miércoles, 24 de febrero de 2021

23-F. ¡Qué noche la de aquel día!

Los Beatles se habían disuelto y John Lennon había sido asesinado un par de meses antes, pero el título de su primera película sirve perfectamente para ilustrar lo ocurrido la noche del 23 de febrero de 1981.

Recuerdo aquella noche agitada, pasada en gran parte en vela, escuchando la radio y viendo la televisión a la vez. Y recuerdo, además de la del Rey, varias intervenciones de personas que eran importantes entonces, pero, sobre todo, la de un pragmático Jordi Pujol, que, tras hablar con el Rey -Jordi, tranquilo-, dio por zanjado el episodio y reclamó la vuelta a la normalidad cuanto antes, así que nada de huelga general, como habían pedido los sindicatos para responder a los golpistas (“demá es día de feina”), todo el mundo a trabajar. Y así fue.

Rendidos los golpistas por la mañana, tras pasar parte de la noche en el bar del Congreso (7.500 euros de consumiciones a cargo del erario), el golpe fracasó no tanto porque fuera una abstracta “democracia” la que lo detuvo, aunque los ciudadanos mostraron masivamente su repudio en la manifestación del día 27 en Madrid, sino porque la “operación” fue una chapuza y, sobre todo, porque hubo fuerzas actuantes, personas y grupos, con poder e información que lo hicieron posible, tanto poderes institucionales coordinados -el improvisado gabinete de crisis dirigido por Francisco Laina, la Junta de jefes de Estado Mayor, el CESID (ahora CNI) y la Casa Real-, como la influencia que pudieron ejercer el padre del Rey, la patronal bancaria, las asociaciones empresariales, la Conferencia Episcopal, el Vaticano, los gobiernos europeos o quizá Bruselas, Washington y la OTAN. Aquella noche hubo mucho intercambio de mensajes, que no conocemos porque el asunto es todavía materia reservada.

Quien disponía de mayores potestades para detener el golpe, como Jefe del Estado y del Ejército, era el Rey, y parece que así lo hizo. Es una versión de los hechos más verosímil que la contraria, que afirma la participación del Rey en la conjura y su posterior retractación. Pero eso lleva a pensar en el improbable beneficio del Rey al participar en un golpe que pretendía restaurar un régimen político que él mismo había contribuido a desmontar. Con el agravante de que, en el “tejerazo”, hubiera sido un miembro activo en la instauración de un gobierno militar posiblemente breve, mientras no lo había sido de la dictadura franquista. Sin duda, el recuerdo del golpe de Primo de Rivera en el deterioro de la monarquía alfonsina no fue ajeno a la decisión.

Y si no fue así, ¿quién paró el golpe?

No fue la izquierda; ni la moderada y dividida izquierda del consenso (PSOE y PCE), ni tampoco la izquierda radical, aún más dividida. Tampoco fue la derecha política, dividida, tanto en su versión ultra, como en la parlamentaria, con AP empeñada en acabar con UCD para alcanzar la mayoría natural postulada por Fraga. Ni tampoco fueron los partidos nacionalistas vascos y catalanes, recién estrenados sus estatutos y gobiernos autonómicos, cuya abolición era uno de los objetivos de los golpistas. Y mucho menos ETA, que estuvo provocando a los militares con atentados para que dieran un golpe que demostrara la verdad de su aserto de que nada había cambiado tras la muerte de Franco. Además, el golpe facilitaba su intención de poner fin a un conflicto bélico -“estamos en guerra con España”- mediante una negociación directa entre las fuerzas armadas vascas (los etarras) y las españolas. Tal era su delirio.       

