Como
si el clima político no estuviera bastante enrarecido, a la respuesta que la
prensa, asociaciones civiles y entidades sindicales y patronales dieron hace
pocos días a la demora del Tribunal Constitucional en emitir la sentencia sobre
el nuevo Estatuto catalán, hay que añadir la oficiosa consulta sobre la independencia
celebrada en 166 municipios de Cataluña.
En
el Partido Popular la han tomado como una intolerable presión sobre este Tribunal, como si
la decisión de recurrir el Estatut no
hubiera sido suya, y las maniobras para impedir la renovación de los miembros del
Constitucional que han agotado su mandato les fueran ajenas.
Doña
Cospedal ha echado la culpa -¿y cómo no?- al PSOE por permitir la consulta.
Según ella, Montilla debería haber enviado a los mossos d’esquadra para impedirla, y así conseguir que los
nacionalistas le organizaran un follón a Zapatero, que aprovecharían los del PP
para montarle otro. Pero dejando al margen la legalidad -¿se podía impedir o
prohibir, y convenía hacerlo?- que ampara unas consultas promovidas por
asociaciones particulares, el resultado no es como para tirar cohetes.
La
convocatoria, siguiendo a la de Arenys de Munt, había suscitado el apoyo de los
partidos nacionalistas catalanes. A CiU, salpicada por la corrupción del caso
“Pretoria”, le convenía no desmarcarse de la iniciativa, y a ERC le venía bien
un poco de radicalismo para hacer olvidar sus extravagancias en el Gobierno Tripartito
y, sobre todo, su oposición a la aprobación al Estatut tal como quedó tras su paso por las Cortes. Ante aquel
refrendo, en ERC hicieron campaña por el NO, con el lema “Cataluña merece más”,
y Carod señaló que la aprobación del Estatut
suponía el triunfo moral del PP. Pero parece que ahora empieza a gustarles. Lo
mismo le ocurrió al PP con la Constitución, que la mitad de los 16 diputados de
Alianza Popular no la respaldó en el Congreso, pero después se han convertido
en sus más celosos guardianes, tanto que la tienen secuestrada.
A
pesar de los sesgos introducidos, como la elección de las zonas -las más
proclives al soberanismo-, el tamaño de los municipios -no son grandes
concentraciones urbanas ni capitales de provincia- y la edad -permitía votar a
partir de los 16 años-, y de lo engañosa que era la pregunta -¿Está usted de acuerdo en que la Nación Catalana
se convierta en un Estado de derecho independiente, democrático y social,
integrado en la Unión Europea?-, que en realidad son dos, y una de ellas,
tramposa, porque coloca la voluntad de los votantes catalanes por encima de la
de los demás ciudadanos de la Unión Europea-, los resultados de la consulta
sobre la independencia son bastante modestos.
El
Sí ha obtenido el 94% de los votos, pero de las casi 700.000 personas convocadas,
ha acudido a votar el 27% (190.000). La consulta se ha celebrado en 28 de las
41 comarcas y en 166 de los 946 municipios de Cataluña, pero en ninguna
capital de provincia.
Para
rebajar la frustración se ha indicado que la consulta respondía a una iniciativa
ciudadana y que no era vinculante, pero quizá por esa razón se podía haber
esperado más participación, puesto que se podría haber convertido en una gran
demostración de voluntad soberanista sin graves consecuencias políticas.
Si,
como ejercicio retórico, comparamos el resultado de esta consulta con los de
refrendos anteriores, comprenderemos la frustración de los convocantes.
En
el referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978, la participación en
Cataluña fue del 68% y el apoyo a la Constitución fue del 61% sobre el censo y
del 91% sobre el voto emitido. En el refrendo del 25 de octubre de 1979, la
participación fue del 59% y el apoyo al vell
Estatut de Sau fue del 88% de los
votos emitidos. En el referéndum del 18 de junio de 2006, la participación fue
del 49% y el apoyo al nou Estatut fue
del 71% de los votos emitidos. El No recibió el 21%.
A
pesar de las cifras, la plataforma organizadora de la consulta ha anunciado que
solicitará al Parlament la celebración
de un referéndum el próximo 25 de abril. Comienza, así, el previsible camino de
reclamar la celebración de nuevas consultas.
Nos espera el futuro de
Quebec. Y faltan los toros.
Nueva Tribuna, 29-9-2010.
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