lunes, 24 de abril de 2023

Últimos mensajes de Hitler y Mussolini

 24 de abril de 1945. Engañando y engañándose hasta el último día.

La lucha por nuestra vida llega a su fin. El bolchevismo y el judaísmo, empleando efectivos y materiales en inmensa cantidad, han unido sus fuerzas para provocar el caos en nuestro continente. De todas formas, el pueblo alemán, con su desprecio bien conocido hacia la muerte y ayudado por todos los que tienen el mismo sentimiento, se lanzará al combate, por muy duro que sea, con heroísmo y cambiará la situación en este momento histórico que ha de decidir la suerte de Europa para los siglos venideros.

Último telegrama de Adolf Hitler a Benito Mussolini. 24 de abril de 1945.

Excelencia: los acontecimientos llegan por desgracia a su fin. Los esfuerzos hechos para ocultarme las negociaciones entre Gran Bretaña y los Estados Unidos con Alemania han sido inútiles… Sólo espero vuestra intervención personal. Me gustaría recordaros vuestras propias palabras: <Italia es un puente; no puede sacrificarse a Italia>, así como las frases de elogio hacia el poco conocido valor del soldado italiano.

Además, no hace falta recordaros mi posición ante la Historia. Sois quizá el único que sabe que no tengo por qué temer su veredicto. No pido, pues, que se me trate con clemencia, sino con justicia y tener ocasión de justificarme y defenderme. Incluso ahora una rendición sin condiciones es imposible, ya que desprestigiaría a los vencidos y a los vencedores. Os interesarán los documentos que os entrego, pensando, ante todo en el peligro que nos amenaza por el Este. Gran parte del futuro se encuentra en vuestras manos. Que Dios os ayude.

Último telegrama de Benito Mussolini a Winston Churchill. 24 de abril de 1945.

Cassigoli, Armando (1976): Antología del fascismo italiano, Méjico, Facultad de CC. Políticas y Sociales, 1976, p. 384. Recogidas de A. Tamaro: Due Anni di Storia 1943-1945, Roma, 1950, pp. 514 y ss.

domingo, 16 de abril de 2023

¿Podemos Sumar? (2)

La tensión entre Sumar y Podemos no disminuye, sino que aumenta con el apremio de dirigentes de este grupo a Yolanda Díaz para que responda a nuevas cuestiones, que van envueltas en el coloreado papel de celofán de la unidad con que los “morados” acompañan las condiciones para llegar a un acuerdo.

Pero tirar del cordel para ver quién cede primero o comprobar quien es el valiente que frena más cerca del abismo es un juego peligroso a la luz de los pronósticos de los sondeos de opinión sobre intención de voto, que no dan la mayoría que cabría esperar como recompensa a la labor del gobierno de coalición en una situación nacional e internacional bastante adversa.

No es este el espacio adecuado para realizar un balance detallado de su gestión, que legislativamente ha sido intensa -más de cien leyes-, pero, aun teniendo en cuenta errores notorios, como el pago de elevadas “facturas” por el apoyo de sus aliados o la misteriosa decisión sobre el Sahara, es positivo el saldo resultante en medidas para paliar los efectos encadenados de la herencia del gobierno de Rajoy, con el “problema catalán” al rojo vivo y el desastre social de las medidas de austeridad como principales cargas, seguido de la pandemia de la covid, de la crisis energética provocada por el oligopolio eléctrico y de la guerra en Ucrania, y no merece estar a la par en preferencia de voto con quienes, mostrando un patriotismo impostado en una situación de excepcional dureza, se han dedicado a poner zancadillas y a decir a todo que no. Triste país es este, en que suscitan la misma confianza quienes hacen y se esfuerzan por gobernar, que quienes lo entorpecen desde la oposición utilizando recursos arteros, y donde parece que la calidad de la actividad política se mide por un audiómetro, donde tienen menos crédito quienes presentan proyectos de reforma que quienes hacen subir los decibelios en el Congreso con la crispación de sus diputados, aunque no aporten otra cosa, porque carecen de programa.

En resumen, las elecciones no están ganadas, ni las de mayo, que posiblemente serán un barómetro de las de otoño, ni las generales, que, en esencia están ahora en el fondo de las diferencias entre Sumar y Podemos. Por tanto, el nudo del asunto no está en sumar más o menos apoyos o restarlos a un hipotético gobierno de coalición de izquierda, que sería el único posible, frente al otro formado por la coalición de los dos partidos de la derecha, dada la segura desaparición de Ciudadanos en su última disputa electoral.

El quid del asunto, más que en sumar o restar, está en dividir o en multiplicar, o lo que es lo mismo, en persuadir o en disuadir a los votantes. En disuadir, si los votantes de izquierda consideran que una inexplicable división entre sus partidos hace poco útiles sus votos ante la seguridad de la derrota, o en multiplicar, si las izquierdas presentan un frente lo suficientemente compacto como para concurrir con posibilidades de éxito y dar validez al voto de sus seguidores. La izquierda debe arrastrar, transmitir sensación de utilidad para arrastrar a los indecisos a subirse al carro del vencedor para derrotar a las fuerzas de la reacción, que, no sólo no merecen gobernar por la carencia de propuestas, aunque van sobradas de ocurrencias, y por la falta de visión de lo que ocurre en Europa, sino porque su actividad como oposición ha sido desleal y en algunos casos inconstitucional. Por lo dicho y por lo hecho, las derechas no merecen una victoria electoral como premio, aunque puede suceder que la obtengan, dada la desinformación reinante sobre la estructura del poder en España y el reparto de las competencias autonómicas y la escasa cultura política -una asignatura pendiente- de gran parte de la población votante. Y si persiste, claro está, la división de la izquierda.

Algunos politólogos y periodistas dan por definitivamente rota la relación entre Sumar y Podemos, pero aquí, desconociendo los planes de los estrategas de ambos partidos, que suponemos en su sano juicio, no vamos a apostar por eso, porque sería tirar por la borda lo conseguido en esta legislatura, en la que se ha avanzado, a veces a trompicones, en reducir la desigualdad y mejorar en algún grado la suerte de las clases subalternas, pero queda mucho por hacer para remontar casi quince años de retrocesos en esta materia. Por eso sería un desastre que Sumar y Podemos no llegaran a un acuerdo que permitiera reeditar el gobierno de coalición con el PSOE.      

Tienen otra razón para limar sus diferencias, pues, a pesar de lo que crean algunos de sus dirigentes, Sumar y Podemos se necesitan porque son fuerzas que políticamente compiten, hasta en temas que comparten (el feminismo, por ejemplo), pero socialmente se complementan. Sumar, que ahora recoge apoyos periféricos que antes fueron a Podemos, ofrece, además de la novedad, que es un valor efímero, pluralidad y el enlace de políticas regionales, por un lado, con el mundo del trabajo y la actividad sindical, por otro. Sumar, sobre todo su portavoz, muestra un talante templado y dialogante, un discurso animado por buenas intenciones y un tanto zalamero, pero aún vago, impreciso, que debe concretar en un programa, y presenta, con el aval de algunos logros importantes, las dosis necesarias de pragmatismo y capacidad para negociar.  

Podemos es la expresión española de la izquierda postmoderna, un proyecto típico de la clase media urbana, de estudiantes, profesionales de mediana edad del ámbito de la cultura y los medios de información, de empleados del sector servicios y de jóvenes becarios, graduados sin empleo o con contratos precarios y de un entorno de gente con cierta ilustración, que comparte un ideario que se podría describir como alternativo, urbano, ecológico, pacífico y feminista, pero no exactamente un programa político sino más bien una amalgama impresionista de reivindicaciones preferentemente identitarias, animada por una clara posición reformista, no exenta de demagogia y cierta deriva utopista.   

