jueves, 21 de marzo de 2024
Autonomía cultural nacionalista.
Dedicada a los neogaribaldinos y otros grupos sumatorios, que no suman, porque habitan en el planeta Liliput.
martes, 12 de marzo de 2024
Aquel día once de marzo
Aquel día, sobre todo por la mañana, yo también creí que los atentados en Madrid eran obra de ETA. Era lo más fácil y casi lo habitual, pues teníamos un terrorismo doméstico que desde hacía 36 años venía produciendo víctimas cada cierto tiempo; últimamente civiles, incluso niños, y en su historial no faltaban los atentados indiscriminados, como los de Barajas y Atocha en Madrid, con bombas dejadas en las consignas en su insensata campaña contra el turismo, o el de la cafetería Rolando en la calle del Correo, también en Madrid, o el atentado de Hipercor, en Barcelona. Ibarretxe había atribuido a ETA la autoría en su primera intervención, pero lo desmintió Otegui, que debía tener información fiable.
En
conversaciones con amigos a lo largo del día, un día intenso, con muchas
llamadas, fue apareciendo la posibilidad de que fuera un acto de fanáticos
islamistas. La idea no era descabellada, pues según se iba conociendo la
magnitud de los atentados, el número de mochilas con explosivos, la elección de
los lugares y el número de víctimas, de muertos y heridos, la operación parecía
desbordar la capacidad de los etarras, es más, parecía un acto insensato, desmesurado,
que por su poder destructivo suponía el suicidio de la banda.
Un
atentado de esas dimensiones impediría cualquier negociación y crearía tal
repulsa en la ciudadanía que privaría a los etarras de apoyo social; sería su
fin. Y en realidad, lo fue, porque después de aquello, lo que hiciera ETA no
sólo sería minúsculo, sino que carecería de sentido político, porque ese día y
los siguientes todo cambió; el país se entristeció, quedó paralizado por el
horror y con la sensación de haber entrado de golpe en otra época, ya anunciada
de modo sangriento en septiembre de 2001, con el derribo de la Torres Gemelas
en Nueva York.
La
mañana del día 11, mientras preparaba el café escuché como una detonación
lejana y tembló el cristal de la ventana de la cocina, y mi hija, que se estaba
tomando un cola-cao, me lo confirmó. Después hubo otro ruido apagado, con otro temblor.
Parecía como si hubiera estallado una bombona de butano o algo así, ya que
descarté, por ilógico, un atentado con bombas en un barrio de trabajadores.
¿Quién podía querer hacer daño a gente que se estaba preparando para ir a
trabajar?
Puse
la radio -la SER- y de modo disperso, con interrupciones, conexiones, palabras
de aquí y de allá, noticias de un sitio y otro se fue recomponiendo el
rompecabezas y aclarando el itinerario diseñado por los matarifes -Santa Eugenia, El Pozo, Atocha- en su camino
hacia la apoteosis final en el nudo de comunicaciones que es Atocha, que por fortuna falló en algunos aspectos,
con el correspondiente ahorro de víctimas.
Cuando
se hubieron marchado mi mujer y mi hija, bajé a la calle y me encaminé a la
estación, donde un poco antes de las 8 de la mañana solía tomar el tren de
cercanías para ir a la facultad, pero ese día había huelga, aún así pensaba
acudir a una concentración de profesores, pero los atentados cambiaron los
planes de todo el mundo.
Antes de llegar, me encontré con un espectáculo dantesco, la calle estaba llena de restos de metal, de plástico, ladrillos, escombros, trozos de cable. El cuerpo de un hombre yacía tirado junto a la acera, había salido despedido de la estación, que había perdido parte del techo y algunas paredes. La tremenda detonación había ocurrido con el tren parado, uno de los vagones estaba destrozado, abierto por el techo y partido brutalmente por la mitad… Y recuerdo de modo confuso, el ruido de las sirenas, luces azules y rojas, coches de la policía, bomberos, sanitarios, ambulancias, camillas, ruido, agitación y socorros improvisados…y las ganas de vomitar. Y eso que había pasado mucho rato desde que sonó la explosión. Al pronto, el desastre me recordó fotografías de Beirut en sus peores momentos.