El desenlace del 23-F revela la correlación de fuerzas surgida de la Transición, la impotencia de la izquierda para parar socialmente el golpe y la impotencia de la ultraderecha para ejecutarlo técnicamente. Y aunque, en poco tiempo hubiera podido hacer mucho daño a la izquierda, a los partidos nacionalistas, a los sindicatos y a los derechos civiles en general, de haber triunfado, el golpe hubiera sido breve, porque su miope objetivo era sólo político, o más bien policial -restaurar la ley y el orden (otra ley y otro orden, claro)-, dar un golpe de timón, dijeron, para corregir el rumbo, pero no tenía en cuenta los intereses económicos en juego, en particular los de los grandes capitales, cuya meta,  expresada ya en 1962, estaba en integrarse en el Mercado Común, lo cual tenía como requisito indispensable dotarse de un gobierno homologable con los que componían el selecto club mercantil europeo. Un gobierno militar hubiera pospuesto largo tiempo esa aspiración.   

Hay quien afirma que con el 23-F acabó la Transición. Creo más bien que fue una precondición del final, que llegó en 1982, con la victoria electoral del PSOE, lo que supuso la verdadera prueba de la consolidación del nuevo régimen al permitir, sin traumas, el acceso al Gobierno de un partido con un ideario proscrito durante cuarenta años, que enlazaba con la etapa anterior a la guerra civil y había permanecido en la clandestinidad hasta la muerte de Franco.

Con la perspectiva del tiempo transcurrido, se percibe que UCD fue un partido provisional que sirvió de base a un gobierno provisional, que fue el de Suárez. Cumplida esta función, agotado, se deshizo, como sucedió con otros partidos, que fueron heridos o devorados por los intensos años del ocaso de la dictadura y el posfranquismo. En realidad, además de los nacionalistas, el partido más beneficiado por el decurso de la Transición fue el PSOE, por eso venció en las elecciones y pudo gobernar durante casi tres lustros.  

 

24/2/20141

domingo, 21 de febrero de 2021

Destrozos por el "rapero".

Respuesta al tema planteado por Luis Roca Jusmet, sobre la quinta noche de incidentes por la detención del rapero Pablo Rivadulla (Hasel).

El tema es complejo, porque hay factores de distinta entidad. 1).El futuro de los jóvenes es oscuro, pero parece que la solución no está en luchar por mejorar el futuro, sino por empeorar el presente. 2). Tampoco los revoltosos son de los que tienen el futuro más oscuro; pertenecen a la clase media. Las manifestaciones no son expresiones del proletariado explotado, sino de un sector con cierto acomodo de la sociedad catalana, cuyo futuro será menos oscuro que el de las clases bajas. 3) Una parte importante de los revoltosos pertenece a las filas del independentismo, por lo cual cabe concluir que las manifestaciones y estragos de estas noches son jornadas de entrenamiento de los CDR y afines. 4) Rigidez de las costumbres, que se han vuelto leyes. Se puede vivir sin ir a los bares ni ir de fiesta. Hay otras maneras de relacionarse, distraerse y pasar el tiempo, pero no se recuerdan. 5). Hay demasiada gente, jóvenes y no tan jóvenes, que no asume su responsabilidad personal en un problema de sanidad nacional, mundial. Eso compete a la consejería que sea, a los alcaldes, al gobierno o a quien sea, pero no a ellos; la solución no depende de ellos, sino que se la deben imponer, porque no están dispuestos a renunciar a su estilo de vida. 6). Dentro del individualismo patológico, hay que incluir a los negacionistas y los que consideran que llevar la contraria al gobierno central es un acto de rebeldía, en una especie de patriotismo español mal entendido. En Madrid hay mucho de esto. 7) Otro factor es el irracionalismo, el negarse a admitir la realidad y en admitir que podemos estar entrando en un cambio de época, en el que las cosas de ahora en adelante ya no serán igual, y me refiero a los grandes desafíos mundiales, no sólo a los problemas nacionales. Están ciegos porque no quieren ver las señales de lo que se avecina. Y en esto tiene mucha culpa el nacionalismo, porque ha reducido los problemas mundiales a uno sólo: el "procés". La pandemia, esta y otras posibles, el calentamiento global, la desforestación, los cambios brutales meteorológicos, la subida del nivel del mar, la falta de agua potable, el agotamiento de los recursos naturales y sus efectos: las migraciones masivas, la guerras por los recursos, la desigualdad por un lado y la concentración de poder político y económico por otro, la degeneración de las democracias, la emergencia de los populismos, etc, etc... todo esto no existe en la agenda de Cataluña: sólo existe el referéndum y la independencia; es decir, cómo lucha contra problemas cada día más grandes siendo una unidad política más pequeña.

viernes, 19 de febrero de 2021

El FRAP y sus circunstancias

 

Del FRAP a Podemos. Crónica de medio siglo. Un viaje por la historia reciente con Ricardo Acero y sus compañeros.

