A estas alturas del año, y de la vida, buscando unos papeles, me he topado con este:
Ponencia
para las II Jornadas de Radio Cero (15-17 de mayo, 1987).
“La
americanización del mundo es nuestro destino” (Teodoro Roosevelt).
En
“Los condenados de la tierra”, cuenta Frantz Fanon que, durante la guerra de
Argelia, la radio pasó de ser un instrumento al servicio de la administración
colonial -hablaba en francés para los franceses- a ser un vehículo de
información para las masas analfabetas argelinas. “Desde 1956, la compra de un
receptor de radio en Argelia significó no sólo la adopción de una técnica
moderna para conseguir información, sino el acceso a uno de los pocos medios
para recibir comunicación de la revolución”.
Consciente
del peligro, la administración francesa prohibió la venta de aparatos de radio
y de pilas a la población autóctona para impedir la difusión de los mensajes
del Frente de Liberación Nacional y ordenó a las tropas destruir todos los
receptores de radio que encontrasen en sus incursiones, además de crear interferencias
para obstaculizar las emisiones de La Voz de Argelia Libre. “De repente, la
radio llegó a ser tan esencial como lo fueron las armas para el pueblo en sus
acciones contra la administración colonial”.
El
ejército norteamericano, que conocía muy bien la función de los medios de
información en la propaganda, durante la guerra de Vietnam efectuó uno de los
más insólitos bombardeos que se conocen: dejó caer 10.000 aparatos de radio de
transistores sobre las dos zonas del país (el norte y el sur), con la
particularidad que dichos aparatos estaban sintonizados con las frecuencias
norteamericanas que emitían programas en la lengua del país.
Si
Fanon creía que la radio era un instrumento que podía servir a la revolución,
como también lo había hecho en Cuba el Ejército Rebelde emitiendo desde Sierra
Maestra, las autoridades militares norteamericanas la habían puesto al servicio
de la contrainsurgencia.
De la
importancia de los medios de información y comunicación en nuestras sociedades
y, claro está, de la radio, que es el medio que nos ocupa, dan cuenta las
transacciones, ventas y fusiones de estos medios que se están realizando a
ambos lados del Atlántico, entre compañías francesas, inglesas y
norteamericanas. Parece que en las bolsas internacionales se ha despertado un
inusitado interés por las inversiones de capital en empresas de información y
comunicación, que progresivamente se van concentrando y dando lugar a
gigantescas empresas “multimedia”, que controlan prensa, radio, televisión,
cine y compañías discográficas.
De
todo ello puede esperarse una intensificación de la cultura anglosajona que ya
padecemos, que en el campo musical va en detrimento de la producción de países
europeos (Francia, Italia, Portugal, Alemania, Grecia…), y favorecida, además,
por la resaca de la campaña pro atlantista, puesta en marcha de cara al
referéndum de permanencia en la OTAN el año pasado.
Para
que no se diga que en casa del herrero el cuchillo es de palo, el refuerzo de
la cultura anglosajona empieza en los Estados Unidos. El presidente, siguiendo
la consigna “América, primero”, ha suprimido los programas de educación
bilingüe y ha dejado sin clases en español a los niños de una minoría de 15
millones de hispano parlantes más unos 7 millones de residentes clandestinos,
que forman la colectividad con el crecimiento más rápido del país (se calcula
que para el año 2000 habrá superado a la población negra).
Aquí,
en esta remota provincia del imperio parece que no sólo se tienen que acatar a
rajatabla los criterios del amo, sino que una caterva de locutores,
programadores, pinchadiscos, directivos de radio y televisión, distribuidores
de cine, literatos de cordel y filosofastros a sueldo se esfuerzan para que
seamos cuanto antes un estado de la Unión.
Respecto
a nosotros y a la radio, que es lo que nos ocupa y preocupa, voy a ofrecer
algunos botones de muestra de esta influencia anglosajona en nuestra
programación. En la franja nocturna, que suele ser la más musical, he elegido,
un día cualquiera de la semana, tres emisoras de frecuencia modulada y he
escuchado la música que ofrecían en programas de madrugada, con el siguiente
resultado:
Radio
80. De 4 a 5 de la madrugada: 12 canciones en inglés, 1 en castellano, 1 en
griego.
