La herencia Bush es pesadísima; es un
fardo que atará las manos de su sucesor por una larga temporada. Y la mala
situación de la coyuntura cuando se despide era casi esperable: es resultado de
una manera de gobernar, de producir, de financiar; de entender el mundo, la
sociedad y la naturaleza. Nada de lo sucedido, ni el déficit presupuestario, ni
el déficit comercial, ni el retroceso industrial, ni la burbuja inmobiliaria,
ni la crisis financiera son cosas accidentales.
En el campo de la economía, Bush deja
un paro de casi el 6%, el más alto en cinco años: 8,5 millones de parados más,
de ellos 3,6 millones corresponden a la industria, que ocupa a 13,5 millones de
trabajadores, frente a 17,1 millones que empleaba en 2001. El número de empleos
a tiempo parcial ha crecido en 5 millones, el salario medio semanal ha
descendido y casi 40 millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza. Entre
2000 y 2005 el número de los más pobres ha aumentado el 26%.
En asistencia sanitaria, EE.UU. gasta
el 16% del PIB en un sistema privado, y deja fuera a 47 millones de personas
que carecen de cobertura médica, pero no
son suficientemente pobres para acogerse al Medicaid. El gasto de someterse a
una operación quirúrgica, atender una enfermedad grave o terminal es, junto con
el pago de las hipotecas, la principal causa de ruina doméstica.
El incremento del precio de la
gasolina (0,64 euros/litro) ha hecho descender un 20% las ventas de coches de
gran consumo, pero la dependencia del petróleo ha aumentado en dos millones de
barriles diarios.
El 68% del petróleo consumido en
EE.UU. se emplea en transporte, porque la red ferroviaria es escasa y el 88% de
los ciudadanos utiliza el vehículo privado para acudir al trabajo. Datos del
Departamento de Energía, de 2006, indican que los vehículos ligeros consumieron
9,25 millones de barriles diarios, que equivalen al consumo de África y América
Latina juntos. La emisión de CO2 por persona y año es de 20 toneladas.
Esta necesidad de petróleo, cuando la producción
propia se ha reducido, explica la importancia estratégica que tiene asegurar
por todos los medios el suministro de crudo desde yacimientos extranjeros. Lo
cual no parece ajeno a los vínculos del vicepresidente Cheney con el sector
petrolero.
El precio de las viviendas ha caído un
30% de promedio, unos dos millones de propietarios se enfrentan a juicios por
impago de hipotecas. Hay 18 millones de viviendas vacías. El sector de la
construcción ha perdido casi medio millón de empleos en dos años.
Y en banca, ha quebrado el sistema
financiero desregulado. En menos de seis meses, cinco grandes entidades
financieras, entregadas a vender humo sin control, han tenido que ser asistidas
para evitar la quiebra: en marzo, J.P. Morgan compró el Bear Sterns; en
septiembre el Gobierno intervino las dos mayores hipotecarias del país Fannie
Mae y Freddie Mac; Goldman ha sido reconvertido en banco comercial, lo mismo
que Morgan Stanley, en parte salvado por Mitsubishi, el Bank of America ha
salvado a Merry Linch; ha quebrado Lehman Brothers¸ la compañía de seguros American
International Group (AIG)ha sido
nacionalizada y la caja de ahorros Washington Mutual, mientras se han inyectado
700.000 de $ de fondos públicos, de momento, para salvar al sector financiero de
las consecuencias de sus aventuras. ¿De dónde saldrá ese dinero y más si hace
falta? Presumiblemente de reducir gastos sociales (educación, sanidad,
pensiones, subsidios, etc) y de la financiación externa, solicitada a otros
bancos.
El déficit de la balanza comercial ha
pasado de 365.000 millones dólares en 2001 a 753.000 millones en 2006. Presupuesto
de Defensa en 2008 es de 623.000
millones de dólares.
En el presupuesto federal, el
superávit fiscal del 2,2% del PIB (236.000 millones de $), dejado por Clinton
después de remontar el déficit de 255.000 millones de $ dejado por Bush padre,
Bush hijo lo dilapidó en un par de años.
Entre 2001 y 2007 la deuda federal ha
pasado del 57 al 65% del PIB.
Good work, boy!
Nueva
Tribuna, 27 enero de 2009
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