España sigue siendo un país cervantino y Madrid, un poblachón manchego. Con Congreso de los Diputados, pero poblachón. Y digna del presidente de un casino de pueblo ha sido la idea del presidente del Congreso, el socislista José Bono, de apoyar la colocación de una placa en honor de una monja que nació en Madrid, en 1891, en el lugar que hoy ocupa uno de los edificios de las Cortes.
El
motivo es baladí pero la intención es aviesa, pues la iniciativa partió, el día
4 de noviembre, del diputado Jorge Fernández Díaz, vicepresidente segundo por
el Partido Popular y miembro del Opus Dei.
La
monja, carmelita que profesó con el nombre de Maravillas de Jesús, era hija del
marqués de Pidal, Presidente del Consejo de Estado con Francisco Silvela y embajador
en la Santa Sede, practicaba un catolicismo intransigente que la llevó, antes
de la guerra civil, a fundar un convento en el cerro de los Ángeles, al sur de
Madrid, y después a rechazar el Concilio Vaticano II y a escindirse de la orden
para fundar unos conventos de estricta clausura. Sor Maravillas de Jesús entendía
la fe católica como un continuo ejercicio de mortificación y humillación."Déjate
mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta", es una de las
frases que recoge su biografía.
Fue
canonizada por Juan Pablo II en 2003, por haber sufrido persecución –durante la
guerra las monjas fueron expulsadas del cerro y trasladadas al centro de
Madrid-, aunque no fue mártir (falleció en Getafe, en 1974).
O
sea, que, mientras la postura oficial del Partido Popular sobre la mal llamada memoria
histórica es la de que, respecto a la guerra civil, hay que dejar las cosas
como están (y los muertos en las cunetas) para no abrir heridas (y mucho menos
las fosas), cuando conviene arrima el ascua a su sardina, sobre todo si lleva
hábitos, para rendir nuevos honores a las víctimas del bando vencedor.
Por
el otro lado, frente a la decisión de Zapatero de retirar paulatinamente (a lo
largo de los siglos) los signos religiosos de los escenarios públicos, Bono, que
es un zascandil, ha decidido remar en contra y apoyar repentinamente la
colocación de la placa en honor de sor Maravillas, propuesta por un adversario
político pero hermano en la fe de Cristo.
Pero
hay algo más en este sainete. Que la España autonómica, plural en lo accesorio
y uniforme en lo esencial, sigue siendo la tierra de María Santísima lo prueba el
hecho de que los partidos nacionalistas pero católicos, ¡ojo!, PNV y CiU, apoyaran
inicialmente la colocación de la placa. Porque podrán estar peleados con el PP en
el tema de las lenguas, pero están unidos en la misma fe católica. Aunque,
pensándolo bien, tendrían que estar de acuerdo en volver al uso del latín, la
lengua ecuménica par excellence.
A la decisión de la Mesa del
Congreso se han opuesto los diputados de ERC, IU e ICV, y en el PSOE la
decisión de Bono ha sentado como un tiro de sal en salva sea la parte, por lo
cual el émulo de Chanfalla ha tenido que dar marcha atrás, aunque con muy malos
modos para con sus propios compañeros. Así que, por ahora, en el Congreso no
habrá ni placa ni santa, decisión justificada con el peregrino argumento de que
si no hay consenso no se pone la placa. Y aunque lo hubiera. Los santos y las
santas, como diría Ibarretxe, a las iglesias, y al Congreso los retratos de Manuel
Azaña, Alcalá Zamora y Lluís Companys, retirados por orden del dictador
(Franco, naturalmente).
Nueva Tribuna, 20 de noviembre de
2008.
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