Para llegar a lo que dice Santi Mondejar, hay que abandonar el principio de las ideologías omnicomprensivas, que lo explican todo. Lo cual supone que sólo hay una manera de entender y gobernar la sociedad, que es la del propio partido, y que todas las demás están equivocadas. Lo contrario está mas cerca de entender una realidad complejísima, dinámica y multiforme, de la cual los programas de los partidos son sólo aproximaciones parciales, por tanto, conocer la verdadera cara del país, o conocerla con más amplitud o certeza, requiere el concurso de todos o por lo menos de muchos. Este es el principio que guió la libertad de expresión y el nacimiento de la opinión pública: de la discusión entre diferentes opiniones saldrá algo más cercano a la verdad que de una sola opinión. Por supuesto, no todos podemos opinar sobre todo con acierto, pero tratándose de política, de los asuntos comunes que afectan a nuestra vida, la diversidad de opiniones acerca a la verdad, o mejor, a la realidad.
En la crítica política es difícil arremeter contra el partido que ocupa el gobierno y las instituciones, pero salvando a estas del uso partidista que hace el oponente. La crítica constante, acerba la mayor parte de las veces, contra el oponente, o mejor la bronca política, que es lo que tenemos ya que el debate escasea, con frecuencia desemboca en una postura anarquizante o antisistema. Por ejemplo, quienes en Cataluña o en el País Vasco, claman contra el Estado, están sembrado la desconfianza en el Gobierno autonómico, que forma parte del Estado denostado, pero a la vez en el Estado alternativo.
Efectivamente, el quid del asunto está en tocar el poder; en cómo acercarse a él y en cómo ejercerlo con acierto, con prudencia y con justicia y eso es otro cantar.
domingo, 29 de mayo de 2016
La izquierda tantea
Matizo: creo que ya no hay partidos de izquierda a la vieja usanza y que atravesamos una situación de redefinición de los sujetos políticos que corresponde a una redefinición de las clases y estratos sociales, debido a la evolución del capitalismo. Los programas de confrontación de clase contra clase, basados en un proletariado concentrado y combativo, han perdido vigencia por causas que no son fáciles de definir, pero no han sido sustituidos por otros programas que los reemplacen con eficacia. La izquierda va tanteando...
En los países industrializados y en la UE, la clase obrera ha perdido importancia numérica y estratégica. Los cambios en la forma de producir (del fordismo al toyotismo), la importancia del sector terciario, las nuevas tecnologías, (informática, robótica) la división y deslocalización de empresas y su traslado al III mundo, así como las arremetidas neoliberales contra el Estado del Bienestar, los sindicatos y la cultura obrera (ver Owen Jones: "Chavs") han privado a la clase trabajadora de la fuerza que tenía. Lo mismo sucede en España, la reconversión industrial (convertir obreros en parados) trajo eso. Y por otro lado, la emergencia de la cuestión identitaria abre nuevos frentes políticos a los partidos de izquierda.
Recuperar competencia
Educación, sanidad y dependencia deberían ser competencias del Estado central. Revisión del mapa autonómico y nuevo diseño basado en criterios de racionalidad, gobernabilidad y equilibrio regional. No entiendo el mapa actual, basado en criterios históricos, o pseudohistóricos, que respetan también antiguas regiones, por un lado, pero en otros no se sabe en qué se basaron los padres fundadores del café para todos. Había regiones grandes, que se unieron en otra mayor (Castilla y León, Castilla la Mancha y Albacete), mientras quedan regiones autonómicas uniprovinciales, unas antiguas -Asturias, Navarra- y aparecen otras -Murcia, Rioja, Cantabria-. No parece que se tuvieran en cuenta ni los kms cuadrados, ni el PIB, ni el número de habitantes. Y Madrid es otro caso digno de estudio.
Autodefinición
Dice Luis Roca Jusmet:
"Voy a plantear un debate interno que evitamos pero que vale la pena plantear. Se trata del debate sobre cual es el voto más coherente con nuestro patriotismo constitucional, es decir la defensa de un estado de derecho que debe garantizar los derechos de todos los ciudadanos.La razón de no hacerlo es no introducir tensiones ni conflictos pero me parece un falso argumento. Hemos de darnos ejemplos de que somos capaces de un debate sereno. Voy a empezar a mojarme yo. Mi voto es para el PSC. A pesar de restos nacionalistas en el discurso oficial ( no de todos sus sectores) me parece que el mejor voto porque en su garantía de derechos incluye los sociales de una manera más clara que, por ejemplo, Ciudadanos o el PP Unidos Podemos-IU cae en el juego del derecho a decidir y su defensa del Estado de derecho me parece poco clara. A ver quién se anima a continuar".
Allá voy, Luis. Yo soy jacobino de izquierdas, ateo, republicano, anticapitalista por principio, liberal en lo moral pero antineoliberal en lo económico, conservador en lo ecológico pero transformador en lo político, defensor de la unidad de España o de la persistencia de sus territorios (excepto Ceuta y Melilla), defensor del Estado de derecho, pero no exactamente de este, y de los derechos civiles recogidos en una constitución, pero no en esta, tan coja en lo social, crítico con la UE de los financieros, moderadamente europeo pero no fanático europeísta, ni partidario del imperio de la Cancillera... Así que no sé muy bien a quién votar. Y la verdad, después de varios intentos fallidos, no me veo con ganas de fundar otro partido...
No salen las cuentas (I)
Good morning, Spain, que es different
El día 26 de junio se han de celebrar nuevas elecciones
legislativas, pero probablemente el resultado de las mismas no será muy distinto
al del pasado 20 de diciembre, dado que seguimos con el mismo sistema electoral
y con los mismos partidos en liza.
La suma de los votos obtenidos entonces por los partidos de
la derecha: PP, C’s, DiL, PNV y CC, fue de 11.658.749, y 178 la suma de los
escaños.
La suma de los partidos de izquierda: PSOE, Podemos, ERC,
IU-UP, Bildu fue de 12.456.243 votos, a los que correspondieron 172 escaños.
Aquí se nota la penalización que sufrió IU-UP, que con 922.579 votos sólo obtuvo
2 escaños, cuando teniendo un número de votos equivalente a la suma de los de
599.289 de ERC más 301.585 del PNV, le hubieran correspondido 15, de guardarse
la misma proporción. Pero dejando está hipótesis, la suma de los votos de los
partidos de la izquierda supera en 797.494 a los de la derecha.
Ahora bien, el bloque de la derecha no es homogéneo, si
separamos los 867.086 votos y los 14 escaños de los partidos nacionalistas de
derecha DiL y PNV, queda que la suma de los votos de PP, C’s y CC es 10.791.663,
y la de sus escaños es 164. Suma que queda también por debajo de los votos de
la izquierda no nacionalista, pues si restamos los 817.765 votos de ERC y
Bildu, con 11 escaños, queda la suma de 11.638.487 votos del PSOE, Podemos, IU-UP,
que supera también la suma de votos de los partidos de la derecha, pero no en
escaños, 161 de las izquierdas, frente a 164 escaños de las derechas. Pero la representación
parlamentaria se volcaría en favor de las fuerzas de izquierda si en vez de los
2 escaños de IU le atribuimos los 15 de la hipótesis antes indicada.
Aquí vemos que el sistema electoral está diseñado para
corregir la voluntad de los electores, lo cual no es de extrañar, pues la
vigente ley electoral (LOREG, 1985) no alteró el contenido del Real-Decreto Ley
20/1977, de 18 de marzo, que no fue elaborado por demócratas, sino por quienes
habían sido hasta la muerte de Franco miembros del aparato estatal de la
dictadura.
La ley electoral de 1977 fue preparada para que UCD, que
representaba a los reformistas del averiado Régimen, pudiera ganar las
elecciones del 15 de junio de 1977. “Con muy poco más de un tercio de los
votos, UCD se alza con más del 47% de los escaños en liza”, así lo reconocía José
Ignacio Wert, cuando era presidente de Demoscopia, en “Memoria de la transición”,
El País, 1996.
Debe recordarse que el Partico Comunista no fue legalizado
hasta abril de 1977 (sábado santo) y que los partidos a su izquierda siguieron
siendo ilegales, por lo que tuvieron que concurrir a las elecciones del 15 de
junio, los que optaron por ello, con nombre supuesto.
Dado que el sistema electoral figura en la Constitución, el
sistema de listas cerradas y bloqueadas, la dificultad de presentar una moción
de censura, los escasos mecanismos otorgados a la oposición para controlar la
acción del gobierno y el reglamento de las cámaras, que supone la última
ortopedia para desvirtuar la voluntad de la ciudadanía, a lo que hay que sumar el
uso perverso que se ha hecho de esta legalidad, no es de extrañar el vacío
existente entre la España oficial, la España política, institucional y la
España real, la emanada de la voluntad de la gente. De lo cual se deduce la
ingente tarea legislativa que tienen por delante quienes aspiren a reformar el
sistema representativo para corregir sus vicios y desviaciones y hacerlo más
permeable a la voluntad de los ciudadanos, es decir, más democrático.
Pero queda otro
ingrediente que explica la complejidad del momento, que es el ideológico.
viernes, 20 de mayo de 2016
Ocio politizado
Good morning, Spain que es different,
pero que muy different
Volvemos a estar enredados en asuntos nimios de gran trascendencia: un partido
de fútbol, que no parece tal sino un conflicto civil extradeportivo, y una
"fiesta" o festejo de toros, mejor dicho con un toro, perseguido
hasta la extenuación en Tordesillas y condenado a morir lenta y dolorosamente a
manos de matarifes aficionados.
La prohibición de la Junta de Castilla y
León de dar muerte al astado ha provocado el enfado de los seguidores de este “arte”,
“deporte”, “atracción de feria” o lo que sea, que, con el alcalde a la cabeza (¡cuánto
trabajo hay por hacer dentro del PSOE!), van a recurrir la medida con el
argumento de que el festejo tiene una tradición de 500 años. Estupendo. Volvamos
al siglo XVI, para que ilumine, con sus oscuridades (el rollo, la picota, la Inquisición,
el derecho de pernada, los mayorazgos, la nobleza de sangre, la expulsión de
judíos y moriscos, etc, etc y el toro de
la Vega, como pasatiempo de una sociedad afortunadamente superada), las mentes
de estos preilustrados o directamente deslustrados ciudadanos, al menos, en sus
ratos de ocio.
