En la actual coyuntura, la principal tentación del PSOE puede ser la de tapar el roto con un zurcido. Abrumado por el desastre, perdido el rumbo y el liderazgo, e impelido por el deseo de reducir las consecuencias de la derrota del 20-N sobre la elecciones andaluzas del próximo mes de marzo, la mayor tentación es actuar con prisa para encontrar el sustituto de Zapatero y dar la sensación de que el partido recupera la normalidad. Hay quien piensa que las elecciones europeas de 2014 pueden señalar la recuperación del PSOE de cara a las generales de 2015. Veremos.
Pero la
búsqueda del líder, la lucha por el poder y el debate sobre la forma de elegir
al Secretario General (candidaturas, primarias, elección french style o
lo que resultare) tienen el peligro de desplazar, o de aplazar sine die,
el debate sobre las ideas, y cambiar las personas sin cambiar las ideas no es
buena idea. Ya ocurrió en el XXXV Congreso, cuando, sin un análisis autocrítico
sobre los mandatos de González, Zapatero fue elegido Secretario General.
Hoy, el descafeinado programa del PSOE está
públicamente tan maltrecho como la figura del exjefe del Gobierno y necesita un
repaso general para ver dónde y cómo se ha ido quedando en jirones, pero no
parece haber intención, al menos públicamente expresada, de abordar semejante
revisión y asumir las oportunas responsabilidades.
Al
contrario, como las consultas electorales han repartido derrotas por doquier,
todos los indicios apuntan a que hay que huir de la autocrítica como de la
peste. Todos son perdedores -el único barón a salvo, por ahora, es Griñán-; en
eso no hay ventajas ni desventajas, pues todos están unidos por la derrota. Y,
ahora, cuando llega el momento del relevo, se echan en falta las voces críticas
en el Partido cuando gobernaba con mayoría. Han faltado las críticas desde
dentro, las voces discrepantes pero leales. Las opiniones no triunfalistas, si
es que las hubo, fueron sofocadas para hacer piña con el Gobierno ante al acoso
brutal de la derecha. Esas voces gozarían de mucha legitimidad a la hora de
abordar la ineludible rectificación.
Zapatero, en la reunión del Comité Federal del 26 de noviembre, admitió
errores de gestión y comunicación, pues los imprescindible ajustes de 2010 -no
había alternativa- no hallaron explicación en un discurso global y
coherente, pero no fue mucho más lejos. Posteriormente ha realizado una
breve reflexión autocrítica, que también resulta insuficiente ante el
descalabro sufrido, aunque la última derrota electoral se haya cargado en la
cuenta de Rubalcaba. Sería deseable que, en el cercano congreso del partido, el
Secretario General fuera un poco más explícito y algo más humilde.
Las responsabilidades en la derrota, como partícipes
del Gobierno y como candidatos que han recibido históricos rechazos en las
urnas, alcanzan a los dos candidatos a sucederle en la Secretaría General.
Chacón no se
da por aludida y mira hacia delante. Desecha, por el momento, una reflexión
crítica sobre su actuación como miembro de la Ejecutiva del PSOE,
vicepresidenta del Congreso, ministra de la Vivienda (cuando la burbuja
inmobiliaria estaba a punto de estallar) y de Defensa en los gobiernos de
Zapatero, asegurando que no hacen falta transiciones ni interregnos, pues el
partido necesita levantarse ya con el objetivo de gobernar cuanto antes.
El expresivo
lema “Mucho PSOE por hacer”, que ahora no antes agrupa a los más
disconformes, no va acompañado de concreciones respecto a cuánto y cómo
se aborda lo que queda por hacer. Eso falta en el vago proyecto de Chacón, que
se ha distinguido poco por sus ideas, y de sus camaradas de la Nueva Vía, que
parecen apostar por otro relevo generacional tan falto de sustancia como el del
XXXV Congreso. Lo más claro es la prisa en devolver al partido su fuerza, su
frescura y su capacidad de liderar, y la insistencia en abrir las puertas para
elegir al Secretario General. Chacón, al frente de los jóvenes y las jóvenas,
agradece al carroza Rubalcaba los servicios prestados, que son mayores
que los suyos, y le envía al museo de la historia junto con Zapatero, a hacer
compañía a la vieja guardia.
Rubalcaba tampoco es partidario de iniciar una
refundación ni efectuar una autocrítica sobre la gestión de los gobiernos de
Zapatero, de los que él formó parte cualificada, aunque cuenta en su haber con
más méritos que Chacón. Rubalcaba, que defiende el programa que ya utilizó en
la última campaña electoral, pretende colocar al PSOE en condiciones de conformar una
alternativa a la recesión económica mundial, para lo cual es preciso
revitalizar el proyecto de la socialdemocracia para que, en España y en la
Unión Europea, la salida a la crisis no sea la que imponen los mercados. No sabemos si lo dice convencido, pero es poco creíble.
Un posible
tercero en discordia, García-Page, alcalde de Toledo, alude también, aunque de
forma más alambicada, a la socialdemocracia, cuando señala:
No creo que haya que plantearse una refundación del partido ni que tengamos
que bucear en la historia. Yo reinterpretaría la socialdemocracia y, sobre todo,
las formas de gestionarla.
¿Reinterpretar la socialdemocracia?
¿Reinterpretar la forma de gestionar la socialdemocracia? Vaya lío. Y en todo
caso, ¿por qué no bucear en la historia? ¿Quizá porque hay demasiados episodios
que producen sonrojo?
Martínez Olmos,
diputado por Granada, defiende un PSOE nuevo con los valores de siempre.
Pero, ¿cuáles son los valores de siempre, en un partido que se ha transformado
tras cada estancia en el poder? That is the question.
nuevatribuna.es | 13 Enero 2012
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