Ante aquello me sentí impotente y para evitar
ser un estorbo me volví a casa, impaciente a ver si había noticias de mi hija,
que todos los días a esa hora hacia un transbordo en la estación de Atocha. En
cuanto llamó por teléfono y me dijo que estaba bien, bajé a la calle.
El
barrio estaba conmocionado, la gente iba y venía, preguntaba por sus
familiares y por sus vecinos. Niños y jóvenes andaban por la calle, pues el
colegio y el instituto, situados frente a la estación, habían sido
desalojados para destinar las instalaciones a lo que hiciera falta y porque
hasta el colegio habían llegado restos humanos. Algunos de esos niños no sabían
que a esa hora eran huérfanos. Sus padres, como en un rutinario día cualquiera
se habían dirigido a la estación a tomar un tren donde les esperaba la muerte.
Supimos
que había vecinos heridos, uno de ellos, Emiliano con mal pronóstico. Estuvo
ingresado bastante tiempo y falleció al cabo de un año a consecuencia del daño
recibido; siempre lo añado a la cifra de víctimas de aquella salvajada.
El
día fue tremendo, incapaz de centrar la atención en otra cosa fui de la radio a
la televisión y de esta al teléfono, que no dejó de sonar en todo el día, con
llamadas de familiares y amigos que saben que vivimos cerca de la estación de
El Pozo y que tomo el tren por la mañana casi a diario.
Por
la tarde, la asociación de vecinos convocó una concentración ante el edificio
de la Asamblea de Madrid. No fue un acto oficial, ni hubo representantes
políticos, sino una reunión espontánea de gente con caras largas buscando el
contacto humano y dando y solicitando información. Allí, entre lo que contaban unos
y otros, con noticias procedentes de fuentes, sobre todo, extranjeras, empezó a
parecer verosímil que los autores de los atentados fueran terroristas
islamistas e inmediatamente se relacionó con la invasión de Iraq el año 2003.
El día
había sido atroz, esa noche mi mujer y yo estuvimos viendo las noticias hasta
muy tarde y apenas pudimos descansar. No olvidaré aquel día once de marzo.
11 de
marzo de 2024
viernes, 8 de marzo de 2024
Ucrania: dos años
Respuesta a los comentarios de Luis Marchand y a Agus Salva, a un recordatorio mío de la invasión de Ucrania en febrero de 2022.
Luis, Salva, gracias, colegas. Creo que la guerra, con la ocupación del territorio, la destrucción de las condiciones de vida, la privación del futuro para miles de personas y la actualidad de la muerte es el fenómeno más visible y más cruel de otros conflictos que están detrás y que no se suelen abordar porque son muy molestos, muy dolorosos o muy complejos para la simpleza que reina en la izquierda postmoderna, boba, blanda, buenista y sentimental, para la cual la prédica -o el sermón- del diálogo y el acuerdo, de la deseable reconciliación y el entendimiento entre personas y culturas, es la coartada para no enfrentarse al mundo real, que exige, a quienes dicen formar una corriente política, pronunciarse sobre la vida y la muerte de unos o de otros. Es así de simple para quienes aspiran a servir de referencia, al menos informativa, a la gente, a orientar el sentido del voto y llegar a gobernar y a moverse en un mundo conflictivo, renunciando al papel que les corresponde a las oenegés o a las religiones y con el que parecen querer competir. Es más cómodo y menos comprometido encerrarse en la burbuja moral para no tener que adoptar decisiones que pueden ser dramáticas.
Uno de los conflictos que hay detrás es la pugna entre Estados Unidos y Rusia, que exige revisar la naturaleza de ambos, dejando al margen, de ser posible, los tópicos más conocidos.