El otro asunto importante cae en el
ámbito de la otra fiesta nacional, o nacionalista, que es el fútbol, cuando seguidores
del Futbol Club Barcelona planean desplazarse a Madrid enarbolando banderas independentistas
(esteladas o con estrella) a animar a su equipo en su enfrentamiento con el
Sevilla, en el partido final de la Copa del Rey.
Y el Partido Popular ha vuelto a caer en
la trampa que le han tendido los nacionalistas catalanes. Con argumentos poco
convincentes, la Delegación del Gobierno en Madrid ha prohibido la exhibición
de tales signos, con lo cual ha desatado otra bronca política, que es lo que
deseaban los independentistas para volver a ponerse como víctimas, ardid que tan
buenos resultados les proporciona.
El PP ha respondido de forma automática
y estúpida a una operación orquestada por los foros soberanistas, en vez de
señalar la incongruencia de quienes se jactan de desafiar las leyes, por ser
españolas, pero acatan las convocatorias y las normas del fútbol profesional sin
rechistar.
Se trata de la Copa del Rey, del Rey de
España, Felipe VI, un Borbón por más señas, heredero de aquel Felipe V, que es
la bestia negra para los nacionalistas catalanes. ¿Qué habría sido más lógico para
los nacionalistas que sugerir al Barça que renunciase a competir por un trofeo
tan denigrante? ¿Hay algo más contradictorio que un equipo de fútbol, que es
más que un club por definición, y casi un partido político por conveniencia o
vocación, reciba un trofeo de manos del Jefe del Estado, que es el máximo representante
de la nación que oprime -y roba- a Cataluña? ¿Hay algo más humillante para los “culés”
nacionalistas que recibir, en el mes de mayo, un trofeo de la persona a quien
dicen aborrecer, por lo menos, cada 11 de septiembre? Seamos serios; esto es una broma, ¿no?
La pitada del año pasado (con pitos
financiados por uno de los vástagos de la familia Pujol-Ferrusola) al himno
nacional en la misma final, podría haber anunciado la despedida del Barça de
este torneo, pero no ha sido así porque al Club no le interesa y porque la
incongruencia bien manejada proporciona bazas políticas a los soberanistas
catalanes, ante un partido como el Popular, que, en el problema del
nacionalismo no acierta o se pasa, porque el Tancredismo de Rajoy -laissez faire, laissez passer- no puede
hacer frente a la guerra de rápidos movimientos, en que los nacionalistas
llevan la iniciativa.
La Delegación del Gobierno debería
rectificar y permitir que los seguidores del Barça disfruten de una buena tarde de fútbol, portando las banderas que quieran. Pero supongo que no lo hará;
estamos en campaña electoral y espera que el Partido Popular pueda sacar algún beneficio de ese gesto autoritario. Yerra.
lunes, 16 de mayo de 2016
Economistas
"Que no era la primera vez que (los economistas) quedaban en evidencia. Quizá la más famosa fue el experimento de 1984, cuando The Economist preguntó a cuatro ex ministros de finanzas, cuatro directores ejecutivos de multinacionales, cuatro estudiantes de Oxford y, finalmente, cuatro barrenderos sus previsiones a diez años vista sobre inflación, crecimiento económico, tasa de cambio y el PIB de Singapur en relación con el de Australia. Cumplido el plazo, resultó que los barrenderos atinaron más que los demás. Los peores los ex ministros. La encuesta no pasaba de ser un divertimento pero sus sombrías conclusiones acerca de la capacidad predictiva de la profesión no se han visto desmentidas por investigaciones más serias".
F. Ovejero: "¿Idiotas o ciudadanos?, Cap. II. Diagnósticos. Los economistas I. p. 100.
F. Ovejero: "¿Idiotas o ciudadanos?, Cap. II. Diagnósticos. Los economistas I. p. 100.
sábado, 14 de mayo de 2016
M. Cruz, candidato
A propósito de un post de Luis Roca sobre la inclusión del filósofo Manuel Cruz en una candidatura.
Me parece perfecto. Y si se me permite, ahí va una cita, que creo viene al caso: "Lo que define al tolerante no es su ausencia de valoraciones sobre determinados asuntos -eso quedaría para un perplejo-, sino la actitud que mantiene ante las valoraciones ajenas, sobre todo cuando está convencido de que son erróneas o falsas (...) La tolerancia es una pequeña virtud, como dice Iring Fetscher, pero queda claro, no pequeña por insignificante, sino porque depende de otras virtudes y condiciones institucionales sin las cuales perdería su valor (...) La tolerancia es un asunto tan grave como la democracia misma. Y acaso uno de los errores más reiterados en el pasado por discursos pretendidamente progresistas haya sido su incapacidad para reconocer las virtualidades transformadoras que ofrecía dicha organización de lo público". M. Cruz (comp.): "Tolerancia o barbarie", Barcelona, Gedisa, 1998.
Me parece perfecto. Y si se me permite, ahí va una cita, que creo viene al caso: "Lo que define al tolerante no es su ausencia de valoraciones sobre determinados asuntos -eso quedaría para un perplejo-, sino la actitud que mantiene ante las valoraciones ajenas, sobre todo cuando está convencido de que son erróneas o falsas (...) La tolerancia es una pequeña virtud, como dice Iring Fetscher, pero queda claro, no pequeña por insignificante, sino porque depende de otras virtudes y condiciones institucionales sin las cuales perdería su valor (...) La tolerancia es un asunto tan grave como la democracia misma. Y acaso uno de los errores más reiterados en el pasado por discursos pretendidamente progresistas haya sido su incapacidad para reconocer las virtualidades transformadoras que ofrecía dicha organización de lo público". M. Cruz (comp.): "Tolerancia o barbarie", Barcelona, Gedisa, 1998.
viernes, 13 de mayo de 2016
Juntos, ni al Senado
Good morning, Spain, que es different
.
Pedro Sánchez rechaza una candidatura de
izquierdas para concurrir al Senado.
La propuesta de Podemos de ir juntos al
Senado, donde las listas son abiertas, no parece ni un disparate ni una ofensa
a los socialistas. Y no vale aducir para rechazar el pacto el poco tacto mostrado
por Pablo Iglesias con el PSOE, porque tampoco en el PSOE se han quedado cortos
a la hora de calificar a Podemos (hay que ver, y sobre todo oír, lo que ha
salido por algunas boquitas de los nuevos y de los veteranos), ni escudarse en el
fracaso de la experiencia del PSOE (Almunia) con IU (Frutos), en el año 2000,
que partía del equivocado dictamen de la derrota de 1996, calificada de dulce,
cuando en realidad señalaba el ocaso de un ciclo político y económico y el
comienzo de otro (la aznariana segunda transición) marcado por la derecha sin complejos,
que vinculaba su destino a la globalización imperial bajo la hegemonía de los neocons americanos.
En el año 2000, aún estaba muy fresco el
recuerdo de los años finales del felipismo (crisis de 1992, tras los fastos (y
los gastos), devaluación de la peseta, Filesa, RENFE, GAL, Roldán, papeles del
CESID, etc, etc), y el PP ascendía con fuerza, impulsado por el auge económico exterior
e interior ("España va bien", Aznar, marzo, 1997).
La situación de hoy, tanto política como
económica, pero sobre todo en el ánimo social, es muy diferente a la de
aquellos años y de poco valen los paralelismos, salvo para despistar a la propia
tropa y confundir a las almas cándidas.
Desconozco cuál es la corriente ideológica
de la socialdemocracia en la que se ubica Pedro Sánchez, aunque parece que es
un digno representante de la Nueva Vía (Zapatero, Trinidad Jiménez, Jesús
Caldera, José Blanco, Jordi Sevilla, Miguel Sebastián), réplica española de la descafeinada
Tercera Vía (de Giddens, Blair, Schroeder, Jospin), que, tras la caída del muro
berlinés y la desaparición de la URSS, mostraba la rendición de la
socialdemocracia ante el neoliberalismo victorioso. Pero aunque Sánchez fuera
un genuino representante del espíritu fundacional de Pablo Iglesias (el
tipógrafo, no el seguidor de Juego de tronos), dispone de escasa capacidad de
maniobra en un PSOE que necesita como el comer (para vivir o sobrevivir), una
edición actualizada del congreso de Suresnes, que alivie al partido de la carga
de muchos de los pesos pesados (pesadísimos), que entonces, frente a los que
fueron arrinconados en el PSOE (histórico), aparecían como algo nuevo, pero hoy
representan a una generación comprometida con la conservación del mundo
existente.
Sánchez está presionado por el sector populista
acaudillado por Susana Díaz, que ha mostrado, de palabra y obra, sus
preferencias al prescindir, en una maniobra que no le salió bien, de un
gobierno en coalición con Izquierda Unida para tener otro apoyado por
Ciudadanos. Y ese es su horizonte táctico, cuando ha marcado el destino de
Sánchez al frente del Partido al ponerle muy alto el listón electoral -sólo le
vale ganar-, confiando en que no gane. Luego vendría un pacto de Gobierno con
Ciudadanos y quién sabe si con un PP renovado y sin Rajoy, o incluso con Rajoy,
en aras de la recuperación económica y de la responsabilidad política, como
defienden algunos que tienen como guía la gran coalición a la alemana,
olvidando que el ejemplo germano carece de parangón en España, pues el partido
de Merkel no ostenta al baldón de corrupción que anega al partido de Rajoy, ni
fue fundado por ministros de Hitler, como si lo fue el Partido Popular fundado
por cinco ministros de Franco. Lo cual se nota.
Esa apuesta puede ser grata a algún
sector del PSOE, pero podría suponer su suicidio en un momento en que el
deterioro institucional y los persistentes efectos de la crisis sobre una parte
importante de la población asalariada y sobre los estratos inferiores de las
clases populares exigen reformas tan urgentes y profundas, que sólo se pueden
afrontar desde un gobierno que tenga el respaldo de todos los partidos que se
sientan de izquierda.
miércoles, 11 de mayo de 2016
Gorby hizo lo que pudo
Para el Colectivo Red Verde
Interesantes
reflexiones, Ángel. Gorbachov hizo lo que pudo, pero Occidente, y especialmente
los EE.UU., con Reagan al frente, tenían mucha prisa por acabar con la URSS y
precipitaron las cosas, ayudados por tipos como Borís Yeltsin y otros como él, que
también la tenían para repartirse el botín de la propiedad estatal, que tan
buenos millonarios ha dado en la nueva Rusia.
