Hoy, unos descerebrados, presuntamente
en nombre de ETA, han hecho explosionar un coche bomba en la Terminal 4 del
aeropuerto de Barajas de Madrid. Los daños materiales han sido cuantiosos, pues
la explosión ha afectado a cuatro plantas del edificio de aparcamientos, pero
ha dejado más de 20 heridos leves y causado, presumiblemente, la muerte a dos
personas, que se cree han desaparecido bajo toneladas de escombros.
Como en las estúpidas campañas contra
el turismo, es posible que su intención no fuera causar víctimas y que sólo
pretendieran provocar destrozos e incomodar a los viajeros, a ver si así ganaban amigos para la
causa vasca, y provocar al Gobierno un dolor de cabeza, pero no ha sido así. Y
junto con lo anterior, que es mucho, se han llevado por delante las esperanzas
de paz de millones de personas.
Los autores parecen empeñados en
aplicar una vieja idea, formulada en 1961, de cuando ETA aún no había empezado
su criminal escalada, pero que expresa bien su fanática determinación: Hundiremos lo que haya que hundir. Ni la
situación de Euzkadi ni el secreto martirio de nuestros presos permiten otra
alternativa.
La situación de Euskadi, tan
desfavorable a ETA, parece difícil de modificar a medio plazo, y no cabe pensar
en que la situación de los presos vaya a mejorar después de este atentado. Por
el momento, lo que ETA ha hundido es, al menos, la vida de dos familias y la posibilidad
de encontrar una salida negociada a sus 40 años de terrorismo.
Trasversales, 31 de diciembre de 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario