por corrupción y altísimos cargos del Estado que han sido juzgados por la misma causa, han estado o están en la cárcel, y que ahora se enfrenta a un proceso judicial por uno de los sumarios de una de las mayores tramas de corrupción, cohecho, prevaricación y financiación ilegal que se conocen, y que detrás del caso Gurtel le esperan los juicios de la trama Púnica, de la Taula, etc, etc.
Facilitar colectivamente la investidura de Rajoy supone conceder una amnistía política a los delitos del Partido Popular y persistir en el esperpento en que se ha convertido en España la actividad política.
Hoy puede ser el día en que, en Ferraz, se decida que, todos a una, como en Fuenteovejuna, el Partido Socialista, unido, disciplinado y más ovejuno que nunca, se suicide en las Cortes en beneficio de un partido de la derecha, que representa lo peor del capitalismo, la continuidad del franquismo y que además está corrompido. Épico.


jueves, 20 de octubre de 2016

Libertad de expresión

A propósito de una entrada de JG. Zurbano sobre el boicot a Cebrián y González en la Universidad Autónoma.

No están acostumbrados a que se les tape la boca, aunque una vez mostrado el rechazo, sin insultos y a cara descubierta, se les tendría que haber dejado hablar, para a) conocer lo que querían decir, b) para poder interpelarles y c) para respetar un derecho. No hay que emular a la derecha en privar a nadie, por repulsivo que sea, de los derechos civiles. La ley mordaza es un invento de la derecha; la izquierda no debe seguir al PP en eso. Hay que ser coherentes.

Por eso les criticamos, porque son prepotentes, porque no respetan, porque despiden a los trabajadores o compañeros de partido (el que se mueve no sale en la foto) que no les siguen o discrepan. Por eso les criticamos, en nombre, digo yo, de otros principios. No debemos dejar que el adversario (o el enemigo) consiga que nos parezcamos a él, porque entonces habremos perdido la batalla por nuestras ideas al haber asumido parte de las suyas.

Los “otros apoyos” de Podemos

Good morning, Spain, que es different

El pasado fin de semana “Podemos” ha celebrado, en Madrid, su asamblea constituyente, con una gran éxito de participación y en un ambiente de gran entusiasmo de los asistentes. “Podemos” ha comenzado la compleja tarea de delimitar su perspectiva, su campo de acción y su discurso, unificar voces, órganos y proyecto abordando la confección del programa, del que se conocen los primeros puntos aprobados, que muestran la intención de descender del cielo de las utopías a la tierra, que es donde se libran las batallas políticas; con infantería, no con ángeles. 
Es loable este esfuerzo por hacerse más verosímil para ciudadanos que no sean sólo soñadores, pero no deseo detenerme en este asunto, sino señalar algunos hechos que configuran el contexto en el que se ha celebrado la asamblea y que han actuado en su favor, a pesar de la intención de quienes han sido sus protagonistas.

Tenemos, en primer lugar, las declaraciones de Aznar contra “Podemos”, que siempre levantan polvo y generan nuevos adeptos a los alternativos. Luego, la crisis del ébola, que ha puesto en evidencia a la ministra Ana Mato y al consejero de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez (que siguen en sus puestos), como mediocres gestores de la sanidad pública. Después, el anuncio de ENDESA de entregar un dividendo extra a los accionistas, a cuenta de unos beneficios fabulosos (en tiempo de crisis). En el mismo ámbito de la economía, está la reclamación de la Comisión Europea para que una treintena de grandes empresas españolas, como Abertis, Telefónica, Banco Santander o Iberdrola, devuelvan unas ayudas millonarias, que han estado recibiendo desde 2007, algunas de ellas decididas con carácter retroactivo por el Partido Popular.
¿Cómo olvidarse de otro episodio oscuro de Bankia? El descubrimiento de las tarjetas en negro ha puesto en evidencia la intención de la dirección de Caja Madrid de defraudar a Hacienda, la anuencia de los órganos de vigilancia, que han mirado para otro lado, y la existencia de una fracción de la “casta” formada por representantes de partidos de izquierda y derecha (pero más miembros de derecha) y de sindicatos y patronales en la percepción de sobornos (eso son) para que prestaran su colaboración en llevar la empresa a la ruina. El caso recuerda la trama del ERE de Andalucía y la concesión de los cursos de formación en Madrid (caso Aneri), que han beneficiado a sindicatos y patronales, con el descrédito de ambos. Sin olvidarse del minero-sindicalista (UGT)-millonario asturiano. 
De la casta también habla, y no bien, la dimisión de Gallardón (ya era hora) y su inmediata entrada en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid, donde le esperaban otros 7 consejeros del PP y dos del PSOE, beneficiados, como él, con un sueldo vitalicio de 8.500 euros al mes (5.500 euros netos), coche oficial y asistente, sin cargo para su bolsillo. 
Otro ingrediente ha sido que la mayoría del PP en el Congreso ha logrado que el polémico proyecto de Ley de Seguridad (ley mordaza) siga su curso a pesar del rechazo de toda la oposición. Y en el mismo terreno de la acción de la justicia, no ha dejado de sorprender y ha indignado a los familiares de las víctimas (5 niñas muertas por la codicia de un canalla), la petición del fiscal de 4 años de cárcel para Miguel Ángel Flores, el director de la empresa que organizó la fiesta de Halloween en el Madrid-Arena.
Fuera de España también ocurren cosas que benefician a “Podemos”. Y una muy importante es el anuncio de que, si Dios no lo remedia (el Banco central Europeo y Merkel no lo hacen), estamos entrando en la tercera recesión desde 2008, que traerá una nueva contracción de la economía europea y, desde luego, de la española. El FMI sigue apostando por la moderación salarial, pero Rajoy dice que vamos por buen camino.
Teniendo reciente todo esto, ¿cómo no extrañarse del éxito de “Podemos?”. Incluso me parece poco.

