jueves, 7 de diciembre de 2023

Amnistía para J.J.

En este país y en este momento, en que tanta gente habla sobre la amnistía con el aplomo de los expertos, debo confesar que estoy poco versado en la materia.

Es más, la primera vez que escuché la palabra -escrita, además, en un cartel en inglés: amnesty- y entendí su significado, no me hallaba en un foro internacional de políticos o de juristas, sino en el cine, comiendo pipas, mientras veía una película del Oeste. La amnistía se refería a Jesse James y a su banda de forajidos buenos (y regulares), a los que el gobernador de Misuri quería apartar de sus actividades para tranquilidad de sus vecinos.

Entendí que la amnistía era un perdón que la autoridad competente concedía a aquellos simpáticos delincuentes, excombatientes de una guerra fratricida y víctimas del destino, para reinsertarlos en la vida honrada y obtener a cambio algo de tranquilidad en el negocio bancario y de regularidad en la circulación de los trenes, dada la afición de la banda a asaltarlos, a unos y a otros, para huir después con el botín conseguido.

Pero, como a los miembros de la banda, me inquietaba una duda. Tras obtener la rendición y la entrega de las armas, ¿cumpliría su palabra el gobernador? ¿Y si se trataba de una trampa para apresarlos sin riesgo?

Desde mi butaca rechacé de inmediato la amnistía y pedí, creo que mentalmente, aunque pudo ser en voz alta, a Jesse que hiciera lo mismo, porque, aunque el gobernador cumpliera su palabra, la vida corriente y aburrida de los granjeros de Misuri no era comparable a vivir de expropiar bancos y reventar con dinamita la caja fuerte del vagón correo y, después de vaciarla con provecho, saltar al caballo desde la plataforma del último vagón del tren. Esa sí que era una buena vida.

Ahora no sé lo que haría al respecto, pero tengo claro que Puigdemont no es Jesse James ¡menuda diferencia! Y aunque huir en el maletero de un coche es un acto bastante peliculero, para culminar la gesta independentista lo bueno hubiera sido huir a uña de caballo. Pero el traidor Rufián, el de las 30 monedas, no le acercó un alazán, que hubiera sido lo adecuado para salir al galope, por la Vía Layetana, dando gritos de victoria hacia las cumbres del Cadí.

Y anda gente por ahí, hablando de la amnistía sin saber quién era Jesse James. ¡Qué país!

7 de noviembre de 2023

miércoles, 6 de diciembre de 2023

1978. El año de la Constitución

A veces, cuando flaquea la memoria, conviene recordar algunos hechos del pasado, pero no sólo los sucesos, por importantes que hayan sido, sino también los contextos en los que se produjeron, porque ayudan a establecer su verdadera dimensión.

Esta mirada hacia el pasado resulta aún más necesaria cuando agoreros profetas y falsarios “constitucionalistas”, aprovechan el día de la Constitución para atribuirse unos méritos democráticos de los que carecen y vaticinar el hundimiento del país, sólo porque ellos no son capaces de concitar los apoyos parlamentarios necesarios para formar gobierno.

Por esta circunstancia, es imprescindible recordar, siquiera a vuela pluma, el clima de opinión del país y el ambiente político en que se elaboró, discutió y aprobó la Constitución, y contarlo no sólo a los olvidadizos con mala fe, sino a quienes por edad, carencia de información o desinterés ignoran las difíciles circunstancias de aquel proceso, mucho más intenso y dramático que el de nuestros días, en que el país no se hundió, pese a los actos y los vaticinios de los agoreros de entonces, que fueron muchos y más poderosos que los de ahora.

Estos son algunos de los hechos que conviene recordar, de un año y una etapa breve y densa en acontecimientos políticos.    

Enero, 4. Se constituye el Consejo General del País Vasco.

Enero, 5. El Boletín Oficial de las Cortes publica el anteproyecto de Constitución.

Enero, 15. Barcelona. Cuatro personas mueren en el incendio en la sala de fiestas Scala, atribuido a la CNT, que había convocado una manifestación de protesta contra el Pacto de la Moncloa. La autoría del siniestro era dudosa y apuntaba a un grupo de infiltrados para descreditar al sindicato anarquista. 

Marzo, 16. Se constituye la Junta de Galicia.

Marzo, 26. Domingo de Resurrección. Primera celebración legal del Aberri Eguna.

Abril, 17. Se publica el Informe Preceptivo de la ponencia constitucional sobre el tratamiento de enmiendas (más de mil) presentadas al anteproyecto.

Abril, 19-23. IX Congreso del PCE. Debate sobre el leninismo. Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, ratificados en sus cargos.

Abril, 27 abril. ANV, ESB-PSV, LAIA, HASI e independientes fundan la coalición Herri Batasuna (Unidad Popular) en torno a la Alternativa KAS.

Mayo, 1. Primera celebración legal del Día del Trabajo.

Mayo, 5. Comienzan los debates en la Comisión del Congreso. Los artículos se aprueban por la "mayoría mecánica" (19 votos de UCD y AP frente a 17 del resto).

Mayo, 19. Con ausencia del PP, miembros de la ponencia del UCD y del PSOE, se reúnen en restaurantes; comienza el “pacto del mantel”,

Mayo, 24. Como consecuencia de "un pacto marxista-ucedista", los diputados de AP (hoy PP) se retiran de la Comisión Constitucional. Fue un “farol”; volvieron el día 29.

Mayo, 30. XXXI Congreso de UGT, celebrado en Barcelona. Nicolás Redondo es reelegido secretario general.

Junio, 5. El PNV entra en el consenso a propósito de la cuestión autonómica.

Junio, 21. Tras 20 años de clandestinidad, CCOO celebra su primer congreso legal. El sindicato cuenta con 1.820.000 cotizantes. Marcelino Camacho es reelegido secretario General.

Junio, 28. ETA asesina al periodista José Mª Portell. El PCE-EPK convoca una protesta por el asesinato. Es la primera contra ETA en el País Vasco.

Julio,1. Entra en vigor el Decreto-Ley Antiterrorista.

Julio, 4. La Constitución pasa a las sesiones plenarias en el Congreso.

Julio, 8. Pamplona. San Fermín. Para retirar una pancarta pidiendo amnistía, la policía irrumpe en la plaza de toros de Pamplona causando 11 heridos de bala. Dos personas mueren por disparos de la policía en las manifestaciones de protesta.

Julio, 21. Se aprueba el texto constitucional en el Congreso con la abstención de los diputados de AP. Ese día, un comando de ETA asesina a dos mandos militares.

Julio, 29. ETA (pm) coloca bombas en el aeropuerto de Barajas y en las estaciones de Atocha y Chamartín de Madrid; las explosiones matan a 5 personas y dejan heridas a casi cien.

Agosto, 9. Comienza el debate sobre la Constitución en la Comisión del Senado.

Septiembre, 25. Comienza la discusión plenaria en el Senado.

Octubre, 5. El Senado aprueba el Proyecto de Constitución y rechaza, entre otras, la enmienda sobre los derechos históricos de los territorios forales.

Octubre, 11. Comienza la discusión en la Comisión Mixta del Congreso y el Senado, presidida por Hernández Gil y formada por 5 miembros de UCD, 3 del PSOE, 1 del PCE, 1 de Minoría Catalana.

Octubre, 30 octubre. Atentado de la extrema derecha contra el diario El País (1 muerto).

Octubre, 31. Las dos cámaras de las Cortes aprueban la Constitución. La mitad de los diputados de AP (8 de 16) no la aprueba. En el Senado, los senadores vascos se abstienen o votan en contra.

Noviembre, 10. Manifestaciones contra el terrorismo en varios puntos del país.

Noviembre, 16. ETA asesina al último presidente del Tribunal de Orden Público.

Noviembre, 17. Se descubre la golpista “Operación Galaxia”, promovida por el coronel Antonio Tejero y el capitán de la policía Saénz de Ynestrillas, entre otros.

