viernes, 30 de septiembre de 2016

Las prisas de PRISA

Good morning, Spain, que es different

Antaño, El País era considerado un periódico progresista, un diario que ayudó a hacer la Transición, y un oficioso vocero de la socialdemocracia, tanto que, en ocasiones, ha dado muestras de ser más coherente con los principios de esta corriente ideológica que el propio PSOE, su representante español.
Sin embargo, desde hace tiempo, en la línea editorial y en las propias secciones del diario es claramente perceptible un cambio de orientación en un sentido más conservador, que se ha acentuado desde la llegada de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE.
En las últimas semanas el diario ha tomado partido a favor de los adversarios de Sánchez, de manera que, en este asunto, sus titulares de primera plana con frecuencia han sido similares a los de los diarios de la derecha.
Ante la situación de incertidumbre provocada por las dificultades para investir al Jefe del Gobierno y el riesgo de que el PSOE pudiera llegar a algún tipo de acuerdo con otros partidos para formar un gobierno en el que Podemos estuviera presente, la dirección del diario ha decidido provocar la deposición de Pedro Sánchez, señalando el camino a los críticos del Secretario General para obtener el cese de sus funciones.
En los últimos días, la secuencia de esta intención ha sido la siguiente:

El País, viernes 23 de septiembre de 2016.
Titular y subtítulo en primera plana: “Sánchez, dispuesto a un congreso para hacerse fuerte en el cargo. El líder socialista propondrá al comité federal un Gobierno con Podemos. Rivera descarta toda participación en ese pacto y pide una reacción en el PSOE”. Editorial: “La deriva de Sánchez. Su hoja de ruta agudizará la crisis del PSOE y provocará otras elecciones”.

El País, sábado 24 de septiembre de 2016.
Titular y subtitular en primera plana. “Los líderes del PSOE harán frente al plan de Sánchez. Los críticos rechazan un congreso y gobernar con Podemos”.

El País, domingo 25 de septiembre de 2016.
Titular y subtítulos en primera plana: “El 25-S arranca la cuenta atrás para evitar terceras elecciones. Rajoy pretende hacer suya la esperada victoria en Galicia para reforzarse. Sánchez hará frente a los críticos con unos resultados que se prevén malos”·
El País, lunes 26 de septiembre de 2016.
Titular en primera plana: “Galicia y País Vasco refuerzan a Rajoy y hunden a Sánchez”. Editorial: “Voto a la estabilidad. Euskadi y Galicia eligen continuidad y castigan la intransigencia de Sánchez”. En página 13, un artículo del Jefe de Opinión del diario, José Ignacio Torreblanca, titulado: “La irresponsabilidad política”.
El País, martes 27 de septiembre de 2016.
Titular y subtitular en primera plana: “Sánchez cambia su dimisión por un congreso del PSOE. Tras el desastre del 25-S, el líder socialista fuerza unas primarias antes de que haya Gobierno. La propuesta encuentra amplia contestación en el partido”. Editorial: “Un partido secuestrado. Sánchez maniobra para eludir la responsabilidad de las continuas derrotas”.
El País, miércoles 28 de septiembre de 2016.
“El PSOE se alza ante el intento de Sánchez de retener el cargo”. Titular en primera plana. Subtitulares: “Más de la mitad de la ejecutiva se plantea dimitir para evitar el congreso”, “Las voces críticas dominan la reunión del grupo parlamentario socialista”, “Susana Díaz dice que ahora hay que hablar de España y no de problemas internos”.
El País, jueves 29 de septiembre de 2016.
Primera plana: Antetítulo: “Crisis histórica del socialismo español”. Titular: “Sánchez se atrinchera tras su cese”. Subtítulos: “La mayoría de la ejecutiva dimite y deja sin funciones al secretario general”, “El líder destituido ignora la decisión y se queda al frente de la minoría”, “Los dirigentes dimitidos niegan legitimidad a Sánchez y a su equipo”. Editorial: “Salvar al PSOE. El cese inevitable y legítimo de Sánchez es la única salida para el partido”.
El País, viernes 30 de septiembre de 2016.
“Susana Díaz reclama unidad y recuperar un PSOE ganador”. Titular en primera plana. Subtítulares: “La líder andaluza pide que el congreso se celebre cuando haya gobierno”, “El grupo de Sánchez quiere primarias en octubre y congreso en noviembre”, “Total incertidumbre sobre el futuro tras una jornada de caos en Ferraz”. Editorial: “Restaurar la unidad. El PSOE tiene que cerrar su crisis y poner fin a los enfrentamientos”.
Saque cada cual las consecuencias de estas lecturas.

Lo que sucede no sorprende, ya que El País, desbordando el papel de consejero áulico y asumiendo el de un órgano ejecutivo que está incluso por encima del propio Gobierno, se ha tomado la libertad de señalar los cambios de época cuando ha estimado que la socialdemocracia estaba agotada y que el gobierno del país precisaba un reemplazo.
Así, el día 13 de enero de 1995, un editorial titulado “Final de etapa”, instaba a Felipe González a presentar una moción de confianza en el Congreso o en su defecto a convocar elecciones anticipadas. Y el día 18 de julio de 2011, con un editorial titulado “Final de ciclo”, acompañado por un artículo de Juan Luis Cebrián titulado “Esta insoportable levedad”, El País señaló el fin de la etapa de Rodríguez Zapatero.

Con Pedro Sánchez, a pesar de que no gobierna, ha sido más pertinaz y más rudo.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Ocaso del “felipismo”


“La etapa triunfal socialista culminó en los grandes fastos (y grandes gastos) del año 1992, debidos a la simultánea celebración de tres grandes eventos que tuvieron mucha difusión nacional e internacional: la Exposición Universal de Sevilla, ciudad unida a Madrid por la primera línea de tren de gran velocidad, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la celebración del Vº Centenario del Descubrimiento de América. Este alarde concluyó en una recesión económica ligada a la que sufría la propia Unión Europea, que obligó al Gobierno a efectuar un duro ajuste y a devaluar un 5% la moneda, entonces, la peseta.
Era la segunda vez que el gobierno socialista recurría a esta medida, la primera fue en 1982, con una depreciación del 8% frente al dólar, y la cuarta vez que se depreciaba la moneda desde la muerte de Franco, pues el Gobierno de UCD la había devaluado en 1977 y 1980.
Pero Solbes, con una serie de medidas de matriz neoliberal, entre ellas la reforma laboral de 1994, había puesto las bases de la recuperación de la economía y preparado las condiciones para que España se integrase en el grupo de países que, con los tratados de Maastrich (1992) y Amsterdam (1997), se habrían de adherir a la moneda única europea; unas reformas estructurales impuestas por el plan de convergencia europeo, que imponía un pacto social por el empleo, la moderación salarial, la flexibilización del mercado laboral y la contención del gasto público (Pacto de Estabilidad), que en lo fundamental fueron seguidas por el Partido Popular cuando llegó a la Moncloa.
Perdido el contacto con la sociedad (y con la realidad), carente del vigor y de las ideas que, en teoría, el programa de 1993 -el cambio sobre el cambio- debía aportar a un gobierno de integración -sin guerristas- colocado bajo la vicepresidencia de Narcís Serra, el Ejecutivo socialista se limitó a aferrarse a lo realizado o a corregirlo a la baja (la pérdida de poder adquisitivo de los salarios empezó entonces) y a defenderse malamente de las acusaciones de corrupción, con el consiguiente deterioro de la actividad parlamentaria y la vida pública.
Encastillado en el poder del llamado felipismo, desgastado, dividido y criticado por la prensa más cercana, obligado a deponer de sus cargos a una serie de ministros y altos funcionarios, salpicado por numerosos casos de corrupción y por unos asuntos bastante feos en los ministerios de Defensa y de Interior, el Gobierno convocó elecciones legislativas anticipadas para marzo de 1996, que perdió por el estrecho margen de 300.000 votos respecto al Partido Popular, revés que los dirigentes socialistas calificaron de derrota dulce.
No supieron percibir las verdaderas causas de su declive ni el sabor amargo que, a largo plazo, les depararía la precaria victoria de la derecha dirigida por un visionario, según calificaría años después George W. Bush a su acólito de las Azores. Y no le faltaba razón al gringo, pues los dos mandatos de Aznar, que coincidieron con la reorganización de Europa en torno a la moneda única y con la etapa de bonanza económica impulsada por la globalización y el auge vertiginoso de la especulación inmobiliaria y financiera, dejaron una profunda huella en la sociedad y en las instituciones españolas”.

“Perdidos. España sin pulso y sin rumbo”, “Capítulo 2. El relato triunfal socialista” (Madrid, La linterna sorda, 2015).

Un golpe maestro

Good morning, Spain, que es different

Ignoro de dónde ha salido la idea, quienes la han promovido, cuáles son las palancas que se han tocado y de dónde proceden los apoyos recibidos, quizá un día nos lo cuente un hispanista inglés, pero de lo que no hay duda es que lograr la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE, tres días antes de reunirse, es un golpe maestro. Una maniobra que huele a caverna, a capital, a especulación, a paraíso fiscal y a sacristía; a viejos poderes fácticos, en los que hay que incluir a la prensa.
Con ello, y para dotar de argumentos a cada una de las partes, se abre en el PSOE una discusión llena de tensiones sobre la legitimidad “de los insurrectos”, de la Ejecutiva dimitida o de la vigente y mermada, sobre si hay vacío de poder o no lo hay, sobre la función de la Comisión de Garantías y la formación o no de una gestora; en definitiva sobre la interpretación de los Estatutos, pero todo ello ha de conducir a un congreso, que es lo que proponía Sánchez, aunque después de unas elecciones primarias, o a un congreso “con garantías”, como proponen sus críticos. Pero eso no es lo fundamental. Es posible que el partido se divida en dos partes o que, tras el congreso, ordinario o extraordinario, se vuelva a conjuntar, en todo caso el daño hecho al PSOE en esta coyuntura ya es irreparable, pero eso lo sabían quienes han promovido la operación, porque su objetivo no era sólo obtener la cabeza del secretario general.
Todos los indicios, así como el momento elegido, apuntan a una reacción desesperada para lograr la investidura de Rajoy, cuyo gobierno sigue siendo necesario para concluir una remodelación social que permita asegurar por largo tiempo el crecimiento del beneficio empresarial y culminar la reorganización de Europa. Lo cual indica que la crisis no ha terminado, que la precariedad laboral y la depreciación salarial no son todavía suficientes, que el Estado del bienestar se debe reducir más, que las privatizaciones aún no han alcanzado su techo y que se asumen los nuevos recortes que exige la Unión Europea, porque el tope del déficit público no se ha alcanzado y la deuda externa con Rajoy no ha dejado de aumentar. 
Eso es lo que tiene por delante el nuevo gobierno, y quienes han inducido el golpe contra Pedro Sánchez esperan que lo cumpla fielmente Rajoy, con la colaboración de un PSOE debilitado, o lo que quede de él, por responsabilidad y sentido de Estado.
Quienes han urdido la maniobra desean evitar a toda costa un posible gobierno de tendencia levemente progresista, y creen que el momento propicio es este, pues saben que Podemos está en reconstrucción, por lo cual no puede ser el reemplazo del PSOE, y además puede haber tocado techo electoral a tenor de los resultados de junio.
Ante unas posibles elecciones en diciembre, el PSOE, tras la maniobra queda muy tocado, si no llega ya dividido, con lo cual Podemos, en caso de que obtuviera un buen resultado, que estaría por ver, carecería del principal socio para formar un gobierno alternativo al del PP, lo mismo que Ciudadanos, que seguramente se inclinaría hacia la investidura de Rajoy, también por razón de Estado.
Con esta maniobra se deteriora aún más el régimen bipartidista al debilitar una de sus dos patas, pero a los inductores eso no parece preocuparles o quizá pretendan sustituir el sistema de dos partidos por el de un partido hegemónico, o en realidad, por un único partido con capacidad de gobernar, con lo cual tendríamos derecha para rato.   

martes, 27 de septiembre de 2016

Reinicia Podemos

El mayor problema de Podemos no está en las formas, sino en el fondo, en el contenido; teniendo claro el contenido, las formas pueden cambiar, pues tan sólo son los procedimientos para aplicar el programa. Podemos debe definirse, decidir lo que es o lo que quiere ser, porque eso está poco claro; las formas, ser radical o partidario del consenso, asustar o seducir, son secundarias. Lo importante es saber lo que quiere ser, conocer a dónde se dirige y con qué personas quiere contar.
No quito a nadie la posibilidad de rectificar y aclarar sus posiciones. Lo veo difícil en el caso de Podemos, porque ha crecido muy deprisa y aglutina gente y grupos consolidados con orígenes diversos y muchas sensibilidades, pero no es tarea imposible. Hacer un partido que sea una alternativa de gobierno no es la tarea sencilla que algunos creyeron; requiere tiempo y dedicación, lo cual está reñido, entre otras cosas, con la permanente aparición de sus dirigentes en los medios de comunicación y con la prisa por llegar al poder.
Pero rectificar es difícil. No basta decir, como dice una de las facciones de Madrid, "reinicia Podemos", porque no es un proceso automático que siga a un deseo y mucho menos volver a encandilar a la gente con un proyecto de futuro. El desencanto, el rápido desencanto es muy difícil de combatir; superarlo no es automático, y exige pagar algún precio que sea visible, hacer algún gesto, pues con palabras no basta para enmendar los errores, algunos muy gruesos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Persiste la vieja política