El
otro es sacar la guerra del primer plano del análisis para detenerse en la
lucha por la hegemonía, en las bases que la sustentan y en cómo se ejerce por
cada uno de esos actores, lo cual remite a la cultura, no sólo a la política y
menos aún al ejército, y a la civilización.
11-M-2004. XX aniversario (2)
2. La opinión del Gobierno: sin duda, ETA
No obstante, al día siguiente, a
las 11,30, en rueda de prensa previa al Consejo de Ministros, Aznar afirma que
el Gobierno ha dado toda la información de que dispone y en que mantendrá
siempre su compromiso de transparencia e insiste en la autoría de ETA -No
concedo el beneficio de la duda a quien mantiene su voluntad criminal y ha
estado siempre (...) dispuesto a descargarla sobre personas inocentes- pero
sin citarla -La banda terrorista tan bien conocida en nuestro país-, y
cuando se le solicita que aclare cuál de las dos líneas de investigación es la
prioritaria, se escabulle: Estamos ante un atentado terrorista terrible. No
me pidan que juegue a las quinielas. En la rueda de prensa posterior al
Consejo, ante preguntas de los periodistas insistiendo en lo mismo, indica que el
Ejecutivo ha dado toda la información. No hay ningún aspecto que conozca el
Gobierno que no se haya puesto en conocimiento de la opinión pública.
Con los indicios aparecidos y la
información proveniente del extranjero -junto con la de Madrid, han caído las
bolsas de Nueva York y Tokio, efecto que los atentados de ETA nunca han
producido- las dudas sobre la autoría del ETA se extienden. En los mismos
periódicos las opiniones se dividen[1]. En
canales de televisión extranjeros se atribuye el atentado a grupos de fanáticos
islamistas y, en primera plana, el diario gallego La voz de Galicia atribuye
a Al Qaeda la autoría del atentado.
El diario abertzale Gara
publica un editorial que lleva por título “Barbaridad inadmisible”. Por la
tarde, en llamadas telefónicas efectuadas a este diario y a Euskal Televista,
un portavoz de ETA afirma que la banda no es responsable de los atentados de
Madrid (volverá a desmentirlo el domingo), pero el ministro del Interior, que
estimó verosímil el anuncio de ETA de declarar una tregua en Cataluña porque le
permitía criticar al Gobierno tripartito catalán y al PSOE, no concede el menor
crédito a estos avisos. Tampoco Urdaci, jefe de informativos de TVE, pues,
aduce, al no haber sido grabada la llamada no se puede analizar la voz y
comprobar si coincide con la de otros mensajes de ETA. Y tampoco Rajoy, que en varias
declaraciones ha seguido defendiendo la hipótesis central del Gobierno, le
concede el menor crédito.
A las 18,30, el ministro del
Interior comunica el hallazgo de una bolsa de deporte conteniendo explosivo
(goma 2), pero, como luego se ha sabido, el mecanismo para hacerla estallar es
el mismo que los utilizados en los atentados de Bali y de Casablanca. En ese
momento, en medios policiales se disipan las dudas que pudieran existir acerca
de quienes son los autores del atentado, pero de eso no se informa a la opinión
pública.
Esa tarde, multitudinarias
manifestaciones bajo el mismo lema se producen en todo el país. En la que, pese
a la intensa lluvia, tiene lugar en un entristecido Madrid, grupos de
manifestantes gritan ¿Quién ha sido? ante la presencia de Aznar, creando
una situación de gran tensión y perplejidad en la cabecera del cortejo, en la
que junto al Gobierno aparecen, por vez primera, el príncipe y las infantas,
así como representantes de los principales partidos y sindicatos, ex
presidentes del gobierno, altos cargos de la Unión Europea y primeros ministros
de varios gabinetes extranjeros. En otros lugares de España y en una veintena
de ciudades del extranjero se efectúan concentraciones similares. En Barcelona,
Rato y Piqué son insultados por unos manifestantes que les llaman
asesinos.
