Feijoo
permanece en Galicia. Puede viajar a Bruselas para templar gaitas con sus
colegas europeos, pero no a Europa, pues no ve Europa. Sigue en Galicia, perdido
en las fragas por la bruma y desorientado por el vuelo de las meigas galegas y amenazado
por la de Madrid. Feijoo es como Macbeth, pero en paleto.
Se ha
hecho una fotografía con frau Von der Leyen, para fardar de cosmopolita, pero
es inútil, porque sigue instalado en la vida de un cacique provinciano, de tranquilidad,
amigos y parientes agradecidos, tertulia en el casino y partida de dominó con
el cura, el boticario y el cabo de la guardia civil, fuerzas vivas de un país
descrito por Joaquín Costa hace cien años, que ya representó Rajoy y antes
Franco; dos paletos.
Con
esa mentalidad Feijoo no puede gobernar España ni entender lo que ocurre en
Europa y el resto del mundo, que no figuran siquiera como obligada referencia -darse
por enterado- en sus diatribas contra Sánchez, culpable de todo lo que ocurre
en un país, al parecer, aislado del mundo. Que era un recurso de Franco, quien decía
que las protestas provocadas por los nocivos efectos de su dictadura se debían
a la envidia de las decadentes democracias occidentales y a las insidias de la
Unión Soviética.
Feijoo
ha ido a la Unión Europea como “Pepe” fue a Alemania, ignorándolo todo, pero, a
juzgar por lo que afirma, no la ha visto ni intuido; se le escapa en su
complejidad y sigue impertérrito recitando su apocalíptico mantra sobre los
males que afectan España por el mandato del perverso Sánchez, que, con una “mentira”,
una moción de censura -legal-, basada en una sentencia judicial -legal,
suponemos para Feijoo- sobre corrupción y financiación ilegal del PP, apoyado
por enemigos de la unidad de España, tuvo la osadía de sacar de la Moncloa a
Rajoy, que es lo que deberían haber hecho en el PP si hubieran tenido los
reflejos de los conservadores británicos. Se debe añadir que era un Rajoy
cansado -¿recuerdan que reusó formar gobierno cuando el rey se lo pidió y que
no asistió a la última sesión de la moción de censura?-, deseoso de volver a su
tierra gallega, a la modorra caciquil y a leer el “Marca” con tranquilidad.
Feijoo
va a piñón fijo, como Casado; sin gritos ni aspavientos pero con la misma
receta de míster Máster, decir que no a todo y como propuesta en positivo bajar
los impuestos a los ricos en todas las situaciones: que hay un reventón de la
burbuja inmobiliaria, pues se bajan los impuestos a los ricos y se les regala
una amnistía fiscal, se sube el IVA del 18 al 21% y el reducido del 8 al 10%, se
bajan los salarios y el subsidio de paro, se quita una paga extra los
funcionarios y se salvan los bancos, hundidos por la avaricia y la mala gestión;
que hay bonanza económica, pues también se bajan los impuestos a los ricos,
esperando (vanamente) que de su mesa repleta caigan migajas hacia los poco afortunados;
que hay una pandemia, pues se bajan los impuestos a los ricos (lo primero que
dijo Casado; luego añadió la jornada de luto nacional; un hermano listo y los
amigos de un primo, aprovecharon para hacer negocios -¿y cuántos más?-); que
aumenta la desigualdad entre rentas (el 10% más rico tiene una renta casi doce
veces superior al 10% más pobre), se bajan igualmente los impuestos a los
ricos; que hay una guerra en Europa y suben los precios de casi todo, se bajan
los impuestos a los ricos, y si hay menos recaudación y se reduce el gasto social,
pues que se jodan los pobres, según la jubilosa recomendación de la niña de
Fabra, inventor de los aeropuertos para peatones. Pase lo que pase, hay que
bajar los impuestos a los ricos y no tocar los precios del oligopolio
energético -de los otros, tampoco-, que ya lo agradecerán en A, en B o en C.
Pero esa obsesión ideológica, que resume el programa eterno del PP, acaba de costar
la dimisión de la primera ministra británica. Y no porque la hayan empujado los
comunistas bolivarianos, sino el FMI y la bolsa londinense, y una parte de su
propio partido, que, siendo conservador, es más espabilado que el PP a la hora
de quitarse estorbos de encima. Por cierto, Ayuso, que se lanzó a la piscina de
la brutal bajada de impuestos de Liz Truss, ahí sigue, cuando debiera imitarla.
Feijoo
ha viajado a Bruselas a dejarse ver en un terreno en el que Sánchez juega muy
bien, pero cualquier comparación es inútil. En Europa, Sánchez está en su
elemento, tanto como en España, mientras que, para el PP, Europa es más bien
una molestia. Aznar, renegó de la Unión, se indispuso con Alemania y con
Francia, se jactó del fracaso de la Constitución europea (la española tampoco
le importa mucho), para colocarse de monaguillo de Bush en la invasión de Iraq.
Y Rajoy, perdido en Bruselas, arrastraba los pies detrás de la Cancillera,
mientras De Guindos se ufanaba ante sus colegas de preparar una reforma laboral
que provocaría una huelga general de protesta de lo dura que iba a ser, pues se
trataba de complacer a la “troika”, y preparaba un rescate a la banca, que no
“iba a costar ni un euro a los españoles”, ¿recuerdan?
