El vano intento de ETA de controlar el mal llamado proceso de paz mediante un goteo de comunicados que sigan produciendo titulares de prensa, se ha devaluado por la sucesiva inanidad de lo que han venido comunicando.
Salvo
para sus seguidores y los socorristas, que celebran como la inapelable profecía de un oráculo cada comunicado, hace
tiempo que se acabaron las expectativas ante los anuncios de ETA. La táctica de
anunciar que en breve ETA iba a comunicar algo que luego resultaba
intrascendente, ha generado el lógico cansancio entre quienes no son sus
partidarios.
ETA
nació con el propósito de liberar el País Vasco con la fuerza de las armas, derrotando
a dos estados, España y Francia, y lo que surgió como embrión de una epopeya
popular derivó en un drama sangriento que ha durado medio siglo; después, el drama
se ha convertido en una farsa y esta ha degenerado en esperpento. Porque es un
esperpento imaginar que la fallida epopeya puede tener el final de un serial
televisivo, en el que, agotada la imaginación de los guionistas, se alarga la
duración de los últimos episodios con la intención de seguir entreteniendo a una audiencia que se cree
permanentemente fiel.
El
que esperamos sea último capítulo de una infausta serie ha puesto en claro la
crisis de creatividad de sus autores, y el episodio “rodado” hace dos días en
un ignoto lugar de Francia es una prueba de su poca seriedad.
El
exiguo escenario doméstico contrasta con la trascendencia que se quería dar al
acto de la primera entrega de armas con la presencia de los verificadores
extranjeros (lo hicieron mejor los poli-milis), y la secuencia de la
verificación fue de una cutrez sublime: dos encapuchados muestran unas pocas armas
en una mesa a los verificadores, a los que les entregan un inventario de las
armas que se van a neutralizar; los verificadores firman el albarán y se
marchan, y los etarras se quedan con las armas. Patético.
Produce sonrojo que Urkullu,
que no es un cualquiera, se preste a avalar esta majadería. Otra cosa es que a
la izquierda abertzale le parezca bien, como le parece bien todo lo que ETA
hace y deshace, para eso está. Pero el PNV debería exigir al guionista, al
director y a los actores de este chusco episodio que se dediquen a otra cosa y que
acepten lo irremediable: que lo que nació como el embrión de una guerra popular
contra dos estados ha terminado con la derrota de sus promotores.
24 de febrero de 2014
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