Como suele ocurrir en situaciones
de emergencia, millones de personas, más de dos en Madrid, han acudido a
manifestarse en solidaridad con las víctimas y contra el terrorismo respaldando
la interesada convocatoria del Gobierno -Con las víctimas del terrorismo,
con la Constitución-, pero también ha empezado a percibirse la desconfianza
hacia la información proporcionada por el ministro del Interior y crece la
sospecha de que la poca claridad sobre la autoría de los atentados sea
utilizada en beneficio del Partido Popular en las elecciones del próximo
domingo. La reserva de una parte importante de la ciudadanía está justificada,
porque la manipulación informativa no ha terminado.
La noche del día 12, después de
asistir a las multitudinarias manifestaciones, los espectadores de Telemadrid,
la cadena autonómica madrileña controlada por el gobierno de Esperanza Aguirre,
ven alterada la programación. Sin previo aviso, se reemplaza la película
norteamericana Vidas paralelas por Asesinato en febrero, que
reconstruye el asesinato del diputado vasco Fernando Buesa y de su escolta,
Jorge Díaz, a manos de ETA, en febrero del 2000.
El sábado, día 13, jornada de reflexión, lo
que no obsta para que el diario El Mundo publique una entrevista a
Mariano Rajoy, Zaplana comparece en La Moncloa indicando que el Gobierno está
informando con total transparencia y vuelve a reafirmar la autoría de ETA,
trasladando la carga de la prueba a quienes opinan lo contrario: Algunos
parece que quieren descartar que pueda ser la banda criminal y asesina ETA,
cuando todo apunta, salvo que se demuestre lo contrario, y hay líneas de
investigación en marcha de las que se ha dado cuenta, que, desde luego, no nos
debería causar ninguna sorpresa que fueran los criminales y asesinos de la
banda terrorista ETA. Poco después, Acebes vuelve a informar en parecidos
términos -la prioridad es la banda que lleva 30 años y 900 muertos en España-,
pero añade que puede existir una colaboración entre grupos terroristas.
[1] Por ejemplo, en El País del 12
de marzo, J. L. Cebrián: “Terrorismo en El Pozo”, F. Savater: “Autopsia”, I.
Sánchez-Cuenca: “ETA mata y se suicida”, R. Alonso: “El espejismo del IRA”, J.
Ramoneda: “Al estilo Al Qaeda”, E. Ekaizer: “En la mira de ETA y de Osama”, J.
Marías: “De buena mañana”, J. Pradera: “Ni ley del Talión ni rendición”, A.
Muñoz Molina: “Con plomo en las entrañas”. En La Vanguardia de la misma
fecha, W. Laqueur, en “Madrid”, señala que el atentado se trata de un anticipo
de lo que está por venir, K. Aulestia: “Las horas de silencio”, M. Carol: “El
11-M”, S. Cardús i Ros: “No es un análisis: sólo un balbuceo”, F. Ónega: “¿Quién puede ser tan criminal?”, F-M.
Alvaro: “Actores sin máscara”, F. De Carreras: “Contra el fanatismo”. En El
Mundo del mismo día: F. Jiménez Losantos: “Madrid-Perpiñán”, Esperanza
Aguirre: “No podrán con la libertad y la ley”, R. Regás: “Barbarie y muerte”,
A. Ruiz Gallardón: “Trenes llenos de vida”, C. García Abadillo: “Terrorismo,
contradicciones y cintas coránicas”, V. Prego: “Jamás lo olvidaremos”, R. Del
Pozo: “Nuestro 11-M, atacaron al corazón”, M. Sintes: “Estar a la altura”, T.
Fernández Auz: “Malditos asesinos”, F. Umbral: “Detener el aire”.
11-M-2004. XX aniversario (1).