Good morning, Spain, que es different

El PP, con 41 escaños, revalida la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas de Galicia. Nada parece afectar a un PP arraigado en los usos más recios del caciquismo, corrupción local incluida. Galicia es Feijoo, pensará Rajoy, si es que no lo dice, como en su día dijo “Galicia es Baltar”, el cacique de Orense, en esa Galicia donde Fraga descubrió lo bueno que era el régimen autonómico, y se hizo galleguista con gaiteiros, porque el Gobierno de la Xunta consolidaba el poder de las taifas provinciales, que durante mucho tiempo han estado en manos de Xosé Cuiña (Pontevedra), Francisco Cacharro (Lugo) y José L Baltar (el autodenominado “cacique bueno”), en Orense. 
El triunfo de Feijoo es resultado de ese buen hacer desde las diputaciones provinciales, que enlaza bien con la Galicia profunda. Y claro está, de la debilidad y división de la izquierda, incluidos casos de corrupción del PSOE local, que no han faltado.
El PSG pierde 4 escaños y baja a 14, los mismos que obtiene En Marea, que supera al PSG en 17.000 votos, con lo cual Podemos, diluido en esa inestable coalición (con Beiras es difícil aliarse), alcanza el ansiado “sorpasso”, que no le pertenece del todo, y sin tener expresión institucional, pues empata con el PSG. El BNG, con 6 diputados, resiste, aunque pierde un escaño.
En el País Vasco, el PNV obtiene la mayoría con 29 escaños, y gana dos, seguido de EH Bildu, con 17, que pierde 3, de Elkarrekin-Podemos (un partido abertzale -otro-, según la responsable local, Nagua Alba), que aparece con 11 escaños, del PSE con 9, que pierde 7, y del PP, en último lugar, con 9, pierde uno.
Lo más notable es la persistencia de la derecha periférica, con diferencias, claro está, pero tanto el PP como el PNV, ahí siguen en sus feudos, sin ser molestados por la derecha emergente y centralista, que es Ciudadanos. El otro partido de las viejas fuerzas políticas, el PSOE, decae lentamente pero no deja el campo libre a quienes pretenden reemplazarlo -Podemos-, que aparece mimetizado con el paisaje y el paisanaje, pero sin posibilidad de tener un papel relevante en el futuro, ni en Galicia ni en Euskadi.
Podemos es una gran incógnita. No sabemos lo que durarán esas alianzas con fuerzas locales, ni cuál de sus varias tendencias prevalecerá en cada lugar para dar paso a un programa concreto, si la populista, la comunista o la socialdemócrata; no sabemos si predominará la actitud radical del sector "pablista" o se impondrán los partidarios del consenso, si mostrará la cara que asusta a la derecha o la que seduce a la gente. Demasiadas incógnitas, que deben despejar de aquí a diciembre.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Clases laboriosas,

Clases laboriosas, clases peligrosas en Cataluña
“Un motivo más de preocupación para las élites locales -y de nuevo uno con obvia base clasista- era los “otros catalanes”, los inmigrantes económicos sin cuyo esfuerzo la rápida industrialización y enriquecimiento de la burguesía hubieran sido imposibles. A finales de la década de 1920, los trabajadores inmigrantes, junto con sus homólogos catalanes, estaban concentrados en una serie de guetos proletarios. Estos espacios eran los causantes de las pesadillas distópicas de una burguesía obsesionada por la amenaza de la ciudad proletaria sobre su ciudad. En un intento de debilitar a esta primera y de revestir los privilegios capitalistas de simbolismo popular nacionalista, los ideólogos burgueses envilecían a los <forasteros>, acusándoles de importar ideas extrañas perjudiciales para la estabilidad social y los principios tradicionales (cristianos) de la sociedad catalana. Inspirándose en un discurso racista, socialdarwinista y colonialista, presentaban a los inmigrantes –y en ocasiones también a los trabajadores autóctonos- como seres moralmente inadecuados que vivían en un estado de naturaleza o barbarismo primitivo y que formaban el corazón criminal de la oscuridad en la ciudad. El tono de estas denuncias hizo posible la exteriorización de los problemas urbanos; por ejemplo, las primeras comunidades de chabolistas de Poblenou fueron bautizadas con el nombre de <Pekín>, mientras que unas décadas más tarde, tal y como hemos visto, <barrio chino> quedó equiparado en el léxico conservador con la degeneración urbana y el crimen. Además, nuevas formas de ocio como el cabaret, el flamenco y el tango pasaron a ser identificados con la inmigración. Esta evocación de un <otro> exótico y ajeno estaba acompañada de un discurso médico decimonónico que definía la normalidad y estabilidad social mediante la yuxtaposición de la salud y la enfermedad. Incluso la opinión liberal y reformista acostumbraba a identificar a los inmigrantes con problemas de <comportamiento antihigiénico>, reforzando los argumentos de aquellos que vilipendiaban el <contagio> de los <malsanos> y <enfermos> como amenaza a la gobernanza del país y a la libertad de todos. Sin embargo, estos temas alcanzaron su apoteosis con la denuncia del discurso de los pensadores conservadores catalanistas sobre una plaga de la “femte forana” (heces extranjeras) que iba a infectar los principios fundamentales de la nación y la familia, y llevar a la descatalanización. Quizás el ejemplo más extremo de esta tendencia se encuentre en los escritos abiertamente racistas y xenófobos de Pere Rosell, que hacía hincapié en el abismo sicológico, moral y religioso existente entre catalanes y castellanos, y destacaba los riesgos de los matrimonios mixtos (aberraciones mentales, degeneración biológica y resquebrajamiento moral).”