José Catalán Deus, Madrid, gRRound! Ediciones, 2018.

De ciclópeo se puede calificar el intento de José Catalán de relatar, en una serie de libros, medio siglo de vida política española, tomando como eje la historia de un partido maoísta de extrema izquierda. 

Notable es el resultado obtenido hasta ahora con la publicación del tomo 20 de la colección, que, en síntesis, está recogida bajo los siguientes títulos: Los prochinos y su quimera (tomo 1), De Mayo del 68 al Proceso de Burgos (2), Afanes revolucionarios (3), Aquel Primero de Mayo (4), Entre Carrero Blanco y Puig Antich (5), El franquismo se tambalea (6), Al ataque (7), Verano sangriento (8), Los fusilamientos (9), Agónico final (10), Cambio de Régimen (11), Difíciles comienzos (12), Sin ruptura (13), No habrá tercera república (14), A votar (15), Doña Constitución (16), Misión cumplida. O no. (17), Terror al cubo (18), Antes del gran susto (19) y Un lunes de febrero (20), último volumen publicado, dedicado al fracasado golpe militar del 23 de febrero de 1981.

La crónica se detiene, por ahora, en ese año, con más de siete mil páginas publicadas, pero la intención del autor es continuarla hasta casi nuestros días. Desde el punto de vista temporal, el proyecto consta de tres series: Iª serie: La chispa y la pradera (1960-1975), once episodios y un anexo documental. IIª serie: Una transición de nunca acabar (1976-1999), que está en curso, y IIIª serie: Tejer y destejer (2000-2014), que comenzará a redactar en 2022.

Por los tomos y los títulos, casi monográficos sobre cada tema, se percibe que hay mucha tinta dedicada a explicar las cosas, con lo cual, Catalán va contra las crónicas del momento, escritas con prisa, acuciadas por la visión a corto plazo y la rabiosa actualidad, y dirige una mirada larga y amplia hacia atrás, sin ira ni complacencia, como se percibe al abrir el primer tomo de la segunda serie -Difíciles comienzos- y leer la dedicatoria, In memoriam, a sus tres camaradas juzgados por terrorismo y ejecutados el 27 de septiembre de 1975, y a los tres policías asesinados por el FRAP; tres víctimas provocadas por que lo debía ser una guerra popular contra la dictadura franquista -fascista, según el dictamen de los maoístas-, que quedó reducida a unos pocos episodios de aventurerismo armado.

A modo de recordatorio, el contenido del tomo está precedido por una breve historia del FRAP y un sucinto resumen de la primera serie, para poner al día a los lectores antes de dejarlos frente al relato que comienza el 1 de diciembre de 1975, titulado “Napalm en el desierto”.

Con una larga carrera profesional de periodista -(El Independiente, Interviú) y corresponsal en Londres y Roma- a sus espaldas, Catalán maneja abundante información bibliográfica y documental, escrita y audiovisual, así como la obtenida en entrevistas, y, por supuesto, sus propios recuerdos, en su faceta de narrador y, a la vez, participante y coetáneo observador de gran parte de los hechos narrados, en singular, los relativos a la historia del Partido Comunista de España (marxista-leninista) y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota y su proyecto de instaurar en España -España, mañana será republicana- una república popular, inspirado en la estrategia seguida en China por Mao Zedong.