No se puede negar en Podemos la intención de cambiar las cosas, pero peca de prisa, intransigencia y tendencia a establecer nuevas ortodoxias. Entre las debilidades más notables en un partido que aspira a ser hegemónico está la de ofrecer un proyecto poco claro de país.

Para concluir: lo importante son las expectativas que Sumar y Podemos susciten con su actitud a la hora de ir a votar, bien para continuar la labor reformista de esta legislatura o para dejar que las derechas acaben con ella.    

El hecho de acudir unidos a las elecciones, con la confianza de ganar, puede arrastrar a los indecisos; concurrir divididos, con la sensación de haber perdido de antemano, puede disuadir incluso a los convencidos, que se pueden sentir tentados de castigar a los suyos con la abstención para no hacerse cómplices de su estupidez.

15.4.2023, para El obrero.es

 

Costa. El cacique

No he de aconsejar yo que se ponga en acción el ‘cop de falç’ de la canción catalana, ahora tan en boga, tomando el ejemplo de la revolución francesa por donde mancha; pero sí he de decir que, en España, está todavía por hacer; que mientras nos e extirpe al cacique, no se habrá hecho la revolución; que mientras no nos sanemos de esa dolencia, más grave que la miseria y la incultura, más grave que todos nuestros reveses de los seis años anteriores; que mientras aceptemos voluntariamente esas cadenas, que además de oprimir, deshonran; que mientras quede en pie esa forma de , oprobio y baldón del nombre español, no habrá Constitución democrática, ni tal régimen parlamentario, ni tal nación europea; no habrá tal soberanía, ni en el rey ni en el pueblo; no seremos, ni con monarquía ni con república, una nación libre, digna de llamarse europea; seremos menos que una tribu, un conglomerado de siervos… 

Costa, J. (1901): Oligarquía y caciquismo, Madrid, Alianza, 1973, p. 33.

jueves, 13 de abril de 2023

Bases ideológicas del nacionalismo.

 A propósito de un mensaje colgado en FB sobre una burla a la Virgen del Rocío en un programa de TV3.

El nacionalismo, o micronacionalismo actual, en España es un resultado de las teorías racialistas del siglo XIX, formuladas por antropólogos alemanes, ingleses y franceses, para justificar los imperios coloniales europeos en la supuesta superioridad de la raza blanca, en particular, del hombre blanco; lo es también del exaltado romanticismo y su devoción por la vida tradicional de los pueblos, en particular de la actividad agrícola y del ambiente rural, tenido como expresión más pura y sincera, natural, de los pueblos, que la vida artificial de las ciudades, degradada por las costumbres modernas y la influencia foránea, y, por último, resultado de la intolerancia religiosa del carlismo. Si a eso le unimos la visión local, la influencia de la Iglesia y el caciquismo del siglo XIX, conservado y aumentado por el franquismo y persistente hoy día, tendremos todo los ingredientes de este movimiento de base típicamente conservadora.
Ocurre que cierta izquierda desnortada lo ha embellecido con el derecho de autodeterminación, aplicado por Lenin en Rusia, con olvido de la crítica de Rosa Luxemburg, y con una interpretación tercermundista de las tensiones territoriales de España entre el centro y la periferia.     

miércoles, 12 de abril de 2023

Sobre la tradición

 Respuesta a un comentario de Luis Roca Jusmet sobre la tradición.

Para no caer presos de los signos, de los símbolos, los iconos y los rituales de la cultura y de la religión, que, con abuso, se resumen con frecuencia en la palabra tradición, que, junto con el paisaje, sobre todo si es bello o grandioso, se suelen considerar atributos de los dioses o de la naturaleza a un pueblo escogido (el mundo está lleno de pueblos escogidos), considero importante transmitir a las siguientes generaciones la perspectiva, la disposición mental con que se recibe y percibe todo eso, como algo que nos sitúa en el mundo, recibido de las generaciones anteriores como un resultado del hacer humano y como un legado que hay que transmitir a las siguientes, pero no de una manera dogmática e intransigente, sino flexible y sensata, en un mundo cambiante, y difícil de administrar, donde es importante hacer, construir con cabeza, pero también conservar, para los que vengan después. Estamos de paso, en un mundo viejo y cambiante, que, además, no nos pertenece; somos, simplemente, usuarios por un rato, por el poco tiempo que, a escala del cosmos, supone la vida de los seres  humanos.

martes, 11 de abril de 2023

¿Podemos Sumar? (I)

Esa es la cuestión. Y, por el momento parece que no, que no hay suma, porque en la presentación de Sumar, realizada por Yolanda Díaz en Madrid, el pasado día 2, ningún dirigente de Podemos, socio de Izquierda Unida, asistió a pesar de haber sido invitado al acto junto a una quincena de partidos, que en algunos casos habían estado entre los fundadores de Podemos. 

De inmediato, partidarios y adversarios del nuevo proyecto han recordado la vieja tendencia de la izquierda española a dividirse, a restar más que a sumar. Que es cierta, pero, además, hay que contar con la coyuntura, que es el declive electoral -dos millones de votos menos- y motivacional de Podemos, que ha perdido atractivo e interés, lo cual ha dado pie a Yolanda Díaz para intentar detener el desapego a la coalición y seguir siendo un necesario complemento de gobierno a la izquierda del PSOE. Intento no exento de riesgo, que puede romper definitivamente lo que está precariamente unido, pero es políticamente útil.

También hay que tener en cuenta los rasgos peculiares de la formación de Pablo Iglesias, y los suyos como primera figura, que sigue fiel a su conducta habitual, si se recuerda su sectaria trayectoria desde la primavera de 2016. Y en este caso, ha querido poner un precio muy alto a la asistencia de Podemos al acto de presentación de Sumar, al exigir la celebración de unas elecciones primarias de cara a las elecciones generales, que tendrán lugar en otoño. 

La insólita petición de obtener con tanta antelación puestos destacados para los candidatos de Podemos en las futuras listas de la coalición, revela que sus dirigentes perciben el deterioro y se quieren asegurar lugares destacados antes de que se conozcan los resultados de las elecciones de mayo, que revelarán a cada partido el respaldo ciudadano actual, no el histórico.

Por otro lado, cuando Sumar está dando sus primeros pasos, debe concretar en líneas estratégicas las buenas intenciones expuestas por Díaz y definir un programa, dotarse de una dirección o coordinación colegiada que represente los distintos componentes territoriales y adoptar una mínima organización más o menos confederal, no parece sensato negociar de modo bilateral con Podemos.

Para tener un trato ventajoso, sus dirigentes utilizan el pasado glorioso, y breve, de cuando Podemos era un revulsivo en la escena política nacional y el factor dominante en la relación con IU. “La coalición es un éxito de Podemos; es patrimonio nuestro”, ha sentenciado Belarra, que reclama “un rol relevante” para su partido tras las elecciones generales. Pero ahora eso no está tan claro, pues está cambiando la correlación de fuerzas interna y, en un soterrado forcejeo, se negocia una nueva configuración ante la pérdida de vigor de la hegemonía podemita. Nada nuevo en la izquierda, pues eso es lo que ha movido a Podemos desde que surgió, ya que la lucha por el poder no se limita a competir por ocupar puestos en las instituciones, sino allí donde exista actividad política, según la definición de Weber (quien llega a la política, aspira al poder, con independencia del propósito de ese poder).

¿Qué ha pasado? Pues que la realidad, que, de entrada, se conocía poco, es dura y obliga a cambiar la perspectiva y a reformular las propuestas, que la lucha por el poder grande o pequeño ha arrumbado la intención de hacer política de otra manera, que gobernar o cogobernar compromete y desgasta, sobre todo, siendo el socio menor en el Gobierno, que, además de excesivas muestras de deslealtad, que han sembrado la confusión entre los votantes de izquierda y alimentado las críticas de la derecha, ha cometido errores de bulto y se ha negado a rectificar, que los supuestos doctrinales sobre los que se fundó han chocado con la estructura del país y que Podemos va quedando excesivamente orientado a señalar nuevas ortodoxias en el ámbito identitario y cultural, pero muestra una ambigua posición de clase y carece de visión a escala nacional e internacional, necesaria para quien aspire a gobernar el país.

No ha pasado tanto tiempo desde que las masivas protestas sociales contra las medidas de austeridad para salir de la crisis financiera de 2008-2010, referidas de modo sintético al polifónico discurso del 15-M-2011, crearon las condiciones propicias para la fundación de Podemos, pero la coyuntura actual es diferente y los cambios han puesto a prueba algunos de los supuestos de su fundación, suscitados por el clima de opinión de aquellos días que facilitó el dictamen sobre la situación y la propuesta de una ambiciosa alternativa política. Pero, hoy, la ciudadanía no vota a Podemos por aquellas exageradas expectativas en un momento de confrontación social, sino por lo que ya ha hecho -bueno y no tan bueno- en el Gobierno y lo que puede a hacer en el futuro con la fuerza de que dispone.

10/4/2023 para El Obrero.es

Belarra, una chicharra

 Señora García Moreno. Sánchez ha dicho que espera que se recomponga el rompecabezas -ha dicho puzle, pero no me gusta- a su izquierda para repetir el mismo gobierno después de las elecciones. Sánchez quiere debatir con el PP, no con Belarra, quiere hablar de datos económicos, de las leyes aprobadas, de avances en positivo; hablar de política internacional, donde el PP flaquea y juega a los traidorzuelos (ya desde Aznar) y dónde él se siente fuerte; tiene una agenda de viajes importante y pronto le tocará el turno de presidir la UE. Pero ahí está Belarra, como una chicharra dando el tostón desde hace meses y haciendo política de su partido desde el Gobierno. Bellarra confunde el partido y el Estado, porque Podemos pinta cada vez menos como partido fuera de las instituciones. Podemos tiene el derecho a opinar sobre lo que crea conveniente (feminismos, trans, república, rey emérito, procés, soledad de Puigdemont, indultos, Putin, Ucrania, etc, etc), pero en temas donde exista discrepancia, que sean de su línea política, debe hacerlo desde fuera del gobierno. Debe tener un portavoz, que, en su sede o dónde sea, convoque a la prensa y a quien quiera escuchar y opine sobre el sexo de los ángeles, si viene al caso, pero al margen del gobierno. Pero, claro, si habla Belarra como ministra, el mensaje se escucha más. Pero eso es sencillamente oportunismo y deslealtad. Y si algún día Podemos logra la mayoría suficiente para presidir un gobierno imagino que pedirá a sus socios minoritarios lealtad y sensatez, para no entorpecer su, esperemos, fructífera labor en bien del país. A Podemos le molesta la iniciativa de Sumar, como a IU y al PSOE les molestó la aparición de Podemos, pero la política es así. Cuando hay algo que molesta, Pablo Iglesias pide respeto para Podemos. Pero, ¿qué broma es esta? Podemos surgió en 2014 con intención de desbaratarlo todo -desde la jefatura del Estado y acabar con el "régimen del 78" para "tomar el cielo por asalto". No se anduvo con chiquitas. ¿O es que lo hemos olvidado? A Podemos hay que medirlo con la misma vara con que Podemos midió a los demás.

sábado, 8 de abril de 2023

La otra vida del "Curín Tellado"

Así era popularmente conocido, en los años sesenta, el sacerdote jesuita José Luís Martín Vigil, por el estilo blando y sentimental de sus novelas, equiparado al de Corín Tellado, la prolífica escritora asturiana de literatura romántica.