Chris Ealham: “La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937”, Alianza, 2005.      

Esperando a Godot

Good morning, Spain, que es different

Godot no acaba de venir; dicen que a lo mejor llega el día 25 a Galicia o quizá al País Vasco, y que desde allí pondrá orden en Spain y hará posible la investidura de un Jefe de Gobierno. Quizá Godot esté ya aquí y no lo sepamos, porque esté de cuerpo presente, políticamente muerto pero en funciones.
Mientras se pelean, declaran, hacen campaña y aburren al personal, los partidos políticos esperan demasiado de las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Por lo que anticipan las encuestas, las cuentas no salen o casan difícilmente, porque los números no son neutrales, sino que detrás vienen las letras, las ideas, los programas, los propósitos y esos son difícilmente conciliables. Mientras tanto, cada cual va a lo suyo.
En el PP esperan que el triunfo de Feijoo se convierta en un argumento inapelable a favor de Rajoy. Entre tanto lo tienen fácil, pues, para tratar de salir airosos del brete les basta con echar a Sánchez la culpa de todo; de no aceptar la investidura de Rajoy a cambio de nada y de que los electores vayan a las urnas el día de Navidad, como lo ha decidido el Gobierno en funciones. Quieren una abstención del PSOE para investir a Rajoy, que será una abstención a Rita Barberá, al caso Taula, a la trama Gurtel, a la red Púnica, a las maniobras del ministro del Interior, a Lucía Figar y a casos de corrupción más modestos que van saliendo cada día aquí o allá y que se van sumando a esa treintena de procesos judiciales en curso. La abstención sería un aval a la privatización legal y delictiva de bienes públicos, al rescate de la banca con fondos públicos, que se dan por perdidos en su mayor parte, a los recortes en toda el área social del Estado, a la autoritaria forma de gobernar del PP, que no va a cambiar, porque no saben ni quieren hacerlo de otra manera.
En cierta medida, que Rajoy no sea investido por el veto del PSOE es una prueba del relativo éxito de Ciudadanos y Podemos al intentar romper el bipartidismo, que, no sólo persiste, aún disminuido, sino que se ha reproducido a un nivel subalterno. Teníamos un bipartidismo casi perfecto y ahora tenemos dos imperfectos, aunque de distinto tamaño.
Ciudadanos se juega poco en estas elecciones aunque apuesta por poner una pica, una sola, en el País Vasco. Rivera quiere ser útil y juega a dos manos,   animando, ora a Sánchez, ora a Iglesias a moverse, pero ambos están remisos esperando a Godot.
Sánchez, encastillado en una firme, por ahora, postura ética, resiste heroicamente la presión del PP y la que es peor, la presión de sus barones y baronesas. Mientras la vieja guardia, ¡qué digo vieja! ¡viejísima!, que debería refugiarse no en sus cuarteles de invierno sino en sus consejos de administración, se lo pone difícil. El PSOE necesita como el comer un Congreso de Suresnes II, que dé paso a gente más joven y menos comprometida con el asqueroso “establishment”.   
IU hizo mutis por el foro para asumir un papel subalterno en la Gran Confederación, aunque aún tiene seguidores en el Foro madrileño y en el coso nacional, pero sus opiniones carecen de peso. Lástima, también había gente sensata.   
En Podemos siguen entretenidos con el juego de tronos, que se disputa en las taifas y en el mismo politburó, amenazando incluso al trono del rey Pablo. Cada día entiendo menos a estos chicos y chicas.  
Habría una posibilidad poco probable de desatascar la situación: que no venga Godot, y que Feijoo recoja una mala cosecha con la ayuda de Rajoy. Quizá eso obligaría a moverse al PP y a enviar a Rajoy a Santa Pola, a ejercer de registrador de la propiedad. Sería algo portentoso, pero hoy es jueves y, como indicaba Berlanga, se puede esperar un milagro.    

miércoles, 21 de septiembre de 2016

“El País”, ¡qué “País”!