1. La opinión del Gobierno: ante la duda, ETA
El
día 11 de marzo de 2004 será de los que no se olviden en mucho tiempo. La
brutalidad de los atentados conmociona toda Europa y más lejos. La ciudad de
Madrid se sumerge en un torbellino de perplejidad, tristeza, dolor, socorros
frenéticos y solidaridad a raudales. A medida que transcurre el día y se
percibe la magnitud de la tragedia la actividad ciudadana se va paralizando. La
gente regresa pronto a sus casas y parte de la hostelería y la industria del
ocio cierra sus negocios.
La
campaña electoral se suspende, se establece la comunicación entre los
responsables políticos (en varios casos rota desde hace tiempo), se hacen las
primeras declaraciones y se busca explicación a unos hechos terribles, cuya
autoría, por seguir una dilatada y macabra costumbre, apunta a ETA.
Numerosas
muestras de solidaridad llegan de toda España y del extranjero, pero los
primeros en expresar su pesar y su rechazo son los vascos, se diría que, movidos,
como escribe Kepa Aulestia al día siguiente, por el sentimiento de culpa de
pertenecer a una colectividad en cuyo nombre unos pocos podían cometer tal
atrocidad.
A
las 9,30 de la mañana, un consternado Ibarretxe dice ante las cámaras de
televisión: Los terroristas son simplemente alimañas... Qué monstruosidad,
qué espanto tan grande...ETA está escribiendo sus últimas páginas. Pero Arnaldo
Otegui le corrige: No contemplo ni como hipótesis que ETA esté detrás de
esos atentados. Porque ETA a lo largo de su historia siempre ha avisado de la
colocación de los explosivos. Rechaza el atentado y lo atribuye a un
operativo de la resistencia árabe. Lo cual no aclara mucho, porque Otegi es
un habitual exculpador de las barbaridades de ETA, y porque ésta no siempre ha
avisado de sus intenciones -recuérdense las bombas trampa- ni ha asumido todos
los atentados cometidos (el de la cafetería Rolando, en Madrid, por ejemplo).
Aznar
convoca parcialmente al Gobierno, pero no al Gabinete de crisis (que se reúne
por vez primera el 17 de marzo). En la reunión, de la que no existe acta, están
presentes los vicepresidentes R. Rato y J. Arenas, el ministro del Interior, A.
Acebes, el ministro portavoz Zaplana, el secretario General de Presidencia J.
Zarzalejos y el secretario de Estado de Comunicación, A. Timmermans. Ni la
ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, ni los responsables de Defensa, F.
Trillo, y de Hacienda, C. Montoro, miembros natos del gabinete de crisis.
Tampoco
el jefe de los servicios de inteligencia (CNI), Jorge Dezcallar -fuera de
juego hasta el día 16-. Su ausencia, la de los responsables de Exteriores y
Defensa, y la presencia de dos altos cargos relacionados con la comunicación
(Zaplana y Timmermans) dejan traslucir las intenciones de cómo el Presidente
pretende abordar la crisis.
Aznar
tampoco reúne el Pacto Antiterrorista, ni cita a representantes de otros
partidos, a los que les hace llegar su opinión -Espero que no haya dudas de
que ha sido un atentado, indica por teléfono a Zapatero- y la invitación para
acudir a una manifestación convocada para el día 12.
Con
estas decisiones, el Gobierno piensa afrontar la crisis en solitario y obtener
los posibles réditos, si los hay, también en solitario. Para ello, despliega
una intensa actividad en el campo de la información o, mejor, de la
comunicación. Aznar en persona telefonea a los directores de varios periódicos
de Madrid y Barcelona (volverá a hacerlo por la tarde) indicándoles que el
Gobierno no duda de la autoría de ETA. Desde La Moncloa se transmite el mismo
mensaje a los corresponsales de la prensa extranjera.
A
las 13,30, el ministro del Interior anuncia la cifra de muertos en ese momento
-173 y 600 heridos- e indica su creencia de que ETA es la autora del atentado,
calificando de intolerable cualquier intoxicación por parte de miserables
que apunte hacia otros autores. Poco después interviene Zapatero, que acepta la
versión del Gobierno -Estamos ante el atentado más horrendo de ETA- y
llama a la unidad democrática frente al terrorismo.
A
las 14,30 interviene Aznar. Se refiere al 11 de marzo como una fecha en la
historia de la infamia y califica a los autores de asesinos fanáticos. Habla de
la banda terrorista pero no cita a ETA. Anuncia tres días de luto oficial e
invita a los ciudadanos a acudir, al día siguiente, a la manifestación
convocada con el lema: Con las víctimas del terrorismo, con la Constitución,
por la derrota del terrorismo. La alusión a la Constitución, convertida
otra vez en patrimonio particular del PP, trata de reforzar la idea de que se
trata de dar una respuesta a aquellos que no la aceptan: ETA.
Esa
idea sobre quiénes son los autores se traslada al Consejo de Seguridad de la
ONU, donde, en ausencia de Inocencio Arias, la representante española, Ana
Menéndez, presenta una resolución urgente condenando a ETA por los atentados de
Madrid, que a pesar de las dudas de los presentes se aprueba. Cuatro días
después, conocidos los verdaderos autores, Arias se verá obligado a pedir
disculpas.
Sin
embargo, esa misma tarde, el Ministerio de Asuntos Exteriores envía un mensaje
a todas las embajadas españolas señalando a ETA como autora de los atentados y
advirtiendo de la intención de otras fuerzas políticas de desviar las sospechas
hacia otros grupos terroristas. Otto Schilly, ministro alemán de del Interior,
criticará, días después, a su homólogo Ángel Acebes, porque hubo retrasos, imprecisión
y cosas inciertas en la información del gobierno español.
A
las 20,15, poco después de que la policía haya difundido las fotografías de
nueve miembros de ETA presuntamente relacionados con el atentado, Acebes
anuncia el hallazgo de la furgoneta Kangoo y la apertura de una segunda línea
de investigación, pero recalca que la línea esencial sigue siendo ETA. Opinión
que Aznar confirma en una ronda de llamadas a directores de varios diarios.
A
las 20,30, el Rey, en una comparecencia extraordinaria -la primera desde el
intento de golpe del 23-F de 1981- habla por televisión. Muestra su repulsa,
condena el atentado, pero no menciona a ETA, y exhorta a la unidad.
A
las 21,30, la agencia Reuters comunica que el londinense Al-Quds Al-Arabi,
diario propalestino impreso en lengua árabe, ha recibido una nota en la que un
grupo cercano a Al Qaeda se hace responsable de los atentados de Madrid.
Esa
misma noche, la desactivación de la bomba hallada en una mochila en el apeadero
de El Pozo permite obtener nuevos datos, que dirigen definitivamente la
investigación policial hacia grupos islamistas.
domingo, 3 de marzo de 2024
Procesiones en Madrid
¡Qué bien! ¡Estupendo! ¡Qué gran avance de la civilización es la decisión municipal de que, en Semana Santa, todas las procesiones católicas de Madrid pasen por la Puerta del Sol!
sábado, 2 de marzo de 2024
Puig Antich. Hace 50 años
El día 12 de febrero de 1974, el presidente del Gobierno, Arias Navarro, presentó en las Cortes una timorata “apertura” -el llamado “espíritu del 12 de febrero”- para abordar algunas reformas y ampliar en grado muy limitado la participación de la ciudadanía que legitimase la monarquía dispuesta por Franco como continuación de su régimen. Se trataba de legalizar unas asociaciones -que no partidos, se recalcaba- para promover la “ordenada concurrencia de pareceres”, que, con respeto a las Leyes Fundamentales del Movimiento, coexistieran con los cauces representativos existentes, que eran el familiar, el municipal y el sindical, con los filtros de participación conocidos.
Cuando
desapareciera la figura del Caudillo, que con sus inapelables decisiones
regulaba las tensiones entre las familias políticas que componían el bloque
social dominante, favoreciendo a unas u otras según aconsejara la coyuntura, el
invento de Arias pretendía fundar un marco competitivo, pero restringido, en el
que, de forma ordenada, las familias del Régimen pudieran expresar legal, pero,
sobre todo, lealmente, los intereses propios de su ideario, de sus actividades
profesionales o de su ubicación en el ámbito productivo, comercial, financiero
o cultural a través de programas políticos y promover a los candidatos idóneos
para representarlas en las instituciones del Estado. Es decir, establecía un
marco que permitía competir por ostentar cuotas de poder institucional entre
quienes compartían la legitimidad de la dictadura, pero mantenía fuera de dicho
marco a quienes no la compartieran, la quisieran modificar forzando el marco
establecido y, claro está, a quiénes albergaran el propósito de acabar con el
régimen surgido de la victoria en la guerra civil.
El
“espíritu del 12 de febrero” representaba la liberalización -en una democracia
restringida- para unos pocos y la exclusión del resto, que estaba representado
políticamente por las fuerzas de la oposición, igualmente diversa y todavía
bastante dispersa, ante la cual cabía una distinción en el trato gubernamental,
que se haría evidente en los años de la Transición, entre la oposición
consentida, tolerada, y la oposición intolerable y perseguida.
El
invento de Arias se reveló poco útil, pues las asociaciones -que no partidos-,
pensadas también para integrar fuerzas políticas moderadas que pudieran surgir
tras la muerte de Franco, fueron pronto olvidadas o, mejor dicho, rebasadas por
los acontecimientos, en una realidad que iba muy deprisa.
Pocos
días después del discurso “aperturista” de Arias, afirmando la persistente
naturaleza represiva del Régimen, debía cumplirse la sentencia del joven
anarquista Salvador Puig Antich, miembro del Movimiento Ibérico de Liberación
(MIL), que, acusado de matar a un policía en un confuso forcejeo al ser
detenido, había sido condenado a la pena capital. También el polaco Heinz Chez,
acusado del asesinato de otro agente de policía, fue condenado a la misma pena.
Uno
era un adversario político de la dictadura, el otro un delincuente común, pero
ambos fueron castigados, sin distinción, como una muestra de la equidad del
Régimen, con la pena máxima, que se ejecutó el día 2 de marzo de 1974, por
medio de un cruento y medieval instrumento, que era plenamente acorde con la
mentalidad imperante en aquel sistema político y jurídico: el llamado garrote
vil. Fue la última vez que semejante herramienta se utilizó en España.
Haciéndose
eco de las protestas en España y de presiones llegadas desde el extranjero,
cuatro ministros -Barrera, Cabanillas, Carro y Fernández-Cuesta- apoyaron una
petición de indulto, que no prosperó.
Era
difícil que lo hiciera, pues el día 20 de diciembre de 1973, el presidente del
Gobierno, el predecesor de Arias Navarro, el almirante Luis Carrero Blanco,
había sido asesinado, junto con su escolta y el conductor de su coche blindado,
en un atentado perpetrado por ETA en la llamada “Operación Ogro”. El comando se
había desplazado a Madrid con la intención de secuestrarle, pero ante la
dificultad de hacerlo optó por acabar con su vida.
Después
de la muerte de Carrero era muy difícil que Franco concediera un perdón.
Tampoco lo hubo para dos miembros de ETA y tres del FRAP ejecutados el 27 de
septiembre de 1975, a pesar de las numerosas peticiones de clemencia y las
manifestaciones de repudio que recorrieron Europa. Menos de dos meses después,
Franco fallecía de una septicemia generalizada.
La ejecución por garrote vil aparece en
las películas Los atracadores (Rovira Beleta, 1962) y El verdugo (García
Berlanga, 1963). Y la preparación y ejecución del atentado contra Carrero
Blanco en Operación Ogro (Gillo Pontecorvo, 1979).