Good morning, Spain,
que es different
Alexis Tsipras
ha convocado un referéndum para que los ciudadanos opinen sobre las condiciones
en las que se va a realizar el segundo rescate a Grecia.
Desde
el punto de vista democrático, poco se puede objetar al deseo del Gobierno heleno
de consultar a los ciudadanos sobre una medida de esta trascendencia, pues ellos
serán inmediatamente afectados por las condiciones que imponen los
rescatadores.
La
decisión, políticamente necesaria y moralmente justa, es infinitamente mejor
que negociar entre bastidores una apresurada reforma de la Constitución para
complacer a Berlín, a París y a Bruselas, como hicieron Zapatero y Rajoy. Pero
en la troika no gustan los experimentos que pueden dar lugar a dosis excesivas
de democracia, pues, antes que la opinión de los pueblos, prefieren la opinión
de los expertos, de los suyos, claro está.
Los
partidos de las derechas y las organizaciones empresariales acusan a Tsipras de
romper de modo unilateral las negociaciones, movido por un alarde de orgullo
nacionalista. No parece extraño que esa sea la respuesta adecuada a la lógica que
impera en la Unión Europea, donde Merkel se mueve por un orgullo nacionalista y
expansivo (por no decir imperial) -la economía alemana, primero; los bancos
alemanes, primero-, y el resto de miembros la secunda movido por un orgullo
monetarista, donde se ha colocado el dinero por encima de las necesidades más
apremiantes de las personas.
Acusan también a Tsipras de acudir
al referéndum para resolver los problemas internos de su gobierno. Lo mismo
puede decirse de la Unión Europea, que carece de un gobierno legítimo, pues el
poder ha sido usurpado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central
Europeo, la Comisión Europea, el Bundesbak y la Cancillera, y cuando esas sobrevenidas
instancias no son capaces de ponerse de acuerdo sobre importantes problemas
internos y externos, la defensa de la
usura sirve para construir una interesada y precaria unidad contra un pequeño y
empobrecido país que representa el 2% del PIB europeo.
A la vista de la cifra,
la inflexibilidad de Berlín y Bruselas, jaleada por ese coro de palmeros y
bufones que la acompaña, más parece que responde a la decisión política de establecer
quien manda, que a un cálculo ponderado sobre lo que supondría para Grecia
abandonar la moneda única y sumarse al resto de países de la Unión Europea que
disponen de moneda propia. De la Unión Europea lo que llega son aspavientos y
amenazas y poca información veraz.
La
situación económica de Grecia pudo ser una sorpresa para los ciudadanos
europeos, empezando por los griegos, pero no para los expertos de la Unión
Europea. ¿A quién quieren engañar?
La
Unión Europea, el Banco Central Europeo, el Bundesbank, los bancos alemanes, los
franceses, etc, conocían bien cuál era la situación económica de Grecia. Lo
sabía el FMI y lo sabían esos "infalibles" oráculos que son las agencias de “rating”,
y actuaron en consecuencia para que Grecia se pudiera adherir al euro.
Las
cuentas se maquillaron con el disfraz de un acuerdo entre Goldman Sachs y el
Banco Central de Grecia; los responsables de la operación fueron Mario Draghi,
por Goldman Sachs, y Lucas Papadimos, por parte del banco griego. Mario Draghi
preside hoy el Banco Central Europeo y Papadimos fue economista jefe del banco central
griego desde 1985 hasta 1993, luego vicegobernador y luego gobernador hasta
2002. Desde ese año y hasta 2008 fue vicepresidente del Banco Central Europeo,
entonces presidido por Jean Claude Trichet (el hombre que subió dos veces el Euribor
en plena crisis). Tras la dimisión de Papandreu, por las presiones de Merkel y
Sarkozy para evitar el referéndum que el primero quiso celebrar, Papadimos
se convirtió en Primer Ministro de Grecia. Sorpresas pocas.
Entre
2002 y 2011, Grecia compró armamento en la siguiente proporción: el 25% a
Alemania, el 13% a Francia, el 42% a EE.UU, el 7% a Holanda, el 3% a Italia y
el 2,6% a Reino Unido. Naturalmente, todos los proveedores vendían con la
intención de cobrar.
En
2010, mientras se negociaba una ayuda a Grecia de 22.400 millones de euros,
Francia y Alemania presionaban al gobierno heleno para venderle armas en una
situación tan paradójica como favorable, que es el viejo temor de Grecia a Turquía,
curiosamente, miembro también de la OTAN y, por lo tanto, aliado.
A
pesar de las medidas de austeridad, Papandreu compró submarinos a Alemania (Grecia
ha sido durante años el principal destinatario de las armas alemanas) y
fragatas a Francia (el 10% de sus ventas de armas van a Grecia) por importe de
6.000 millones de euros.
Entonces,
Daniel Cohn Bendit denunció en el parlamento europeo que Grecia había gastado
un dinero que no tenía para comprar armas que no necesitaba.
Efectivamente,
el referéndum del domingo no va a resolver los problemas económicos de Grecia,
pero dejará ver el respaldo del Gobierno y, sobre todo, se habrá escuchado a
los ciudadanos, que quieren ser tratados como tales y no cómo súbditos de un
nuevo imperio financiero en construcción.
La pequeña Grecia puede
convertirse en el paso de las Termópilas, donde se estrelle la nefasta política
de austeridad, y cada ciudadano griego puede emular a los 300 espartanos que
siguieron a Leónidas. ¡Ahuuuuuuuuuuu! Y que tiemble Jerjes, vestido de señora.