Good morning, Spain, que es different

Hoy, “El País”, el periódico global, trae una portada distinta, original, inaudita: es el anuncio de un banco, que continúa en la última. En otras ocasiones ya había vendido la contraportada a otros anunciantes, pero reservar la primera plana –la sagrada “Primera plana” de Billy Wilder- a un banco, creo que es un hecho nuevo, un evento. Es un banco catalán, no sé si esto añade algún matiz al reconocimiento de que quién paga, manda. Es como un colocar un gran titular: aquí manda el capital, cosa que no es nueva, y que la información se subordina a lo dispuesto por el amo.
Dentro, claro, el diario recobra su apariencia normal, pero la gran noticia del día está en esa portada que es una declaración de intenciones, la rendición sin condiciones de un diario que nació con la Transición, ayudó a nacer y a mantener el régimen democrático y hoy agoniza con él.
El diario se ha ido escorando hacia la derecha, siendo menos incisivo  y orientado cada vez más por ideas y “valores” (desvalores) neoliberales y sirviendo de medio difusor de los mismos, expresado no sólo en la reorganización de las secciones y la publicación de suplementos, sino en el contenido de los artículos, desde los más inanes a los más talentosos.
Es continuo el elogio de los emprendedores de buena familia y apellido sonoro y la promoción de triunfadores, ellos y ellas, en las más diversas actividades relacionadas con la moda, el diseño, las pasarelas, la música, el arte, la cultura.  
Mientras el diario languidece en información y sobre todo en opinión, a causa de la depuración de los colaboradores más críticos con el “establishment”, aunque aún quedan algunas buenas firmas, la dirección dedica recursos humanos y dinero a  publicar suplementos, algunos de ellos auténticos catálogos publicitarios, y otros que no valen lo que pesan.

En fin, un gran diario que fue, que no escapa a la crisis general que padece el país.   

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Discreto encanto de la discreción

 Good morning, Spain, que es different

Ayer, el ministro Luis De Guindos, en su disertación para justificar la designación de José Manuel Soria como la persona más idónea para ocupar una dirección ejecutiva en el Banco Mundial, recalcó varias veces que se trata de un nombramiento discrecional. No se debe, pues, a un concurso de méritos, como primero afirmó y luego confirmó Rajoy, ni de un procedimiento reglado, como arguyó la Vicepresidenta, que de no ser respetado hubiera sido no sólo injusto con Soria sino ilegal.
De Guindos ha venido a decir y a recalcar que, por ser discrecional, es decir no sujeto a norma precisa, la designación de Soria es una decisión del Gobierno, pero no política, claro está, sino técnica, aunque, en buena y honrada lógica, tener tratos con paraísos fiscales no parece el “mérito” adecuado para convertir al dimisionario ministro de Industria en persona idónea para desempeñar un cargo en el Banco Mundial. 
O quizá sí, teniendo en cuenta como van las finanzas del mundo y que el propio ministro de Economía viene de ese ambiente, discrecional y a la vez discreto, es decir opaco, tanto como presidente ejecutivo para España y Portugal de Lehman Brothers, quebrado en 2008, como consejero del Banco Mare Nostrum, fruto de la fusión de Caja Murcia, Caja Granada, Caixa Penedés y la balear Sa Nostra, hasta que fue designado ministro. Nombramiento controvertido ya que el Banco Mare Nostrum, una entidad con dificultades que había recibido 730 millones de fondos públicos, estaba tutelado por el Ministerio de Economía.  
El intento de "colar" a Soria es otra cacicada del Gobierno, endulzada ahora con una palabra con doble sentido: la designación de una persona según la voluntad del Gobierno -a discreción-, pero realizada con disimulo -con discreción-.
En realidad nada nuevo en esta larga legislatura saturada de decisiones discrecionales, como la de Ana Pastor, que ha actuado antes como ama de llaves del Partido Popular que como Presidenta del Congreso, al decidir una discreta comparecencia del ministro en la Comisión de Economía, antes que verle obligado a dar explicaciones en un pleno del Congreso a petición de la oposición.
En el Ministerio de Defensa ha habido al menos seis nombramientos de altos cargos igualmente discretos, efectuados por el Gobierno en funciones.
En realidad, la discrecionalidad, o el actuar a discreción, ha sido tónica en el Partido Popular. Y la corrupción que lo anega es un resultado más de esa perversa tendencia de muchos de sus cargos públicos de actuar a discreción, aunque luego tales actos discrecionales, y discretos, o mejor, secretos, hayan salido luego a la luz y encontrado su adecuada denominación en el Código Penal.