Diciembre, 6. La Constitución se aprueba en referéndum, con el apoyo del 87% de los votos emitidos (el 59% del censo de electores) y una abstención del 33%.

Diciembre, 21. Asesinato del dirigente de ETA (m) Miguel Beñarán, "Argala", en Francia.

Diciembre, 29. Se publica en el BOE y entra en vigor la Constitución.

Muertos en el año 1978 por atentados de organizaciones terroristas vascas: 65.

Personas muertas por motivos políticos desde el fallecimiento de Franco hasta la promulgación de la Constitución (20/11/1975-29/12/1978): 169; de ellas, 60 por violencia de las fuerzas del orden.

miércoles, 25 de octubre de 2023

Jornada laboral

 


Hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por primera vez en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y, de nuevo, en 1889, por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos.

¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!

Federico Engels, Londres, 1 de mayo de 1890. Prefacio a la edición alemana de El Manifiesto del Partido Comunista.

......

Si hoy estuviese a mi lado, Marx no daría crédito a lo que verían sus ojos.


jueves, 21 de septiembre de 2023

Hablar, escuchar y “hacer el canelo”

El martes 19 de septiembre de 2023, quede la fecha escrita con letras de oro para la posteridad, tuvo lugar en el Congreso una sesión que puede calificarse de histórica, porque fue la primera vez que, en 45 años de régimen democrático, los oradores utilizaron lenguas distintas del habitual castellano, como la catalana, la gallega y la vasca, para dirigirse al resto de la cámara, en la que se aprobó, por mayoría de 179 votos (PP y Vox quedaron fuera), iniciar los trámites para reformar el Reglamento del Congreso que permita el uso de lenguas que son cooficiales en sus respectivas comunidades autónomas.

El hecho de ser una jornada histórica no privó a la sesión de uno de los rasgos peculiares de las sesiones no históricas, es decir normales, entendiendo como “normal” el que tuviera su correspondiente ración de esperpento, pues mientras algunos diputados y diputadas hablaban en su lengua, otros (y otras) se empeñaban en no escuchar otra lengua que no fuera la suya, renunciando a colocarse el artilugio que transmite la traducción o saliendo del hemiciclo, en un par de disciplinados paseíllos, como si estuvieran molestos “por el ruido” que percibían, que podía ser el de la España que se rompe, según un catastrófico pronóstico que la derecha repite desde hace años.

Por sorpresa, el portavoz del PP, Borja Semper, nacido en Irún, comenzó su alocución utilizando el vascuence, lo cual dejó descolocados a sus compañeros, que habían rechazado los auriculares de la traducción simultánea en señal de protesta.

No se sabe si lo hizo para alardear de bilingüismo o como un guiño hacia otros oradores, pero se salió del guion, lo cual vino muy bien en una sesión un tanto hierática, pues, a veces, desdecirse y “hacer el canelo” es una muestra de ingenio.  

Unos y otros ejercían sus respectivos derechos, claro está, pero parecía que había más “parlamento” que “escuchamento”; que el derecho a hablar primaba sobre el deseo de hacerse entender y viceversa, el negarse a escuchar equivalía a negar los derechos de quienes hablaban, por lo cual es de esperar que, pasado el sarampión de las primeras jornadas, la reforma del Reglamento facilite ambas funciones y que en la cámara se asuma con normalidad la nueva polifonía.  

Para los partidos nacionalistas, la jornada fue un triunfo sobre el centralismo que brindó la oportunidad de reivindicar su condición de naciones y aludir a la grandeza de sus respectivas lenguas, efectuadas desde la perspectiva bilateral que dicta sus actos, que es la tensión entre el centro y las diversas periferias. Tensión que en el uso de la lengua es la tensión existente entre el catalán y el castellano, el vascuence y el castellano y el gallego y el castellano, con olvido de la paradójica relación de las lenguas cooficiales entre sí, pues el vínculo lingüístico que une a los nacionalistas en sus divergentes fines frente al Estado es el castellano, la lengua franca que todos conocen y rechazan; y no hay otro modo de entenderse: o el castellano o el “pinganillo” en la oreja. O el inglés, esa lengua franca que utilizamos con bastante torpeza cuando queremos que nos entiendan en el extranjero.

Desde esta perspectiva, la jornada fue un triunfo de la diversidad, de la periferia, que anticipaba el logro de objetivos más ambiciosos en fecha cercana, pues en algunos portavoces no faltó el anuncio de obtener nuevas concesiones por parte de Pedro Sánchez, al que, además, se acusó, de forma desabrida, de actuar impulsado por sus necesidades políticas, como si los partidos nacionalistas no actuaran movidos por las suyas.

La prisa con que se inician los trámites para reformar el Reglamento ratifica esa impresión, que se presenta como necesaria para mejorar la vida democrática. Por esa razón es de esperar que exista la misma reciprocidad en los parlamentos autonómicos en atención no sólo a los diputados y diputadas que se expresan en castellano, sino a la ciudadanía de sus territorios, pues no conviene olvidar que España también es diversa y plural en las comunidades autónomas.

Es cierto que las lenguas no agotan su función social como vehículos de la comunicación porque tienen un valor simbólico, pero es, precisamente, la dimensión, a veces desmesurada, de ese valor simbólico lo que dificulta, y en ocasiones impide, la comunicación, que es la función esencial de las lenguas, que son herramientas a disposición de quienes las usan, que pueden hacerlo con distintos propósitos. Y en la sesión parlamentaria del día 19 pareció que se agitaban banderas. 

21 de septiembre, 2023. El obrero


miércoles, 20 de septiembre de 2023

Esperpentos

 

Dejémoslo claro: “Esperpento. Género teatral creado por Valle Inclán, en que se deforma sistemáticamente la realidad, exagerando sus rasgos grotescos y absurdos.” (Diccionario de uso del español, de María Moliner).

“España es una representación grotesca de la civilización europea”, dice Max Estrella, el personaje de Valle Inclán en “Luces de bohemia”. “Los ricos y los pobres, la barbarie ibérica es unánime”, señala el mismo personaje, cuando da con sus huesos en el calabozo de una institución tan española como el “Ministerio de la Desgobernación”.

La frase de Max, que trasluce abatimiento y rezuma un pesimismo que llega al tuétano, recuerda otra de Antonio Machado en “Proverbios y cantares”: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. 

Cada día vienen al mundo menos españolitos (y españolitas) porque España es un país disuasorio para tener descendencia, pero los que llegan lo tienen aún más difícil, porque, no una, sino las dos Españas les van a helar el corazón: la de arriba y la de abajo, la de los ricos y la de los pobres, la de derechas y la de izquierdas. “La barbarie ibérica es unánime”, sentenciaba Valle en 1924 -de esa fecha es “Luces de bohemia”- y se podría añadir que la estupidez está bien repartida por toda la piel de toro, o quizá de vaca, porque falta bravura para afrontar viejos problemas con valentía. Lo decía un catalán, Salvador Espriu en “La pell de brau” (“La piel de toro”), cuando advertía que, “a veces, es necesario que un hombre muera por un pueblo, pero nunca que todo un pueblo muera por un solo hombre”.

No hay que llegar a la tragedia ni al drama, bástenos con el esperpento, pues no es preciso que muera alguien, basta con ignorarle. Pero ahora ni eso es posible, porque ese hombre se ha vuelto imprescindible.

En este corral de comedias en que se ha convertido el país, el resultado de las elecciones generales del 23 de julio ha dejado constancia del diabólico diseño de nuestro sistema de representación política.

El práctico empate entre los votos del PP y VOX y los del resto, deja dos grandes bloques ideológicos, el de la derecha, homogéneo, y otro heterogéneo e incluso contradictorio, unido sólo por oposición al otro. Son dos bloques formados por aversión hacia el contrario, que se disputan la formación del gobierno teóricamente, porque en la práctica, aunque la diferencia en escaños es pequeña, los números no dan para que gobierne el partido que ha obtenido más votos, que es el PP, porque cuenta con un socio insuficiente, que además suscita el rechazo de otros posibles aliados, mientras el segundo partido en votos, el PSOE, puede contar con más apoyos, condicionados, claro está, para formar gobierno.