En esta larga excursión temporal, para narrar el origen y evolución del PCE (m-l) y de sus grupos afines, Catalán se vale de un sosias, el militante del FRAP “Ricardo Acero”, cuyo nombre de guerra rinde culto al “camarada” Yugashvili y trae a la memoria la novela de Nicolai Ostrovski Así se templó el acero, sobre la abnegada vida de los militantes rusos en la etapa inicial de la URSS, forjados en el crisol de la revolución. Bolcheviques de una pieza, hombres y mujeres con un temple especial, que influyeron, como modelo, en muchos izquierdistas españoles empeñados en acabar con la dictadura del “Generalísimo”.

La peripecia de “Ricardo Acero” sirve de hilo conductor a las vicisitudes de la fundación y evolución del partido maoísta, que no fue el único de esta corriente, y su frente antifascista y republicano, en un relato cronológico intercalado con rodeos, aclaraciones, situaciones anejas al relato principal y alusiones a otros partidos de la emergente extrema izquierda.

Es una narración cuajada de historias cruzadas, abundante en datos, prolija en personajes y situaciones, con meandros y saltos atrás describiendo hechos y trayectorias de grupos y personas, que aparecen y desaparecen de la historia de ese Partido, salpicada de enfrentamientos, escisiones y luchas intestinas, en el esfuerzo de formar y consolidar una organización y un frente de aliados que se pongan al frente de la lucha antifranquista y, al mismo tiempo, sobrevivir al acoso de la policía y los servicios secretos del Régimen.

Los lectores de cierta (o de mucha) edad que hayan seguido con interés la historia reciente de este país hallarán en las páginas de esta crónica  hechos y personajes olvidados, unos, importantes en su día y otros, menos conocidos, como, por ejemplo, Humberto Delgado, opositor portugués asesinado por la policía salazarista, cuyo cadáver apareció en la provincia de Badajoz cerca de la frontera, o el espía González-Mata, Cisne”, que escribió un libro sobre Che Guevara, o Chiang Chin, la mujer de Mao, y sus tres seguidores Yao Wen Yuan, Chang Chung Chiao y Wan Hon Wen, que formaban la llamada Banda de los Cuatro y fueron purgados en los juicios de Pekín, o de GODSA, la sociedad anónima prepolítica de Fraga, o el general Vernon Walters, experto en “fontanería” de altos vuelos, o Antonio Cortina y Andrés Casinello, de la “fontanería nacional”. ¿Quién se acuerda, por ejemplo, de “La chispa” o del grupo aragonés “Hoz y martillo” que asaltó el consulado francés en Zaragoza? ¿O del MIL y los GARI o de ARU, otro impaciente grupo armado de existencia efímera? A estas alturas, ¿quién se acuerda de aquel espectáculo teatral del grupo Tábano llamado “Castañuela 70” y vetado por la censura como tantos otros?

Nombres y hechos, importantes o mínimos, van dibujando el país, salpicando los avatares de un sujeto, o sujetos, y señalando un amplio contexto o, dicho al estilo orteguiano, historias de hombres y mujeres y sus complejas y cambiantes circunstancias, en un relato minucioso que ofrece una historia no heroica o idealizada del FRAP, el PCE (m-l) y otras organizaciones de la izquierda, no de hombres de acero o bolcheviques de piedra tallada, como El hombre de mármol, la película de Andrej Wajda, sino una historia de seres humanos, donde no todo es entrega a la causa de la revolución y abnegación personal, que las hay, sino también cálculo, ambición, oportunismo, envidias, rencillas, deslealtades, celos, amoríos y divorcios, con sus correspondientes efectos políticos y organizativos. 

Del relato surge una España bastante rancia y una izquierda nueva, pero poco original, con grandes dificultades para oponer al franquismo una alternativa genuina, adaptada a las hechuras del país. Es una izquierda seducida por la lectura dogmática y reverencial de los teóricos del marxismo y el leninismo y por el eco de triunfantes revoluciones exóticas, tomadas como soluciones “prêt a porter”, que evitan el lento y enojoso trabajo de investigar para conocer las condiciones locales, dada la prisa por acabar con la dictadura y sumarse a la oleada rebelde que agitaba el mundo en los años sesenta. 