20-X-2014

martes, 18 de octubre de 2016

Desencanto

Good morning, Spain, que es different

La protesta ciudadana hace tiempo que cesó. En las calles se ha detenido el impulso popular, en contraste con la febril actividad reivindicativa que tuvo lugar entre los años 2009 y 2014. La movilización contra las medidas de austeridad del Gobierno, del FMI y la Unión Europea y la airada reclamación de cambios han dado paso a la pasividad y al desánimo, tan deseados por la derecha.
El sentir colectivo expresado multitudinariamente en las vías públicas se ha diluido en millones de perplejidades aisladas, en un silencioso malestar particular o en miles de protestas individuales en Internet, que claman no al cielo sino a quienes las quieran escuchar en los foros digitales, en la nube; la protesta está en las nubes, colgada en la red, a la espera de que la atienda alguna deidad. En este caso, Internet es un mal remedo de la sociedad, un mal espejo que ofrece el simulacro de un inexistente poder de los ciudadanos, que, desprovistos de fuerza real, asisten impotentes a la dilación, al cabildeo y al engaño.
El impulso transformador se ha perdido y la guerra de movimientos, volvemos a Gramsci, debería de haber dado paso a una guerra de posiciones, pero, aunque continúa la ofensiva económica de la derecha, no hay una respuesta adecuada desde la izquierda, sino broncas internas, dimes y diretes, confusión y retórica, y, salvo el Partido Popular, que está donde siempre y como siempre, es lícito dudar de las posiciones del PSOE y de los nuevos partidos, pues es difícil saber cuáles son sus proyectos y dónde está situado cada cual. ¿Están las izquierdas donde creen que están? ¿Están las izquierdas donde deben estar? No lo parece.
Las calles se han vaciado y el parlamento está muerto; el movimiento social ha cesado pero no el griterío político; y la palabrería huera de unos y otros tratando de sacar ventaja produce hastío, pero ya no indignación, la cual ha dejado su lugar a la apatía y a la resignación ante el sueño de un cambio que se veía cercano y que ahora se aleja o incluso se desvanece; queda la pesadilla de la vida cotidiana bajo el peso de una crisis que para amplias capas de la población no remite, ni puede remitir si no hay cambios políticos de calado.
Pero el régimen político, difícil de reformar desde dentro, ha revelado también la dificultad de hacerlo desde fuera, pues ha mostrado la eficacia de sus estructuras para permanecer sordo y ciego a las demandas de la gente, que, cansada de ver frustrados sus empeños, ha desistido.
La movilización social arrancó contra las medidas anticrisis del Gobierno del PSOE, que en 2009 sumó 24.023 actos de protesta en toda España, sufrió 21.941 protestas en 2010 y una huelga general y la acampada del 15 de mayo en 2011; se agudizó con las mareas en la etapa de Rajoy, que soportó dos huelgas generales, y tuvo su cima en cuanto a número de actos y de personas movilizadas en el año 2012, con 44.233 actos de protesta en toda España. En 2013 descendió el número a 43.170 y en 2014 se inició el declive con 36.679 manifestaciones o concentraciones hasta casi desaparecer a día de hoy.
Los ciudadanos movilizados esperaban que la etapa de protestas tuviera un lógico desenlace en un cambio de gobierno, pero no pudo ser.
Además de la fortaleza del sistema para resistir las presiones externas, son culpables de la apatía ciudadana no sólo los que desde las instituciones han desoído el clamor de la calle y contribuido a ponerle sordina con un paquete legislativo de excepción, sino también quienes han suscitado expectativas en fáciles, rápidos y profundos cambios, mágicamente explicables por su sola aparición como partidos en la palestra política.
De igual modo que en la Transición, las negociaciones políticas, aun frustradas y frustrantes, han precisado de calma en la calle y, como entonces, el trasvase de activistas hacia las candidaturas locales, autonómicas o nacionales de un  apretado período electoral ha privado de dirigentes a los movimientos sociales.  
La movilización social es temporal; no se puede mantener durante mucho tiempo a los ciudadanos a pie de calle sin obtener algún éxito apreciable. Y eso lo sabe el Gobierno, especialista en aguantar lo que venga. Ha sido una prueba de fuerza, que ha perdido, una vez más, la ciudadanía más consciente de sus derechos.
El momento de recibir la recompensa tuvo lugar en febrero, cuando un nuevo gobierno de talante reformador y progresista hubiera sido el resultado del impulso de la calle y del aire renovador de los nuevos partidos.
Para la ciudadanía era lógico ver su esfuerzo recompensado, pues ya había cumplido su papel al movilizarse, primero, y al votar, después. Pero tales esperanzas se vieron frustradas por la poca generosidad, la ambición y la miopía de quienes debieron ser los protagonistas de aquel cambio. 
No obstante, las causas de la insatisfacción ciudadana y de un soterrado conflicto social no han desparecido, al contrario, no pocas persisten y algunos problemas se han agudizado y demandan soluciones aún más urgentes.
Crece, en consecuencia, la desafección ciudadana hacia la gestión pública y la clase política, que alcanza también a los nuevos partidos y a sus dirigentes, instalados ya en las instituciones y familiarizados con los hábitos de los viejos, y se anuncia un preocupante alejamiento de las urnas, que, en el caso de celebrarse unas elecciones generales en diciembre, podría llegar a un nivel de abstención cercano al cuarenta por ciento.
Apatía muy del agrado de la derecha, que prefiere ciudadanos refugiados en su vida privada y desinteresados de la gestión de lo público, porque es la situación idónea para que actúen sin control ni disimulo los malos gestores, los corruptos, los defraudadores, los privatizadores y los expoliadores de bienes públicos.
Ante todo lo ocurrido en esta larga legislatura, lo que está sucediendo en esta inmerecida prórroga y la mansedumbre con que lo estamos soportando, da la impresión de que hemos renunciado a nuestros derechos, de que hemos desertado como ciudadanos y trabajadores de luchar por recuperar lo que era nuestro y nos han arrebatado en estos años de rapiña y corrupción, y de que nos hemos entregado a la fatalidad que está prescrita en la frase de Margaret Thatcher “No hay alternativa”, convertida en consigna por los profetas del neoliberalismo y traducida por Cospedal a la delirante disyuntiva: o el Partido Popular o la nada.

Pero, aunque se puede entender el desconcierto de muchas personas y el cansancio de la ciudadanía, hay que resistirse a admitir que somos un país de gente sumisa y rendida sin condiciones a la fatalidad, que va permitir que siga gobernando un partido corrompido y depredador de lo público y enemigo declarado de los asalariados; un partido tóxico para la mayoría de los habitantes de este desanimado país.  