Tanto Sánchez como Feijoo se han mostrado dispuestos a someterse a una sesión de investidura, de ahí viene el espectáculo vodevilesco de mucho trajín, con idas y venidas, citas discretas u ostentosas con representantes de otros partidos para tantear las condiciones del posible apoyo. Asunto en que Feijoo lo tiene más difícil, porque su repertorio de posibles “amigos” es muy limitado, pero, hasta hoy, ha tenido la intención de tener un encuentro con Junts, aunque no con el hombre imprescindible.

Aquí tenemos una muestra más del esperpento: el de un dirigente político que oscila, cambia de opinión y trata de hacer ver que se esfuerza por lograr unos apoyos que le están negados. Seguirán las opiniones y los matices sobre el “encaje de Cataluña”, pero, al final, Feijoo no será presidente del gobierno por falta de apoyos, de lo cual él era consciente cuando propuso a Sánchez que le permitiera gobernar un par de años. Entonces ya se rendía, pero le faltaban un par de cañonazos de fogueo para salvar el honor y presentarse ante su partido con los deberes hechos, aunque sin haber confirmado en julio el triunfo de mayo.

Pero lo más esperpéntico del momento es que el gobierno del país depende de los votos de los 7 diputados de Junts, residual partido de la Convergencia del 3%, del clan Pujol, de Prenafeta, de Alavedra, de Millet y Pallerols, que, desde Bélgica, dirige Puigdemont, huido de la justicia por su destacada participación en el “procés”.

El esperpento crece cuando se advierte la escasa representatividad política de Puigdemont, cuyo partido ha obtenido 392.634 votos, el 11% de los emitidos en Cataluña. Pongamos que puede estar respaldado por los 7 diputados de ERC, que representan a 462.883 votantes, más los 98.794 de la CUP, en total 954.311 votos en Cataluña, pero es que el censo general ha sido de casi 25 millones de electores (24.952.000) y España tiene más de 47 millones de habitantes. Ante esas cifras, el poder de Puigdemont parece desmesurado, tanto como sus condiciones, pues insatisfecho con el indulto a los encausados del “procés”, con la supresión de los delitos de malversación y sedición -que es un disparate-, con la puesta en marcha de la ley que permita, en breve, utilizar el catalán, el gallego y el vascuence en el Congreso, exige, ni contrito ni arrepentido, la aprobación de una amnistía antes de la investidura de Sánchez. Dada la discreción con que en el PSOE llevan las conversaciones, no se conoce la respuesta, pero se traslucen la satisfacción y el agradecimiento a Puigdemont por su predisposición al diálogo.

Sigue el esperpento cuando Yolanda Díaz, dirigente de Sumar y vicepresidenta del Gobierno, acude a Bruselas a entrevistarse con el “ausente”, en lo que parece una clara interferencia. Aunque también puede haber ido en una misión exploratoria haciendo de “submarino” de Sánchez.

La peregrinación a Waterloo recuerda la frase de Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, cuando escribe que en Francia “las circunstancias permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”. No somos los únicos, pero no es un alivio.

José M. Roca, 7/9/2023.. El obrero

Allende. Chile (2). El escenario continental

En el contexto de la “guerra fría”, el triunfo de la revolución cubana, en 1959, introdujo una cuña en la zona de influencia norteamericana considerada por Washington como su “patio trasero”.

La victoria del ejército rebelde sobre las tropas de Batista, su títere cubano, fue recibida como una afrenta, pues era intolerable la existencia de un gobierno izquierdista a 90 millas de la costa de Florida. Por tanto, el régimen castrista no debía sobrevivir (en eso no faltaron intentos), ni, en aplicación de la doctrina de “contener el comunismo”, se debía repetir en el continente otro experimento como el de Cuba.

No obstante, tal doctrina no amparaba sólo la lucha política e ideológica contra el comunismo y el pulso geoestratégico con la URSS en los años más tensos de la “guerra fría”, sino la ambición imperial estadounidense sobre América Latina albergada desde principios de siglo, de tal manera que cualquier intento reformista de gobiernos nacionales que perjudicase los intereses de compañías norteamericanas era presentado ante la opinión pública como una amenaza comunista y tratado como un asunto de la seguridad nacional del propio país y de Estados Unidos, como garante continental del orden establecido.

Este fue el caso del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, cuyas reformas chocaron con los intereses de la United Fruit Company (hoy Chiquita Brand), que tenía fuertes lazos con el gobierno norteamericano (John Foster Dulles, secretario de Estado, era accionista de la compañía y hermano de Allen Dulles, director de la CIA).

En Estados Unidos transcurrían los histéricos años de la “caza de brujas” del fanático McCarthy, y para evitar que el país cayera posteriormente en manos del comunismo -las reformas las carga el diablo-, la CIA preparó el golpe de estado del coronel Castillo Armas, que, en 1954, derrocó a Arbenz y dejó el país sometido a una dictadura de décadas.

Washington también apoyó el dictatorial gobierno del general Pérez Jiménez en Venezuela -potencia petrolera-, derrocado en 1958 por un golpe de militares descontentos. Pareja suerte corrió el reformista Juan Bosch, en la República Dominicana, depuesto en septiembre de 1963 por un golpe militar dirigido por el coronel Caamaño.

El brasileño Joao Goulart, que inició reformas en el campo, en la educación y en la sanidad, y con el acercamiento a los países del Pacto de Varsovia quiso mantener un equilibrio entre Estados Unidos y la URSS, fue derrocado en 1964 por el golpe militar del general Castelo Branco, sucedido por el mariscal Costa e Silva, sucedido a su vez por el general Garrastazu Médici y éste por el general Ernesto Geisel, cortados todos por el mismo patrón. Garrastazu apoyó los intentos de Nixon de acabar con el régimen de Salvador Allende.

En Uruguay, el presidente Pacheco Areco (1967-1971) respondió a las protestas populares con el estado de excepción, la ilegalización de los partidos de la izquierda y la censura de prensa, y asistido, por la CIA, desató una feroz represión sobre el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Le sucedió Bordaberry, ultracatólico y ferozmente anticomunista, con un gobierno mixto, cívico-militar, entre 1975 y 1985.

Al otro lado de la frontera, el dictador Alfredo Stroessner, tras llegar al poder con un golpe de estado, gobernaba Paraguay con mano de hierro, en una dictadura que, desde 1954, habría de durar hasta 1989.

Debía quedar claro que ningún gobierno nacional podía atreverse a modificar un ápice la correlación de fuerzas decidida desde Washington. No había, pues, lugar para ensayar terceras vías, ni margen de maniobra para que gobiernos de la burguesía nacional pudieran acometer reformas dentro del capitalismo con un carácter de afirmación nacional y la pretensión de ejercer cierto control sobre una parte sustancial de la riqueza del país. La soberanía real estaba descartada y para las élites sólo quedaba el incondicional y bien remunerado vasallaje, bajo el manto de la seguridad nacional, que amparaba la propiedad privada, sobre todo, la gran propiedad y las inversiones extranjeras, frente a los intentos, que resultarían vanos, además de dolorosos, de repartir de forma más equitativa la riqueza producida.

De tal suerte, América Latina quedaba atrapada por el corsé de las dos vías diseñado por Washington. Una era la Alianza para el Progreso, anunciada por J. F. Kennedy en 1961, cuyo objetivo era hacer innecesario el comunismo, al elevar el nivel de vida de la población mediante el desarrollo económico, la cooperación y la ayuda técnica y financiera. Estaba destinada a los gobiernos amigos, es decir dóciles, pero no necesariamente democráticos. Podían ser hijos de puta, pero eran “sus hijos de puta”, como reconocía el Secretario de Estado, Cordell Hull, refiriéndose al nicaragüense Anastasio Somoza, que, efectivamente, lo era.  