Un triunfal dictamen sobre la coyuntura, basado en una sobrevaloración de las luchas obreras y las fuerzas de la oposición, anunciaba una probable, y para algunos grupos, casi segura victoria, pues la crisis del régimen coincidía con la última y al parecer definitiva crisis del capitalismo agónico, con la emergencia de movimientos de protesta en los países industrializados y con las guerras de descolonización en el Tercer Mundo.

Las contradicciones mundiales se mostraban con especial agudeza en España, considerada el “eslabón débil” de la cadena imperialista. Parecía, pues, llegado el momento de acabar con la dictadura aprovechando la favorable coyuntura internacional. El “régimen se tambalea”, era el dictamen del PCE para formar un pacto que acelerase su caída de manera negociada, feliz pronóstico que asumía parte de la extrema izquierda, para empujarlo con la lucha de masas o hacerlo caer violentamente, según otras propuestas, entre ellas la del FRAP. 

Catalán cuenta la historia y una intrahistoria, la micro y la macrohistoria de una época, las vicisitudes de la creciente oposición y los entresijos del Régimen, sin olvidar la situación internacional y el complejo telón de fondo de los agitados años sesenta -la “guerra fría”, la ruptura del comunismo chino con el soviético, la revolución cubana, la guerra de Argelia, la reacción popular a la de Vietnam y la emergencia del izquierdismo europeo-, que influyeron en los grupos de la izquierda española .

El autor ofrece una crónica política del país como si fueran unos nuevos   episodios nacionales al estilo de Galdós, pero su relato también se pudiera emparentar con la obra de quien calificaba al escritor canario de “Benito el garbancero”, en una especie de Sonatas del marqués de Bradomín, encarnado en la figura de “Ricardo Acero”, no “feo, católico y sentimental”, como describe Valle Inclán a su personaje, sino “feo, maoísta y sentimental”, cuyas aventuras no tienen lugar en una lejana guerra carlista, sino en la España del siglo XX, pero todavía valleinclanesca.   

Es una serie recomendable para estudiosos, en singular los primeros tomos, referidos a un tiempo más confuso y remoto, para nuevas generaciones de lectores, estudiantes y, sobre todo, activistas sociales y políticos, y desde luego para jóvenes historiadores.

Catalán aporta amplia bibliografía y fuentes, un índice de nombres y de siglas, pero teniendo en cuenta la complejidad y los meandros del relato, hubiera venido bien una cronología para ayudar a los lectores ubicar los sucesos en el tiempo.  O, mejor dicho, dos cronologías, puestos ya a sugerir: una del FRAP y otra de los hechos más importantes que rodearon su historia. Quizá aparezcan al final de la serie. 

José M. Roca

Febrero, 2021.  



miércoles, 3 de febrero de 2021

Un gen hispánico

 Buenos días o algo así.

"Estaban tan contentos de lo que había progresado la organización militar, que Rebollo me dijo: < El Ejército del Norte será el que gane la guerra>. Esta buena fe, esta ilusión, son desgarradoras. Pero las condiciones políticas y militares dominantes en toda la zona no permitían prever más que desastres. Un ejército vasco, otro con el mando en Santander, lo de Asturias; en unas partes, revolución; en otras, nacionalismo; disputas menos que provinciales, de cabeza de partido. Viento en las cabezas, inexperiencia. El aislamiento territorial ha hecho imposible la presión directa del Gobierno para ordenar todo eso. Así se quería contrarrestar una tromba militar, armada con los poderosos elementos de la guerra".
Manuel Azaña. Cuaderno de La Pobleta. Memorias políticas y de guerra (II).

Hoy no libramos una guerra civil, mortífera y fratricida, sino una lucha contra un virus dañino, pero el espíritu para hacerle frente se parece mucho al de entonces. Quizá sea un gen, un gen hispánico, que llevamos en la sangre, pero no aparece en los análisis hematológicos, quizá sea un virus centenario que anida en el cerebro, quizá es nuestro gusto por la historia, que nos lleva a repetirla; quizá sea el estigma de Caín.