A medida que se conocen más detalles del atentado de ETA en Burgos queda más clara la intención, por suerte fracasada, de provocar una matanza. Pero aún sorprende que alguien haya pensado que el asesinato de un número indeterminado de personas, incluyendo mujeres y niños, pueda ser utilizado como un argumento a favor de una causa política, y que en el lapso de tiempo transcurrido entre la propuesta y la decisión de ejecutarlo nadie haya objetado que era una salvajada, que sólo podía tener efectos negativos para ETA y para la causa que defiende. Por lo cual, parece que el atentado gozaba de todos los parabienes de la dirección de la banda, y que quienes se mueven en su interior están cortados por el mismo y peligroso patrón: el que une la falta de conciencia con la poca mollera.
Teniendo
en cuenta lo anterior, es difícil atisbar lo que ETA perseguía, pero no podía
aspirar a cambiar lo que existe. A saber: que cada día está más débil por la
acción policial y judicial; que su apoyo social se reduce; que hay opciones
abertzales que rechazan el terrorismo y que dentro de la propia ETA hay voces
que reclaman su fin; que ha mantenido
tres procesos de negociación con tres gobiernos distintos y que todos han
fracasado; que el frente nacionalista con el PNV y otras fuerzas fracasó; que
las esperanzas puestas en el acto de Anoeta en noviembre de 2004 se las llevó
por delante el atentado de la T-4 en 2006, que acabó con la última negociación,
que, según el Gobierno y algunos dirigentes de ETA encarcelados, fue la última
oportunidad para negociar una salida; que Otegi ha quedado desautorizado; que
EA ha recibido un importante varapalo electoral; que el PNV ha sido desalojado
electoralmente del gobierno vasco y que en Euskadi gobierna una coalición de
partidos no nacionalistas, que representan, paradójicamente, la opinión
mayoritaria -por eso gobiernan- del pueblo vasco y, finalmente, que el Tribunal
de Derechos Humanos de Estrasburgo ha fallado en contra suya.
Es
dudoso que el atentado, aún con víctimas, hubiese podido modificar algo de
esto. Parece, entonces, que se debía a otros motivos, como responder a la
creciente desmoralización interna y taponar cualquier atisbo de disidencia por
parte del nuevo equipo dirigente, que ha querido afirmar su autoridad de modo
brutal. Lo cual refuerza la tendencia de que los sucesivos equipos de
dirigentes son cada vez más jóvenes y más duros (no pueden ser otra cosa, dada
su ignorancia), pero también más breves. También podría deberse al anuncio de
una nueva táctica, hecha pública mediante un golpe de efecto.
O, quizá, ante la difícil
situación que atraviesa, al deseo de mostrar al mundo y sobre todo a los suyos,
que ETA sigue existiendo como un problema nacional cincuenta años después de
haberse fundado.
30 de julio de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario