domingo, 29 de enero de 2017

Trump V. Gobierno

Good morning, Spain, que es different

Está muy lejos de representar a la población de Estados Unidos un gobierno de hombres blancos y millonarios, cuyas fortunas suman en conjunto 14.500 millones de dólares. Lo que equivale a la riqueza de los 43 millones de hogares  más pobres de Estados Unidos. (“El gobierno más blanco, rico y masculino”, Silvia Ayuso, El País, 20-1-2017). 
Las mujeres y los hombres no blancos son la excepción. Lo que dice bastante de las personas que merecen la confianza de Trump y, por si hiciera falta, ofrece pistas sobre sus verdaderos objetivos.
Nikki Haley, gobernadora de Carolina del Sur, representará a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde tiene poder de veto como miembro permanente. La Secretaria de Educación ha sido confiada a Betsy DeVos, una millonaria de Michigan, partidaria de la educación concertada, y la Secretaría de Transporte, a Elaine Chao, mujer de origen chino (Taiwan), que fue Secretaria de Trabajo con G.W. Bush (jr.).
La otra excepción es el neurocirujano afroamericano Ben Carson, que ocupará la Secretaría de Vivienda y Desarrollo Urbano. Ninguna mujer ni persona no blanca ostentarán un cargo tan importante como la Secretaría de Estado, que desempeñaron Colin Powell o Condoleeza Rice con G. W. Bush (jr.).
Rex Tillerson, presidente de Exxonmobil, dirigirá el departamento de Estado. El abogado Reince Priebus, con experiencia política, será el jefe del Gabinete, y el cargo de Jefe de Estrategia ha recaído en Steve Bannon, autotitulado Darth Vader, un hombre enemistado con los medios de información (deberían tener la boca cerrada; los medios son la oposición) y fundador de la web Breitbart News, un canal que alimenta los sueños de la derecha radical.
El general James Mattis -“Perro loco”-, con experiencia en Iraq y Afganistán, será el Secretario de Defensa, y el general retirado Michael Flynn, conocido por su islamofobia y su afinidad con la Rusia de Putin, Asesor de Seguridad Nacional. Mike Pompeo, antiguo oficial de la marina y miembro del Comité de Inteligencia del Congreso, a donde llegó apoyado por el Tea Party, es el nuevo director de la CIA, en tanto que James Comey se mantiene como director del FBI. John Kelly, general retirado del Cuerpo de Marines, ocupa la Secretaría de Seguridad Interior.
Jeff Sessions, el senador que rechazó la legislación contra la tortura y no pudo ser juez por sus chistes racistas, será Fiscal General.
Nadie parece más indicado para dirigir la Secretaría de Energía que el ex gobernador de Tejas, Rick Perry, el hombre que en 2011 propuso eliminar ese departamento. El nombramiento del Director de la Agencia de Medio Ambiente va por el mismo camino, pues el ultraconservador Edward Scott Pruitt, niega que exista el cambio climático y ha bloqueado los intentos de Obama de luchar contra el calentamiento. Sigue esta paradójica línea el nombramiento de Tom Price, médico retirado contrario al aborto y adversario de la reforma sanitaria de Obama, como Secretario de Salud.
La Secretaría de Comercio ha recaído en el millonario y tiburón financiero Wilbur Ross, cuya fortuna se estima en unos 2.500 millones de dólares. Otro “vecino” de Wall Street, es Steven Mnunchin, con una dilatada carrera en Goldman Sachs y un fondo de inversión propio, será el Secretario del Tesoro. Ha prometido bajar los impuestos. Otro hombre de Goldman Sachs, Gary Cohn, será el director del Consejo de Economía Nacional.
El presidente de Blackstone, el fondo de inversiones más importante del mundo, Stephen Schawarzman, estará al frente de un foro creado por Trump para asesorarle en asuntos estratégicos. Y queda, finalmente, el puesto de asesor personal de Trump, cargo confiado a Jared Kushner, empresario inmobiliario, con una fortuna de unos 200 millones de dólares, y editor de The New York Observer, que ha sido uno de los cerebros de la campaña electoral. Es el marido de su hija Ivanka.






sábado, 28 de enero de 2017

Trump (IV). Votantes

Good morning, Spain, que es different

El resultado electoral ofrece un mapa complejo que rompe las identificaciones fáciles con los partidos hegemónicos, demócratas y republicanos, por niveles de renta o razones de etnia, género, religión, clase o estatus social y aún por zonas geográficas, ya que los republicanos han conquistado estados como Wisconsin, Michigan, Iowa, Ohio y Pensilvania, que, en la zona industrial de los grandes lagos y el nordeste, han sido viveros tradicionales de los demócratas, junto con los estados del Pacífico, del nordeste y la costa del Atlántico hasta Carolina. 
Hillary Clinton ha ganado en las zonas de mayor concentración urbana con un porcentaje alto (85%) y en las ciudades con más de un millón de habitantes, pero en las ciudades medianas y pequeñas y en las zonas rurales ha ganado Trump.
Una encuesta a pie de urna (The New York Times/El País, 11-11-2016) indica que Trump ha recibido el voto del 58% de personas blancas, el 8% de negras, el 29% de hispanas y el 29% de asiáticas, mientras que el voto de Hillary Clinton procede del 37% de blancos, del 88% negros, del 65% de hispanos y del 65% de asiáticos. Por sexos, Trump ha recibido el 53% de votos masculinos y el 42% de votos femeninos, mientras que Clinton invierte el porcentaje: 54% mujeres y 41% hombres. En relación con este dato, Trump ha recibido el 58% de votos de hombres casados, el 47% de mujeres casadas y el 33% de mujeres solteras, mientras H. Clinton ha recibido el 62% del voto de mujeres solteras, el 49% de mujeres casadas y el 37% de hombres casados. La diferencia es abrumadora en lo que respecta a las minorías sexuales (LGTB): 78% Clinton, 14% Trump.
Por confesiones, el mayor porcentaje de votos de creyentes es para Trump: 81% evangélicos, 58% otros protestantes y 52 % católicos, en tanto que H. Clinton ha recibido el apoyo del 71% de judíos y un 68% de agnósticos. Por estudios, Trump ha recibido el 51% y el 52% de votantes con estudios básicos y bachillerato, H. Clinton el 45% y 43% respectivamente, pero un 49% de universitarios y 58% con estudios de posgrado (45% y 37% Trump); la diferencia se acentúa con personas no blancas: el 71% de universitarios no blancos y el 75% de no blancos no universitarios han votado por Clinton.
Según esta encuesta, no hay gran disparidad de ingresos entre sus votantes: los que ganan menos de 50.000 dólares anuales han votado el 52% por H. Clinton y el 41% por Trump; en los que ganan más de 100.000 dólares al año las preferencias son: 47% H. Clinton, 48% Trump. Según otro estudio, el 20% de los votantes con ingresos inferiores a 30.000 dólares al año ha votado a Trump.
Más claridad ofrece la opinión sobre su situación económica respecto al año pasado: el 72% de los votantes de Clinton afirma estar en mejor situación que en 2015, opinión que sólo comparte el 24% de los votantes de Trump. Y al revés,  el 19% de los votantes de Clinton dice estar peor, mientras esta opinión se dispara al 78% en los votantes de Trump.
El mayor interés de los votantes de la ex senadora está en la política exterior (60%) y en la marcha de la economía (52%), la preocupación de los votantes de Trump está en la inmigración (64%) y el terrorismo (57%). La cualidad más apreciada en un dirigente es que pueda traer un cambio, según el 83% de votantes de Trump; que tenga experiencia, en el 90% de votantes de Clinton.
Trump ha obtenido los mayores apoyos en los pueblos y ciudades pequeñas, en la América interior, aislada, en pequeñas comunidades rurales con predominio de población blanca, cerradas sobre sí mismas, en las que se recela del exterior y de los forasteros, cuyos habitantes describe John Carlin (El País, 14-11-2016) de esta manera: Suelen ser amables en el trato, gente religiosa y honesta, decente dentro de su reducida órbita social. Pero, tras sentarme a hablar con ellos un rato siempre he reaccionado con la misma perplejidad: ¿cómo es posible que hablen el mismo idioma que yo en casa? Sus palabras me son familiares pero sus circuitos cerebrales operan de otra manera. Son gente de fe simple, ajena a la ironía; gente que elige sus verdades no en función de los hechos sino de sus creencias o prejuicios; gente que vive lejos de los océanos y del resto del planeta Tierra, al que tiene miedo. Nunca he tenido una sensación similar de desconexión en Europa, África o América Latina. Sólo en el interior de Estados Unidos.






viernes, 20 de enero de 2017

Trump (III). “Fort Trump”

Good evening, Spain que es different

A estas horas, la persona menos indicada para gobernar un pueblo pequeño habrá llegado a la presidencia del país más poderoso del mundo.
Trump, un magnate, es un personaje socialmente atípico, que está muy lejos del ciudadano medio norteamericano y aún lo está más de esas clases humildes que él se ufana de defender.
Representa el triunfo del hombre blanco, podría decirse que del hombre blanco, rico, individualista y arrogante, además de misógino, racista, xenófobo y faltón, pero, sobre todo, el éxito del oportunista.
Llega desde fuera del ámbito político, de la élite política denostada por él, y avalado por su experiencia personal como empresario en el sector inmobiliario, una jungla particular dentro de la ley de la selva del capitalismo salvaje, ha demostrado que en su concepción de la política todo vale para ganar.
Su nula experiencia política y su soberbia le llevan a creer que puede gobernar Estados Unidos como si fuera una de sus empresas, pero una empresa que puede quebrar, pues tiene varias quiebras en su haber, y que además no paga impuestos. Ese es el experimental modelo que aguarda a los norteamericanos (y al resto del mundo).
Trump percibe el declive económico y político norteamericano y la configuración un orden internacional distinto, surgido de la progresiva ruptura de la bipolaridad de la segunda postguerra y de la emergencia de nuevos y potentes actores. Pero, en vez de admitir que tal configuración no puede estar dirigida sólo por hombres blancos occidentales y que son imprescindibles los tratados multilaterales para atender a desafíos que ya son mundiales, entre ellos el cambio climático, Trump sueña con restaurar la hegemonía industrial y militar de EE.UU. de los años cincuenta y, paradójicamente, regresar al aislamiento.
Ha vuelto a poner al día la posición de G. W. Bush jr. y los neocons de no respetar las instituciones internacionales (“Gracias a Dios, la ONU ha muerto”, afirmaba Richard Perle, en 2003) para poder actuar soberanamente y establecer tratados bilaterales desde una posición de fuerza y, a la vez, rearmarse aumentando el presupuesto del Pentágono.
Afirma que quiere hacer unos Estados Unidos más grandes que nunca, pero, en la práctica, su orientación política es la contraria, pues concibe un país más pequeño y cerrado sobre sí mismo, como un fortín de verdaderos rostros pálidos -“Fort Trump”-, acorralado por un tropel de demócratas, progresistas, mejicanos, feministas, soldados veteranos, negros, hispanos, inmigrantes, musulmanes, minusválidos, funcionarios, ecologistas, pacifistas, beneficiarios del Obamacare, empresarios desindustrializadores, yihadistas, periodistas, artistas de Hollywood y burócratas de Washington, seguidos por el resto del mundo, menos Putin y Marine Le Pen.
El nuevo mandatario del país aún más poderoso del planeta percibe el orden internacional con los infantiles ojos de un lector de tebeos, seducido por un híbrido personaje formado por Astérix, Superman y el general Custer. 

El tesón de Secondat

"He empezado muchas veces esta obra para abandonarla después; he lanzado mil veces al viento las hojas que ya tenía escritas; sentía caer todos los días las manos paternas; perseguía mi objeto sin formarme un plan; no conocía aún las reglas ni las excepciones; encontraba la verdad y la perdía al momento. Pero cuando descubrí mis principios, todo lo que andaba buscando vino a mí y durante veinte años he visto cómo mi obra empezaba, crecía, avanzaba y concluía". 
Montesquieu, "Prefacio", Del espíritu de las leyes, Barcelona, Orbis, 1984.

jueves, 19 de enero de 2017

Trump (II). Ganar como sea.

Good morning, Spain que es different

En virtud de un complejo, injusto y anticuado sistema electoral, Donald Trump, con 62.980.000 votos populares y 304 votos electorales recibidos, 241 diputados en la Cámara de Representantes y 52 senadores, resultó vencedor en las elecciones del pasado noviembre y se ha convertido en el 45º Presidente de los Estado Unidos.
Hillary Clinton perdió con más votos populares, 65.845.000 (6,5 millones menos que Obama) y 227 votos electorales, obtuvo 194 representantes y 46 senadores.
Los inscritos para votar fueron 231.557.000 personas; los votantes: 137.054.000, la participación fue del 55,4% (desde 1972 no ha sobrepasado el 60%).La población total de Estados Unidos es de 324.289.000 personas.
Donald Trump es un hombre blanco de 70 años (pocos días le faltaban a Reagan para cumplirlos cuando llegó a la Casa Blanca), millonario, como otros recientes candidatos republicanos (Gingrich y Romney). Es rico por herencia -su fortuna se estima en 3.500 millones de dólares, repartidos en multitud de empresas-, arrastra varias quiebras y se jacta de no pagar impuestos (según algunos, es un estratega en burlar al fisco), no ha presentado su declaración de la renta en la campaña electoral y tiene intereses empresariales en una veintena de países.
Todo ello no ha sido obstáculo para presentarse ante los electores como un rico extravagante, rebelde y generoso, enfrentado al “establishment”, a los liberales (progresistas) demócratas y a los “burócratas de Washington”; una especie de versión adinerada y demagógica de Robín Hood.
“¿Quién queréis que gobierne América: la clase política corrupta o la gente?” Preguntó a sus seguidores la noche electoral. Y la respuesta de la gente fue obvia: la gente, o sea, él, un empresario millonario, que evade impuestos, como mejor representante de la gente que trabaja y está al día con el fisco.
Es difícil entender su meteórica carrera política, que, desde fuera del ámbito político, le ha llevado en muy poco tiempo a la Casa Blanca, pero Trump no era una persona desconocida.
Como Reagan, que era una cara familiar por el cine y la televisión, Trump, antes de ser candidato a la presidencia, ya era famoso por un programa de televisión (El aprendiz) y por sus apariciones en la prensa, en la de negocios y en la rosa. Un tipo multimillonario, que tiene su propio programa de televisión, que aparece rodeado de bellas mujeres, posee un rascacielos en el centro de Manhattan y presta su nombre a otros edificios repartidos por el mundo (la marca Trump), es de sobra conocido y envidiado, pues ofrece la imagen del triunfador. Y en cierta medida corrobora el dicho de que cualquiera (menos una mujer) puede llegar a presidente, aunque sea un sujeto impresentable.
Trump es un tipo narcisista, soberbio, y temible, según quienes le conocen, que tiene perfectamente asimiladas las vejatorias formas de trato que cree que le permite su elevada posición en la escala social: es rico, es un jefe; manda, es un triunfador. Y ante eso hay que doblegarse, porque Trump ha emprendido esta carrera para ganar, para ser el número uno, porque el resto no cuenta, según la acrisolada doctrina de los neoliberales de llegar a lo más alto y hacerlo en poco tiempo.
Trump ha llegado a la política para ganar y también para hacerlo a su manera -My way, ¿recuerdan?-, según sus propias y cambiantes reglas, que no son fijas ni limpias porque es un oportunista. Su, iba a decir filosofía pero dudo que sepa lo que es, su actitud en la vida es la de ganar como sea. Y de casta le viene al galgo, ya que viene de una familia de triunfadores que llegaron bastante arriba partiendo de bastante abajo. Nieto de emigrantes europeos, su abuelo regentó un burdel, y quizá de las historias que contaba el abuelito sacó el pequeño Donny sus cavernarias ideas sobre las mujeres. 
Así, pues, la primera conclusión a extraer antes de empezar a gobernar es que Trump, ya en la campaña electoral, ha roto las reglas de juego político, no sólo hacia los adversarios, sino hacia los votantes, hacia los propios y hacia los demás. Ha venido a mostrar, y de momento lo ha conseguido, que se puede ganar de cualquier manera; que todo vale con tal de ganar, porque si no se vence, el resultado no vale. Más aún, no basta con derrotar al adversario, sino que hay que destruirlo, incluso acusándolo de traición o metiéndolo en la cárcel. Para encontrar apoyo electoral a esos propósitos hace falta crear mucha tensión social, suscitar oposición, polaridad. Ya veremos luego cómo se alivia eso. 

miércoles, 18 de enero de 2017

Trump y su mundo (I)

Good morning, Spain, que es different

El millonario norteamericano representa la última versión, extremada y grotesca, de la llamada “revolución conservadora”, puesta en marcha, en los años ochenta, por Ronald Reagan en los Estados Unidos y por Margaret Thatcher en el Reino Unido.
A lo largo de casi cuatro décadas, la sociedad estadounidense ha quedado marcada por los valores y actitudes del Partido Republicano, que se ha mostrado neoliberal en lo económico, ultraconservador en lo moral, unilateral en política exterior, militarmente expansivo y expoliador de la naturaleza. El pensamiento de los partidarios de un capitalismo sin frenos legales ni morales, del Estado mínimo y del mercado máximo, de rebajar los impuestos a los ricos y los salarios a los trabajadores, precarizar el empleo, reducir los gastos sociales del Estado y aumentar los gastos militares, transferir riqueza desde las rentas bajas hacia las altas, aumentar la deuda pública, desregular la economía, expandir las reglas del mercado por todo el planeta, gobernar el país como si fuera una empresa privada, establecer la competencia como relación preferente entre las personas y dividir la sociedad entre ganadores (pocos) y perdedores (muchos), se ha enseñoreado de los países occidentales y de buena parte del resto, sin que los mandatos de los presidentes demócratas -Clinton (1993-2001) y Obama (2009-2017)- hayan podido (o querido) acabar con tal hegemonía, aunque han paliado algunos de sus efectos.
Estamos, por tanto, ante una onda larga de la ideología conservadora, que el reventón financiero de 2007 pareció detener, pues mostró, por un lado, los  negativos efectos sociales de la desregulación económica y financiera, y por otro, que los neoliberales tiraban sus principios por la ventana y, siguiendo el lema de que los beneficios son privados pero las pérdidas son de toda la colectividad, acudían al Estado para salvar con fondos públicos compañías aseguradoras y entidades de crédito privadas, llevadas a la quiebra por sus directivos.
El inicio de la recesión acabó con el belicoso gobierno neocon de G. W. Bush jr., pero no con la hegemonía del pensamiento neoliberal, y los buenos propósitos, anunciados por los principales dirigentes mundiales en las reuniones del G-20 (Washington, Londres y Pittsburg), en 2008 y 2009, para refundar el capitalismo sobre otras bases -“los días del descontrol tienen que acabar, afirmaba Obama, “la época del secreto bancario ha terminado”, aseguraba Sarkozy-, quedaron en agua de borrajas.  
Tras inyectar ingentes cantidades de dinero público para salvar el sistema financiero (y en Europa la moneda única), y aplicar unas brutales medidas de austeridad que han hecho retroceder veinte años las condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadores y dejado casi sin amparo público a los sectores económicamente más débiles de la sociedad, no hya duda de que un pujante neoliberalismo sigue guiando la acción de los gobiernos. 
Hoy, el mundo occidental, está orientado por la derecha neoliberal y a la vez conservadora y, lo que es más alarmante, que, ante la profunda crisis de las izquierdas, las alternativas que se plantean a la situación actual, llegan desde posturas aún más conservadoras, bien sean políticas, en forma de populismos de derecha y extrema derecha, o sean religiosas, en forma de fundamentalismos, pero ambas apuntan a soluciones de tipo autoritario y a la consiguiente merma (o abolición) de los derechos civiles.   
Y Trump es un efecto de esto; un personaje de esta época, resultado de la propia crisis de representatividad del sistema democrático, que, desde fuera del ámbito político, aparece como un voluntarioso caudillo para resolver los problemas del país más poderoso del mundo buscando fáciles soluciones en el pasado, en los mandatos de Ronald Reagan. Que, a su vez, se inspiraba en un país conformado por la moral del pionero (representada por él mismo, en las películas del Oeste que interpretó), que ya entonces estaba desapareciendo y se refugiaba en el interior, en la América religiosa, agraria, aislada y profunda.


martes, 17 de enero de 2017

Levando anclas

Good morning, Spain, que es different

El título de este comentario me lo ha sugerido la ponencia de Íñigo Errejón al próximo congreso de Podemos, llamada de manera muy sugestiva: Desplegar las velas. Un Podemos para gobernar.
Errejón y su tripulación parecen dispuestos a salir del dique seco y, tras una operación de calafateado, hacerse a la mar con ese simbólico navío que es Podemos, que por la velocidad con que apareció en el horizonte parece un clipper, como el famoso Cutty Sark (que no es sólo una marca de whisky), que hacía la ruta entre Shanghai y Londres cargado de té, para que los gentlemen y las ladies pudieran saborearlo a las five o'clock.
Errejón habla de corregir el rumbo, en el doble sentido de corregir la derrota, o desviación del rumbo correcto a causa de vientos adversos, corrientes o errores humanos, y de remontar la derrota electoral sufrida en junio, en cuyo caso conviene delimitar bien las causas y saber si se debió a profundas corrientes sociales no previstas, a inesperados vientos en contra de la opinión pública o a errores del capitán y del piloto en el gobierno de la nave, al interpretar mal las cartas (no las castas) de navegación, o a negligencias del contramaestre, que ha mandado mal a la marinería.
En cualquier caso, helos ahí, dispuestos a zarpar con las voces de rigor, oídas en tantas películas de piratas y corsarios: “¡Levad anclas!”, “¡Soltad el trapo, rufianes!” “¡Largad el foque, haraganes!” “¡Adelante, a toda vela!”
Aparte de lo publicado en la prensa, desconozco el contenido de la ponencia de Errejón, pero el título sugiere un viaje político lleno de aventuras, enfrentado a los galeones del PP, que navegan con las bodegas repletas de doblones de la caja B, y esperando divisar por la amura de babor el bergantín del PSOE, como posible aliado para intentar el asalto, no al cielo, sino a los matacanes de la Moncloa, -como, una vez desembarcado, asalta el capitán Wyatt (Gary Cooper), la fortaleza de San Marcos en “Tambores lejanos” (Raoul Walsh, 1951)-. Pero que, de modo inopinado, la aventura se convierte en un “proyecto de normalidad alternativa” (con lo que quiera decir eso) para tomar la iniciativa en las instituciones y efectuar, sin más dilaciones, un desembarco en las playas del Congreso.
Ahí se acaba la aventura y se desvanecen los recuerdos de “Viento en las velas”, la película de McKendrick (1965), de “El mundo en sus manos” (en las de Gregory Peck, el capitán Jonathan Clark), de Raoul Walsh (1952), de “El hidalgo de los mares” (de nuevo Gregory Peck, como capitán Horacio Hornblower), y de nuevo Raoul Walsh (1951), de “Los bucaneros” (con Yul Brinner como capitán Lafitte) (Anthony Quinn, 1958) y aparecen en escena el risueño capitán Ballow (Burt Lancaster), de “El temible burlón” (Robert Siodmak, 1952) y el no menos burlesco Jack Sparrow (Johnny Depp) de “Piratas del Caribe”.
En cambio, Iglesias, tras el burocrático título de su ponencia, Plan 2020. Ganar al Partido Popular y gobernar España, que parece elaborado por un grupo de expertos o por un gabinete de (in)comunicación política (y recuerda demasiado al Programa 2000 del PSOE), propone más calle y menos instituciones. Es decir, más aventura, más riesgo, pues riesgo entraña desafiar la ley mordaza del pío ministro Fernández Díaz, que permite imponer unas multas que pueden echar a pique las naves de quienes tengan la osadía de perturbar el (des)orden establecido.
El capitán Iglesias afirma que el parlamento ahoga, y debido al pesado reglamento del Congreso y del Senado, no le falta razón, pero entre quienes le han votado, también los habrá que lo han hecho para que luche contra el dogal y trabaje en las cámaras. 
De momento, en Podemos, una soterrada tensión permite discutir con calma las dos (o más) ponencias, pero en el congreso de febrero puede haber tormenta, quizá galerna, e incluso motín a bordo, pues parece tripulado por una marinería levantisca.

domingo, 15 de enero de 2017

Leído en estos días

Good morning, Spain, que es different

El Gobierno aplaza otra vez el decreto sobre las cláusulas suelo de las hipotecas. Vale.

El juez archiva la investigación sobre los pagos sin justificar, en 2008 y 2009, de Criteria, el holding industrial de La Caixa, a Rodrigo Rato, por un importe cercano a los 550.000 euros, no incluidos en su declaración de la renta. No me extraña.

Se retrasa la sentencia del caso “Noos”. Normal.

El juez deja en libertad al menor del clan Pujol,  Oleguer (Olegario) Pujol Ferrusola, investigado por falsedad documental, blanqueo de capitales y otros delitos contra la Hacienda Pública, pero le prohíbe salir de España (incluso a Andorra). Tampoco me extraña.

Aznar, después de refugiarse en FAES, advierte a Rajoy de que no piensa callarse. Ni nadie lo espera, sabiendo cómo es y cómo piensa.

El Tribunal de Cuentas sitúa, de modo provisional, el coste del rescate de las cajas de ahorros en 41.786 millones de euros. El sistema financiero español es el tercero en Europa de los que más ayudas públicas han recibido.

Cospedal asume la responsabilidad del Ministerio de Defensa en el caso del accidente del avión Yak-42, acaecido cuando Trillo era el ministro. Han pasado 14 años, así que es en diferido. Por parte de Trillo, ni en diferido ni nada; impasible el ademán. 
  
Después de sufrir un recorte de casi 4.000 millones de euros en los fondos públicos destinados a ayudas a la dependencia, el 29% de los dependientes no percibe ninguna ayuda.
Según un informe del Foro Económico Mundial, España, en el puesto 22 de 28 está en la cola de los países emprendedores. ¿Qué dirá Esperanza Aguirre?

La tasa de paro española (19%) aún duplica la media europea. “España no puede competir en precios bajos sino en talento”, dijo hace unos meses Fátima Báñez. La ministra de Trabajo y portadora de talento se propone “mejorar” la reforma laboral, pero no está dispuesta a derogarla.

El Consejo Empresarial de la Competitividad, el grupo de presión (lobby) fundado en febrero de 2011 por grandes empresas y por el Instituto de Empresa Familiar, para apoyar a los gobierno frente a la crisis, ha decidido disolverse, una vez alcanzado el objetivo de consolidar la recuperación económica.  

La deuda global, unos 208 billones de euros, ya equivale al 327% del PIB mundial. Eternamente entrampados. ¿Alguien piensa que se podrá devolver? ¿Se debe devolver? ¿Se puede devolver?

Desde el 1 de enero de 2002, fecha de entrada en vigor de la nueva moneda -el euro-, la cesta de la compra se ha encarecido un 58%. ¿Cuánto han subido los salarios desde entonces?

sábado, 14 de enero de 2017

Alianzas

No comparto el optimismo de Podemos sobre la debilidad del "régimen del 78".
No hay que identificar la crisis del PSOE sólo con la crisis del "régimen del 78"; aunque tengan relación. La crisis del PSOE en antigua, y forma parte de la crisis general de la socialdemocracia, que es anterior a la crisis financiera, que ha precipitado la desafección ciudadana hacia el régimen político vigente. 
El "efecto Poltergeist" es una metáfora; la "unidad en la diversidad" una frase, el "carácter plurinacional" de España, una concesión a los nacionalistas, y el "bloque social de progreso" hay que empezar a construirlo. 
Primero, que Podemos sea un bloque, por la unidad política lograda en torno a un programa y a una línea política coherente, y luego ya veremos. 
Iglesias, al poner las alianzas sociales en el centro de la acción de Podemos, olvida un debate sobre las alianzas, que se dio en los años sesenta y setenta, representado por dos posturas: a) el partido de los trabajadores necesita aliados para ser fuerte, b) cuando sea fuerte, el partido de los trabajadores tendrá los aliados que necesita. 
Entonces, el principal sujeto de referencia de los partidos de la izquierda eran los trabajadores, como fuerza motriz y como fuerza dirigente de los cambios; pero desconozco cuál es ese sujeto en la estrategia de Podemos, si es que existe tal sujeto preferente. 
Aunque admito que quizá me muevo con categorías políticas poco adecuadas a estos tiempos.

Niños mimados

Comentario a un artículo colocado por Jordi Cavallé

No educan sólo los padres, maestros y profesores, sino toda la sociedad, que ofrece los modelos de conducta que considera pertinentes para su conservación, señala las metas sociales y personales que estima legítimas (y también las ilegítimas) y los pasos para llegar a alcanzarlas (suponiendo que sean alcanzables por todas las personas sin distinción), por medio de las instituciones y procedimientos adecuados. 
Lo que hay que ver es si esos niños mimados y esos padres mimantes son un efecto buscado del modelo de sociedad que tenemos o sólo un efecto perverso, indeseado, de ella, como lo son otras tantas conductas, no de niños, sino de adultos, que sin percatarse de ello, "educan" con el (mal) ejemplo, y no me refiero sólo a los adultos del entorno de los niños.

Si el niño mimado es el que quiere que le den todos los caprichos que se le antojan y se enfada cuando no lo consigue, entonces estamos rodeados de personas adultas que se comportan como niños mimados: Cristiano Ronaldo tiene rabietas de niño mimado, igual que Piqué, o que Mourinho. 
En general, en el mundo de los famosos, de los ases del deporte, o de las "estrellas" del cine, de la canción o de la moda hay muchas niñas y niños mimados. También en el de la política. 
Artur Mas es un niño rico y mimado que está enfadado porque no le dejan tener un país para él solo; Trillo es un niño mimado y faltón, que echa la culpa a otros del estropicio de un avión, que no era suyo; Aznar es un niño mimado y siempre cabreado, de los que dan patadas en la espinilla; Rajoy es un silencioso niño mimado, que no da explicaciones, pero que se sale con la suya; la gestora del PSOE es un grupo de niños mimados que han hecho mobbing a un compañero de pupitre. También en Podemos hay una pelea entre niños mimados por ver quien se queda con el tren eléctrico. Demasiados mimos, demasiados mimosos y demasiados mimadores.

miércoles, 11 de enero de 2017

Más sobre la lengua

Respuesta a Pepa Labrador, Aína, López, Tanya Martínez, Olga Hernández

Vayamos por partes: 1) Una cosa es la gramática y otra la literatura. 
2) No niego la base neurológica de la lengua, lo que no percibo es la conveniencia de hacer aprender (que no es sólo comprender) a alumnos que reciben una enseñanza general (otra cosa son los estudios superiores) materias que corresponden a especialistas, y que además son cambiantes. 
3) Recuerdo la importancia de la base sociológica de la lengua, la distinta concepción y uso del lenguaje dependiendo de la clase social y la función que tiene el aprendizaje de los complejos códigos lingüísticos en la conservación del "status" y en promoción social de los individuos. 
4) Si hay un porcentaje importante de la población que no capta la diferencia entre la conjunción y la disyunción, ¿a qué será debido? ¿a que sus cerebros funcionan de otra manera? ¿a que se niegan a aprender? ¿a que no lo consideran útil o valioso socialmente? ¿a que no aciertan a entender lo que se les quiere enseñar? 
5) Apunto como materia de reflexión, que en el siglo de oro de la literatura española, la gramática estaba en mantillas (reconozco el mérito de Nebrija), y que Cervantes, Lope, Quevedo, Góngora, Calderón, Tirso, Garcilaso, etc, etc, conocían la lógica de lengua española y sus sutilezas, jugaron con ella y la exprimieron a fondo para sacarle el máximo provecho posible con el fin de revelar a los lectores, al parecer con bastante éxito, todo lo que pensaban y sentían. Y curiosamente ignoraban lo que era un sintagma nominal, preposicional o adverbial, verbal, exocéntrico o endocéntrico, sencillamente porque no habían sido inventados por los estudiosos de la lengua.

martes, 10 de enero de 2017

La carencia fundamental

Respuesta a una pregunta de Aína López, sobre un artículo de Yolanda Mármol en El periódico (7-1-2017), sobre las diez diferencias entre Iglesias y Errejón.

Ayuda a entender parte de la polémica, pero hay más asuntos que no salen de la bronca interna. El otro día, de manera sumaria, Torreblanca ("Invierno en Podemos, El País, 29-12-2016), apuntaba algunos de los problemas. Para mí, el fundamental es el proyecto estratégico, el tipo de sociedad (y de Estado) al que aspira Podemos, y el que, en teoría, debe guiar sus pasos (y los de sus seguidores). Y, en segundo lugar, los obstáculos que lo impiden, es decir, el análisis de la sociedad española, de sus clases, de su representación política y el carácter y la estructura del Estado (¿un análisis marxista, populista, híbrido o qué?), eso que llaman el "régimen del 78", que es lo que se debe transformar para llegar a esa sociedad ideal. 
Dependiendo de la claridad de todo esto, tiene sentido plantearse disputar la hegemonía a la derecha, que dependerá, claro, de los términos que se consideren esenciales en ese discurso -objetivos, valores, actitudes- y de cómo se difunden en la sociedad, pues eso implica disputar la hegemonía, que no sólo es platicar con los convencidos. Y ahí viene otro problema derivado del anterior: si se dirigen a los jóvenes urbanos de las clases altas y medias ilustradas, puede que les sirva ese lenguaje esotérico (aunque lo dudo), pero si, como pretende el sector de P. Iglesias, quieren influir en los trabajadores y clases populares, ya pueden ir abandonando esa jerga del "núcleo irradiador", de la "centralidad del tablero", de los "flujos deseantes", las "ventanas de oportunidad" y otras pedanterías semejantes.

Zygmunt Bauman

Good morning, Spain, que es different
Murió Zygmunt Bauman, filósofo y sociólogo polaco, habitante de tres sociedades -capitalista, socialista, sionista- y, sobre todo, perspicaz observador y crítico de la sociedad occidental actual.
Con 91 años muy fecundos a la espalda, ha sido testigo durante casi cien años de los acontecimientos, muchos de ellos vividos y padecidos en propia persona, que nos han traído a esta época indeterminada, que él denomina “modernidad líquida”, algunos llaman postmodernidad, por la pérdida de los valores clásicos de la Ilustración, y otros definen como globalización, por la tendencia expansiva de la lógica del mercado -la monetarización de la vida- a todo el planeta.
Bauman percibió claramente las nefastas consecuencias de esta tendencia a plantear la vida en términos de costes y beneficios, de inversión y rentabilidad, tanto en la fase de expansión a otras zonas del globo, como dentro de los propios países desarrollados, sometidos a la tensión impuesta por la permanente innovación tecnológica impulsada por un capitalismo sin frenos morales ni legales, encabezado por el dinámico sector financiero, que ha dinamitado relaciones sociales que hasta ahora parecían estables.
El crecimiento económico (producción, consumo, basura; excesos y desechos) como meta suprema de la humanidad, la expansión de las relaciones mercantiles -te doy para que me des- como modelo ideal del trato entre personas en detrimento de las relaciones afectivas y desinteresadas, la búsqueda del inmediato beneficio económico como objetivo y la competencia a cualquier escala, empezando por la personal, han generado una sociedad individualista e insolidaria, incapaz de suscitar compromisos duraderos y sin otro horizonte que la búsqueda del dinero, del éxito personal o de la fama, y a ser posible, las tres cosas a la vez, logradas además en poco tiempo, pues la prisa es un rasgo sobresaliente de esta era, donde todo pasa fugazmente y nada parece destinado a durar, pues está marcado por una tendencia destructiva -como decía el recientemente fallecido John Berger- si ello reporta beneficio económico al capital privado.
Una sociedad en estado de continua emergencia, que ha perdido los valores y debilitado las instituciones -familia, Estado, empresa, partido, congregación- que le proporcionaban estabilidad, que Bauman ha calificado, con notable acierto editorial, de “sociedad líquida”, fundando lo que se podría llamar una sociología de la licuefacción (la “cultura líquida o el “amor líquido”, por ejemplo, son términos que aluden hoy a la fragilidad de los vínculos, a la fugacidad de las relaciones o al miedo a los compromisos).
Una sociedad, en la que todo es efímero, breve, precario, provisional e inestable, que nos recuerda al Marx del Manifiesto de 1848, cuando señalaba la maldición que acompañaba a la clase burguesa: “La burguesía no puede existir si no es a condición de revolucionar constantemente los medios de producción y, por ende, las relaciones de producción, y con ello, todas las relaciones sociales (…) Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, un movimiento y una inseguridad constantes distinguen la época burguesa de las anteriores. Todas las relaciones sociales estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas admitidas y veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado…”  
Bauman también nos advierte de que las relaciones sociales directas y cercanas, no se pueden suplir con la tecnología, por muy avanzada que esté, porque el “click” en una red social (en realidad una telered) no es un compromiso fiable; no es una relación, es sólo una conexión.

Por si lo habíamos olvidado, o si nos habían inducido a olvidarlo, Bauman nos ha indicado que aún vivimos en el capitalismo y que no es el mejor de los mundos posibles.

lunes, 9 de enero de 2017

Morfemas flexivos

Mi hija pequeña está haciendo deberes de lengua y me ha preguntado por un "morfema flexivo". Me he quedado a cuadros. Resulta que hay morfemas flexivos y de otras clases y yo sin enterarme. 
Cuando hice el bachillerato había sílabas, luego descubrieron los fonemas y los sintagmas emboscados, y ahora me entero de que existen los morfemas. Deduzco que esta progresiva complicación de la lengua -de la misma lengua- es un resultado de las investigaciones, que en honor a Ferdinand de Saussure, los gramáticos estructuralistas endilgan a las nuevas generaciones creyendo que aprendiendo (pues tienen que examinarse) esa terminología abstrusa no sólo van a expresarse mejor sino incluso a amar su lengua. 
¿En qué sintagmas estaría pensando don Miguel, cuando cogió la pluma y empezó a escribir: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...? ¿Qué fonemas le brindarían las musas a Jorge Manrique para empezar así: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte...? ¿Qué morfemas sacarían a Lope del aprieto en que le puso la pérfida Violante para concluir un soneto? 
Tengo para mí, que mucha de la actual ortopedia no sólo no ayuda a conocer y amar la lengua, sino que aleja a las nuevas generaciones de ella, y que con mucha menos "carga pedagógica", pero leyendo, recitando y redactando mucho más, la lengua se conoce y se usa mejor. Y que el trabajo de los filólogos y los gramáticos es distinto del de los escritores y que no siempre son intercambiables. 
¿Y qué diría Nebrija de estas modernidades?

martes, 3 de enero de 2017

John Berger. D.E.P.

La retórica de los dirigentes políticos de hoy no está al servicio de la construcción ni de la conservación. Su objetivo es desmantelar. Desmantelar la herencia social, económica y ética del pasado y, especialmente, todos los mecanismos, asociaciones y normas que expresan solidaridad.
Nos encontramos aquí con la profunda contradicción entre la tiranía del mercado mundial y la democracia, entre la llamada libertad de consumo y los derechos del ciudadano.

Por consiguiente, el proceso de desmantelamiento tiene que llevarse a cabo de forma disimulada y oculta. Y ésa es la primera tarea política del líder político actual. Por supuesto, también se está desmantelando su propio papel. Pero ellos ya han decidido ejercer, disfrutar y explotar sus poderes, aunque estén disminuidos, en vez de hacer frente a ninguna verdad universal. Eso es lo que explica su pragmatismo y su asombrosa falta de realismo. Eso es lo que explica que sean unos políticos con una capacidad de disimulo sin precedentes. Ellos se dedican a mentir mientras los tratos se cierran en otro sitio.

El Fin del Historia, que es el lema empresarial de la globalización, no es una profecía, sino una orden para borrar el pasado y su herencia en todas partes. El mercado necesita que cada consumidor y cada empleado estén abrumadoramente solos en el presente. 
("Un muro y un bulldozer", El País, 5-4-2006) 

domingo, 1 de enero de 2017

Palabras cargadas

En el "procés", la labor de los medios de comunicación (la información es otra cosa) está siendo fundamental, en un caso, porque en realidad son medios de propaganda, directamente interesados en llevar adelante los planes de los secesionistas catalanes; y en otro, por fidelidad (acrítica) en la transmisión de las opiniones de los mismos. 
Una falsa noción de la neutralidad ha llevado a muchos periodistas aceptar como buenos los términos utilizados por los nacionalistas, sin ningún tipo de objeción, ni siquiera unas comillas o unas cursivas en las palabras más comprometidas de su discurso. Ya son palabras habituales de la jerga política y periodística, de las tertulias; palabras de moda.