Entiendo vuestro júbilo porque habéis recuperado un poco de optimismo, os habéis reencontrado y reforzado en estos días, lo cual está muy bien y es muy bonito, pero, de cara a muchísima gente, la archianunciada Conferencia no ha pasado de ser un acto publicitario, porque a la tercera no va la vencida, Alfredo; y el último cartucho de confianza lo quemó Zapatero con tu ayuda, y la de Chacón y la de… y la de... tantos. Diría que con la ayuda de todos, porque pocas voces se alzaron en el Partido para advertir que el errático rumbo del Gobierno llevaba directamente al desastre. Al vuestro -allá vosotros-, pero sobre todo al nuestro, al dejar el camino expedito a un partido, que, a pesar de sus afirmaciones patrióticas, es enemigo de España en su conjunto y particularmente de sus trabajadores y de sus habitantes menos atendidos por la suerte.
Esa España, por la que ahora decís sentir pasión, cuando habéis dejado a sus habitantes, a sus asalariados, a sus autónomos y pequeños empresarios, a sus mujeres y a sus niños, a sus jóvenes, a sus estudiantes, a sus pensionistas, a sus enfermos y dependientes y a sus marginados a merced de las brutales medidas de austeridad decididas por la derecha europea y por la española, sin la menor resistencia; sin hacer siquiera un amago de discrepar en Bruselas. No, Alfredo, obras son amores, lo otro es retórica mitinera.
Habéis zanjado con una faena
de aliño -otra- un análisis crítico sobre la etapa de gobierno de Zapatero, admitiendo
que ha habido errores, ¡qué menos!, pero no se trata sólo de errores, que los
hubo, y muy crasos, en lo que hizo el Gobierno, sino de lo que dejó de hacer, y
sobre todo se trata de haber seguido desde hace mucho tiempo un camino equivocado.
Sorprende la persistencia en esa orientación, que ha llevado al fracaso a la
socialdemocracia europea.
Salís
de la Conferencia con un programa, decís que radicalmente renovado; bueno, pero
sin exagerar. Y lo siento, pero esta vez ya no cuela, porque es el programa del
PSOE de toda la vida; entiéndeme, el programa de cuando estáis en la oposición.
Verás, ¿te acuerdas de esto?: “El PSOE se define como un partido de clase, y
por tanto, de masas, marxista y democrático”. La frase está sacada de una
resolución del XXVIIº Congreso, con el que el PSOE, en 1976, después de unas
largas vacaciones, se presentó públicamente en España con un programa que hacía
sombra al PCE por la izquierda. Era el “sorpasso”, pero al revés; la
socialdemocracia radical pasaba por la izquierda a los viejos y nuevos
comunistas. Como puesta en escena no estuvo mal.
En
ese congreso se reclamaron mayores cotas de libertad, derechos civiles y se
defendió un programa económico anticapitalista, que incluía la planificación, la colectivización de latifundios, el control obrero, la promoción del
cooperativas y las nacionalizaciones
para llegar, en un futuro, a una sociedad sin clases (imagino la cara de
asombro de Solchaga y de Boyer).
Hubo,
naturalmente, una obligada alusión a la República, se defendió el derecho de
autodeterminación de todas las nacionalidades y un Estado federal. Se postuló
trabajar por un socialismo democrático dentro de la Comunidad Europea,
descolonizar Gibraltar, suprimir las bases yanquis, mantener una posición
neutral ante la OTAN y el Pacto de Varsovia, apoyar moral y materialmente al
Frente Polisario y solidarizarse con las fuerzas populares enfrentadas al
imperialismo y a las dictaduras. Hubo más cosas, Alfredo, pero no sigo porque
no quiero que te eches a llorar al recordarlo.
Como
es fácil de adivinar, en el programa electoral de 1977 ya hubo una considerable
rebaja, y otra más en 1982. Y luego vino lo que vino, los aciertos, los errores
y el extravío, y cada vez que el PSOE quedaba en la oposición, sacaba a relucir
un programa que en buena medida había olvidado al llegar al Gobierno. Y ahora,
en 2013, ¿por qué tiene que ser diferente? ¿Por qué hay que pensar que esta vez
va en serio? Porque ahora, decís, ha vuelto el PSOE. ¿Y dónde estaba? Tenéis a
110 diputados en el Congreso, pero se notan poco. Lleváis dos años de oposición
responsable, mejor dicho, más que responsable, muerta. Y, sobre todo, ¿con
quién estaba el PSOE? Pues, algunos en muy malas compañías.
Los
exministros y exministras
socialistas
Miguel Boyer y María Ángeles Amador en Red Eléctrica Española, José Borrell en
Abengoa, Luis Martínez Noval en HC Energía, Elena Salgado en ENDESA, Pedro
Solbes en ENEL,
Felipe González en Gas Natural, Narcís Serra en Caixa Cataluña, pero no son los
únicos altos cargos socialistas que han utilizado la “puerta giratoria” para
colocarse bien en empresas privadas o privatizadas. Y en tales cargos, ¿en qué
se distinguen de Rato, de Acebes, de Zaplana o de otros políticos del Partido
Popular con los que coinciden en los consejos de administración?
Tengo
la impresión, Alfredo, que, desde los años de la Transición, la trayectoria del
PSOE ha pasado periódicamente por tres momentos sucesivos: el de los congresos
y las conferencias, donde suenan las grandes palabras; el de los programas
electorales, donde suenan las grandes promesas, y el de las medidas de
gobierno, donde aparecen las grandes decepciones.
Pero
no existe -¿o quizá sí?- una ley inexorable que obligue al PSOE a estar
sometido a esta lógica destructiva. Por lo tanto, puede cambiar… si quiere.
Pero eso es cosa vuestra.
Madrid,
12 de noviembre de 2013.
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