Radio
El País. De 5 a 6 de la mañana. 11 canciones en inglés, 1 en castellano y 2 en
otras lenguas.
COPE.
De 6 a 7 de la mañana. 12 canciones en inglés y 1 en castellano, en la
españolísima cadena de los obispos.
Es
sólo una muestra aleatoria, pero la proporción no está mal: 1 por docena.
Durante el día los programas son diferentes, más hablados y, por tanto, con
menos música, pero la proporción no creo que varíe mucho.
Para
que veamos la importancia de la influencia anglosajona, en RNE, durante la
última quincena del mes de abril, se han incorporado al archivo sonoro 92
grabaciones en inglés (73,6%), 15 en castellano (12%) y 18 (14,4%) en otras
lenguas, de producción propia, procedentes de grabaciones en directo de
festivales, conciertos, recitales de música, etc. No se han producido en ese
tiempo, sino que ha sido en esa fecha cuando se han puesto a disposición de los
usuarios.
En lo
referido a las adquisiciones en discos de vinilo y compactos de música ligera y
moderna, es decir, no clásica, la proporción es la siguiente: en lengua inglesa
149 unidades (64,5%), en castellano 68 (29,4%) y en otras lenguas 14
(6,1%).
Hablemos
de nosotros. En el folleto impreso con la parrilla de programas de “Radio Cero.
La radio AntiOtan”, de las 33 horas semanales dedicadas a programas musicales,
un promedio de 20 horas semanales se dedica a emitir música anglosajona (diversas
variedades de rock, pop, punk, heavy metal, folk, country). He excluido los informativos,
tertulias, magazines y otros programas hablados, que también incluyen música
como complemento y descanso (por cierto, en uno de ellos he llegado a escuchar
seis canciones en inglés seguidas).
Por
otro lado, constato la inclinación de la emisora con la música de las
nacionalidades, con preferencia del País Vasco (en particular, el horrible rock
borroko), pero no debemos olvidar que, dada nuestra escasa potencia, emitimos
sólo para Madrid, y que, aquí, mientras no se demuestre lo contrario los
oyentes son hablantes de castellano. Y con esto no abogo por la música de
Bertín Osborne o de Rocío Jurado, pero creo que debemos echarle más imaginación
a la cosa, porque ahí reside el problema: vamos mucho a lo que ya tenemos, que
es consecuencia del modelo musical hegemónico en que hemos sido educados y por
comodidad, ignorancia o por pereza, no salimos de él.
En la
cuenca mediterránea tenemos una veta cultural y musical riquísima, con
verdadera melodía (cosa perdida en la música anglosajona, basado en ritmos cada
vez más ratoneros y en el uso de la electrónica). Y en el norte de África y más
abajo, un caudal inmenso de ritmos y armonías que está ahí esperando que
alguien lo difunda.
Con lo
dicho, sólo quiero llamar la atención sobre dos cosas. La primera es la
contradicción formal entre nuestra definición como radio AntiOtan y la música
que, en excesiva proporción, ofrecemos. La otra, es que como emisora
alternativa deberíamos abrirnos a otro tipo de música, lo cual pone en
evidencia las limitaciones de nuestra discoteca.
……………
Nota:
Radio Cero fue una emisora de frecuencia modulada, que formaba parte de la
Coordinadora de Radios Libres de la Comunidad de Madrid y de la Coordinadora
Estatal (nacional). Una de las jaulas de grillos más creativas de aquellos
años, que fue suprimida por real decreto, cuyas frecuencias se adjudicaron, en
subasta, a las emisoras comerciales o eclesiásticas, que emitían con más medios
y, desde luego, con más potencia. La frecuencia de Radio Cero la ocupó la ONCE,
que utilizó hasta el nombre: Onda Cero.