Ayer,
con el editorial de expresivo título “El recién llegado”, este diario se sumó
al coro de dirigentes políticos y mediáticos sorprendidos por el éxito
electoral de “Podemos”.
En
él reconoce a la nueva formación el mérito de haber conectado con la
frustración de una generación, con una comunicación barata, clara y moderna,
pero con un “mensaje simplificador”, e invita a los demócratas a felicitarse,
porque “Podemos” ofrece un cauce al movimiento de los indignados, que hasta
ahora era contrario a la democracia representativa. Pero después añade que su
líder “está obligado a respetar las reglas del juego y a explicar sus zonas de
sombra”, en particular su admiración por la revolución bolivariana y precisar
si su modelo es la democracia chavista.
Curiosas
advertencias en un país en el que el comportamiento habitual de las élites es
burlar las reglas del juego; las del juego político, que además tienen vicios
de origen, se transgreden con una práctica oligárquica acordada entre los dos
grandes partidos -una gran coalición, de facto-, que borra la separación de
poderes, decide el nombramiento de los altos cargos de las instituciones del
Estado, dificulta el debate en las cámaras, el control parlamentario y las comisiones
de investigación y ofrece protección a políticos corruptos. Todo ello ha configurado
una cerrada casta política, que disfruta de privilegios inauditos y vive
alejada de los problemas de la ciudadanía, como lo ponen en evidencia su
sorpresa y desagrado ante los recientes resultados electorales.
Respecto
a las reglas del juego económico, debemos recordar que las reglas del mercado
ya tenían un funcionamiento anómalo por la presión de grupos oligopólicos (finanzas, seguros, energía,
electricidad, telefonía, transportes y distribución), pero con el estallido de
la crisis han saltado hechas añicos al subordinarse el crecimiento económico
del país -y la vida de sus habitantes- a las necesidades de recapitalización de
la banca privada.
Otro
tanto sucede con la prensa, con el “mercado de la información”, en el que un
reducido grupo de grandes medios de edición y comunicación, entre ellos PRISA, impone
su modelo informativo y sus contenidos al resto del mercado, dejando con ello
de cumplir el papel crítico que tenía la prensa como cuarto poder para formar simplemente
parte del poder establecido.
Respecto
a la admiración por Hugo Chávez y la revolución bolivariana, que no es una
parte importante del programa, no indica necesariamente que en “Podemos”
piensen que un régimen político surgido en América del Sur sea trasplantable a
la Europa del Sur, ni hasta ahora han dado pie para creer que vayan a seguir la
senda del folclórico y confuso grupo de Beppe Grillo.
“Podemos” es un partido político recién llegado, sí,
pero no bien recibido por el establishment.