La otra vía, revelada con precisión en informes desclasificados, era la llamada contrainsurgencia, destinada a disuadir a gobiernos tercamente reformistas y a quienes pusieran en duda la hegemonía norteamericana, pero, sobre todo, a combatir los movimientos populares de protesta y autoorganización, a los partidos y sindicatos izquierdistas y, en particular, a los grupos armados y a las guerrillas, mediante una variada gama de “servicios” prestada a los gobiernos para combatir “la subversión”, que iban desde la creación de opinión pública, la agitación, la propaganda, el sabotaje, el caos económico, el cierre patronal, el esquirolaje, los atentados, los secuestros, las violaciones, los asesinatos y las desapariciones, hasta los golpes de estado, si eran necesarios, o la invasión de tropas y mercenarios. 

Este era el escenario continental en el que Salvador Allende pretendió llevar a cabo su ideal experimento, al emprender un camino distinto, democrático y pacífico, hacia el socialismo que rompiera el círculo vicioso acotado por el vasallaje o la dictadura.     

El golpe militar en Argentina, en marzo de 1976, y la instauración del cruento gobierno de la Junta Militar presidida por el general Videla, corroboraron, tras la muerte de Allende, la vigencia de ese círculo infernal. 

Madrid, 12 de septiembre de 2023. El obrero.


 

Allende. Chile (1). El “golpe militar”.

Hace 50 años, una insubordinación del ejército regular derrocó violentamente el gobierno legal y democrático de Chile, presidido por el socialista Salvador Allende.

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 culminó la estrategia de oposición puesta en marcha por las fuerzas reaccionarias, con apoyo privado y gubernamental norteamericano, aún antes de la llegada de Allende al gobierno de Chile en octubre de 1970.

El “cuartelazo”, dirigido por un triunvirato -el vicealmirante José Toribio Merino, el comandante Gustavo Leigh y el general Augusto Pinochet, que lo presidía-, fue muy violento. El palacio presidencial de La Moneda, en Santiago de Chile, fue atacado con aviones mientras los defensores sólo disponían de armas ligeras; allí falleció Allende, junto a otros de sus colaboradores, asesinados por las tropas que conquistaron el edificio. No hubo compasión para los vencidos, ni la habría para sus seguidores a lo largo de muchos años.

La represión militar y policial, ideológicamente justificada por la propaganda anticomunista y la defensa de la patria, y técnicamente bien organizada por la asistencia de la CIA, se dirigió de inmediato contra los seguidores de la Unidad Popular -partidos, sindicatos, asociaciones y movimientos populares-, y contra los lugares desde donde podían hacer frente a los golpistas -universidades, fábricas y barrios obreros-, pero, en poco más de una semana, la sistemática y brutal actuación del ejército sembrando el terror acabó con la resistencia de los trabajadores y de las clases populares rurales y urbanas, que fueron tratadas como enemigos.

Desde entonces, la disidencia al autoritario y restaurador programa de los privilegios de las clases altas chilenas y de los intereses extranjeros, aplicado por la Junta Militar, fue perseguida de forma implacable y, bajo un toque de queda que duró casi diez años, la izquierda, diezmada y, en buena parte, confundida, se vio obligada a realizar su oposición desde la clandestinidad. Hasta el año 1990, en que Pinochet dejó el poder, Chile padeció una cruel dictadura, cuyos efectos políticos y económicos aún se perciben en un país profundamente dividido. 

El ”golpe” de Pinochet no fue el primero ni el último en América Latina, donde los violentos cambios de gobierno han sido frecuentes -la vecina Bolivia ha soportado más de 150 “cuartelazos”-, pero sí tuvo rasgos peculiares, no sólo porque las fuerzas armadas rompieron una tradición que era de las menos intervencionistas de América, aunque su neutralidad y el respeto al régimen democrático era más bien hipotética, sino por la estructura del país y el grado de desarrollo, que era de los más altos de América Latina, y, sobre todo, por el intento del gobierno de izquierda de afirmar la soberanía nacional recuperando fuentes de la riqueza nacional en manos de empresas extranjeras, en particular, inglesas y norteamericanas, para formar parte del sector económico del Estado, en un camino nuevo, democrático y pacífico hacia el socialismo, construido con sucesivas reformas y alejado de la vía armada, que había recibido un respaldo importante en parte de las fuerzas de la izquierda mundial.

El golpe militar en Chile no fue un acontecimiento aislado, sino que formó parte de un proceso que había empezado antes como estrategia de Washington hacia América Latina; confirmó la tendencia imperialista del poderoso vecino del norte y significó el final de un proyecto político alternativo a la vía armada; un experimento violentamente abortado, en definitiva, que aportó también algo nuevo, pero no bueno, que fue la aplicación manu militari del catecismo económico neoliberal, salido de un laboratorio universitario de Chicago y aplicado por diligentes pupilos del profesor Milton Friedman para demostrar a los inversores las ventajas del mercado sin reglas, que era el envoltorio académico con que se hacía presentable el capitalismo salvaje, aplicado con todo rigor sobre la aterrorizada población de un país sometido a un estado de excepción permanente.  

El “tancazo” confirmó la importancia de decisiones estratégicas adoptadas lejos de Chile, en el contexto de la “guerra fría”, y, a la vez, atizó el debate teórico en las izquierdas americanas y europeas sobre las vías posibles para llegar al socialismo; un tema hoy desaparecido de las agendas.

Para entender mejor las circunstancias que rodearon el ascenso y fracaso del programa de la Unidad Popular y los efectos del cuartelazo que acabó con él, es preciso retroceder en el tiempo, porque su historia empieza más atrás, mucho antes del triunfo electoral de la Unidad Popular, y en otro escenario. Lo veremos en la siguiente entrega.

9/9/2023. Para El obrero

 


domingo, 23 de julio de 2023

Memoria y reflexión

Desde que se implantó la llamada jornada de reflexión no he percibido la utilidad de dejar un día de espera entre el final de la campaña electoral y el momento de acudir a las urnas.

Como otros miles de personas, no tengo que hacer reflexiones de última hora para saber a quién votar, porque tengo la mala costumbre de estar informado y reflexionar cada día, lo cual, en este país, no es precisamente saludable, pero ciertos criterios me ayudan a reducir las opciones y preferir a quienes se han preocupado por atender a la población más desfavorecida, a los trabajadores, a las mujeres, a los jóvenes y a los niños. La suerte, que suele ser buena, de las clases acomodadas y poderosas me interesa de modo circunstancial, aunque hay partidos políticos que se desviven por complacer sus deseos.

Prefiero a quienes han mantenido esa tendencia solidaria en sus programas, tengo en cuenta su trayectoria y examino los resultados, pues hay que premiar a los que trabajan y a quienes ayudan; a quienes ponen los intereses generales del país por delante de los de su partido y defienden a sus ciudadanos en los foros internacionales, y castigar sin voto a los que gritan, estorban y denigran al gobierno, al país y a sus instituciones cuando no pueden servirse de ellas; valoro la sinceridad, la lealtad y la honestidad y, aunque soy consciente de que nada es gratis y de que no hay utopías de repuesto en el horizonte, de que nuestros representantes, aun los más afines, son falibles y de que transformar la realidad en un sentido progresista requiere tesón y un gran trabajo, valoro los esfuerzos destinados a construir un país más equitativo económicamente y políticamente más igualitario, y a mejorar la instrucción de la población como base necesaria de la democracia y la libertad.

Con estos criterios se habrá entendido que no puedo votar al Partido Popular, ni, por descontado a Vox, pues desde el mismo día de la investidura se han dedicado a deslegitimar al Gobierno, a dificultar su labor con fanatismo suicida en momentos tan difíciles como la pandemia, alentando una rebeldía tóxica, y en el caso de la guerra en Ucrania, negando, con bulos y falsedades, las medidas encaminadas a paliar sus peores efectos. Un partido que aún retiene, como rehén, al Consejo General del Poder Judicial con el mandato caducado desde hace cinco años, que fue desalojado del gobierno por una moción de censura amparada en una sentencia judicial por corrupción, que arrastra una larga trayectoria de tramas de corrupción, con casos aún pendientes de resolver, que ha utilizado una parte de la policía para sus intereses particulares y fabricar pruebas contra sus adversarios, y que, hoy está dirigido, por un hombre que tiene una amistad probada con un traficante, o un contrabandista, como dice él, no puede ser votado más que por personas ignorantes, crédulas o de su misma clase social.     

Por el otro lado, además de una serie de decretos, el Gobierno ha logrado aprobar 118 leyes durante la legislatura, de ellas 32 son leyes orgánicas. De ese paquete legislativo, promulgado, repito, con pandemia, crisis energética, guerra en Ucrania y una feroz oposición, destaco lo siguiente.  

Las medidas urgentes para mitigar los efectos de la pandemia con los ERTE, para suspender la actividad de las empresas sin provocar el cierre y el despido, ayudando a trabajadores y empresarios, mientras dure la suspensión. Lo que no se le ocurrió a Rajoy en 2012. En abril del 2020 había 3,5 millones de trabajadores acogidos a ERTEs. Vox votó en contra.

La Reforma Laboral no derogó la ley de Rajoy, pero redujo la precariedad y la temporalidad, dio prioridad al contrato fijo y al fijo discontinuo. El PP, Vox, ERC, PNV, Bildu, CUP, Junts y BNG votaron en contra.  

La “Excepción Ibérica”, lograda con Portugal para fijar el precio máximo del gas durante dos años, fue finalmente admitida por la Unión Europea. El PP, Vox, Junts y UPN se abstuvieron. En el PP dijeron que “iba a salir muy cara”.   

La Ley de Sí es sí, como la Ley Trans, han sido dos leyes parcialmente fallidas; dos leyes necesarias, con aspectos positivos, pero mal rematadas, hechas con prisa y mucha alharaca, que han dividido el movimiento feminista y al propio Gobierno. Lo peor de la primera ley ha sido resistirse a cambiarla. El PP, Vox y UPN votaron en contra. A favor de la ley reformada estuvieron el PP, Cs, PNV, PdCat y UPN. En contra: UP, ERC, Bildu, MP, CUP, Compromis y BNG. El PP, Vox, Cs, UPN y FA votaron en contra de la “Ley Trans”.

Otra ley importante ha sido la que revaloriza las pensiones según la tasa del IPC. El PP, Vox, Cs, CUP, UPN, FA y BNG votaron en contra. Tras la subida del 8,5% en 2023, la pensión media está en casi 1.200 euros mes.

La Ley de Memoria Democrática pretende defender derechos de las víctimas de la dictadura y eliminar vestigios del régimen franquista. El PP, Vox, Cs, Junts, CUP, UPN y FA votaron en contra. ERC y BNG se abstuvieron.  

Otra medida ha sido gravar con un impuesto los beneficios extraordinarios de bancos y empresas de energía durante dos años: el 4,8% sobre intereses y comisiones a bancos con ingresos superiores a 800 millones de eu. Y el 1,2% sobre las ventas a las energéticas, si facturan más de 1.000 millones. El PP, Vox, Cs, UPN y FA votaron en contra. Se abstuvieron PNV y PdCat  

Una ley de contenido social, fallida en su aplicación por trámites insalvables en una administración muy deficiente, fue la del Ingreso Mínimo Vital para prevenir situaciones de exclusión. Debía alcanzar 850.000 hogares, unos 2,3 millones de personas y ha llegado 1,8 millones. Oportunidad desperdiciada.

El grave problema de la vivienda merece una ley menos pacata. Modifica la categoría de grandes propietarios desde 10 a 5 inmuebles, proporciona más protección ante los desahucios y limita la subida de los alquileres al 2% en 2023 y al 3% en 2024. El PP, Vox, Cs, PNV, Pdcat, Junts, CUP, UPN, CC y FA votaron en contra.

El Gobierno de coalición -“ilegítimo”, según el PP y Vox- ha tenido algunas sombras. La primera ha sido el estilo caudillista del presidente, la segunda la deficiente información de la labor del gobierno, la tercera la deslealtad de UP y el elevado precio exigido por los apoyos parlamentarios, que en no pocos casos han respondido con un trato vejatorio difícil de soportar. Sánchez ha tragado muchos sapos con unos y con otros.

Entiendo que Marruecos es un vecino molesto y difícil de contentar, pero el giro respecto al Sahara está sin explicar, porque decir que no se ha cambiado de postura es una broma. El PP ha sido muy crítico con este problema, que viene de cuando gobernaban sus papás, sus abuelitos y algunos de los fundadores del Partido, porque cuando se produjo la Marcha verde, la izquierda era ilegal, estaba en la cárcel, en la clandestinidad o en el exilio.

Otra decisión pacata ha sido acabar con la exención de un par de impuestos a la Iglesia, pero mantener el privilegio de no pagar el IBI por sus propiedades, ni el impuesto de sociedades, transmisiones patrimoniales, sucesiones y donaciones.

Se puede entender, como pago de la “factura por colaboración”, el indulto a los independentistas catalanes, pues Cristóbal Montoro decretó una amnistía para defraudadores millonarios; lo que es más difícil de admitir es suprimir el delito de malversación de fondos públicos cuando se destina a facilitar la sedición y, sobre todo, la supresión de este delito, que figura en numerosas Constituciones de países europeos como una defensa de la integridad territorial del Estado. 

Queda ponderar lo hecho, adoptar cierta actitud pragmática, hacer algunos cálculos, elegir la papeleta que más se acerque a lo deseado y esperar que haya suerte. Pero votar.

23 de julio de 2023. El obrero.es

jueves, 20 de julio de 2023

Ciao, Silvio. Hasta nunca

El pasado 12 de junio falleció el conocido empresario y político populista italiano. Ahí van unos fragmentos del artículo “Razones de la victoria electoral de Berlusconi”, sobre su primera victoria electoral y los signos que apuntaban un cambio político en Italia.

El quinto de los factores que explican la victoria de Forza Italia es la conversión de los partidos políticos en máquinas electorales. Para ganar elecciones y gobernar no es preciso que un partido esté presente en el tejido de la sociedad civil, sino que cuente con un grupo decidido de personas, con el dinero necesario -o sea capaz de conseguirlo (uno de los orígenes de la corrupción política) o de endeudarse (con la banca o con quien sea)- y poner en marcha campañas para crear y difundir una imagen y un discurso peculiares.

Si, antes, el partido era una máquina al servicio de unas ideas y los medios de comunicación eran un instrumento más al servicio de ese ideario, ahora, que ya no hay ideas, o al menos grandes ideas, sino que "el medio es el mensaje", como decía McLuhan; y el mensaje es la propia maquinaria funcionando como espectáculo.

Esto es claro en el caso de Berlusconi, donde ya ha desaparecido hasta el partido que utiliza los medios de comunicación, sino que éstos son el partido. Igualmente, se confirma hasta el paroxismo la tendencia de los partidos a ser agrupaciones de notables, pocas personas que manejan muchos medios: en el caso de Silvio Berlusconi el partido se reduce a él, a Tele5 y a las empresas adyacentes que le han permitido montar un "partido" en pocos meses sobre la base de una red empresarial y de un equipo de fútbol.

Como vamos viendo, las citadas tendencias de las sociedades modernas se han convertido en factores que han jugado a favor de Berlusconi: la trivialización de la política, la personalización (Berlusconi es popular por su condición de empresario, amo de la comunicación y presidente del club de fútbol más potente de Italia) y las corrientes neoliberales que abogan por gestionar el Estado con los criterios de una empresa privada.  

Pese a ser un novato en el campo de la política, Berlusconi ha sabido convertir ese obstáculo en un factor favorable apoyándose en un principio esencial del periodismo: el valor de lo nuevo (no de lo mejor) frente a lo viejo, y, ante el descrédito de gran parte de la clase política y el aura que el neoliberalismo ha concedido a los empresarios como buenos gestores y creadores de riqueza, y en la idea de que un empresario lo hará mejor que los políticos profesionales.

Por lo que se refiere a los mensajes difundidos en la campaña electoral, el amo de Tele5 se ha acomodado a los gustos de una audiencia -que él, a través de sus empresas de comunicación y publicidad, ha contribuido a moldear- como si se tratara de vender un producto: ha contado a los italianos las cosas agradables que querían oír.

El nombre de su "partido", tomado de un grito deportivo ("Forza Italia" es algo así como "Aúpa España"), no va destinado al zoon politikón aristotélico, sino a los "tifosi", a los "hinchas", y, en consecuencia, su elemental mensaje, también.

Ante una Italia golpeada por la crisis económica y política, por el paro, atónita ante la extensión del fenómeno de la corrupción y (des)gobernada por un Estado caro e ineficaz, Berlusconi y sus compañeros de coalición -Bossi (Liga Norte) y Fini (Alianza Nacional)-, con un lenguaje exultante que indicaba seguridad en la victoria, han prometido puestos de trabajo (Berlusconi ha dicho que pediría a sus amigos empresarios que crearan un millón de empleos), rebajar los impuestos, una administración más ágil y barata. No han dicho cómo iban a hacerse realidad semejantes sueños, ni han hablado de los costes -eso se deja para la izquierda-; simplemente han prometido.

La manera de presentar tales promesas también ha sido "berlusconiana": nada de apariciones en público -sólo ha aparecido por televisión- ni de entrevistas, ni argumentaciones complejas, ni debates políticos (el único, con Occhetto, en el que éste perdió la ocasión de desenmascarar a Berlusconi) sino monólogos, arengas y disquisiciones de personajes famosos en solitario o la consigna de votar al "padrone" repetida de forma incansable en toda la programación de sus canales de televisión (por ejemplo, la cantante Iva Zanicchi en la versión italiana del programa El precio justo).

Sin embargo, la campaña electoral de Forza Italia ha sido políticamente eficaz, pues, a lo dicho, hay que unir el uso paradójico que ha hecho Berlusconi de viejas ideas con otro envoltorio. El nuevo envoltorio -jovencitas ligeras de ropa, alegría, fiesta, consumismo, luces, música, lentejuelas, concursos y trivialidades- contiene un discurso arcaico: el anticomunismo. Berlusconi y sus socios han aprovechado ese viejo mensaje de la Democracia Cristiana combinándolo con el discurso sobre la privatización de áreas de la vida pública y la exhibición en Tele5 de la vida privada como espectáculo.

No hay comunismo en Italia -la reconversión del Partido Comunista de Italia en Partido Democrático de la Izquierda (Partito Democrático de Sinistra) adaptó la imagen del partido de Togliatti a un contenido que ya tenía-, ni hay comunismo en Europa, pero el mensaje anticomunista sigue dando buen resultado.

En el plano de los hechos cotidianos que conforman el contexto en el que se han celebrado las elecciones, hay que citar un factor decisivo que ha favorecido la victoria de la derecha en Italia: el imparable declive de la izquierda.

J.M. Roca. Iniciativa socialista, invierno de 2003.

Madrid, 14 de junio de 2023

 

Añorado Fraga

Las puntualizaciones de la periodista Silvia Intxaurrondo ante respuestas poco verosímiles de Núñez Feijoo, efectuadas durante una entrevista en RTVE, han suscitado las críticas de varios dirigentes del Partido Popular a la cadena pública y la descalificación de la periodista, que se limitó a efectuar su trabajo con rigor al señalar las incoherencias en que Feijoo, con la desfachatez habitual, incurría ante la audiencia.

Intxaurrondo, que iba bien documentada, fue señalando, de modo respetuoso pero insistente -“No es correcto, señor Feijoo”-, las imprecisiones, la escasa fiabilidad de las fuentes y la vaguedad de los datos que soltaba el entrevistado, así como las contradicciones entre lo que afirmaba y las decisiones adoptadas por el Partido Popular recientemente y en la etapa de Rajoy.

Como ya es habitual, Feijoo no admitió puntualización alguna y solicitó a la periodista que revisase sus fuentes, aunque él no pudo aportar la autoría de las suyas. Más tarde, en las redes quiso salir del paso de modo igualmente poco airoso, pero dada la cantidad de datos falsos, inexactos, ambigüedades y mentiras descaradas que está utilizando en esta larga campaña electoral es probable que se reduzca su credibilidad.

Portavoces del gremio han salido en defensa de Intxaurrondo, que dio una lección de periodismo, mostrando que se había preparado a fondo la entrevista y sabía de qué hablaba, y destacando la importancia de la documentación, de los bancos de datos, de las hemerotecas y los archivos; de la memoria, en definitiva, para situar los sucesos en los procesos y entender algo del mundo donde todo ocurre rápida y confusamente. La memoria se vuelve, así, un instrumento necesario para comprender la realidad y descubrir a los farsantes.  

La mayor parte de las opiniones en defensa de Intxaurrondo se han apoyado en su condición de mujer frente a la prepotencia de un hombre, que, por más señas, aspira a ejercer la jefatura del gobierno, y en su labor profesional en un medio público, al rechazar hacerse cómplice de las fabulaciones de Feijoo aceptando “mercancía averiada”.

Como otros dirigentes del PP, Feijoo está habituado a contar con el beneplácito de periodistas serviles en medios privados y a disponer de los medios públicos a su alcance para sus necesidades políticas, como se percibe en los medios autonómicos -Telemadrid es un caso ejemplar- y en RTVE en cuanto llegan al gobierno, por eso le sorprendió que una periodista rehusara complacerle aceptando sin resistencia sus falsedades y contradicciones.

Y es que en el PP añoran la Ley de Prensa de 1966, promovida por Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, uno de los fundadores de Alianza Popular (el actual PP).

Aquella ley reemplazaba a la de Serrano Suñer, elaborada en 1938, que respondía necesidades de la guerra al controlar la información para organizar las fuerzas, impedir la resistencia en el territorio conquistado, neutralizar la propaganda enemiga y difundir la propia.

La “ley Fraga”, un signo de la España en desarrollo y los años de la “apertura” (con los partidos y sindicatos de la izquierda en la cárcel o en la clandestinidad, y la oposición republicana en el exilio), eliminaba aspectos arbitrarios de la ley Suñer, como la censura previa, pero no la posterior revisión de lo publicado, con las consiguientes sanciones si se apartaba del ambiguo “espíritu” de la ley. Sería largo poner ejemplos de su aplicación, pero en los dos primeros años de vigencia se incoaron 339 expedientes de sanción y 180 de ellos acabaron en multas o suspensiones. Las multas, el secuestro y cierre de publicaciones y la persecución de periodistas continuaron después de la muerte de Franco, y ahora se perciben tendencias preocupantes en el mismo sentido en los nuevos gobiernos autonómicos y municipales del PP y Vox. Añoran a Fraga y su ley.

Hubo machismo en la actitud de Feijoo como hombre, pero también mucho clasismo como dirigente del PP; un partido político cuyos militantes no olvidan jamás que los intereses de su clase social están antes que cualquier otra cosa, antes, incluso, que los de España, el país que dicen representar en exclusiva. Si esto se tiene claro, se entiende mejor la trayectoria de los “populares” o, mejor dicho, de los “populistas”, que es lo que son.  

Los dirigentes del Partido Popular tienen la idea de que España les pertenece, por historia, por religión -España, siempre católica- y por conquista, y metida en el tuétano está la mentalidad del propietario, del señorito, del amo del cortijo, que dispone a su antojo -en “blanco” o en “negro”, en la caja A o en la caja B- de sus propiedades y de quienes habitan en ellas en la gañanía.

Para el PP, España está dividida en dos grupos sociales de distinto tamaño y desigual función: el reducido de los amos, la clase política y económicamente dirigente, la clase acomodada, los verdaderos españoles, o sea, la “gente de bien”, y los demás, el amplio grupo de los sirvientes, de los empleados, como la doncella, la cocinera, el chofer o el jardinero, que cumplen funciones subalternas en distintos campos de la actividad económica, y entre ellos están los periodistas.