Cataluña y los toros

A propósito de una entrevista a Henry Kamen en El español (11-9-2016)
Lo de los toros no tiene desperdicio. Kamen habla de oídas. Barcelona tiene dos plazas de toros: la Monumental, inaugurada en 1914, y Las Arenas, inaugurada en 1900, que reemplazó a la plaza de toros vieja, de la Barceloneta, erigida en 1834, mucho antes de que apareciera el catalanismo finisecular y romántico de la Jove Catalunya (1870), el Diari Catalá de Almirall (1879), el Primer Congreso Catalanista (1880), el Centre Catalá (1881), La Lliga de Catalunya (1887), la Unió Catalanista (1891) y las Bases de Manresa (1892).

lunes, 12 de septiembre de 2016

Brenan. Patria chica

“España es el país de la `patria chica'. Cada pueblo, cada ciudad, es el centro de una intensa vida social y política. Como en los tiempos clásicos, un hombre se caracteriza, en primer lugar, por su vinculación a su ciudad natal o, dentro de ella, con su familia o grupo social, y sólo en segundo lugar, a su patria y al Estado. En lo que puede llamarse su situación normal, España es un conjunto de pequeñas repúblicas, hostiles e indiferentes entre sí, agrupadas en una federación de escasa cohesión. En algunos grandes períodos (el Califato, la Reconquista, el Siglo de Oro) esos pequeños centros se han sentido animados por un sentimiento o ideas comunes y han actuado al unísono; mas cuando declinaba el ímpetu originado por esa idea, se dividían y volvían a su existencia separada y egoísta. Esto es lo que ha dado su carácter espectacular a la historia de España. En lugar de unas fuerzas que se van formando lentamente, como es el caso de otras naciones europeas, se han sucedido alternativamente los minúsculos conflictos de una vida tribal y unas grandes explosiones de energía que, económicamente hablando, surgen de la nada.
Así, pues, el principal problema político ha sido siempre el de alcanzar un equilibrio entre un gobierno central eficaz y los imperativos de la autonomía local. Si en el centro se ejerce una fuerza excesiva, las provincias se sublevan y proclaman su independencia; si esa fuerza es insuficiente, se retiran sobre sí mismas y practican una resistencia pasiva. En sus mejores épocas, España es un país difícil de gobernar”.
Gerald Brenan: <El laberinto español>. “Prólogo”, París, Ruedo Ibérico, 1962

Suárez, ¿un chisgarabís?