lunes, 17 de octubre de 2016

Aguantar y aguantar

Good morning, Spain, que es different
Aguantar hasta que escampe. Desde hace más de un siglo, ese ha sido el lema de cabecera de la derecha política española para retener el poder en sus manos.
Mariano Rajoy, el Jefe del Gobierno peor valorado en las encuestas, preside el gobierno más desprestigiado de la democracia y un partido anegado por tramas de corrupción dispersas por todo el país, pero no tiene intención de rectificar ni de dimitir.
Con una extensa red de poder territorial y de complicidades económicas legales e ilegales detrás, el Partido Popular resiste impasible la accidentada labor de la administración de justicia, y resiste el Gobierno, sin moverse un ápice de su postura de velar la corrupción en su partido ni desvelar otros planes para el futuro que no sean recomendar paciencia y más de lo mismo.  
Resiste también el régimen político, desacreditado, sí, pero su arquitectura está pensada para eso, para resistir, para aguantar el descrédito sin moverse, como corresponde a la mentalidad de quienes lo diseñaron, que heredaron la actitud refractaria a las reformas de la vieja derecha española que confunde la estabilidad con el inmovilismo. Este comportamiento de la clase tradicionalmente dominante explica mejor que los todos discursos la aversión al cambio que padecían quienes dirigieron la Transición y la intención de mantenerla por encima de los pactos del consenso.
En consecuencia, la estructura institucional del poder político es fuerte, está bien trabada, blindada a la acción ciudadana y pensada para resistir numantinamente los cambios hasta pudrirse, antes que ceder y reformarse. Y Rajoy, continuista por naturaleza y por vocación, y ahora por necesidad, actúa en consecuencia.
Favorecido electoralmente por un sistema inicialmente tramposo, pervertido luego con reformas que han empeorado la representación democrática, y encastillado en aparatos del Estado viciados por el uso partidista y reforzado con leyes propias de un estado de excepción que le sirven de parapeto, el Partido Popular resiste, con comodidad, todo hay que decirlo, la modesta y retórica presión de la oposición y la ya débil presión ciudadana, expresada en los sondeos de opinión y en el silencio de las calles.
Gobernando en funciones, sin responder ante el Congreso ni la opinión pública y favorecido por la calma con que el Tribunal Constitucional estudia el recurso interpuesto por esta causa por el pleno del Congreso (sin el PP), pronto hará un año que Rajoy gobierna como un autócrata, respaldado sólo por su partido, que ha hecho piña también en el asunto de la corrupción, pues mantiene la misma actitud ante los nuevos casos de corrupción que se van conociendo cada día, sin que las tímidas declaraciones de algunos de sus cargos sobre lo que va saliendo del juicio de la trama “Gurtel” –“Yo estaba en COU”- o sobre Rita Barberá (caso “Taula”), por ejemplo, lo desmientan, pues son postureo y fingida indignación. El propio Rajoy ha dicho que no puede hacer nada, porque carece de autoridad sobre ella, lo cual es difícil de creer cuando fue él quien la colocó en el Senado, donde permanece aferrada al privilegio del aforamiento (y al sueldo).
Es decir, mientras solicita que los otros partidos cedan en sus posiciones para facilitar su investidura como Jefe del Gobierno, Rajoy, apoyado por su gabinete, ofrece más de lo mismo.
Así, tenemos un gobierno en funciones, interino, con un candidato precisado de ayuda para ser investido presidente del Gobierno, que se resiste a dimitir y a depurar el partido, y no ofrece renuncia sustancial alguna que favorezca un eventual pacto de investidura y mucho menos de gobierno. Y las dificultades existentes -la casi imposible moción de censura- para deponerlo si fuera preciso explican las resistencias de los otros partidos a darle su confianza, porque, en España, el Gobierno, una vez investido, es tan complicado de deponer, como lo es sacar un clavo sin cabeza, que una vez hundido en la madera es muy difícil de extraer.

Lamentablemente, la consigna de aguantar hasta que los otros se cansen, hasta que la oposición se rinda o hasta que el adversario se rompa, sigue teniendo vigencia.

jueves, 13 de octubre de 2016

Comentario a propósito de un texto aportado por L. Roca Jusmet: "La psiquiatría está en crisis".

El capitalismo salvaje está creando sociedades enfermas, que destruyen las instituciones, las relaciones estables, las oportunidades, las familias, los individuos, porque no son capaces de adaptarse a los cambios con la velocidad que impone la lógica del mercado financiero. 
Es un sistema que crea permanentemente insatisfacciones, porque los deseos, incentivados por la publicidad y la propaganda, son cada día más dificiles de satisfacer, sobre todo con poco dinero. El consumo de drogas y el aumento de muertes por sobredosis de heroína en EE.UU. no creo que sea ajeno a todo ello. En España con la crisis y con las medidas, en teoría, para atajarla, ha crecido el uso de barbitúricos

Ausencias en la Fiesta Nacional

Good morning, Spain, que es different

Con el boato propio del caso y el consabido revuelo de dimes y diretes, se celebró ayer la Fiesta Nacional. Los pormenores están relatados por la prensa y aunque hubo detalles sabrosos, no me voy a extender en ellos, pero la celebración adoleció, como siempre, de la hinchazón retórica de la que abusa la derecha política, al haber convertido símbolos nacionales, comunes, en símbolos propios de su partido y de sus electores.
La culpa no es toda suya, pues, como en política no existen vacíos, el espacio no ocupado por un cuerpo es inmediatamente ocupado por otro. Y en esa fiesta fue notoria la ausencia de los representantes de Unidos-Podemos.
Su líder máximo acusó, con razón, de hipócritas a quienes acudieron al desfile militar y tenían dinero en paraíso fiscales. La patria se defiende de otra manera, añadió, con más colegios y hospitales públicos. Efectivamente el amor a la patria no concuerda bien con el maltrato a los compatriotas de rentas más bajas. Estuvo errado, y cegado por un indigenismo atemporal y primario, cuando aludió al 12 de octubre como celebración de la colonización, porque sin el viaje de Colón y la colonización de América no hubieran existido la descolonización y el populismo; no hubieran existido Bolívar, ni los bolivarianos, ni Chávez ni Maduro, ni Morales ni Correa, ni Perón ni Laclau, a quienes tanto deben los podemitas
Alberto Garzón remató la posición de UP con una frase bastante lapidaria - “Yo no creo en patrias ni en música militar. Los pobres no tienen patria y los ricos esconden sus intereses detrás de cualquier bandera”-, subjetiva y contradictoria, propia de la izquierda testimonial, a la que por origen pertenece.
Garzón no cree en las patrias, yo tampoco, pero existen y en alguna hay que vivir, aunque uno se puede sentir intelectual o emocionalmente vinculado a otras patrias deseadas o incluso imaginadas, de las que en este país sabemos tanto. No cree, Garzón en la música militar, otros muchos tampoco, pero escuchar a Wagner o a Sousa tiene su punto. Que los ricos esconden su dinero detrás de cualquier bandera, es sabido, pero que los pobres carezcan de patria es un apotegma, una afirmación desmentida por la realidad: los pobres tienen patria, que suele ser la patria de los ricos, y entregan generosamente su vida por defenderla. Y con esa actitud se plantea un problema para la izquierda, si defiende las aspiraciones de los pobres, que no se resuelve con la fórmula de compromiso -“Mi patria es la gente”-, adoptada como consigna por Unidos-Podemos para salir del paso ante las demandas de sus periferias.
La frase más parece un lema publicitario, porque políticamente no resuelve nada; es inocua por vacía, tan vacía e ideológicamente inane como “Viva la gente” o “Todo el mundo es bueno”. Frase inútil, ya que Unidos-Podemos no es una asociación como aquella que, en los años setenta, estaba representada por un grupo de chicos y chicas que cantaban por el mundo, y además, porque la frase es engañosa, pues hay una parte de la gente que está excluida. Por ejemplo, la gente que ayer celebró la Fiesta Nacional, o en los lugares donde existe un fuerte sentimiento nacionalista, una parte de la gente está excluida, con lo cual la frase cambia el sentido por “la patria es mi gente”.
Dejando aparte la frase, y a la espera de ver en qué queda ese “patriotismo moderno”, el problema que tiene planteado Unidos-Podemos es decidir, primero, si quiere gobernar o si prefiere quedarse en un partido testimonial, opción legítima, y segundo, si quiere gobernar el país real o el país imaginario, siguiendo el camino trazado por nuestros próceres de izquierda y derecha desde hace más de un siglo, que han buscado gobernar un país a su imagen y semejanza, lo que ha generado ese característico movimiento pendular o de acción y reacción, de avanzar y retroceder, de hacer y deshacer, como un lienzo de Penélope.    
Defender la patria no es ir a un desfile, claro. Pero eso lo puede decir (y hacer) un ciudadano cualquiera, no el diputado de un partido que cuenta con cinco millones de electores y pretende gobernar, mucho menos quien aspira a ser vicepresidente del Gobierno.
Un hipotético vicepresidente del Gobierno no puede estar ausente de un acto institucional como el día Fiesta Nacional, aunque sea un coñazo, como dijo Rajoy, porque el protocolo de las instituciones con frecuencia impone actos en que es inevitable la coexistencia con adversarios políticos -como en el Congreso-. Pero esa obligada contemporización va en el cargo y en el sueldo de quienes se prestan, voluntariamente, a participar en ellas.