Aparte
de la foto, hecha en Bruselas pensando en Madrid, el viaje de Feijoo tiene poca
utilidad ante lo que ofrece la “competencia”, que tiene en Europa dos galgos
difíciles de alcanzar.
Tras
la gran recesión económica y la subsiguiente etapa de austeridad, la pandemia de
covid y sacudida por la guerra en Ucrania, la Unión Europea está en un momento trascedente
ante retos de proporciones mundiales, y trata de revisar sus políticas e
incluso su estructura, y en ese juego sometido a múltiples tensiones están
jugando fuerte dos políticos españoles -Sánchez y Borrell-, que con sus
iniciativas están influyendo en la futura recomposición de la Unión, mientras
el PP está lejos de sus homólogos europeos y, arrastrado por Vox, más próximo a
los “filotrumpistas” antieuropeos que a las derechas tradicionales.
La
labor de Sánchez y Borrell se puede definir con una palabra que gusta mucho en
el PP, pero que no tiene quien la represente: esa palabra es liderazgo. ¡Oh,
no! ¡Oh, sí! Li-de-raz-go.
A
Feijoo no le gusta lo que hace Sánchez, está claro; le molesta que “pinte”
tanto en Europa. Dice, por ejemplo, que la excepción ibérica en el precio del
gas nos sale cara. ¡Hombre! Sale cara, pero tiene un precio más bajo y en la UE
está sobre el tablero extender esa excepción a otros países. La idea es audaz y
provocó risas, primero, y ahora provoca alarma. Como está sobre la mesa la
intención de reducir la dependencia del gas ruso, cambiar de proveedores y
centralizar al menos el 15% de las compras, a lo que se oponía Alemania, que
parece que ahora se aviene a escuchar otras razones. También se estudia poner
algún límite al precio del gas (lo de “topar” parece propio del léxico
taurino).
Entiendo
que a Feijoo y al PP les pueda molestar el acuerdo alcanzado por Sánchez, Costa
y Macron para construir un corredor energético subacuático que enlace la
península Ibérica con Francia, desde Barcelona hasta Marsella, pero no han
ofrecido algo mejor. La UE también tiene en cartera revisar el opaco mercado
eléctrico, que es intocable para el PP.
La
muletilla, que repiten como loros, de que la excepción ibérica sale cara es
sólo una maldad. Algo como lo que decía Saénz de Santamaría cuando subía la
prima de riesgo, “la prima de riesgo se llama Zapatero”, que era una gracieta
que no repitió cuando la prima de riesgo subió aún más con el gobierno de Rajoy.
Son mezquindades que revelan impotencia.
Feijoo
también olvida que la subida del precio de la electricidad es anterior a la
guerra y a la pandemia, y que se debe a la opacidad del mercado eléctrico
liberalizado -en realidad un reducido oligopolio- y al canon que impuso Aznar a
los consumidores como coste de transición al mercado libre, cuando privatizó
empresas públicas. Por otra parte, el precio de la electricidad marcado por el
oligopolio español ha sido sagrado para el PP, de tal modo que Rajoy se cuidó
de protegerlo de la producción doméstica con el llamado “impuesto al sol”.
La
“decepcionante gestión de los fondos europeos”, que sostiene Feijoo, ha sido
respondida por Bruselas avalando al Gobierno.
Respecto
a la inflación, que se moderó en septiembre, Feijoo no parece enterado de que
España con el 9% interanual, está a la par que Italia y Portugal, aunque hay
países con tasas más bajas (Francia 6%, Luxemburgo 7%, Noruega 7% o Estados
Unidos 8%), y desde luego más altas (Alemania, Dinamarca y Reino Unido 10%,
Austria 10,5%, Bélgica y Suecia 11%, Grecia 12%, Holanda 14,5%, Rumania 16%,
Polonia 17%, Bulgaria y Chequia 18%, Hungría 20% y Letonia 22%).
¿Qué
hay detrás de las críticas de Feijoo a la gestión del Gobierno? Pues, poco
acierto, desinformación, indigencia intelectual, deslealtad y mucha mala baba.
Y una sorprendente falta de propuestas en positivo en un partido que no sólo
aspira a gobernar el país (sin estar preparado), sino que ha basado toda su estrategia
de oposición en tratar de derribar el único gobierno posible durante la fase
aguda de una pandemia sin tener alternativa, pues los escaños no daban para
otro, y lo sigue intentando en medio de una guerra que incide negativamente en
la economía de toda Europa y, desde luego, de España, lo que, en buena lógica económica
y verdadera intención patriótica, exige arrimar el hombro en vez de poner palos
en las ruedas.
Su táctica filibustera para
llegar a la Moncloa es la pertinaz negativa a suscribir acuerdos, criticar los
Presupuestos Generales del Estado, sin proponer otros, e impedir la renovación del
Consejo General del Poder Judicial, cuyos magistrados tienen el mandato
caducado desde hace casi cuatro años.
Feijoo aún está muy crudo; le
faltan varios hervores. Lo curioso y alarmante es que en los sondeos de opinión
se premien sus carencias.
J.M. Roca,
Madrid, 22 octubre 2022.