En la actitud de Feijoo ante Intxaurrondo se percibe al cacique, al amo que no admite que puede estar equivocado ante un sirviente, al que le pide que rectifique, porque él, que pertenece a la “gente de bien”, no se equivoca ni tampoco miente. Pero eso, “no es correcto, señor Feijoo”

19 de julio de 2023. El obrero.es

El viejo (y escorado) topo

 Hoy he recibido el siguiente mensaje:

Lily Hughes ljhughes@edic.es                            19 de julio de 2023, 16:11

Para: José Manuel Roca

Buenas tardes, José:

De entrada, agradecerle su interés en publicar en El Viejo Topo.

Sin embargo, debemos declinar su publicación. La idea de las dimensiones simbólico-ideológicas y los modelos culturales en pugna es ciertamente sugerente, pero el artículo supera ampliamente la extensión prescriptiva. Asimismo, la guerra en Ucrania es asunto que ya ha sido bastante tratado en las páginas de la revista, por lo que procuramos priorizar otro tipo de fenómenos y escenarios.

Quedamos atentos a cualquier otra propuesta.

Un cordial saludo, Lily J. Hughes

Equipo El Viejo Topo

www.elviejotopo.com

Es la respuesta al artículo "¿Guitarra eléctrica o balalaika? Ucrania y la guerra cultural entre Rusia y Estados Unidos", que tiene 18 páginas (es una ampliación del publicado en Trasversales nº 63, junio de 2023, mucho más corto). Lo envié con poca esperanza en que lo aceptaran, porque la revista está escorada del lado de Putin. Todas las colaboraciones sobre el tema, que son muchas, van en el mismo sentido.  

Impasible el ademán

 Después de conocer la opinión de acreditados analistas políticos, de ver la satisfacción en las filas del PP, el desconcierto en las del PSOE y en la izquierda, y la evolución de las encuestas, donde la derecha mejora sus posiciones con rapidez, hay que admitir sin paliativos que Feijoo no sólo venció a Sánchez en su encuentro, sino que salió de allí convertido en un caudillo, lo que ha provocado la exultante “salida del armario” de muchos seguidores hasta ahora discretos para mostrar públicamente la inconsistencia de su memoria o las carencias de su formación democrática.

Feijoo, en efecto, ganó, pero, ¿qué ganó? ¿Y qué ha ganado la ciudadanía?

En apariencia, venció en un debate televisado, pero no hubo tal, porque no fue allí a debatir, sino a enredar para impedir que hubiera un debate, es decir un intercambio de ideas fundado en razones y datos, sobre un asunto de interés común, que es la situación de este país y su inmediato futuro.

No había la misma intención, ni, por tanto, el mismo lenguaje, las mismas fuentes de referencia, españolas o extranjeras, ni siquiera parecía que se hablara del mismo país. Uno es el país real, que va superando la situación anterior, en un difícil contexto internacional, con el precio de la energía disparado ya antes de la guerra en Ucrania, más lo que ésta ha supuesto para la economía general, tras los dos años de pandemia, a lo que se deben añadir los efectos negativos para las clases subalternas del largo mandato de Rajoy (7 años), del que una parte importante de la población con menos recursos aún no se ha recuperado, esa, parte que cita Feijoo en sus intervenciones y cuya suerte Sánchez ha tratado de mejorar, que es lo que duele en el PP, un partido que practica la lucha de clases de suma cero.  

El otro es el país imaginario a punto de deshacerse -España se balcaniza otra vez (debe ser la cuarta)-, por las concesiones del “gobierno ilegítimo” a los partidos nacionalistas, por la presión del feminismo y una situación económica catastrófica, desmentida por los datos del Banco de España, la Unión Europea y la OCDE; por los beneficios empresariales, la elevada tasa de ocupados, por una inflación que disminuye, por una economía que crece y por un gobierno que cuenta en Europa como Rajoy hubiera querido hacerlo. Y como Feijoo, si tiene suerte, será incapaz de emular.

Se debe reconocer que presentar de modo verosímil una imaginaria situación catastrófica es un trabajo laborioso que requiere mucha fantasía y, a la vez, aplomo para mentir sin delatarse. Y eso Feijoo, autotitulado campeón de la verdad, lo hace bien, pues tiene una larga trayectoria en Galicia y un estilo propio que lo distingue de las otras aplicaciones del Libro de Estilo del PP: por ejemplo del tono tabernario de Hernando, Pujalte o Barberá, del circense de Floriano, el surrealista de Rajoy, el curil de Camps, el cínico de Cospedal, el balbuceante de Ana Mato, el altanero y nobiliario de Aguirre, el viperino de Ayuso, el bufonesco de Almeida, el falsamente políglota de Ana Botella, el artificioso de Gamarra con el rictus de una sonrisa cuadrada, el crispado de Casado y el cuartelero de Aznar, que no habla, sino que regaña.

El estilo de Feijoo es diferente, frío o más bien estólido y sin alterarse -impasible el ademán-, recita con firmeza la letanía de falsedades y bulos acumulada en la legislatura, salpicada por continuas acusaciones a Sánchez de mentir.

En su discurso, llamémoslo así por referirnos a algo, no existen ni el tiempo ni el espacio, ni el contexto, ni los cambios de coyuntura, ni el grado de las cosas; ni los datos, las estadísticas o las hemerotecas. El suyo es un mundo quieto ante un decorado catastrófico en una fotografía que muestra un país en blanco y negro, de buenos y malos -España o Sánchez-, que priva de nacionalidad a la mitad de los habitantes, que es lo que quieren hacer los nacionalistas en sus regiones. Es un país con el reloj parado a conveniencia, examinado desde una tertulia de casino en Galicia o desde el yate de un amigo peligroso, con la indolencia de un cacique provinciano que vela por los intereses de la gente de bien.

Feijoo y el PP, por el momento, van ganando, pero ¿qué va ganando? Va ganando la desinformación, la desconfianza, la confusión, la sospecha sobre lo no sea políticamente afín al PP (o Vox, como socio), la falta de responsabilidad por lo que se afirma, el deterioro de las instituciones representativas por acusaciones vertidas sin prueba -si no ganamos es que hay fraude electoral; falta un millón de votos emitidos por correo; el Gobierno impide la renovación del Consejo General del Poder Judicial-, que es una vieja táctica en su trayectoria populista, de destruir lo que no puede utilizar a su antojo.  

Desde los bancos de la oposición se ha sembrado crispación y odio creciente, y que todo vale para echar del gobierno a un “enemigo” de España. Gana una forma de hacer política a base de falsedades, con ardides y trampas de trilero, en vez del debate abierto, que ofrezca a los votantes la máxima información de lo hecho, lo que queda por hacer y el programa que se ofrece como alternativa, con el fin de que, debidamente informados, elijan el programa de su preferencia con razones, no sólo con emociones y el visceral rechazo a los contrarios.

Va ganando la manipulación de las palabras, la erosión de conceptos esenciales del régimen representativo, la perversión del lenguaje y la actitud crispada que hace imposible el debate, el descubrimiento de la verdad, la separación de lo falso, la detección del error; es decir, se ensalza lo falso como conveniente, la mentira se convierte en necesaria para desgastar al Gobierno, en lo aconsejable para llegar a gobernar, y, en resumen, en lo bueno para la política, como si se pudiera gobernar de forma democrática sobre perpetuas mentiras, o lo que es lo mismo, ignorando la realidad, que es lo propio de las dictaduras.

Así seguirá Feijoo, impasible el ademán, hasta el día 23, sin que sepamos mucho de su programa, aunque sí sobre sus intenciones de volver atrás, siempre atrás, derogar lo hecho y bajar los impuestos, que es la medida milagrosa, en crisis y sin crisis, con pandemia y sin pandemia; bajar siempre los impuestos directos y proteger los intereses de las clases altas.

