La
aparición de esta infraestructura paralela privatizada va más allá de la
policía. Cuando las infraestructuras de los contratistas de los años de Bush se
ven en conjunto, lo que vemos es “un estado dentro del Estado” totalmente
articulado, tan fuerte y capaz como frágil y enclenque es el verdadero Estado.
Este espectro corporativo ha sido construido casi exclusivamente con fondos públicos
(el 90% de los ingresos de Blackwater provienen del Estado), incluida la
formación de su personal (abrumadoramente compuesto por antiguos funcionarios
públicos, políticos y soldados). Sin embargo, esta inmensa infraestructura es de control y propiedad privados en su
totalidad. Los ciudadanos que la han financiado no tienen, en modo alguno,
derechos sobre esta economía paralela o sus recursos.
El verdadero Estado,
mientras tanto, ha perdido capacidad para llevar a cabo sus funciones
esenciales sin ayuda de los contratistas. Sus equipos propios están anticuados
y los mejores expertos han huido al sector privado. Cuando golpeó el huracán
Katrina, la FEMA tuvo que contratar a un contratista para adjudicar contratos a
contratistas.
Naomi Klein (2010): La
doctrina del “shock”. El auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós,
p. 543.
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