El gesto de Iglesias, y de Unidos Podemos, plantea dos preguntas, que no son fáciles de responder. Una: ¿Acudirá a celebrar la fiesta del 12 de octubre cuando sea vicepresidente o ministro del Gobierno? Dos: ¿Suprimirá la fiesta o cambiará de fecha la Fiesta Nacional? 

martes, 11 de octubre de 2016

América, América (III)

Good morning, Spain, que es different
Se dice que la ignorancia es atrevida, y sólo con vasta ignorancia se puede afirmar, como hace la CUP cuando pide que se retire la estatua de Colón de Barcelona, que el 12 de octubre, “fecha de la llegada de Cristobal Colón a costas americanas, representa un acto intolerable de enaltecimiento del colonialismo y el imperialismo”, que dio paso al “genocidio de la población indígena americana por parte de los colonizadores-conquistadores, y un acto de nacionalismo español agresivo contra todos los pueblos que oprime y ha oprimido”.
La retahíla tiene su miga, pero vayamos por partes. La construcción del relato nacionalista consiste en imaginar agravios pasados o presentes para justificar la reacción ante ellos, aunque sea a toro pasado. 
Del “España nos roba”, nunca probado con números por Oriol Junqueras como Consejero de Economía y desmontado con cifras y letras por Josep Borrell, la CUP aprovecha la efemérides del 12 de octubre, para acusar a España de oprimir en la actualidad a varios pueblos que no cita, pero entre los que está el pueblo catalán, pues esa es la intención del redactor del texto. Con ello, la CUP se desentiende de América, una conquista española, para defender, presuntamente, una Cataluña que nunca ha conquistado a nadie. Es un dislate, pero dejémoslo pasar porque estamos hablando de América.
La nómina de catalanes que participaron en el descubrimiento, exploración, conquista y colonización de América es bastante larga. Sin ánimo de ser exhaustivos, empecemos por los sacerdotes. El más conocido es el fraile mallorquín Junípero Serra, fundador de nueve misiones en California, pero hay que añadir a (San) Antonio Claret, obispo de Santiago y defensor de los esclavos, Felíu de Tárrega, evangelizador del Orinoco, (San) Pere Claver, misionero en Nueva Granada (Colombia), Miquel Domenech, misionero en Misuri, Francesc Fleix Solans, obispo de Puerto Rico, Benet Garret, obispo de Nicaragua, Josep Alemany  misionero en Guatemala y muchos otros.
La lista de marinos, militares y conquistadores catalanes en América también es larga. Entre ellos están: Pere de Margarit que acompañó como jefe militar a Colón en su segundo viaje a América, Joan de Serrallonga, su lugarteniente en el tercer viaje, Gaspar de Portolá, conquistador de California, Bartolomé Ferrer, explorador de Oregón, Pere Alberni Teixidor, que mandó la Primera Compañía de Voluntarios Catalanes en California, Antoni Francesc Jorba, formó parte de esta compañía y luego fue uno de los primeros colonos de California, Joan Orpí culminó la conquista de Venezuela y fundo el territorio de Nueva Cataluña, Manuel Amat, que fue gobernador de Chile y virrey del Perú, Manuel de Oms, virrey del Perú, Pere Fages, gobernador militar de California, pero el caso más curioso es el de Joan de Grau, que viajó con Cortés, e igual que él, que se casó con Malinche, la mujer náhuatl que les sirvió de intérprete, Grau se casó con una hija de Moctezuma llamada Xipaguazín. Tuvieron un hijo, Joan Pere de Grau Moctezuma.
Esta información no procede del Archivo de Indias, en Sevilla, ni de otros del Nuevo Mundo, sino que está en Internet, es accesible, por tanto, a cualquier persona que tenga interés en conocer hechos de la historia de España y de Cataluña. Pero hay quienes prefieren los mitos; lo malo es que con ellos pretenden hacer un país... y deshacer otro.    

lunes, 10 de octubre de 2016

Otra versión de Fort Apache

Ayer por la tarde, estaba tomando café en el porche del rancho, sentado en la mecedora del viejo Mose Harper, cuando se dejó caer por allí John Ford. 
Se sentó a mi lado y me dijo que se sentía viejo y cansado, pero que no quería dejar este mundo sin filmar una nueva y definitiva versión de "Fort Apache", para la cual contaba ya con la colaboración desinteresada de John Wayne y de Henry Fonda, que convenientemente maquillados y sometidos a una pequeña dieta para perder peso, podrían asumir sus viejos papeles. 
También contaba con Shirley Temple, atropellada por la edad, la pobrecilla, pero aún de buen ver, que participaría gustosamente con tal de salir de la residencia en la que estaba ingresada. Unas sesiones de maquillaje la pondrían a tono para asumir el papel de Filadelfia Thursday. 
La propuesta me pareció un disparate, pero como no tengo otro proyecto a la vista, salvo la de sustituir a Harpo Marx, en el papel de asesor de Rajoy en "Los hermanos Marx en La Moncloa", acepté encantado. El rodaje empezará en breve y ya está hecho el cartel promocional. Ford dice que esta vez nos llevamos el Oscar (Luena no, el otro).

Kabuki

Claro que debe haber límites, acuerdos sustanciales, líneas intraspasables, pero en todo esto -la secesión de Cataluña, el refrendo, etc, etc- pasa un poco como en el teatro griego, que los actores se ponían las máscaras de los personajes que encarnaban, o lo que sucede en el teatro kabuki japonés, que los actores portan unas máscaras horribles para dar miedo. 
En Podemos ahora pasa eso: debaten sobre qué máscara usar: la de asustar o la de seducir, pero detrás de las máscaras hay un guión de la obra bastante débil.

