viernes, 16 de mayo de 2014

El retablo de sor Maravillas


España sigue siendo un país cervantino y Madrid, un poblachón manchego. Con Congreso de los Diputados, pero poblachón. Y digna del presidente de un casino de pueblo ha sido la idea del presidente del Congreso, el socislista José Bono, de apoyar la colocación de una placa en honor de una monja que nació en Madrid, en 1891, en el lugar que hoy ocupa uno de los edificios de las Cortes.
El motivo es baladí pero la intención es aviesa, pues la iniciativa partió, el día 4 de noviembre, del diputado Jorge Fernández Díaz, vicepresidente segundo por el Partido Popular y miembro del Opus Dei.
La monja, carmelita que profesó con el nombre de Maravillas de Jesús, era hija del marqués de Pidal, Presidente del Consejo de Estado con Francisco Silvela y embajador en la Santa Sede, practicaba un catolicismo intransigente que la llevó, antes de la guerra civil, a fundar un convento en el cerro de los Ángeles, al sur de Madrid, y después a rechazar el Concilio Vaticano II y a escindirse de la orden para fundar unos conventos de estricta clausura. Sor Maravillas de Jesús entendía la fe católica como un continuo ejercicio de mortificación y humillación."Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta", es una de las frases que recoge su biografía.
Fue canonizada por Juan Pablo II en 2003, por haber sufrido persecución –durante la guerra las monjas fueron expulsadas del cerro y trasladadas al centro de Madrid-, aunque no fue mártir (falleció en Getafe, en 1974).
O sea, que, mientras la postura oficial del Partido Popular sobre la mal llamada memoria histórica es la de que, respecto a la guerra civil, hay que dejar las cosas como están (y los muertos en las cunetas) para no abrir heridas (y mucho menos las fosas), cuando conviene arrima el ascua a su sardina, sobre todo si lleva hábitos, para rendir nuevos honores a las víctimas del bando vencedor.
Por el otro lado, frente a la decisión de Zapatero de retirar paulatinamente (a lo largo de los siglos) los signos religiosos de los escenarios públicos, Bono, que es un zascandil, ha decidido remar en contra y apoyar repentinamente la colocación de la placa en honor de sor Maravillas, propuesta por un adversario político pero hermano en la fe de Cristo.
Pero hay algo más en este sainete. Que la España autonómica, plural en lo accesorio y uniforme en lo esencial, sigue siendo la tierra de María Santísima lo prueba el hecho de que los partidos nacionalistas pero católicos, ¡ojo!, PNV y CiU, apoyaran inicialmente la colocación de la placa. Porque podrán estar peleados con el PP en el tema de las lenguas, pero están unidos en la misma fe católica. Aunque, pensándolo bien, tendrían que estar de acuerdo en volver al uso del latín, la lengua ecuménica par excellence.
A la decisión de la Mesa del Congreso se han opuesto los diputados de ERC, IU e ICV, y en el PSOE la decisión de Bono ha sentado como un tiro de sal en salva sea la parte, por lo cual el émulo de Chanfalla ha tenido que dar marcha atrás, aunque con muy malos modos para con sus propios compañeros. Así que, por ahora, en el Congreso no habrá ni placa ni santa, decisión justificada con el peregrino argumento de que si no hay consenso no se pone la placa. Y aunque lo hubiera. Los santos y las santas, como diría Ibarretxe, a las iglesias, y al Congreso los retratos de Manuel Azaña, Alcalá Zamora y Lluís Companys, retirados por orden del dictador (Franco, naturalmente).

Nueva Tribuna, 20 de noviembre de 2008.

No hay comentarios:

Publicar un comentario