Good morning Spain, que es different
¿El obrero? ¿Un diario digital que se llama “El
obrero”? Sí, el obrero, o sea el trabajador, treballador, trabalhador,
traballador, obrer, worker, arbeiter, ouvrier, operaio, langilea, “currante” o
“currelante”, como cantaba Carlos Cano en una célebre murga, en la que quería
obsequiar a los caciques con un pico y una pala para ponerlos a “currelar”.
Pero, ¿cómo puede editarse un periódico que se
llame “El obrero”, en la España posmoderna? Si parece un nombre del siglo XIX o
como mucho de la primera mitad del XX. Como publicación evoca la época de la
prensa clandestina, las huelgas contra la dictadura, las luchas de los
trabajadores aún de más atrás; las internacionales obreras…
En la España mariana que ha superado la crisis
-Rajoy dixit- y que está llena –dicen los suyos- de oportunidades para los
emprendedores, ¿puede tener cabida un diario que se llame “El obrero”?
Hoy nadie habla de obreros; los políticos más
radicales hablan de la clase media, pero de los obreros nadie habla, quizá
¿porque ya no existen? Si todo viene de China…, pero que China sea la fábrica
del mundo no elimina los obreros de otras latitudes. Con la expansión del
capitalismo a escala planetaria, los obreros no han desaparecido del mundo, al
contrario, ni tampoco de España.
En medio de la ola de neoliberalismo que nos
invade y de sus aparentemente incuestionables verdades, como el carácter
científico de la economía y como ser la única forma de gobernar el planeta, la
presunta racionalidad del “homo economicus”, la competencia en todas los
niveles como medio y el éxito personal, medido en dinero, fama o poder, o mejor
las tres cosas, como meta, la exaltación del individuo insolidario, la defensa
de lo privado y excluyente y el desprecio de lo público y compartido, el
exagerado tamaño del Estado mínimo y las ventajas del mercado máximo y el culto
a los empresarios como únicos creadores de riqueza, el nombre de “El obrero”
viene a incomodar, pues evoca situaciones injustas, desigualdad, propuestas
colectivas, clases sociales y, al fin, el viejo y persistente conflicto entre
el capital y el trabajo -¡maldito Marx!, que no acaba de morir-, la tensión
entre los intereses patronales y las necesidades sociales y la pugna, siempre
presente, entre salarios y beneficios. O sea, algo de mal gusto; una grosería
que viene a desmentir el mantra de que todos estamos unidos por un interés
común, que es producir riqueza por el bien del país, pero sin atender a cómo se
produce ni cómo se reparte, ni a la renta de cada cual y a las condiciones en que
la percibe.
El trabajo rudo, el empeño físico, el trabajo
manual, ingrato, peligroso, la obligación rutinaria y alienante, la sujeción
disciplinaria a la máquina, al ritmo establecido, a la productividad prescrita
no han desaparecido, ni tampoco los contratos leoninos, las largas jornadas,
los bajos salarios y los obreros parados. Esos son los rasgos del proletariado
de hoy día, de los proletarios sin prole, porque, a pesar de tener un gobierno
católico, que dice defender a la familia, España es un país disuasorio para
tener y criar hijos. Eso y el color de la piel, porque el proletariado moderno,
también en España, es multicolor. No hay negros, mulatos ni mestizos en los
círculos directivos de la economía y las finanzas, ni en los consejos de
administración de las empresas del Ibex 35. Mujeres hay pocas -se quejan con
razón-, pero ningún hombre que no sea blanco (y rico). La acogida, la
integración, la fusión racial, social y cultural se hace por abajo, por la base
de la sociedad, trabajando y compartiendo fatigas, no cobrando dividendos. A
eso añádase la proletarización de las profesiones, la general salarización, y
veremos que todo, absolutamente todo, está producido, generado, creado por
trabajadores, por obreros, por asalariados en un proceso creciente.
Por eso, sacar a la luz sus condiciones de vida
y trabajo, sus necesidades y sus aspiraciones es una labor que parece pasada de
moda pero hoy absolutamente necesaria, si se quiere dar a conocer cómo es este
país y entender un poco mejor cómo anda el mundo.
Larga vida a “El obrero”
(https://elobrero.es).