América, América (II)

Good morning, Spain, que es different
Compruebo que a la opinión de la CUP sobre la fiesta del 12 de octubre, se suman Podemos, Compromís, En Marea, Ada Colau y el inevitable Gabriel Rufián. 
La CUP, siempre en vanguardia de la transgresión, marca el camino que los demás han de seguir para no quedarse atrás y dejar constancia de su flaco sentido transgresor. Pero transgresión, que no falte.  
Entiendo que estas fuerzas políticas, autotituladas alternativas, rechacen la invitación para asistir a los protocolarios actos oficiales, junto a sus adversarios políticos y altas jerarquías del Estado (opresor), lo que no entiendo ni comparto son los motivos que aducen: que es una fiesta vieja y desfasada, que es el día de la raza, que se conmemora una masacre de miles de personas, que se exalta el colonialismo y el imperialismo y otras razones similares. La posición aún se entiende peor si se considera a Cristóbal Colón el directo o indirecto responsable de tales matanzas y saqueos y a la vez se le reclama como catalán, mientras se exaltan las correrías de los almogávares, que en cuanto a métodos, poco se distinguían de los conquistadores españoles y de los guerreros, soldados y mercenarios de cualquier otro lugar del mundo en esa época.        
El verdadero motivo es que se trata de una fiesta nacional de España, es decir de celebrar oficialmente y con el boato preciso que existe algún grado de unidad entre los ciudadanos de este país. Pero para los partidos arriba referidos, España como nación no existe, sólo existe el Estado español (extraño embeleco que oprime a las naciones de la periferia castellana) y, por tanto, tal circunstancia no debe ser motivo de celebración.
Calificándose estas fuerzas también de izquierdas, entendería que las razones de su rechazo fueron otras, como indicar que hay poca unión que celebrar en un país dividido por abismales diferencias de renta, de trato fiscal y jurídico y por las desiguales oportunidades ante la vida que separan a las personas según su origen social. Pero no, estos partidos, a los viejos prejuicios de la izquierda sobre el tema, han sumado sin crítica ni reserva argumentos de los nacionalistas periféricos.   
Hay que recordar a algunos que antes de Franco hubo vida en la Tierra y también en España, pero si seguimos así no sabemos si la habrá después.
El Día de las Américas, Día de la Raza, Día de Colón, luego Día de la Hispanidad, nació en “las colonias” y como suele ser habitual en estos lares, España se sumó tarde y mal al evento.  
Por influencia del Congreso Internacional de Americanistas, fundado en Francia en 1875, y de la Unión Iberoamericana, fundada en Madrid en 1885, se celebró en 1892, en el aniversario del viaje de Colón. En los primeros años del siglo XX, empezó a celebrarse oficialmente en varias repúblicas de América del Sur.
Como corresponde a un país de gente pragmática, los norteamericanos son conscientes de la importancia del viaje de Colón. El Columbus Day empezó a celebrarse en el estado de Colorado en 1906. Antes se había celebrado en Nueva York y otras ciudades el 300 aniversario del viaje de Colón y luego el cuarto centenario. En el año 1934, por sugerencia de la asociación “Caballeros de Colón", Franklin D. Roosevelt declaró el 12 de octubre fiesta nacional bajo la denominación de Columbus Day.  
En España, empezó a celebrarse en 1917 como día de la Raza. La II República mantuvo la fiesta del 12 de octubre. Azaña, en el tomo I de sus “Memorias políticas y de guerra”, habla del 12 de octubre de 1931 como día de la Raza. Jornada que con Franco se convirtió en Fiesta de la Hispanidad y que el nuevo régimen democrático ha mantenido como Fiesta Nacional.
Italia celebra el 12 de octubre la Giornata Nazionale di Cristoforo Colombo. 

viernes, 7 de octubre de 2016

América, América (I)

Good morning, Spain, que es different
Sobre el descubrimiento de América, no comparto la opinión de personas como las que dirigen la CUP, partidarias incluso de desmontar la estatua de Colón en Barcelona. Gente mal informada y con complejo de culpa por hechos voluntariamente asumidos, pero que no les son imputables.
Tal opinión afirma, en primer lugar, que no hubo “descubrimiento”, alegando, que, para los aborígenes, América ya estaba descubierta.
Por la misma razón, se puede despojar a Newton de la paternidad de la ley de gravedad, porque la atracción de los objetos hacia el centro de la Tierra es tan vieja como el planeta. Los cuerpos caían, cierto es, sin ayuda de Newton, pero a ese fenómeno el sabio inglés le dio una expresión matemática y formuló una ley científica. Se puede decir que Newton “descubrió” ese fenómeno porque lo vio con otros ojos (y con otra cabeza). A partir de ahí, ese “descubrimiento” de algo que ya existía empezó a contar para la ciencia y para la técnica.  
Volvamos a la América precolombina. El argumento “negativista” es falaz, porque ninguna de las civilizaciones allí existentes, ni siquiera las más avanzadas, tenía conciencia de que aquel conjunto de tierras fuera un continente, y mucho menos nuevo, ya que ignoraban todo sobre los demás continentes y sobre el suyo propio, salvando el limitado territorio que ocupaban o dominaban y el más inmediato, entre otras razones porque les faltaba interés y perspectiva, no habían realizado los viajes exploratorios necesarios y porque carecían de los instrumentos topográficos y cartográficos precisos para llegar a tal conocimiento. Los primeros mapas, portulanos y cartas marítimas de América son obra de los “conquistadores” a medida que en sus viajes fueron descubriendo el continente e integrando ese conocimiento en una perspectiva científica más amplia. Y ese afán, no se debe sólo al ansia de dinero, sino al espíritu de la época.
El viaje de Colón y sus inmediatas consecuencias es obra del Renacimiento, de la visión sobre el ser humano y su papel en el mundo, del espíritu que descubre en el hombre unas potencias desconocidas hasta entonces. Es un optimismo humanista, que se aleja de la mentalidad medieval regida por la religión y se lanza a conocer el mundo, a explorarlo, a darle la vuelta, incluso, y a descubrirlo a través de la observación, de la reflexión y de la investigación.
El argumento “negativista” aduce también que navegantes del Pacífico y los vikingos habían llegado a América antes de Colón. No es descartable, ya que antes habían arribado al continente sus primeros pobladores, pero el viaje de Leif Erikson a Vinlandia, hacia el año 1000 de nuestra era, o los de navegantes de la Polinesia hasta las costas de América carecieron de las consecuencias que tuvo el viaje de Colón, que cambió la concepción del mundo que entonces se tenía y revolucionó la economía y la política del Viejo Continente, y luego del resto. El mundo es hoy así, en gran parte por el viaje de Colón, no por la llegada de Leif Erikson a Terranova.