Aquel día, Sánchez tuvo una mala noche; Feijoo la tuvo buena: iba bien adiestrado y aplicó con eficacia la probada táctica de mentir sin pausa ni rubor, para cargar al contrario con el enojoso trabajo de desvelar los embustes.

Aquella noche, Sánchez fue cortés y aguantó hasta el final la ofensiva de un indocumentado. Fue demasiado generoso. Yo me hubiera levantado a los cinco minutos y acabado con la farsa, dejando allí al trilero y a sus patrocinadores.

 

Jmr. 16 de julio, 2023. Para el obrero.es

viernes, 14 de julio de 2023

El triunfo del trilero y lo que quedó en el tintero

Como sigo desde hace tiempo la tramposa trayectoria del Partido Popular y conozco sus malas mañas, su afición a mentir y a embarullar las cosas para ocultar los perniciosos efectos de sus actos, creo que es perder el tiempo intentar razonar con trileros. A veces no queda más remedio que hacerlo, pero, si se acepta el envite, no conviene olvidar que se trata de trileros.

El “debate” entre Sánchez y Feijoo fue penoso, aburrido, confuso y casi imposible de celebrar, porque no había un terreno firme sobre el que debatir. Los reproches cansaron, las interrupciones molestaban y las inexactitudes y el batiburrillo de brocha gorda ofendió a quienes esperaban ser informados con seriedad para decidir su voto con razones, no con emociones. 

Con el habitual estilo populista y pendenciero, utilizado por el PP desde hace cuatro años, Feijoo, crecido y marrullero, desde el primer bloque se esforzó por negar la situación económica con un chorro de tópicos, consignas, mentiras, medias verdades y datos de padre desconocido, mezclando nombres y fechas, en un desordenado aluvión del que no pretendía obtener respuesta, sino impedir la exposición de Sánchez y, por tanto, el debate en sí mismo. Como no estuvo prevista por parte de los organizadores del debate una información que corroborara o desmintiera la que allí se decía, lo que quedó fue una confusa mezcla de afirmaciones y negaciones, de las cuales se recuerdan las que más se repitieron. El ritmo del debate impuesto por Feijoo impedía responder a sus simplezas con respuestas largas y complejas por parte de Sánchez, que estuvo poco lúcido. Pero hay datos que niegan la catastrófica situación económica que constituye uno de los ejes del recetario de Feijoo.

Según Onda Cero, que no parece una emisora sospechosa de sanchismo, la Unión Europea elevó en mayo el crecimiento económico al 1,9% en 2023, cinco décimas más de lo previsto, que atribuyó a los precios más bajos de la energía, al mercado laboral y a la inversión de los fondos de recuperación, que el PP ha tratado de boicotear en Bruselas. ¡Estos patriotas! Y redujo la inflación anual al 4% en 2024. También es cierto que Bruselas advirtió que el déficit no será del 3%, sino del 3,3%. El año pasado acabó con un déficit del 4,8% del PIB, por debajo del 5% pactado con Bruselas.

En mayo la inflación de moderó al 3,2%, la tasa más baja desde julio de 2021, sobre todo por el abaratamiento del combustible y la moderación parcial del precio de los alimentos por la rebaja del IVA, aunque la inflación subyacente está en el 6,1%.

En junio, el Banco de España situó en el 2,3% la previsión de crecimiento en 2023, la inflación en el 3,2%, el paro el 12%, el déficit -3,8% y la deuda 109% del PIB; datos similares en 2024, con ligero descenso del paro 11,5%. Y en los próximos dos años, menor crecimiento del PIB, en torno al 2,1%, pero bajada de inflación al 1,8% y la subyacente 1,7%; ligero descenso del paro 11,3%, pero aumento del déficit 4% y de la deuda 108% del PIB. La tendencia no es ni mucho menos catastrófica, como sostiene el PP.

La OCDE también ha revisado al alza la previsión de crecimiento para España en 2023 (2,1%) y 2024 (1,9%), que en la zona euro es de 0,9% y del 1,5% respectivamente. Respecto a la inflación, estima el 3,9% en 2023 y 2024, y para la zona euro 5,8% y 3,2%, pero da las siguientes cifras para otros países: Reino Unido 6,9% en 2023, 2,8% en 2024, Italia 6,4% y 3%, Alemania 6,3% y 3%, Francia 6% y 3%, respectivamente. Es de notar que alguna repercusión ha tenido la “excepción ibérica” en el precio de la energía sin que Feijoo haya podido probar por qué sale más cara, según su táctica de negar la realidad y acusar de mentir a quien aporta pruebas de sus falsedades. Pero hasta ahora, ni el Banco de España, ni el INE, ni Eurostat, ni la OCDE ha confirmado que España haya entrado en recesión. Es cierto que la inflación ha golpeado a los hogares más vulnerables, pero en 2022 la pobreza se rebajó hasta el nivel previo al covid. Y el consumo de alimentos remontó el 2,7% en 2022. Hay datos referidos a otros sectores de la población que desmienten las profecías de Feijoo, como el aumento en la venta de coches en los últimos seis meses, con más de 100.000 coches matriculados cada mes, una cifra alarmante desde la perspectiva de su incidencia sobre el cambio climático, que Feijoo y Vox niegan, siguiendo los consejos del primo de Rajoy. Por cierto, también se quedó en el tintero recordar la ayuda de 2.300 millones de euros al sector del automóvil, cuyo mercado, pese al aumento, está un 27% por debajo de la etapa previa a la pandemia. Otro dato, sesgado, claro está, porque hay mucha gente que no puede viajar, es el aumento del número de viajes: 32 millones de viajes en el primer trimestre de 2023, un 16% menos que en 2019, pero un 32% más que en 2022, con un aumento del gasto del 12%, según el INE. El gasto ha subido el 76% sobre el de 2022 en los viajes al extranjero, mientras que fue del 16% en los viajes nacionales.

Feijoo aludió a la cifra del desempleo, que es alta: 2.739.000 parados, según el Ministerio de Trabajo, pero olvidó decir que, al acabar la legislatura de Rajoy en 2015, había en España 4,8 millones de parados, el 22% de la población activa, de los cuales 1,4 millones llevaban parados más de tres años y que sólo 1,3 millones percibía alguna ayuda. Entonces no hubo ningún paliativo como el actual fondo de la UE para los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), que ha impedido el cierre de muchas empresas y salvado 4 millones de empleos. En mayo, España alcanzó 20,8 millones de empleos, aunque no puedo aportar la cifra de discontinuos, que tanto preocupa a Feijoo; él tampoco dijo cuál era.

Se debe añadir que las medidas de austeridad aplicadas por el gobierno de Rajoy provocaron el desplome de tres millones de personas, que perdieron la posición social que tenían antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, que, por cierto, Feijoo citó de pasada atribuyéndola a Zapatero, en una de esas letanías admitidas que conforman el credo de la derecha.

La crisis inmobiliaria le estalló a Zapatero, pero fue creada por Aznar, que con mucha prisa, por medio de un decreto sobre liberalización del suelo, de junio de 1996, y la ley de 1998, que convertía todo el suelo en prácticamente edificable que facilitó la expansión inmobiliaria, que las cajas de ahorros, muchas de ellas manejadas por gobiernos autonómicos, y algunos bancos contribuyeron a financiar, solicitando a la banca europea, en particular, a la alemana, el capital del que carecían para poderlo prestar en España.

El resultado lo sabemos: 66.000 millones de euros de dinero público para sanear las aventuras de los bancos, 23.000 millones para Caja Madrid-Bankía, dirigido por Miguel Blesa, el hombre de Esperanza Aguirre, y por Rodrigo Rato, colega de Feijoo, y fundación del banco malo -SAREB-, con el que el Estado, es decir todos los españoles, se hace cargo de los bienes que los bancos no pueden enajenar. Y todo ello, sin pedir a los banqueros nada a cambio. Todo, es de suponer, por el bien de España o, mejor dicho, por el bien de la gente de bien.

Continuará.

11 de julio de 2023, para FB.