El
otro día, a propósito de 4 de Julio (made in USA), una amiga -de FB y de la
“realité”- me tiraba un tejo a propósito del 14 de Julio, la fiesta nacional
francesa. Y no es para menos, porque de los fastos de Francia sacó Trump la malhadada
idea de montar un numerito bélico y partidista el día 4, seguramente aconsejado
por su family o por el “think tank” conservador de guardia, que resultó ser más
partidario del “tank” que del “think”.
Y
es que, en cuanto a “grandeur”, les enfants de la patrie son inimitables y lo
hacen con naturalité, porque son así de chulos, pero lo cierto es que, política
y culturalmente, Francia también ha ejercido mucha influencia sobre España, al
menos sobre una parte de loso españoles (dejemos aparte los borbónicos pactos
de familia), pero no tanta como hubiera sido deseable -¡Ah, la Ilustración!,
tan parca en estos pagos-, y ahora, además, en declive ante el aluvión cultural
anglosajón, cuando ya es demasiado tarde para ser afrancesado.
En
el campo del pensamiento político, histórico y sociológico, baste recordar a
Rousseau, a Montesquieu, a Tocqueville; a Chatelet, a Pirenne, a Ariés y Duby;
en otro sentido a Mounier, Sartre, Simone de Beauvoir, Aron y Camus; a los estructuralistas,
más bien marxistas de cátedra, en boga en los años sesenta -Althusser,
Poulantzas, Balibar-, Foucault, a Lefort y Castoriadis; a Bourdieu, Elías, Castel
y luego a los post de la izquierda en extravío: Debord, Lyotard, Derrida, Ranciere…
mucho ruido y poca chicha.
¿Y
qué decir de los grandes poetas y novelistas del siglo XIX? Modernos o
románticos -Balzac, Stendhal, Chateaubriand, Verlain-, sin dejar atrás a los Dumas,
a Verne y al pesado de Daudet. No han sido mancos en tebeos: Tintin, del belga Hergé, que, con Astérix, Lucky Luke y el Teniente
Blueberry llegaba a España a través de la editorial francesa Pilote.
¡Ah!
Y Simenon, catedrático de la novela policiaca, con su inspector Maigret…, que
luego ha tenido su prolongación en el cine -otro invento francés, de los
hermanos Lumiere y de los tanteos de Meliés- con actores como Jean Gabin, Paul
Meurisse, Lino Ventura, Charles Vanel y otros intérpretes del cine negro de los
años cincuenta y sesenta.
No
han faltado galanes en la gran pantalla, como Henri Vidal y Gerard Philipe, ni
otros más modernos -ya de otro tiempo- como Belmondo, Delón, Ronet, Perrin,
Sernas, Léaud-, sin olvidar a tontilones como Fernandel, Bourvil y al
gesticulante Louis de Funes. ¡Y Jacques Tati!, que es punto y aparte.
En
cuanto a ellas… Simone Signoret, Michelle Morgan, Danielle Darrieux, Martine
Carol, Brigitte Bardot, Milenne Demongeot, Jeanne Moreau, María Schneider (del último
tango…). Sin dejar atrás a un buen plantel de directores de la vieja ola -Clair,
Renoir, Besson, Chabrol, Carné- y de la nouvelle vague -Truffaut, Godard,
Varda, Rohmer-.
También
tienen una buena nómina de chansoniers: Maurice Chevalier, Charles Trenet, Yves
Montand, Jacques Brel, Jean Ferrat, Leo Ferré, Charles Aznavour, Gilbert
Becaud, Alain Barriere, Adamo, Johnny Halliday, Hervé Vilard, el elucubrante Antoine...
Incluso tenían un buen conjunto instrumental -Les guitarres du diable- para
competir, en inferioridad de condiciones, claro está, con The Shadows, ingleses,
y los The Ventures, americanos, que marcaban la pauta con el limpio sonido
Fender.
También
han estado bien surtidos de cantantes femeninas (“cherchez la femme”, que decía
Dumas): Line Renaud, Edith Piaf, Juliette Greco, Dalida, Francoise Hardy,
Sylvie Vartan, France Gall, Jane Birkin, Marie Lafôret… De las de hoy, no recuerdo
a ninguna.
Con
algo de antelación, les deseo un feliz día 14 de julio, sin aspavientos ni a
favor ni en contra, pero quizá dedicando algo de la jornada al cine, viendo por
ejemplo, “La Marsellesa” de Renoir o “Chacal”, de Fred Zinnemann, donde el
malvado James Fox, pretende asesinar al general De Gaulle el día de la fiesta
nacional. Disfrutenlas mientras degustan un Pernod, un calvados, un borgoña o
un burdeos (importando de Hispania), por no decir un Moet Chandon, no que está
el bolsillo para muchas alegrías.
Y
aquí me despido por obras. Este trasto no me da más que problemas y se lo ha de
llevar el mecánico, a ver si con una chapucilla puede tirar otra temporada. Si
no, me veré obligado a comprar otro. En cualquier caso, estaré incomunicado
unos días. Pero prometo volver.