No es una nación

A) Cataluña no es una nación.
B) En realidad, los nacionalistas tienen un proyecto de nación, hecha a su imagen y semejanza, pero la están construyendo, y lo hacen desde las instituciones del Estado que detestan y con fondos públicos que no son sólo catalanes ni de los partidos nacionalistas. Se cumple el aserto de Anthony Smith[1] de que primero es el nacionalismo y luego viene la nación.
C) El proyecto de construcción nacional está muy avanzado, no obstante se muestra incapaz de convencer a más de la mitad de los votantes. Pero los nacionalistas tienen prisa, porque el movimiento secesionista parece haber llegado a su techo.
D) Con una declaración unilateral de independencia, llevada a cabo por la vía que sea, los nacionalistas pretenden evitarse el trabajo de convencer al 50% no nacionalista de las ventajas de su proyecto y han decidido imponer un hecho consumado. Así, los no nacionalistas quedarían vencidos, pero no convencidos, por el referéndum, o lo que fuere.
E) Los nacionalistas afirman que obtener un resultado favorable a sus tesis que supere el 50% de los votos emitidos en un referéndum es suficiente para declarar la independencia.
F) Pero, en buena lógica matemática, que es la que aducen los nacionalistas, (pero que no siguen, véanse los resultados del referéndum de cartón y de las elecciones “plebiscitarias”), a ese parco resultado le correspondería declarar la independencia de la mitad de Cataluña (a elegir), por lo tanto, el elevado porcentaje de ciudadanos opuestos a la secesión quedaría como rehén de los nacionalistas en el nuevo país.
G) La mitad del país prisionera de la otra parte. Buen comienzo para la nueva república


[1] Anthony D. Smith: “Las teorías del nacionalismo” (Península, 1976); “Nacionalismo” (Alianza, 2004); “Nacionalismo y modernidad” (Istmo, 2000).

miércoles, 5 de octubre de 2016

Larga vida al Viejo Topo


He recibido el número de octubre de El viejo topo, un número singular, ya que celebra el 40 aniversario de su fundación, y he recibido también una carta de su director, Miguel Riera, dándome las gracias por mi apoyo.
No las merece, sino que, al menos en mi caso, es al contrario, pues si nos atenemos a las leyes del mercado, al pragmático “do ut des”, el saldo del intercambio entre el precio de los ejemplares pagados por un persistente lector, ocasional colaborador y más reciente suscriptor, y lo recibido en estos años es claramente desfavorable a la Revista.
Es mucho, lo recibido en estas cuatro décadas, en ideas, enfoques, nuevos temas y nuevas visiones de temas viejos (tan viejos como el mundo) y, sobre todo, lo recibido en el tono humilde, abierto, exploratorio, ensayístico y alejado del dogmatismo imperante en muchas de las izquierdas (y en todas las exultantes derechas), que coincide y alienta la posición de quien observa la marcha del mundo (y de su propia vida) con ojos asombrados, el ceño fruncido y el ánimo perplejo.
El viejo topo nació en una época contradictoria, teórica y políticamente estimulante, que permitía albergar, con no poca ingenuidad, esperanzas en lograr drásticos cambios y creer en exóticas utopías, pero, el lastre de un pasado ominoso acabó pronto con esos sueños. El artículo de Miguel Riera “Resurrección en el desconcierto”, en el que relata las vicisitudes de la Revista, es al mismo tiempo la crónica del país, del nuevo país democrático, del fracaso de lo prometido en la Transición y el fracaso de los proyectos de fondo, la derrota de los programas de la izquierda y, por el contrario, la victoria del neoliberalismo, difundido con un relato triunfal sobre la modernización de España, primero en versión socialdemócrata y luego en versión conservadora, aunque ya agotado, pues nos hallamos sin relato, perdidos y endeudados.
Se alejan las reformas necesarias, la revisión profunda de lo que nos ha traído hasta aquí y un necesario proceso constituyente. Y quedan pendientes de abordar las modestas utopías de este país: una república en vez de una monarquía, una Iglesia resignada a su lugar en las conciencias, no convertida en un poder económico y político, un Estado menos inclinado a servir a las rentas altas y más dado a atender a los estratos sociales desfavorecidos, un mayor equilibro entre las rentas, un aparato fiscal que exija más a quién más tiene, un empleo digno y perdurable, una sistema parlamentario realmente representativo, un gobierno transparente y a ser posible no ocupado por gente corrompida, y otras metas que parecen quimeras en un tiempo como este.
Como la historia no se detiene (aunque a veces lo parezca), necesita que alguien escarbe en el subsuelo, bajo las alfombras institucionales, para permitir que lo nuevo y sojuzgado, lo subversivo, lo revolucionario, salga a la luz del día y trabaje para transformar este desdichado mundo. Por eso es necesario El viejo topo. Brindemos con cava para que siga cavando.

Un abrazo.

Pirotecnia

No creo que llegue la sangre al río Llobregat. El nacionalismo utiliza grandes dosis de pirotecnia, pero los principales dirigentes son cobardes. No quieren una revolución -quizá la quieran los cupaires-, sino una rendición pacífica del "Estado español" y una desconexión de España con alfombra y aire acondicionado, que les lleve en paseo triunfal hasta la república independiente (¿o será un estado asociado a la monarquía?). 
Hasta ahora toda la fuerza se les va por la boca, en altisonante palabrería, en amagos de desafíos y en un referéndum de cartón, del que reniegan, a pesar de haberlo anunciado, promocionado, financiado y ordenado, para echar la culpa a los voluntarios. A día de hoy, y por fortuna, nadie quiere ser Companys y acabar en la cárcel. Creen participar en una gesta, pero, por ahora, es un sainete, viejo y conocido.

