Cuando se le suponía metido entre sus libros como corresponde a un catedrático retirado, reaparece Ramón Tamames desempeñando un “papel estelar” en una disparatada operación política.
Hablar
de Tamames es hablar del ayer; del lejano, o cercano ayer, porque en este país
no logramos despegarnos del ayer, que nos persigue como una sombra leal, pero
fatídica, y a veces nos precede, como en este caso.
Tamames
pertenece a la arqueología política de España, cuando germinaban la oposición a
la dictadura, las luchas obreras y estudiantiles, las organizaciones
clandestinas. Si alguien tenía la pretensión de conocer el país para cambiarlo,
debía pasar necesariamente por Tamames, así como por otros economistas de la
época, como Ros Hombravella, José Luis Sampedro, Santiago Roldán, José Luis
Delgado y Juan Muñoz, entre otros.
Con
escasos conocimientos académicos de economía -Pirla y alguno más-, recuerdo que
estando en la “mili” leí “Los monopolios en España”, que, en seguida, me
solicitaron en préstamo algunos “rogelios”, que por allí había.
“Los
monopolios” es una magnífica y prolija descripción de los intríngulis de la
oligarquía, que, como en este país están muy unidas riqueza y religión, se
correspondía muy bien con “La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y
desarrollo de la Santa Mafia”, de Jesús Ynfante, que estuvo prohibido, y con el
dedicado a la otra rama de la burguesía confesional “La ACNP. La otra ‘Cosa
Nostra’”, de Sáez Alba, igualmente vetada.
Había
que leer a Tamames, por lo menos sus artículos. Creo que aún tengo por ahí, un número extraordinario de “Cuadernos para el diálogo” -“El otoño de la economía
española”-, donde apuntaba los rasgos de la crisis económica en el franquismo
agonizante. Años después leí su “Introducción a la economía española”, la
“Introducción a la Constitución”, que publicó con Laura Tamames, y “La
República. La era de Franco”, tomo VII de la Historia de España de Alfaguara,
También de obligada lectura, con abundancia de datos económicos y perspectiva
social.
De
modo que tengo una deuda teórica con el profesor Tamames, del que había
seguido, tras su salida del PCE, su viaje político hacia el centro, pero le
había perdido la pista, y hete aquí que retorna a la palestra política cogido
de la manita -Pepe Lui- de Abascal, para encabezar, en teoría, el breve gobierno
surgido, hipotéticamente, de una innecesaria moción de censura, que debe
convocar elecciones generales en mayo, ante la presumible situación
catastrófica que sacude al país, que no puede esperar hasta otoño.
Siendo un poco burlón podría decirse que el profesor Tamames aplica de forma extemporánea y excesiva la consigna carrillista de la “reconciliación nacional”, porque lleva el intento hasta la extrema derecha, defensora irreductible del franquismo, que, según Carrillo, quedaba fuera del círculo de fuerzas (y debilidades) políticas que formalizarían el cambio de régimen por “consenso”.
Hoy,
el llamado “búnker”, actualizado en sus propuestas y actitudes, es extenso y
está repartido entre Vox y el sector más extemporáneo del PP, que, desde FAES,
lleva la voz cantante y la actitud crispante de la derecha conservadora desde
hace décadas. Y no quieren reconciliación de nada, simplemente, recuperar el
Gobierno de un país que consideran suyo. Eso es todo.
Ignoro
cómo una persona de la formación de Tamames se ha podido dejar enredar por
semejante aventura, urdida por Vox para poner en apuros al PP, pues, justo es
señalar la enorme distancia entre el profesor y esos iletrados que le utilizan
en uno de esos esperpentos tan propios de la derechona nacional, con la excusa
de servir (mal) al país.
Ni el país sufre un
cataclismo, ni económicamente va peor que otros de la UE, y mejor que muchos de
los más cercanos. Ni España corre el peligro de romperse, ni parece razonable
que la alarma ante tal eventualidad venga de aquellos que han hecho tanto por
atizar las diferencias entre regiones. Con esto no quito la parte de responsabilidad
-mucha- que corresponde a los nacionalistas catalanes y vascos por hechos
recientes y remotos. El “procés” está desbaratado y dividido, aunque el
independentismo seguirá existiendo. Y las medidas de gracia de Gobierno hacia
los máximos responsables de la aventura secesionista son muy discutibles y
personalmente no me gustan, pero de alguna manera forman parte de las facturas
que Sánchez ha tenido que pagar -como las pagó Aznar y las pagó Rajoy- para
sacar adelante leyes de profundo contenido social, que tratan de paliar una
desigualdad que no ha dejado de crecer desde el año 2008, como efecto de las medidas de austeridad del gobierno de Rajoy. Seguramente eso es lo
que las derechas no pueden soportar, porque va contra sus principios, que son:
autoridad, propiedad y desigualdad.