No creo que el principio del fin del comunismo estuviera en
la caída del muro de Berlín, en 1989, sino cuando se construyó, en 1962, pues
ya mostraba sus flaquezas (y sus firmezas). Lo ocurrido en Checoslovaquia en
1948, en Berlín en 1953 y en Hungría en 1956, además de las brutalidades de
Stalin en la propia URSS, anticipaban lo de 1968, en Praga, y lo de 1981 en
Varsovia, mostraban la inflexibilidad del sistema, la esclerosis política y el
agotamiento teórico en los países socialistas. El marxismo leninismo era pura
retórica, un conjunto de jaculatorias como las de la Iglesia católica, para
sostener a las “nomenklaturas” locales, presididas en los últimos años de la
URSS por el KGB (Chernenko, Andropov, y creo que Gorby) y también Putin.
¿Casualidad?
Quizá no podía ser de otra manera si se piensa en etapas
largas, de cientos de años, y en la permanencia en el tiempo de las
mentalidades y de las actitudes. Las costumbres son de hierro, las buenas y las
malas. Y las tradiciones son prisiones. Y Rusia, que abolió el régimen servil,
en 1864 (cuando EE.UU., con una guerra, trataba de abolir la esclavitud), pasó
de la dictadura zarista a la dictadura estaliniana casi sin transición, porque emergió
el macizo de la raza (como diría José Antonio) o de la historia, por debajo de
la voluntad de los revolucionarios, la mayoría muertos en la I Guerra mundial y
luego en la guerra civil. Para Stalin, acabar con el resto fue cosa de tiempo
(poco) y de método (brutal). Y a zar muerto, zar puesto (rojo, claro, o teñido
de rojo).
Lenin se equivocaba cuando decía, en el verano de 1917, que
ya había pasado el tiempo de la revolución democrático burguesa, ¡que había
empezado en febrero!, y que era la hora de la revolución proletaria, que
empezaría en octubre. Tampoco podía hacer otra cosa, con Kerenski animando al
general Kornilov a asesinar obreros, y con las tropas alemanas en la puerta de
casa, que tratar de quitarse de encima a aquellos incompetentes y de parar la
guerra. Pero, la etapa de la revolución burguesa no es sólo la revolución
industrial y la instauración del capitalismo, escaso y concentrado en la Rusia
zarista, sino también el liberalismo, y si la hegemonía burguesa está
resultando muy larga en todas partes, ¿cómo iba a resultar tan breve en Rusia?
Lo que hubo después de la guerra civil fue una lucha de clases atroz y una
industrialización acelerada -el comunismo son los soviets más la electricidad,
había escrito Lenin-, amparada por un poder despótico, que produjo un
capitalismo de Estado regentado por una burguesía de Estado (surgida de la
transformación estamental) culminada en la “nomenklatura” del Partido. Trotsky
también se equivocaba: la URSS no era un Estado obrero degenerado, sino otra
forma, despótica, de capitalismo, tras una reconfiguración de las clases
sociales, formalmente abolidas en el Estado de todo el pueblo, según rezaba la
última Constitución de la URSS.
Para mí el gran retroceso es anterior a Gorby, a la caída
del muro de Berlín y al descosido de la URSS (del viejo imperio zarista), y se
produce cuando cesa el avance de la izquierda en todo el mundo, que empieza en
los años 70, cuando se detiene el espíritu de los 60, o del 68; en Europa,
cuando las democracias occidentales resisten las movilizaciones sociales y los
PCs apoyan el sistema; cuando la lucha de masas deja paso al terrorismo como
salida desesperada; cuando el comunismo es ya irreformable en los países del
Este -tras Berlín (1953), tras Budapest (1956), tras Praga (1968) no hay
socialismo con rostro humano); cuando, con Nixon, llegan los republicanos al
poder en EE.UU. (aunque luego brevemente lo pierdan); cuando se burocratiza el
socialismo cubano; cuando los movimientos guerrilleros y populares de América
Latina se sofocan con golpes militares y empieza el expolio; cuando África se
despedaza en luchas intestinas y aparecen temibles dictadores (no me olvido de
las aviesas intenciones de occidente); cuando se burocratiza el socialismo
árabe y empieza a decaer la OUA; cuando Pol Pot pone en marcha una aberrante
interpretación del igualitarismo asesinando a millones de personas que no
coinciden con los rasgos establecidos por el Partido -como llevar gafas-;
cuando en indochina luchan dos versiones del comunismo (soviética -Vietnam- y
china -Camboya-); cuando la lucha de clases en China acaba llevando al poder a
Deng Xiao Ping, cuya impronta está presente en la China (capitalista y brutal)
de hoy.
El acelerador de todo eso sería la llamada revolución
conservadora de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y el papa
Woyjtila, que cambió la correlación de fuerzas a escala internacional y desde
entonces reina sobre todo el mundo. Desde la izquierda, lo que, desde el punto
de vista teórico y práctico, se ha opuesto a esa ofensiva han sido el
eurocomunismo (Berlinguer, Carrillo), breve, y la tercera vía (Giddens, Blair,
Schroeder), algo más larga, pero más dañina por que ha inspirado la acción de
varios gobiernos, entre ellos el español. Y en algunos países de América, una
especie caudillismo con aroma socializante, o el neoindigenismo con el mismo
aroma.
Y en esas estamos.
Fray Pepe (25-3-2011)
Soy conservador
Lo asumo,
Alejandro: soy conservador, quizá a mi edad ya no pueda ser otra cosa en
ciertos asuntos que considero importantes, por ejemplo, en lo relativo a la
lucha de clases, término que tiene mala prensa: parece viejo, porque da la
impresión de que, en una sociedad de clases medias (ojo con el término), no hay
clases, ni altas ni bajas, ni lucha.
En primer
lugar porque a la derecha, de aquí y de fuera de aquí, siempre le ha interesado
eludir o vilipendiar este término que descubre las falacias de su discurso.
Pero esto lo doy por sabido.
En segundo,
porque han pasado a primer plano otro tipo de luchas, culturales o identitarias,
que expresan otros desequilibrios sociales, otras desigualdades, a veces
magnificando pequeñas diferencias para establecer una identidad, en una era en
que se busca la identidad de manera compulsiva y donde la victimización y la
pertenencia a un grupo minoritario sirven muy bien a ese objetivo. No hay nada
mejor que declarar la pertenencia a una minoría, real o presuntamente oprimida,
para recibir apoyos de gente solidaria y, desde luego, para creer que se poseen
la verdad y la razón sin más discusión. No digo que todos, pero sí muchos de
estos discursos identitarios son discursos blindados.
En tercer
lugar, porque, para amplias capas de la población trabajadora, y sobre todo
para las clases subalternas, el ejercicio de la profesión (el oficio) ha
perdido importancia en la vida de los individuos. Antes, ser minero,
metalúrgico, tipógrafo o ferroviario, profesiones que pasaban de padres a
hijos, eran afirmaciones de identidad, casi títulos nobiliarios en el mundo del
trabajo -orgullo de clase- por todo lo que tenían detrás, producto,
naturalmente, de la lucha de clases. Hoy eso es impensable no sólo porque los
puestos de trabajo no se conservan tanto tiempo, sino porque la producción se
ha transformado (las cambios técnicos son muy rápidos) o simplemente ha
desaparecido (seguramente habrá metalúrgicos o trabajadores de astilleros en
China, que sientan ese orgullo de la profesión, pero no en Avilés o en Sestao).
En el mismo sentido hay que indicar que, aunque ha
mejorado la educación o la instrucción de las clases subalternas, que ha
mejorado la enseñanza, que muchos hijos de obreros tienen estudios
universitarios o cualificación profesional, ésta no siempre coincide con el
ejercicio de la correspondiente profesión. Cualificación académica y ejercicio
laboral profesional no coinciden. A muchos jóvenes tener estudios no les evita
tener que aceptar empleos de camareros, repartidores de pizzas, reponedores o
cajeros en un supermercado. Y a otros, tener que aceptar multitud de trabajos
diversos les impide adquirir la experiencia en una sola profesión, que antes se
conseguía con la estabilidad en el empleo. Así, muchos viven durante bastante
tiempo de las presuntas ayudas a la formación y ejercen de becarios en un sitio
y otro, y a otros les ocurre lo mismo contrato tras contrato (basura), pero
becario y precario no son profesiones aunque sí estadios de la vida cada vez
más largos. O parado (de larga duración, ¡vaya!).
En el otro extremo, los que quieren definirse por la
profesión y rentabilizar la cualificación académica, los más preparados y
afortunados, se ven sometidos a un reciclaje permanente a base de masters,
cursos, seminarios e idiomas, para mantener el nivel de los salarios altos, o
medianamente altos, o simplemente en los empleos estables.
Pero con
todo ello, las desigualdades sociales, las diferencias de renta y de lugar en
la jerarquía social (no sólo en el campo productivo) permanecen por debajo de
las profesiones o de la carencia de ellas. Desde los años setenta hacia acá, en
las sociedades avanzadas (EE.UU. Europa), sociedades de clases medias, es donde
las clases medias han perdido importancia social y poder adquisitivo; se han
acentuado las diferencias entre los que tienen más y los que tienen menos y la
polarización económica ha debilitado los estratos medio y bajo de las clases
medias, caso notable en los EE.UU. La revolución conservadora y la aplicación
práctica de las doctrinas neoliberales tenían ese objetivo. Y las medidas para
salir de la recesión van a acentuar aún más las diferencias sociales.
Lo cual no
es casual; y vamos con “la lucha”. Dos no luchan si uno no quiere y se deja
pegar; lo cual no quiere decir que el que quiere luchar renuncie a obtener lo
que desea, pero sin lucha. Si pide y se lo entregan sin resistencia, o con una
resistencia testimonial, pues, estupendo. Eso es lo que ha estado ocurriendo en
el mundo durante los últimos 30 años, no sólo en el tercer mundo, sino también
en el primero. Eso no es lucha de clases, claro; es rapiña de clase, con
argucias ideológicas y poca resistencia de los que se han dejado expoliar. Lo
cual no quiere decir que no haya oposiciones de clase, grupos sociales con
intereses no coincidentes, o aún antagónicos, sino que hay unos muy listos que
se las han arreglado muy bien para que los otros, la amplia mayoría de la
población laboral, haya ido renunciando, a partir de los años 80, a las mejoras
obtenidas desde el fin de la II guerra mundial (la llamada crisis del Estado
del bienestar y su corrección, que ha sido su merma) para satisfacer las
ilimitadas expectativas de los más afortunados. Los pobres tienen demasiado y
los ricos demasiado poco, proclamaba Ronald Reagan expresando muy bien el
insaciable apetito de dinero de la burguesía norteamericana más rapaz,
representada entonces por el Partido Republicano.
Vicens Navarro señala en uno de sus escritos que la
clase burguesa más poderosa de la historia (la norteamericana) es una clase
invisible, no porque haya renunciado a perseguir sus intereses, sino porque lo
consigue sin que se perciban sus intenciones. Chomsky indica que esta clase ha
logrado presentar sus particulares intereses como los intereses generales de
todo el país y hacer ver los intereses de todos los demás (trabajadores,
parados, inmigrantes, madres solteras, enfermos, jubilados, etc,) como
intereses particulares y, por tanto, contrarios al interés general, nacional,
cuya patriótica representación esa clase se arroga en exclusiva. Cosas de la
hegemonía, que diría Gramsci.
Esta clase, la burguesía americana, junto con las de
otros países, no ha cejado en perseguir sus intereses y ha utilizado las
instituciones nacionales e internacionales para conseguirlo. Esta clase, que
niega la lucha de clases, no ha dejado de luchar como clase contra otros
estratos sociales para conseguir lo que desea.
Con la
convocatoria de la huelga general europea, lo que se plantea es la respuesta de
los “damnificados” a la agresiva política de clase emprendida
internacionalmente por los más ricos del planeta contra todos los que en su
vida dependen de un salario. Es un llamamiento a los trabajadores de todo tipo
para olvidar, por un día, las pequeñas o grandes diferencias identitarias y
culturales, y dar una respuesta unitaria y coordinada a la alianza de las
clases sociales más poderosas y depredadoras de la historia. No sé si
este es un punto de vista conservador o es que soy muy viejo; o ambas cosas.
Noviembre
2012.
Ciudadano
Una reflexión sobre el ciudadano, a la altura de 2010, como parte de los debates en el Colectivo Red Verde.
La noción de ciudadano es muy moderna, y desde el
punto de vista político representa una vinculación abstracta con los otros, con
seres semejantes, con los cuales no tenemos lazos de parentesco o una fidelidad
de tipo emocional. El ciudadano surge de y contra el régimen estamental del
Antiguo Régimen, que ata de por vida a un determinado estrato social y
profesional, marcando unas distancias insalvables entre estamentos. El
ciudadano es el sujeto dotado de derechos, es soberano para decidir sobre su
profesión y sobre su vida (en teoría, claro, pero el principio es ese); vive en
sociedad, no en la comunidad, lo cual le permite participar en lo general a
través de la actividad política y moverse y orientar su vida, como individuo,
en función de aspiraciones e intereses con posibilidad de realizarse. En este
aspecto, el ciudadano es la figura opuesta al siervo, pero también al miembro
del clan, de la tribu, de la secta, de la iglesia o de la nación racial
(comunidades más o menos estrictas con sujetos sujetados por la sangre, la fe o
la etnia); por ello, es una figura difícil de asumir, no sólo por los
obstáculos provenientes de las clases o estratos privilegiados de la sociedad
moderna -que conciben una ciudadanía pasiva, sumisa, que trabaja, paga impuestos
y calla-, sino por la dificultad de asumir esa vinculación abstracta en fines y
medios políticos y jurídicos, que reemplace las fidelidades familiares,
personales (debidas a reyes o dirigentes carismáticos) o religiosas, que, aún
en sociedades modernas como la nuestra, siguen siendo muy fuertes.
Por eso creo que el papel o la función de los
ciudadanos no sólo no se ha perdido, sino peor: habría que reconstruirla o
quizá empezar por construirla -las dictaduras no educan en eso- y no se ha
hecho; o se ha hecho mal, a ratos, creyendo que eso caía del cielo, como una
consecuencia del régimen democrático. Gobernar ciudadanos (con frecuencia
molestos, porque exigen) supone un esfuerzo pedagógico en ese sentido y eso no
se ha hecho (a la derecha no le interesa y la izquierda, en gran parte, ha
olvidado esa labor, pero ese es otro tema), lo cual tiene que ver con la falta
de preocupación actual por lo público y aquí meto desde los intereses más altos
(democráticos o económicos) hasta los espacios temporales y territoriales
compartidos cada día. En eso hemos avanzado poco, o mejor, hemos retrocedido:
la llamada desafección de los votantes tiene que ver con eso (y en cómo se ha
conducido la llamada clase política).
Otra vertiente tiene que ver con la izquierda, en
particular con la izquierda más radical o revolucionaria, pues señala una
contradicción, que expreso en pocas palabras (con el riesgo que conlleva). La
izquierda revolucionaria lo es porque es muy crítica con el orden presente, que
aspira a transformar de manera drástica y urgente y a implantar otro. Está
volcada al futuro, no se ata al presente, que le asquea, porque piensa en un
orden social mejor (a veces perfecto e inmutable). Vive de cara al futuro o ya
en el futuro (el caso de los abertzales es paradigmático), por lo tanto el
presente no es más que una plataforma, que, como en las rampas de lanzamiento,
sirve para despegar pero luego se destruye porque lo que importa es la
trayectoria del cohete.
El ciudadano, al contrario, se compromete con el
tiempo presente; interesado con la sociedad que le ha tocado vivir,
comprometido con su marcha y su gestión; interesado en mejorarla, no en
sustituirla, al menos de golpe. Y no sé muy bien cómo se conjugan las presiones
procedentes de estos dos polos -el esfuerzo con el presente o dirigido hacia el
futuro-, teniendo en cuenta que la sociedad presente es manifiestamente
mejorable y, por supuesto, empeorable (hay quien trabaja desde hace años para
que así sea), y que los intentos de la izquierda de implantar sociedades
perfectas, o casi perfectas, se han saldado con notorios fracasos, matizables,
por supuesto, pero han ofrecido modelos altamente cuestionables, precisamente
desde el punto de vista de los derechos de los ciudadanos.
Saludos
Fray Pepe
6-IX-2010
Ética y política
RESPUESTA A ANTONIO VIDAL (Y
DE PASO A ALEJANDRO LEÓN)
Queridos colegas:
Os agradezco la lectura de mi escrito y el esfuerzo que representa
contestarme, pues aunque vuestros textos tengan diferencias con el mío -y se me
atribuya un lenguaje hipócrita que no empleo-, hacen circular las ideas y eso
es lo importante. Pero vayamos por partes: en primer lugar y empezando por el
final de tu texto, Antonio, quiero aclarar una cuestión de método.
1. No creo que los Verdes de Baleares tengan la razón aunque sean parcos en razones,
como si la razón fuera un don que
alguna divinidad concede a unos seres privilegiados para que queden exentos de
argumentar. Muy al contrario, para tener la razón, hay que cargarse de razones,
a ser posible de más y mejores razones que el oponente. Si no es así -y en el
caso del escrito de los Verdes de les Illes, no lo es-, entonces la razón se
confunde fácilmente con la emoción, con el sentimiento o con la exhibición de la
adhesión a unas ideas o principios. Entonces, el tema debatido más que asunto de razón es asunto
del corazón, que tampoco es patrimonio de los pacifistas a ultranza.
2. El término daños colaterales,
que no utilizo, es un eufemismo que enmascara los daños centrales ocasionados a los afectados, o sea, a víctimas directas, que,
por otra parte, no se evitan por ser pacifista a ultranza, pues las víctimas
pueden deberse tanto a una acción como a una omisión. ¿O es que el gobierno
talibán -una de las peores dictaduras del planeta- no ha producido víctimas
entre su propia población antes del 11 de septiembre?
En este y en otros casos semejantes me acuerdo de que en nuestro país,
durante cuarenta años hemos padecido las consecuencias de la neutralidad de
gobiernos de países democráticos -y entonces pacifistas-, como Inglaterra y
Francia, que no quisieron apoyar con armas, hombres y dinero -con violencia- al
Gobierno legítimo y democrático de la II República, y que gracias a la ética
-¿ética?- de aquellos gobernantes, ganó la guerra civil un general sanguinario, que
instauró una dictadura bestial durante 40 años. Quizá la intención de aquellos gobiernos
fuera buena, pero los resultados de su pasividad fueron desastrosos para
nosotros, y quizá para ellos, porque más tarde, cuando su pacifismo sólo sirvió
para dar alas a Hitler, tuvieron que pararle los pies cuando estaba más crecido
y ya había ensayado sus tácticas en una guerra de verdad. Es decir, aquellos
gobiernos se desentendieron de las consecuencias de su decisión; no se hicieron
responsables de lo que podía ocurrir si no intervenían en España.
3. Max Weber, un pensador burgués, en La política como vocación plantea claramente el problema suscitado
por una ética absoluta que no se interrogue sobre las consecuencias de las
decisiones -el cristiano debe obrar bien y dejar el resultado de su acción en
manos de Dios-. Y creo que en la discusión que mantenemos hay una postura que
se empeña en unir, como sea, la ética y la política, y en caso de que haya
contradicción entre ambas opta de manera indiscutible por la ética (y dejar el
resultado de la decisión en manos de Dios o de quien sea). Lo cual, aquí, en
Occidente, en una sociedad medianamente secular y presuntamente racional, en la
que muchos derechos individuales están garantizados y se permite una amplia
variedad de opciones personales, es un error que nos acerca a la postura de los
talibanes. Y me explico.
Al contrario que en ciertas zonas de oriente, en occidente
pertenecemos a una tradición cultural que tiene su origen en religiones
activas, religiones que pretenden cambiar las cosas (salvar las almas, cambiar
las costumbres, mejorar el mundo, etc) para instaurar un orden terrenal a
imagen de un supuesto orden celestial. Religiones que durante siglos han
servido de soporte ideológico a los poderes políticos, por lo general
monarquías, los cuales han ayudado de unas u otras maneras -por lo general de
mala manera- a acercarse a ese orden imaginado. Religión y política o política
y moral religiosa han ido unidas, y esa unión del trono y el altar plasmada en
el Estado confesional ha conducido a guerras pavorosas entre países y a
conflictos civiles dentro de las naciones.
Por fortuna, hemos dejado atrás esa etapa que vinculaba las creencias
íntimas, los asunto de la fe, con la obediencia al Estado -la misma lealtad a Dios y al rey- y se ha
hecho posible que personas de distinto credo convivan en el mismo país, acepten
el mismo régimen, el mismo gobierno y puedan, incluso, estar afiliadas o ser votantes del mismo
partido político.
La libertad de conciencia consiste precisamente en separar las
obligaciones que impone una creencia particular -una religión o lo que sea- de
las obligaciones públicas. De esta manera pueden coexistir personas con
moralidades, con éticas diferentes, en un mismo país y bajo un mismo Estado.
Los talibanes (no sólo ellos, claro) representan justo lo contrario al
pretender hacer de su ética, de su moral, de su creencia particular, una moral
pública, general y obligatoria, que sea el soporte ideológico del Estado. Con lo cual ya tenemos de
nuevo mezcladas la política y la moral (intransigente, por más señas), y una moral religiosa particular sirviendo de norte y guía a los asuntos
públicos generales, políticos.
4. Estimo que estamos en una coyuntura en que existe un interesado
discurso que recalca la muerte de la política y el auge de la economía. Este
discurso, que abunda sobre los límites del Estado, sobre la importancia de lo
privado, de la competencia entre individuos, etc, pretende esconder el poder de
los grandes grupos económicos detrás de presuntas decisiones del mercado, que
así se convierte en el (aparente) ente regulador por excelencia de las relaciones sociales.
Tenemos así, individuos con su particular moral a cuestas que se
relacionan entre sí para satisfacer sus personales intereses económicos guiados
por criterios de eficacia para lograr su beneficio. La política
desaparece y el Estado, por tanto, debe tender a ser mínimo.
Personalmente discrepo de ese engañoso discurso y apuesto por poner la
política -la gestión de los asuntos comunes- en el puesto de mando y por sacar
a la luz el poder y las relaciones de poder, que siempre existen aunque se escondan
detrás de prácticas económicas o religiosas.
Porque este es el caso: el extremismo islámico, además de otras cosas -una doctrina religiosa y un discurso cultural e identitario- es un discurso sobre el poder y el modo de ejercerlo, propio de unos hombres que se amparan en la suprema e indiscutible voluntad de Alá para hacerlo. Por eso, los atentados en Estados UNidos contra las Torres Gemelas y el Pentágono son un acto político, el producto de un deliberado acto político dentro de una lucha política planteada por Ben Laden y los suyos a escala mundial, y no un resultado del choque civilizaciones, aunque lo pueda parecer, porque si quitamos la política -entendida como lucha por el poder- de en medio, entonces, lo que chocan son las civilizaciones, las culturas, las identidades o las religiones.
Porque este es el caso: el extremismo islámico, además de otras cosas -una doctrina religiosa y un discurso cultural e identitario- es un discurso sobre el poder y el modo de ejercerlo, propio de unos hombres que se amparan en la suprema e indiscutible voluntad de Alá para hacerlo. Por eso, los atentados en Estados UNidos contra las Torres Gemelas y el Pentágono son un acto político, el producto de un deliberado acto político dentro de una lucha política planteada por Ben Laden y los suyos a escala mundial, y no un resultado del choque civilizaciones, aunque lo pueda parecer, porque si quitamos la política -entendida como lucha por el poder- de en medio, entonces, lo que chocan son las civilizaciones, las culturas, las identidades o las religiones.
5. Por otra parte, el sistema capitalista tal y como lo conocemos no
es -como creíamos antes muchos marxistas- una etapa necesaria en un desarrollo
de la humanidad concebido de manera progresiva, sino la consecuencia de una
cultura productiva, que tiene su origen, entre otras corrientes, en una
concepción moral, individualista y laboriosa que Weber estudió en La ética protestante y el espíritu del
capitalismo. Es decir, resultado de una ética protestante -aunque no sólo de ella-, o mejor dicho, anglosajona, que está consiguiendo configurar el mundo a su
imagen y semejanza. Y en esta apreciación coinciden tanto un pensador burgués -
Weber[1]-,
como un pensador revolucionario -Marx[2]-.
En el asunto que nos ocupa -los atentados de septiembre-, a esa ética -o a lo que quede de ella- se ha opuesto otra ética fanática, por eso prefiero hablar de política, que es el terreno en el que podemos llegar a entendernos y donde creo que estos acontecimientos hallan explicación.
En el asunto que nos ocupa -los atentados de septiembre-, a esa ética -o a lo que quede de ella- se ha opuesto otra ética fanática, por eso prefiero hablar de política, que es el terreno en el que podemos llegar a entendernos y donde creo que estos acontecimientos hallan explicación.
6. Con el planteamiento de Schröder, los erdes alemanes han quedado
emplazados a definirse y se han visto obligados a afrontar el dilema weberiano
de elegir entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.
Sospecho que el haber sopesado los efectos de su elección les ha llevado a la
decisión que conocemos, con lo cual, han sacrificado su ética particular -y
quizá la paz de su conciencia-, en beneficio del bienestar de los ciudadanos
definido por la política. Pero esa decisión se aleja de la utopía mantenida urbi et orbi, que Alejandro defiende.
7. Disiento de la idea de tener como objetivo construir una utopía; al
contrario, un partido político debe pretender construir comunidades, sociedades
posibles, pero contando con elementos posibles, no con ingredientes imposibles -con
seres humanos perfectos, con instituciones y relaciones perfectas-. Pretender
construir o modificar sociedades o actitudes humanas contando con elementos
imaginarios o con permanentes actitudes sobrehumanas ha llevado a sistemas aberrantes
que todos conocemos. Es más, creo que nadie tiene derecho a suponer que todos
los seres humanos son buenos -o más buenos que malos- y a proyectar sociedades
sobre ese supuesto, porque lo que suele ocurrir es que quien así siente no
asuma como propia la ruina de su empeño y acabe achacando el fracaso de su
quimera a la sociedad que no le ha comprendido, a la vanidad del mundo
entregado a cosas poco importantes, al egoísmo o a la maldad del resto de los
humanos, a la rigidez de las estructuras, a la corrupción de las instituciones
o a la mismísima voluntad de Dios (se llame como se llame). En este sentido,
asumo el enunciado que Juan Manuel Vera hace del asunto en “Utopía y
pensamiento disutópico” (La izquierda a
la intemperie, Madrid, Libros de la catarata, 1997).
Ante lo que afirma Alejandro en una bella frase: “Que no nos engañe
nadie; la utopía de la paz no puede ser hecha con ladrillos de guerra”,
contesto que la utopía de la paz puede ser hecha con lo que sea, porque es una
utopía, pero que una sociedad real, con seres humanos reales, no sólo con paz
sino con justicia y democracia, no puede ser hecha sólo con buenas palabras y
poniendo la otra mejilla después de recibir cada golpe (o de derribar cada
torre). Es más, me parece que el empeñarse en mantener esta postura es lo que
lleva a no comprender las razones de los otros, de Die Grünen en este caso.
8. Los verdes alemanes han sido conducidos, y no por su voluntad, a un
callejón con dos salidas. Y no había ni otra ni tiempo -quien tiene el poder marca
el tiempo-. Así que aquí nos topamos de nuevo con el pensamiento mágico cuando
se cree que por utilizar, como un conjuro, una palabra que existe en el
diccionario -alternativa- obtenemos
como por ensalmo una solución satisfactoria. ¿Y cuál es esa solución
alternativa? O mejor dicho esas “soluciones que no sean la guerra”. Alejandro
no aporta ni una; sólo dice que no le gusta la decisión que han adoptado los
verdes alemanes. No admite que puedan haber sido llevados -repito, por quien
tiene el poder de hacerlo- a esa situación con dos salidas costosas, con dos
salidas difíciles; sólo admite que a los verdes alemanes les ha faltado
“imaginación para buscar una fórmula de resolución pacífica que tuviera el
suficiente peso para que no fuera necesaria la intervención”. Ahí es nada la
pretensión, pero algo está claro: a Alejandro no le ha gustado la decisión de
Die Grünen, pero tampoco tiene alternativa. Les acusa de no tener alternativa y
de no tener imaginación; pero quien no tiene alternativa es él, y la imaginación
ahora sirve de poco. Se suele recurrir a la imaginación cuando se quiere
escapar de salidas que son las únicas posibles pero son molestas (en el País
Vasco, era Ibarretxe quien pedía a los demás “soluciones imaginativas” para que
le permitieran conciliar lo inconciliable, que era ir de demócrata y pactar con
los terroristas de ETA.
9. Escribe Alejandro que la ecología política no es un movimiento
reformador sino revolucionario. Pregunta: ¿en qué sentido? Según mi modesto
entender, es revolucionario en los fines, pero reformador en los medios. En
este aspecto, el partido que se está alumbrando será un partido reformista y no
un partido revolucionario, a no ser que nos dejemos llevar por la magia de la
palabra “revolución” (no quiero ser pesado, pero para no alargarme en un tema
que ya he abordado en otro sitio, sugiero echar una ojeada a “Identidad
política, lenguaje y mito” en el citado volumen colectivo La izquierda a la intemperie).
En el asunto de las definiciones sigo siendo muy marxiano: somos lo
que hacemos -somos acciones, praxis- por encima de lo que imaginemos que somos,
y por ahora, el movimiento ecologista hace reformas, necesarias reformas.
10. No recuerdo haber afirmado en ningún sitio que los movimientos
sociales no sirven para nada; al contrario, son imprescindibles. Tampoco he
dicho que sólo es posible la lucha por las libertades desde dentro del poder
político y sólo si aceptamos todas y cada una de las reglas del juego que nos
marca el poder político. No; es posible y necesario luchar por las libertades -o
por otras causas- desde cualquier parte de la sociedad. Lo que no es posible es
querer participar en las instituciones políticas sin tener en cuenta las reglas
que las rigen y sin tener la fuerza suficiente para cambiarlas. Si a ignorar
esa molesta parte de la realidad le llamamos ética o utopía, pues adelante;
sólo es cuestión de acostumbrarnos a utilizar los nuevos términos, siempre que
tengamos claro lo que significan.
Cordiales saludos. Pepe Roca.
Madrid, 11 de diciembre del 2001.
[1] Desde
el momento en que el ascetismo abandonó las celdas monásticas para instalarse
en la vida profesional y dominar la moralidad mundana, contribuyó en lo que
pudo a construir el grandioso cosmos de orden económico moderno que, vinculado
a las condiciones técnicas y económicas de la producción mecánico-maquinista,
determina hoy con fuerza irresistible el estilo vital de cuantos individuos
nacen en él (no sólo de los que participan en él activamente), y de seguro lo
seguirá determinando durante muchísimo tiempo más. Weber, M. (1984): La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, Madrid, Sarpe, p. 224.
[2] La
burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales (...) Una revolución continua en la
producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una
inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores
(...) (La burguesía) Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada
civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo
a su imagen y semejanza. Marx, C.: El
Manifiesto del Partido Comunista, en Marx, C. & Engels, F. (1973): Obras escogidas, Moscú, Progreso, pp.
114-115.
martes, 10 de mayo de 2016
Aviso. La izquierda agotada
Good morning, Spain, que es different
Donde pone Los Verdes, léase Podemos. El resto, que data de 2002, lo mantengo.
Si alguien se lamenta de que una nueva opción política, como son Los Verdes, pueda quitar votos a los pobrecitos partidos de la izquierda de siempre, lo coherente sería que pidiera explicaciones a la izquierda de siempre de por qué teme que alguien le quite unos votos, que, por otra parte, no son suyos (el voto es una prueba de confianza que se deja en préstamo, no en propiedad).
La pregunta sería: ¿qué han hecho el PSOE e IU con los votos que han tenido? Pero sobre todo habría que preguntarles por qué los han perdido (IU, el 50% en sólo unas elecciones), y que den alguna explicación de ello que no sea culpar sólo a la derecha y a la prensa.
En lugar de lamentar que haya alguien que quiere cambiar las cosas, alterar la correlación de fuerzas, modificar el ya muy visto juego político, lo que habría que hacer es preguntar a los que ya están dentro de la partida por qué no juegan mejor y ganan de vez en cuando.
Si la democracia política fuera un juego entretenido, a algunos jugadores habría que decirles que se acabó su tiempo (perdido) y que dejen su lugar a otro jugador.
Si admitimos que los partidos políticos al aplicar sus programas tienen prácticas de clase, deberemos pensar que esas prácticas lesionan los intereses y aspiraciones de extensos sectores sociales cuyos componentes tienen memoria. Es decir, que para mucha gente, por su experiencia acumulada, algunos partidos de la izquierda tienen un descrédito histórico y esa percepción es muy difícil de cambiar, porque una nueva muestra de confianza al darles de nuevo el voto puede comportar un nuevo riesgo, que se puede pagar en pérdida de derechos, de calidad de vida o de nivel de bienestar. Y recuperar votos es tarea ardua, pues la gente escarmentada espera que aparezca otra cosa, y mientras tanto, engrosa la abstención o el voto en blanco.
Esa bolsa de votos, además de estar perdida para la izquierda de siempre, puede, si las circunstancias son favorables, convertirse en un yacimiento de votos del descontento que puedan ser captados por un partido populista. El ejemplo del voto obrero (comunista) recogido por Le Pen, en Francia, debería hacer pensar sobre esto.
La pregunta sería: ¿qué han hecho el PSOE e IU con los votos que han tenido? Pero sobre todo habría que preguntarles por qué los han perdido (IU, el 50% en sólo unas elecciones), y que den alguna explicación de ello que no sea culpar sólo a la derecha y a la prensa.
En lugar de lamentar que haya alguien que quiere cambiar las cosas, alterar la correlación de fuerzas, modificar el ya muy visto juego político, lo que habría que hacer es preguntar a los que ya están dentro de la partida por qué no juegan mejor y ganan de vez en cuando.
Si la democracia política fuera un juego entretenido, a algunos jugadores habría que decirles que se acabó su tiempo (perdido) y que dejen su lugar a otro jugador.
Si admitimos que los partidos políticos al aplicar sus programas tienen prácticas de clase, deberemos pensar que esas prácticas lesionan los intereses y aspiraciones de extensos sectores sociales cuyos componentes tienen memoria. Es decir, que para mucha gente, por su experiencia acumulada, algunos partidos de la izquierda tienen un descrédito histórico y esa percepción es muy difícil de cambiar, porque una nueva muestra de confianza al darles de nuevo el voto puede comportar un nuevo riesgo, que se puede pagar en pérdida de derechos, de calidad de vida o de nivel de bienestar. Y recuperar votos es tarea ardua, pues la gente escarmentada espera que aparezca otra cosa, y mientras tanto, engrosa la abstención o el voto en blanco.
Esa bolsa de votos, además de estar perdida para la izquierda de siempre, puede, si las circunstancias son favorables, convertirse en un yacimiento de votos del descontento que puedan ser captados por un partido populista. El ejemplo del voto obrero (comunista) recogido por Le Pen, en Francia, debería hacer pensar sobre esto.
Hay gente que no quiere enterarse de que estamos al final de una etapa, que se está cerrando un capítulo de la historia de España y de la historia de la izquierda que comenzó con la Transición.
Lo que estamos presenciando en la izquierda es la crisis de dos partidos -PSOE y PCE- que tuvieron un papel destacado en la Transición y han creído que desde entonces podían vivir de las rentas, mientras la derecha se remodelaba profundamente.
En el caso del PSOE, hay una mal afrontada y mal cerrada crisis, que no ha producido una renovación suficiente. La crisis se saldó con la elección (por un margen de 7 votos) de Rodríguez Zapatero como secretario general, pero no ha habido ninguna reflexión pública (en privado es posible) sobre los graves errores cometidos en los 14 años de gobierno de F. González, ni parece que haya habido grandes aportes programáticos; más bien al contrario. Todavía Guerra y González hablaban, a veces, de política y de vez en cuando le daban algún meneo a la derecha, pero el nuevo equipo ha hecho de la cortesía versallesca el centro de su programa. Parece que han sustituido las ideas por los gestos. Se han creído que con perder las elecciones y pasar a la oposición (en los años de Aznar la oposición la hicieron El País y la cadena SER) ya basta para olvidar todo su largo mandato. Y no es así.
A la gente del PSOE hay que decirle que no se queje y que explique por qué llegaron al poder, en 1982, en medio de un clima de entusiasmo, y por qué lo dejaron en 1996 camino de los juzgados, aunque disfrazaron el triunfo del PP como una derrota dulce.
En el caso del PCE (disfrazado de IU; que murió hace mucho tiempo a manos del partido que la creó), parece que no han sacado la debida consecuencia de la grave crisis por la que atraviesa el comunismo, no desde que cayó el muro de Berlín y el imperio soviético se vino abajo como un castillo de naipes, sino desde que el muro se levantó.
Sucesivas generaciones de rebeldes han tratado de hacer cambiar a los partidos comunistas, pero estos han desoído los mensajes que se les enviaban desde los sectores más dinámicos de la sociedad para seguir impertérritos su camino hacia la tumba, conservando, eso sí, sus tradicionales señas de identidad, que acabarán en un museo.
Esto se acaba; y no hay que seguir dando oportunidades -¿hasta cuándo?- a quien no las merece.
Lo que estamos presenciando en la izquierda es la crisis de dos partidos -PSOE y PCE- que tuvieron un papel destacado en la Transición y han creído que desde entonces podían vivir de las rentas, mientras la derecha se remodelaba profundamente.
En el caso del PSOE, hay una mal afrontada y mal cerrada crisis, que no ha producido una renovación suficiente. La crisis se saldó con la elección (por un margen de 7 votos) de Rodríguez Zapatero como secretario general, pero no ha habido ninguna reflexión pública (en privado es posible) sobre los graves errores cometidos en los 14 años de gobierno de F. González, ni parece que haya habido grandes aportes programáticos; más bien al contrario. Todavía Guerra y González hablaban, a veces, de política y de vez en cuando le daban algún meneo a la derecha, pero el nuevo equipo ha hecho de la cortesía versallesca el centro de su programa. Parece que han sustituido las ideas por los gestos. Se han creído que con perder las elecciones y pasar a la oposición (en los años de Aznar la oposición la hicieron El País y la cadena SER) ya basta para olvidar todo su largo mandato. Y no es así.
A la gente del PSOE hay que decirle que no se queje y que explique por qué llegaron al poder, en 1982, en medio de un clima de entusiasmo, y por qué lo dejaron en 1996 camino de los juzgados, aunque disfrazaron el triunfo del PP como una derrota dulce.
En el caso del PCE (disfrazado de IU; que murió hace mucho tiempo a manos del partido que la creó), parece que no han sacado la debida consecuencia de la grave crisis por la que atraviesa el comunismo, no desde que cayó el muro de Berlín y el imperio soviético se vino abajo como un castillo de naipes, sino desde que el muro se levantó.
Sucesivas generaciones de rebeldes han tratado de hacer cambiar a los partidos comunistas, pero estos han desoído los mensajes que se les enviaban desde los sectores más dinámicos de la sociedad para seguir impertérritos su camino hacia la tumba, conservando, eso sí, sus tradicionales señas de identidad, que acabarán en un museo.
Esto se acaba; y no hay que seguir dando oportunidades -¿hasta cuándo?- a quien no las merece.
Para los colegas que formaron el Colectivo Red Verde
octubre de 2002
Saludos.
octubre de 2002
Saludos.
Campanas de boda (política)
Good morning, Spain, que es different
Aprovechando una ventana de oportunidad se va a celebrar una boda de conveniencia; ya hay compromiso formal, que deben ratificar las familias de los contrayentes, aunque no se conozcan con detalle las cláusulas del acuerdo. Si todo sigue como está previsto, habrá pacto Podemos-IU de cara a las elecciones de junio.
Dadas las diferencias de los contrayentes, para los parientes más reacios este parece un enlace contra natura, de esos de peras y manzanas, que alarmaban a Ana Botella, sin embargo, si ambas partes renuncian a la pureza de su raza (en un caso el linaje está poco claro) y apuestan sin reservas por la hibridación, el resultado, además de conseguir una buena cosecha de votos (por el interés, te quiero Andrés, opinan los mal pensados), lo cual sería en sí mismo positivo, puede dar lugar a un nuevo ser político que contenga lo mejor de cada parte, pues ambas presentan rasgos que los hacen complementarios.
La primera ventaja es anudar dos generaciones políticas. A la envejecida Izquierda Unida no le viene mal un poco de irreverente sangre joven de Podemos, a quien le puede sentar bien la experiencia organizativa de IU para poner orden en su magma interno, en permanente estado constituyente. A Izquierda Unida, abrazada al programa, programa, programa, no le viene mal un poco de la improvisación y del pragmatismo de Podemos. A Izquierda Unida, resignada a cumplir un papel testimonial, le vendrá estupendamente al ansia de ganar de Podemos, que, a su vez, recibirá la necesaria dosis de conocimiento del pasado y experiencia de IU para moderar su adanismo; qué mejor para los críticos del régimen del 78 que tener por colegas a quienes estuvieron con las fuerzas que lo hicieron posible.
La propensión periférica de Podemos agradecerá la corrección de la fuerza centrípeta de IU, que aportará unos gramos de federalismo a la tendencia confederal de Podemos. Del mismo modo, que IU puede aportar un sólido sentimiento anticapitalista ante las veleidosas simpatías de Podemos por las burguesías de la periferia, nacionalistas, sí, republicanas, quizá también, pero capitalistas y neoliberales sin duda alguna.
El engarce de IU con el mundo del trabajo y sus lazos con un sindicato pueden ayudar a definir el programa de Podemos en el área laboral, y favorecer su contacto con los trabajadores organizados. Del mismo modo, que Podemos puede trasladar a IU su experiencia con los sectores de jóvenes que forman el precariado y el paro, que no son atendidos por los sindicatos.
No faltan críticos que califican a Podemos de populismo, cierto, pero populismo no falta en este país, empezando por el partido que gobierna (en funciones), y en todo caso, ahora lo importante es ver hacia donde se orienta: ¿populismo de izquierda o de derecha? Parece que se decanta hacia la izquierda, y en ese giro puede ayudar el pacto con IU, con lo cual se polariza, en los términos tradicionales del eje izquierda y derecha, el panorama de cara a la próxima confrontación electoral. De un lado PP-Cs y de otro Podemos-IU, lo cual deja en medio al PSOE, en muy mala posición pues le obliga a definirse hacia uno de los dos polos. En todo caso, una situación mucho más interesante que la que teníamos hasta ahora.
Dadas las diferencias de los contrayentes, para los parientes más reacios este parece un enlace contra natura, de esos de peras y manzanas, que alarmaban a Ana Botella, sin embargo, si ambas partes renuncian a la pureza de su raza (en un caso el linaje está poco claro) y apuestan sin reservas por la hibridación, el resultado, además de conseguir una buena cosecha de votos (por el interés, te quiero Andrés, opinan los mal pensados), lo cual sería en sí mismo positivo, puede dar lugar a un nuevo ser político que contenga lo mejor de cada parte, pues ambas presentan rasgos que los hacen complementarios.
La primera ventaja es anudar dos generaciones políticas. A la envejecida Izquierda Unida no le viene mal un poco de irreverente sangre joven de Podemos, a quien le puede sentar bien la experiencia organizativa de IU para poner orden en su magma interno, en permanente estado constituyente. A Izquierda Unida, abrazada al programa, programa, programa, no le viene mal un poco de la improvisación y del pragmatismo de Podemos. A Izquierda Unida, resignada a cumplir un papel testimonial, le vendrá estupendamente al ansia de ganar de Podemos, que, a su vez, recibirá la necesaria dosis de conocimiento del pasado y experiencia de IU para moderar su adanismo; qué mejor para los críticos del régimen del 78 que tener por colegas a quienes estuvieron con las fuerzas que lo hicieron posible.
La propensión periférica de Podemos agradecerá la corrección de la fuerza centrípeta de IU, que aportará unos gramos de federalismo a la tendencia confederal de Podemos. Del mismo modo, que IU puede aportar un sólido sentimiento anticapitalista ante las veleidosas simpatías de Podemos por las burguesías de la periferia, nacionalistas, sí, republicanas, quizá también, pero capitalistas y neoliberales sin duda alguna.
El engarce de IU con el mundo del trabajo y sus lazos con un sindicato pueden ayudar a definir el programa de Podemos en el área laboral, y favorecer su contacto con los trabajadores organizados. Del mismo modo, que Podemos puede trasladar a IU su experiencia con los sectores de jóvenes que forman el precariado y el paro, que no son atendidos por los sindicatos.
No faltan críticos que califican a Podemos de populismo, cierto, pero populismo no falta en este país, empezando por el partido que gobierna (en funciones), y en todo caso, ahora lo importante es ver hacia donde se orienta: ¿populismo de izquierda o de derecha? Parece que se decanta hacia la izquierda, y en ese giro puede ayudar el pacto con IU, con lo cual se polariza, en los términos tradicionales del eje izquierda y derecha, el panorama de cara a la próxima confrontación electoral. De un lado PP-Cs y de otro Podemos-IU, lo cual deja en medio al PSOE, en muy mala posición pues le obliga a definirse hacia uno de los dos polos. En todo caso, una situación mucho más interesante que la que teníamos hasta ahora.
No olvidar la economía
Sobre un post sobre el libro "España imaginada" de Tomás Pérez Viejo
El relato sobre la importancia de los mitos en la construcción de la nación está bien. Las ideas más altas y más nobles, los valores, las virtudes patrióticas, los gestos generosos, los sentimientos más sublimes tienen importancia en la construcción de la nación, pero no sólo cuentan esos: hay que meter otros ingredientes que son más feos, como el apego al vil metal, el interés, al afán de poder, el desigual reparto de la riqueza, el egoísmo personal y de clase, la vicisitudes del mercado... es decir, la economía.
Parte del problema catalán (y del vasco) viene de su estructura productiva, y de la de España, naturalmente, con el antiguo enfrentamiento entre los intereses cerealeros y olivareros, de las mesetas y Andalucía, frente a los intereses de la siderurgia vasca y la industria textil catalana. En Madrid, sede del gobierno se dirimían estos litigios, que acababan, a pesar de todos los pesares, con acuerdos, porque ni la industria siderúrgica vasca podía competir con la alemana, por ejemplo, ni la industria textil catalana, basada en muchas pequeñas empresas, podía competir con la inglesa. La solución era el proteccionismo aduanero, no el libre mercado, que permitía a estos dos tipos de casi monocultivo periférico crecer con el mercado nacional (de toda España), pues su producción desbordaba el mercado local o regional. El problema es la desigual implantación del capitalismo y la formación del mercado nacional, y del Estado nacional que corresponde a ese desarrollo. Pero estos escatológicos factores suelen quedar al margen del discurso nacionalista.
El relato sobre la importancia de los mitos en la construcción de la nación está bien. Las ideas más altas y más nobles, los valores, las virtudes patrióticas, los gestos generosos, los sentimientos más sublimes tienen importancia en la construcción de la nación, pero no sólo cuentan esos: hay que meter otros ingredientes que son más feos, como el apego al vil metal, el interés, al afán de poder, el desigual reparto de la riqueza, el egoísmo personal y de clase, la vicisitudes del mercado... es decir, la economía.
Parte del problema catalán (y del vasco) viene de su estructura productiva, y de la de España, naturalmente, con el antiguo enfrentamiento entre los intereses cerealeros y olivareros, de las mesetas y Andalucía, frente a los intereses de la siderurgia vasca y la industria textil catalana. En Madrid, sede del gobierno se dirimían estos litigios, que acababan, a pesar de todos los pesares, con acuerdos, porque ni la industria siderúrgica vasca podía competir con la alemana, por ejemplo, ni la industria textil catalana, basada en muchas pequeñas empresas, podía competir con la inglesa. La solución era el proteccionismo aduanero, no el libre mercado, que permitía a estos dos tipos de casi monocultivo periférico crecer con el mercado nacional (de toda España), pues su producción desbordaba el mercado local o regional. El problema es la desigual implantación del capitalismo y la formación del mercado nacional, y del Estado nacional que corresponde a ese desarrollo. Pero estos escatológicos factores suelen quedar al margen del discurso nacionalista.
lunes, 9 de mayo de 2016
Cambó. Pujolismo
La lectura de la vida y la obra de Francesc Cambó debería ser obligatoria en Cataluña, y en el resto de España también, porque es la mejor ilustración de lo que es el nacionalismo (de la pela) y donde acaba: en el apoyo a Alfonso XIII, primero, y luego a Franco. Solé Tura, en Catalanisme y revolució burguesa, dice que hay un esquema épico de la burguesía catalana que la presenta como una clase con capacidad revolucionaria, una clase dinámica, como la burguesía anglosajona, pero que en realidad es una clase tímida, conservadora, vinculada a la Cataluña rural, incapaz de pensar en términos universales, que aspira al poder, pero sólo para participar en él, no para transformarlo.
"Pujol se pondrá a elaborar su propia doctrina. Una especie de Tercera Vía tanto frente al torresbagismo representado por el patético Raimon Galí, como al temido marxismo. Se trata en efecto de un amasijo de ideas cogidas al vuelo procedentes de la socialdemocracia de Olof Palme, de la democracia cristiana de Gasperi, del Compromiso histórico, del personalismo de Mounier, del humanismo integral de Maritain y del nacionalismo de Benet. El líder nacionalista lee también en diagonal y superficialmente a autores como Péguy (producto de la influencia de Galí), Bergson o Bernanos. Pujol tiene en efecto una particular habilidad para adaptarse a los nuevos tiempos y si sus vísceras tradicionalistas deudoras del catalanismo católico más reaccionario no desaparecen del todo de su temperamento (muy bien ilustrado por la ya comentada paranoica relación que tiene con el marxismo y todo lo que se le asemeje de cerca o de lejos), no es menos cierto que llevará a cabo un auto-acicalado ideológico. El cual hace que entre cierta luminosidad en la honda caverna del catalanismo católico, como advierte Santamaría."
http://www.mientrastanto.org/boletin-99/notas/pasado-y-presente-de-la-derecha-catalana
Es largo pero interesante.
"Pujol se pondrá a elaborar su propia doctrina. Una especie de Tercera Vía tanto frente al torresbagismo representado por el patético Raimon Galí, como al temido marxismo. Se trata en efecto de un amasijo de ideas cogidas al vuelo procedentes de la socialdemocracia de Olof Palme, de la democracia cristiana de Gasperi, del Compromiso histórico, del personalismo de Mounier, del humanismo integral de Maritain y del nacionalismo de Benet. El líder nacionalista lee también en diagonal y superficialmente a autores como Péguy (producto de la influencia de Galí), Bergson o Bernanos. Pujol tiene en efecto una particular habilidad para adaptarse a los nuevos tiempos y si sus vísceras tradicionalistas deudoras del catalanismo católico más reaccionario no desaparecen del todo de su temperamento (muy bien ilustrado por la ya comentada paranoica relación que tiene con el marxismo y todo lo que se le asemeje de cerca o de lejos), no es menos cierto que llevará a cabo un auto-acicalado ideológico. El cual hace que entre cierta luminosidad en la honda caverna del catalanismo católico, como advierte Santamaría."
http://www.mientrastanto.org/boletin-99/notas/pasado-y-presente-de-la-derecha-catalana
Es largo pero interesante.
jueves, 5 de mayo de 2016
Arendt y Eichman
A propósito de un comentario de Luis Roca Jusmet sobre la película Hanna Arendt
No he visto la película, pero sí leído a Arendt y no me gusta el término banalidad del mal referido a Eichman, porque me parece que casa mal con lo que ella vierte en su obra "Los orígenes del totalitarismo". Quizá, en ese momento, se dejó llevar por la impresión que le produjo Eichman en el juicio, donde la estrategia defensiva pudo ser la de que era un tipo anodino, gris y obediente, que cumplía órdenes, pensando que con eso quedaba exento de responsabilidades y de que ablandaría algo al tribunal. Es lo que dijeron los encausados del 23-F, lo que decía hace pocos días una tarado de ETA, que ejecutaba siguiendo órdenes, y lo que aducen los yihadistas, que matan gente siguiendo el mandato de Alá. Debe ser muy duro haber participado en un proyecto monstruoso y tener que reconocer más tarde que ha habido una implicación personal en él, sin eximentes.
Eichman no era un ejecutante simple, un segundón, un comandantillo local, un peón de brega del nazismo: era un tipo que había ayudado a poner en marcha una maquinaria poderosísima, primero de política y propaganda, luego militar; era un dirigente, un tipo convencido de lo que hacía y que convencía a sus subordinados para que hicieran lo que él mandaba. Su actuación en el III Reich no era banal, fue criminal; no vamos a creer ahora que todos los jefazos del partido nazi eran unos mandados y que Hitler fue el único responsable del holocausto judío (6 millones de muertos), del holocausto ruso (22 millones de muertos) y del estallido de la II Guerra mundial: antes hubo una larga preparación de mentes y conciencias para poder hacerlo, antes se preparó a la gente en el campo de la cultura (el asalto a la razón lo llamó Lukács) y de los sentimientos (el irracionalismo), luego de la política, necesaria para llegar al Gobierno, que eran condiciones para prepararla para la guerra. Los nazis llegaron al poder por las urnas, no con mayoría absoluta, claro, pero ya habían dejado claro lo que querían hacer. Quizá mucha gente se unió sin saber mucho lo que hacía, otros muchos estuvieron de acuerdo, pero no los dirigentes, los elaboradores, los autores, los impulsores de aquella monstruosidad; los dirigentes no son inocentes, no son banales, tanto si son criminales de guerra como si son corruptos en tiempos de paz.
No he visto la película, pero sí leído a Arendt y no me gusta el término banalidad del mal referido a Eichman, porque me parece que casa mal con lo que ella vierte en su obra "Los orígenes del totalitarismo". Quizá, en ese momento, se dejó llevar por la impresión que le produjo Eichman en el juicio, donde la estrategia defensiva pudo ser la de que era un tipo anodino, gris y obediente, que cumplía órdenes, pensando que con eso quedaba exento de responsabilidades y de que ablandaría algo al tribunal. Es lo que dijeron los encausados del 23-F, lo que decía hace pocos días una tarado de ETA, que ejecutaba siguiendo órdenes, y lo que aducen los yihadistas, que matan gente siguiendo el mandato de Alá. Debe ser muy duro haber participado en un proyecto monstruoso y tener que reconocer más tarde que ha habido una implicación personal en él, sin eximentes.
Eichman no era un ejecutante simple, un segundón, un comandantillo local, un peón de brega del nazismo: era un tipo que había ayudado a poner en marcha una maquinaria poderosísima, primero de política y propaganda, luego militar; era un dirigente, un tipo convencido de lo que hacía y que convencía a sus subordinados para que hicieran lo que él mandaba. Su actuación en el III Reich no era banal, fue criminal; no vamos a creer ahora que todos los jefazos del partido nazi eran unos mandados y que Hitler fue el único responsable del holocausto judío (6 millones de muertos), del holocausto ruso (22 millones de muertos) y del estallido de la II Guerra mundial: antes hubo una larga preparación de mentes y conciencias para poder hacerlo, antes se preparó a la gente en el campo de la cultura (el asalto a la razón lo llamó Lukács) y de los sentimientos (el irracionalismo), luego de la política, necesaria para llegar al Gobierno, que eran condiciones para prepararla para la guerra. Los nazis llegaron al poder por las urnas, no con mayoría absoluta, claro, pero ya habían dejado claro lo que querían hacer. Quizá mucha gente se unió sin saber mucho lo que hacía, otros muchos estuvieron de acuerdo, pero no los dirigentes, los elaboradores, los autores, los impulsores de aquella monstruosidad; los dirigentes no son inocentes, no son banales, tanto si son criminales de guerra como si son corruptos en tiempos de paz.
martes, 3 de mayo de 2016
La historia no se repite
Sobre el tiempo, la historia…
¡Ojo!, Alejandro, yo no afirmo que la historia se
repita, sino que si se piensa que todo es igual, entonces la historia se
repite, y por tanto, de nada sirven los libros, ni el conocimiento ni la
investigación, ni la experiencia, porque la explicación es siempre la misma, y válida para
siempre: el mundo evoluciona en apariencia, en la forma, pero en el fondo
permanece igual a sí mismo. Nada nuevo bajo el sol, que decía aquel Parménides,
creo, frente al dialéctico Heráclito.
Y vuelvo a lo mismo, a la metafísica
implícita que hay en ese párrafo, que es una de las epidemias que sufre la
izquierda, y que se manifiesta en la analogía de situaciones históricas sin
ningún tipo de matiz ni explicación, como si respondieran a la misma lógica, al
mismo tiempo, a las mismas situaciones, personas, gobiernos y estadios de
pensamiento.
Yo no sé si la mayoría de la población
mundial vive como en el año 1200. Pero, ¿dónde? ¿En China? ¿En la India? ¿En
Méjico? ¿En Francia? ¿En Alemania? ¿En Europa?
De momento hay un dato que parece
incontestable y es el crecimiento de la población: parece que a escala mundial
los nacimientos superan a las muertes y no creo que se deba al azar. No sé si
hay más comida, menos ganas de morirse o más ganas de procrear. Pero aparte de
eso, está la interpretación de los hechos que tú haces y que no es la misma que
se pudiera hacer en el año 1200. ¿A qué se atribuía el hambre en Europa, no
digo ya en América o en Australia, en el año 1200? Aventuro que la explicación
es bastante distinta a la que damos hoy aquí.
¿Cómo se explicaba y justificaba el uso
de esclavos en la Roma imperial? Me imagino que la concepción de la esclavitud
que tenía Diocleciano era diferente de la que tuvo Lincoln, para el cual no
había justificación posible.
¿Tu explicación es la misma? ¿Es acaso
posible equiparar tu reacción ante la agresión a una mujer con la de un hombre
del año 1200?
Dices que la democracia, aún imperfecta,
sólo está instalada en unos cuantos países. ¿Y cuánta gente pensaba, en el año
1200, que la democracia, aún imperfecta, era lo deseable y se lamentaba por su ausencia?
Dices que “la lucha entre cristianos y
musulmanes era una lucha de tierras, de economía, de supervivencia; el combate
de Bush contra el eje del mal me parece a mí que tiene la misma base”. ¿Tú crees? Te olvidas de lo principal:
de la religión, pues estás hablando de cristianos y musulmanes. ¿Crees tú que
el Corán es un tratado de economía que intentaba transformar a las tribus nómadas
de Arabia en un pueblo sedentario al que le interesaba la propiedad de la
tierra? Tierra tenían de sobra, pero su vida estaba montada de otra manera.
¿Crees tú que la rápida expansión, que,
entre el año 661 y el 750, llevó a los mahometanos desde Medina hasta el sur de
Francia, por occidente, y hasta la India y Cachemira, por oriente, era una
cuestión de supervivencia, una simple apetencia de tierras, como la que impulsó a Hitler a invadir Rusia buscando ampliar el "espacio vital" de Alemania? ¿Era una expansión
económica o era la propagación del credo recién nacido? ¿Les movía la fe del
converso o el cálculo de inversor? Y estamos otra vez en lo mismo: pensar que
las tribus árabes del siglo séptimo se movían por los mismos impulsos, por la
misma lógica, que el mandatario del país más adelantado del mundo en el siglo
XXI, hijo además de una familia de magnates petroleros? ¿Ha cambiado algo bajo el sol o todo sigue idéntico a sí mismo? ¿No ha
cambiado la forma de pensar al compás de los cambios en la forma de vivir? ¿Ha
cambiado la forma de producir, de repartir, de consumir, pero seguimos pensando
de la misma manera, con las mismas categorías, con los mismos conceptos y los
mismos esquemas que hace dos o tres mil años?
En
tu polarizada exposición -el ying y el yang, que Dios confunda- evitas un
elemento fundamental, que eres tú mismo. Emites un discurso, más bien
apocalíptico, pero tú no apareces como cronista humano, sino como un ente sin
memoria que suelta los datos y construye las frases; omites el conocimiento
desde el que tú emites, que no es intemporal, sino que corresponde a este
tiempo, a este país, a esta etapa de la humanidad, que es lo que aparece al
fondo de tu posición, sin que lo adviertas, claro. Porque, Alejandro, toda tu
crítica está realizada desde una mentalidad contemporánea, que ha asumido
varias generaciones de derechos -civiles, humanos, sociales y ambientales-,
cuya formulación, lejos de haber brotado de forma espontánea o de haber
existido por los siglos de los siglos, ha sido un largo y trabajoso proceso,
lleno de obstrucciones y de sangre, y cuyo ejercicio está siendo aún más largo
y costoso. Y si todo eso, que forma también parte de la historia de la
humanidad, no entra en el análisis, entonces nada se entiende. La historia de
los hechos sin la historia de los cambios de mentalidad no es una historia más
objetiva, sino una historia coja; es media historia, por decir algo; una fábula
en el mejor de los casos.
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