lunes, 3 de octubre de 2016

Herencias de Zapatero

Good morning, Spain, que es different

Con la llegada del PSOE al Gobierno -ZP. Zapatero, presidente-, en abril de 2004 y el desplazamiento del Partido Popular a la oposición aparecen los factores coyunturales, que, unidos a los factores estructurales que emergen en el período, como el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera (la propia y la ajena), la crisis de las instituciones y el desvelamiento de numerosos casos de corrupción, sobre todo en el Partido Popular, ponen fin al relato triunfal sobre España y aparecen en la ciudadanía el desconcierto, la desafección y un hondo pesimismo.
En la primera legislatura, el moderado triunfalismo de Zapatero, que asumió sin reservas el modelo de crecimiento económico legado por Aznar y no combatió el discurso neoliberal imperante, estuvo en gran parte neutralizado por el ruidoso y negativo discurso del Partido Popular, que pasó de predicar el milagro aznariano a anunciar el Apocalipsis provocado por su sucesor en la Moncloa; discurso que, ante el errático rumbo del Ejecutivo socialista, se hizo dominante en la segunda legislatura.
Cuando llegó a la Moncloa, Zapatero no recibió la España maravillosa de la que alardeaba el Partido Popular, sino un legado muy complejo. Y cuatro años antes, cuando fue elegido Secretario General en el XXXVº Congreso del PSOE, se había hecho cargo del partido en una situación difícil. 
Zapatero heredó, en la etapa de bonanza económica, un modelo productivo boyante pero asentado sobre la inestable base del gigantismo del sector de la construcción pública y privada, alentado por la entrada masiva de capital extranjero, principalmente francés y alemán, nutrido por el crédito barato, los incentivos fiscales y la abundancia de mano de obra poco cualificada procedente en gran parte de la inmigración. El resultado fue la burbuja inmobiliaria y financiera que reventó en 2008, cuando cambió la tendencia de la economía mundial.
Tampoco fue envidiable la relación heredada del gobierno central con la periferia, que intentó paliar con la conferencia de presidentes autonómicos, en particular con Cataluña y el País Vasco, donde la llegada de Zapatero a la Moncloa se recibió con grandes reservas (el PNV no votó la investidura de Zapatero pero facilitó la de Aznar). No es ocioso recordar los antecedentes: el Pacto de Estella, el fracaso de la negociación del Gobierno de Aznar con ETA, el Plan Ibarretxe y el nuevo estatuto de autonomía promovido por el gobierno tripartito catalán. Todo ello, junto con el empeño de Zapatero de discutir el Plan Ibarretxe en el Congreso y reanudar el diálogo con ETA, facilitó la campaña del Partido Popular contra el Estatut y el demagógico mensaje sobre la balcanización de España.  
En el campo de las relaciones exteriores, el orgulloso servilismo ante Washington y la actitud prepotente de Aznar dieron paso a un titubeante estilo de Zapatero, sin programa pero con talante, deseoso de contentar a todos.
A causa de la incondicional adhesión de Aznar a la estrategia del Ejecutivo norteamericano secundado por el británico, Zapatero heredó una relación difícil con el gobierno de Estados Unidos, con la Unión Europea, en particular con Alemania, muy tensa con el reino de Marruecos por motivos económicos, pero agravada por el incidente militar del islote Perejil, y por la adhesión española a la belicosa estrategia antiterrorista de George W. Bush, concretada en el envío de tropas españolas a Iraq y a Afganistán.
El optimista Zapatero, partidario de un cambio tranquilo, se topó con un Partido Popular enfurecido y desleal, que hizo de la oposición a las reformas civiles y de una delirante teoría sobre una conjura socialista-vasco-islamista para desalojarle del Gobierno mediante los atentados del 11 de marzo, los ejes de su labor de oposición en la primera legislatura socialista, y de la crítica a las medidas del Gobierno ante la crisis económica, sin aporte positivo alguno, el eje de la segunda. No había que ayudar al Ejecutivo, ni aun para evitar que España se hundiera; si España se hunde, nosotros la levantaremos, decía Montoro, pues todo valía con tal de desgastar a Zapatero y obligarle a convocar elecciones anticipadas, con las que el Partido Popular esperaba volver al gobierno del que creía haber sido arteramente desalojado por una conjura vasco-islamista urdida por el PSOE.
Frente a una derecha crecida y rencorosa, instigada por una Iglesia igual de vengativa, Zapatero contaba con el parco auxilio de un partido dócil, pero “muy verde” en varios sentidos. En primer lugar, por la bisoñez política de la mayoría de los miembros del gabinete tras el relevo producido en el XXXV Congreso. En segundo lugar, por la debilidad ideológica contenida en el programa de la Nueva Vía, improvisado por el grupo de jóvenes (Zapatero, Trinidad Jiménez, José Blanco, Jesús Caldera, Jordi Sevilla, Miguel Sebastián) que logró tomar el control del partido en el 35º Congreso (21-23 junio de 2000). La Nueva Vía era una versión española de la descafeinada Tercera Vía promovida por Giddens, Blair, Schroeder y Jospin, que, tras la desintegración de la URSS y el ocaso del comunismo, mostraba la rendición de la socialdemocracia europea ante el neoliberalismo victorioso.
Y en tercer lugar, por los efectos de una crisis del Partido, mal resuelta con repetidos relevos en la secretaría general en poco tiempo (González, Almunia, Chaves, Zapatero). Si a eso se une el oscilante estilo de gobernar del último, tendremos un cuadro aproximado de la situación, pues a la dureza de Aznar, que reforzó el neoliberalismo económico con el tono duro y autoritario del franquismo, le sucedió el “buenismo” espasmódico de Zapatero, que se apuntó sin cautelas al discurso económico triunfalista y alardeó de gobernar un país poco menos que inmune al vendaval financiero que sacudía Europa y el resto del mundo. Fue su ruina.

Pero, en vez de analizar críticamente lo ocurrido en esos años y obrar en consecuencia, los socialistas creyeron salir del brete del mismo modo con que habían zanjado la etapa de Felipe González, que fue cambiando al secretario general. Así, parche tras parche, y refugiado en las instituciones, el PSOE ha ido sobreviviendo ensimismado mientras la sociedad cambiaba profundamente.

domingo, 2 de octubre de 2016

Pedro Sánchez

Good morning, Spain, que es different

No soy militante del PSOE, ni soy votante socialista, ni simpatizante de Pedro Sánchez, pero me cuesta entender la inquina que ha provocado en una parte de los suyos, que finalmente han logrado desalojarle de la Secretaría General mediante una tosca conjura palaciega, precedida por una etapa de obstrucción interna y de acoso público.
Aunque confieso limitados conocimientos acerca de la vida interna del PSOE, no me parece que Sánchez haya sido el peor de los últimos secretarios generales. Accedió a la Secretaría General por elección directa de los militantes y se hizo cargo del partido en una situación muy desfavorable, cuando la desastrosa gestión de Zapatero había entregado en bandeja de plata el gobierno del país al Partido Popular y el desconcertado grupo parlamentario socialista sesteaba en el Congreso como una “oposición responsable”.  
Si dirigimos la mirada hacia atrás y recordamos algunas de las decisiones adoptadas antes por quienes le precedieron en el cargo, deberemos admitir que Pedro Sánchez sale ganando en la comparación. Que yo recuerde, Sánchez no ha metido España en la OTAN (de entrada, No), ni está afectado por la ilegal financiación del Partido (ni de Flick ni de Flock), ni por los casos Filesa, Malesa, RENFE, BOE, etc,, ni por los ERE de Andalucía, ni por haber elegido cargos públicos como Vera, Barrionuevo, Corcuera, Roldán o Rubio; ni está afectado por el GAL, los papeles del CESID, la mafia policial y la desaparición del Nani; ni ha imprimido al partido el giro neoliberal de Boyer y Solchaga, ni promovido las primeras privatizaciones de empresas públicas, ni la reconversión industrial, que dejó a miles de trabajadores sin empleo, ni ha introducido las empresas de trabajo temporal, ni ha facilitado la impunidad de Pujol en el caso Banca Catalana, ni ha participado en el gobierno tripartito catalán, que tan caro ha salido al PSC, ni ha reformado, al alimón con Rajoy y de prisa y corriendo, el artículo 135 de la Constitución para satisfacer a la "troika".
Claro, porque no ha gobernado, se me objetará. Cierto es, pero estando en la oposición no lo ha hecho peor que el breve Almunia o que Rubalcaba con su "oposición responsable", que no era oposición ni era nada.
Tampoco se le debe achacar la larga crisis del partido, inmersa en la crisis de la socialdemocracia europea, que, junto con lo anterior, ha sido la causa de la constante pérdida de votos del PSOE, hasta cuando contaba a su izquierda sólo con un partido testimonial como Izquierda Unida.
Al contrario, Pedro Sánchez se ha tenido que enfrentar, por primera vez, con un adversario en la izquierda como Podemos, no sólo de la talla del PSOE sino que aspira a desplazarlo y a ocupar su lugar.
Sánchez no parece un dirigente radical ni un promotor de audaces aventuras políticas, sino más bien un político moderado y blando, tan blando como los demás cargos del PSOE ante una derecha furibunda como es el PP, pero admiro su firmeza al decir que no a Rajoy, al presidente de un partido que está lleno hasta arriba de casos de corrupción y que, desde el Gobierno, ha emprendido una cruzada contra los asalariados y las clases populares de este país.
Quizá haya sido eso lo que ha molestado a sus críticos, que, mediante una vergonzosa operación de acoso e intriga, han querido impedir que intentase formar un hipotético gobierno alternativo al de la derecha, en el que, junto a otras fuerzas menores, Podemos estuviera presente.
Era sólo una hipótesis, una apuesta sin garantías de poderse realizar, pero los insurgentes han decidido impedir el intento.