Desde una perspectiva de suave denuncia social, aparentemente moderna y atrevida para un público lector preferentemente juvenil, el jesuítico personaje, cuyas oscuras andanzas han permanecido ocultas durante décadas, escribía sobre problemas propios de la juventud, como el descubrimiento del mundo, la falta de referentes, la adaptación a la vida adulta, la desorientación sentimental y sexual o la incertidumbre ante el porvenir, así como sobre el trabajo, la pobreza y la marginalidad en la periferia de las grandes ciudades, con velada alusión a temas tenidos entonces por escabrosos y juzgados con moralina.

“La vida sale al encuentro”, “Sentencia para un menor”, “Cierto olor a podrido”, “Una chabola en Bilbao”, “Sexta galería”, “Los curas comunistas” o “La muerte está en el camino” fueron novelas que tuvieron éxito.

El estilo de Martín Vigil sugería que se trataba de una persona comprensiva y experta en tratar esas cuestiones, lo cual facilitaba el contacto con jóvenes de ambos sexos necesitados de orientación, en unos años en que la influencia de la Iglesia llegaba a todas partes, particularmente a las nuevas generaciones a través de la enseñanza escolar y de la catequesis, de las asociaciones de caridad y de las agrupaciones infantiles y juveniles de ámbito parroquial, donde, en actividades lúdicas, culturales y deportivas, era habitual el trato estrecho entre sacerdotes y seglares y entre curas y jóvenes, y estaba socialmente aceptado recibir orientación religiosa a través de los directores espirituales, los consiliarios,  la confesión y de los ejercicios espirituales.

En una Iglesia hipócritamente escorada hacia las clases altas, la figura del cura se mostraba a las clases bajas como un consejero o un abnegado defensor de los desamparados, y con frecuencia como un mártir en lejanas tierras de misión o en la cercana guerra civil. El sacerdote representaba el ideal de persona guiada por la verdad, el sacrificio, la moral estricta y la entrega a los demás, con renuncia a un proyecto de vida personal -familia, hijos-, lo cual le dotaba de autoridad para ejercer una función de educador y protector similar a la de un buen pastor.

La Iglesia era la sociedad perfecta y sus funcionarios eran personas de moral intachable y recta conducta, de quienes nadie, y menos niños y adolescentes, podía esperar un trato vejatorio y mucho menos abusos de índole sexual, dado el hincapié de la doctrina cristiana en lo relacionado con el sexto mandamiento, convertido en una obsesión episcopal que se reflejaba con singular tenacidad en la censura sobre la cultura y los espectáculos.

Todo ello eliminaba las reservas que jóvenes y adolescentes pudieran tener ante las solicitudes de los pederastas, porque estos representaban precisamente la virtud, la recta moral, la conciencia estricta y la aversión al pecado; es decir, su teórica función pastoral servía para desarmar y confundir a las posibles víctimas, que no podían imaginar el vejatorio trato que iban a recibir de quienes se ofrecían como ejemplos vivientes de vida cristiana. Situación que sometía a las víctimas a una contradicción, que costaba percibir por ilógica y más aún rechazar por la autoridad de que los curas estaban investidos y por el manto de silencio que se ceñía sobre las actividades de los acosadores.     

Ya entonces corrían rumores sobre las tendencias malsanas de Martín Vigil, dicho sea, en su lenguaje. Había sido discretamente expulsado de los jesuitas, pero siguió ejerciendo su labor de sacerdote como consejero, director espiritual, amigo y otros pretextos invocados para ejercer su nefasta influencia sobre jóvenes adolescentes necesitados de orientación, a los que captaba y sometía.

Fallecido en 2011, fue uno de los muchos sacerdotes pederastas que han quedado sin rechazo social y sin castigo, protegidos por sus superiores, que los trasladaban de lugar cuando recibían alguna denuncia sobre abusos, siempre presuntos, pero no investigados, o crecían los rumores sobre sus delictivas apetencias, que exculpaban como “flaquezas humanas” cuando en realidad eran delitos, pero convertían en delitos para los demás lo que ellos consideraban pecados. Eran depredadores amparados por la Curia, amparada a su vez por un Estado confesional; monstruos en un sistema monstruoso.

9/4/2023, El obrero.es