En el Partido Popular sin duda se lo habrán de agradecer, pero no por ello, en la oposición, los socialistas habrán de esperar un trato mejor que el recibido hasta ahora. 

sábado, 1 de octubre de 2016

Ideologías

A propósitos de un comentario de Teresa Freixas a un tuit de Otegui, con una frase de Txiki (mañana cuando yo muera, no me vengáis a llorar. Nunca estaré bajo tierra, soy viento de libertad").

Hay ideologías repugnantes que inspiran comportamientos igual de repulsivos, pero las ideologías se hacen evidentes en los actos, que son la única materia de percibirlas, y son los actos los que merecen aprobación o reprobación, la protección o la reprobación de la ley. Entiendo que la ideología, conjunto de ideas políticas en este caso, no delinque por muy perversa que sea; delinquen los individuos que la comparten y que se expresan a través de sus actos, que son la materia punible.

Respecto a la frase de Otegui, que he visto más veces atribuida a otras personas, quizá sea de Paredes Manot, la forma de rima asonante no casa bien con el estilo del Ché, compárese con estas despedidas mucho menos poéticas: "Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño; soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que ha veces no me entendieron. No era fácil entenderme. Ahora, una voluntad que he pulido con delectación de artista, sostendrá unas piernas flácidas y unos pulmones cansados. Lo haré. Acuédense de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un gran abrazo de hijo pródigo y recalcitrante para ustedes" (carta a sus padres); "Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario.. Hasta siempre, hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un abrazo de Papá" (carta sus hijos); "Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias las palabras y no pueden expresar lo que yo quisiera.; no vale la pena emborronar cuartillas. Hasta la victoria siempre. ¡Patria o muerte! Te abraza con todo fervor revolucionario. Ché." (carta a Fidel Castro).

Ocaso del zapaterismo


En el PSOE, las pérdidas del gobierno central no han sido simples relevos en el Ejecutivo, sino que han dejado detrás un gran desencanto entre sus votantes y la gente de izquierda en general.
Si malo fue el desalojo de González en 1996, no fue mejor el de Zapatero en 2011, que dejó una gran frustración y el camino expedito al Partido Popular. Veamos.
Obligado, finalmente, por los devastadores efectos de una crisis económica cuya gravedad había negado, Zapatero, con un golpe de timón de 180 grados, asumió sin pestañear el programa de austeridad que desde mayo de 2010 le impusieron la derecha europea y el FMI, con lo cual facilitaba en la práctica el triunfo electoral del Partido Popular, que acusó al Presidente del Gobierno de ser el causante de la crisis financiera y, por tanto, el nefasto gobernante que había hecho naufragar el milagro económico de Aznar.
En otoño de 2011, Zapatero, perdiendo apoyos, convocó elecciones generales para el 20 de noviembre.
Un sondeo del CIS publicado 14 días antes de las elecciones, daba la siguiente puntuación en la valoración de los líderes políticos: Rosa Díez 4,95; Uxue Barkos 4,60; Pérez Rubalcaba 4,54; Mariano Rajoy 4,43, Durán i Lleida 4,10; Paulino Rivero 3,94; Yolanda Barcina 3,91; Oriol Junqueras 3,91; Cayo Lara 3,91; Guillerme Vázquez 3,22; Íñigo Urkullu 3,19; Rodríguez Zapatero 3,05.
Zapatero se despidió del Gobierno tras haber pactado a toda prisa con el Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro la reforma del artículo 135 de la Constitución, para estatuir la devolución de la deuda externa como prioritaria obligación del Estado. Medida que, por imperativo mandato de la troika (el FMI, la Comisión y el Banco Central Europeo), dejó atado y bien atado para el futuro inmediato el programa de austeridad selectiva, destinado a empeorar las condiciones de vida y trabajo de los asalariados y de los estratos medio y bajo de la clase media al reducir drásticamente nuestro modesto Estado del Bienestar. La reforma de la Constitución fue “la pista de aterrizaje” para que el Partido Popular llegase al Gobierno y Rajoy pudiera aplicar con mano de hierro el drástico programa de recortes sociales que había ocultado en la campaña electoral. 
La modificación, por el mismo procedimiento, de la ley electoral para dificultar la representación parlamentaria de partidos pequeños cuando el recelo de la ciudadanía hacia los dos grandes alcanzaba cotas históricas, la pleitesía oficial en la visita privada del Papa en agosto, la corrección -a peor- de la reforma laboral, la rehabilitación (con rebajas) del impuesto sobre el patrimonio y, ya con las cámaras disueltas, la cesión de la base de Rota para albergar el dispositivo naval del escudo antimisiles de la OTAN, la reforma para acelerar los desahucios por impago de hipotecas y el indulto parcial a dos banqueros (Alfredo Sáenz y Miguel A. Calama) fueron las últimas disposiciones de la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero, en la que se acentuaron los rasgos de su peculiar manera de dirigir el país, que, por la cercanía con la figura del esperpento, el personaje valleinclanesco Max Estrella resumiría con el término desgobernar.
¿Creyó Zapatero que la democracia debe dejarse de lado cuando hay recesión económica? Así lo parece, pues, desde mayo de 2010, en vez de convocar elecciones anticipadas y colocar a toda la sociedad y sobre todo a los partidos políticos ante una situación de emergencia nacional, que merecía ser debatida antes de adoptar decisión alguna, Zapatero intentó jugar el papel de patriótico redentor, que, sin explicaciones, se inmolaba políticamente por el bien del país -cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste-, pero sin preguntar a los ciudadanos si le querían acompañar en tal vía crucis.

“Perdidos. España sin pulso y sin rumbo”, “Capítulo 4. Del milagro al Apocalipsis” (Madrid, La linterna sorda, 2015).