Como pienso que se debe juzgar a los dirigentes políticos por los retos que voluntariamente aceptan y por los riesgos que asumen, el calificativo “chisgarabís” aplicado a Suárez me parece inapropiado, lo diga quien lo diga, pues sugiere que, llevado por su oportunismo, se prestó a asumir un papel que le venía grande y que no estuvo a la altura de las circunstancias, que recuerdo cuales fueron.
Una crisis económica nacional, consecuencia de la inserción subordinada de nuestro modelo en el sistema económico internacional, sometido, a su vez, a un proceso de reajuste tras la crisis del dólar (1971), del petróleo, de las materias primas y la ruptura del sistema financiero de Bretton Woods. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación darían lugar a otro modelo y al mismo tiempo se gestaba el gran despegue del sector financiero. La llegada de Margaret Thatcher a Downing Street, en 1979, y el triunfo electoral de Ronald Reagan en 1980 pondrían en marcha esos cambios y la revolución neoliberal conservadora se convertiría en el credo político dominante (el pensamiento único, según Ramonet) en Occidente. En 1974, Tamames, en un artículo titulado “El otoño de la economía española” (Cuadernos para el diálogo), señalaba los males del modelo productivo español.
Los efectos de la crisis acentuaron las protestas de los trabajadores y dieron nuevas ánimos a un movimiento obrero combativo, animado por reclamaciones laborales, sindicales y democráticas, encuadrado en buena parte por CC.OO., una organización clandestina dirigida por comunistas de izquierda y de extrema izquierda, cuyas fuerzas potenciales eran desconocidas para la derecha y para la patronal. Todas las fuerzas de la izquierda, desde el PSOE a los maoístas, eran partidarias de la ruptura con la dictadura y de un gobierno provisional bajo distintas denominaciones. Y las más radicales postulaban un cambio de tipo revolucionario.
La patronal veía el futuro con inquietud. Un sector contemplaba la entrada en el Mercado Común como el destino más favorable a sus intereses y asumía el coste político que ello representaba: un régimen democrático, con partidos y sindicatos. Algunos ya habían negociado con las organizaciones clandestinas (Durán Farrell, SEAT), pero otros se mostraban inflexibles mientras resistían en la CNS, el sindicato vertical, asistidos por los “camisas viejas” del régimen (García Carrés, Girón, Utrera, Covisa…).
Las dos ramas de ETA, GRAPO, FRAP, Autónomos, Terra Lliure, MIL y algún otro, con sus actividades violentas eran obstáculos añadidos y un continuo foco de tensión con el ejército y la policía. Desde el 1 de enero de 1976 hasta la dimisión de Suárez, solamente las dos ramas de ETA provocaron la muerte a 275 personas, en su mayoría policías, guardias civiles y militares. Su pretensión era provocar un golpe de Estado que demostrase la veracidad de su aserto (nada ha cambiado tras la muerte de Franco) y buscar una salida al “conflicto” negociando entre “militares” o bien, que las autoridades civiles negociaran con ETA para evitar el golpe militar. Estuvieron cerca de conseguirlo: la operación Galaxia y el 23-F, fueron el resultado de semejante locura. Eso y la presión de los militares sobre Suárez, a pesar del apoyo de Gutiérrez Mellado, fueron, creo, una de las mayores causas de su desgaste y, al final, de su dimisión. Suárez se movió siempre temiendo la reacción del Ejército: el golpe militar desde la derecha (Chile, 1973) y el golpe militar desde la izquierda (Portugal, 1974).   
Las presiones externas no fueron menores. En primer lugar la de Marruecos sobre el Sahara. La marcha verde (noviembre de 1975) no afectó a Suárez, pero sí la silenciosa marcha púrpura de la Iglesia. Tarancón apoyó la reforma, pero se las arregló para negociar en secreto los acuerdos con la Santa Sede, mientras se discutía públicamente la Constitución (en la que tienen difícil encaje).
Con el mundo dividido en dos bloques, las presiones de EE.UU. fueron grandes, estaban en juego las bases militares y la perspectiva de la entrada en la OTAN, rechazada con energía desde la izquierda, pero no creo que la Transición fuera una operación diseñada por la CIA, aunque es casi seguro que intervino en ella.  
Por otra parte, la socialdemocracia europea, en particular el SPD alemán, apoyaba al PSOE como una opción de centro izquierda, que podía hacerle sombra.
Suárez disponía, además, de poco tiempo. Tenía que ganar por la mano a sus adversarios políticos, impedir que la situación económica se deteriorase más, que, en consecuencia, los movimientos sociales -obrero, vecinal, estudiantil, nacionalista- le desbordaran, que el Ejército se cansara y que la izquierda venciera sus recelos y lograra unirse en torno a un programa común rupturista.
Todo esto con un partido –UCD- surgido de la noche a la mañana y cogido con alfileres, torpedeado por la Alianza Popular de Fraga, que buscaba aglutinar en un gran partido de derechas a la “mayoría natural”. Y Suárez estorbaba porque era un reformista de centro, o una derecha reformista, no reaccionaria como Alianza Popular, el antecedente del PP.
Así que la operación de reformar el régimen -ruptura pactada la llamó Carrillo- se hizo con prisa, pero para Suárez y la UCD tuvo un buen resultado. Los poderes fácticos no fueron tocados, la estructura de la propiedad se mantuvo tal cual estaba, parte de las instituciones franquistas continuaron vigentes, el capital aseguró su influencia y aseguró la hegemonía de la derecha durante 30 años más. Y todo esto, ¿se debe a un chisgarabís? Naturalmente, la Transición es un proceso mucho más complejo, con más actores, pero quién estaba al timón tejiendo y destejiendo era Adolfo Suárez.       

 A su lado, los chisgarabises fuimos nosotros.

Para Colectivo Red Verde, marzo 2014.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Una nación en marcha…?


Con motivo de la Diada, miles o cientos de miles de personas han salido a la calle en Cataluña a encontrarse con ellas mismas como sujeto social, y con la Historia (escrita con mayúscula). Han acudido a los lugares de concentración impulsadas por un fuerte sentimiento gregario, que agrupa multitudes por encima de las diferencias de sexo, edad, religión y condición, propiedad o renta, situación laboral o económica, para sentirse miembros de una colectividad -la nación catalana- y participar en un gran proyecto político. 
Millones de ciudadanos, cuya existencia cotidiana está determinada por las decisiones adoptadas, primero, por los poderes locales y regionales (catalanes) y, luego, por los nacionales y mundiales, han sido convocados para participar en la gesta de una nación en marcha, que quiere ser soberana y asir las riendas de su destino, pues la pertinaz propaganda nacionalista ha logrado inculcar en la gente corriente dos ideas fundamentales. La primera es una noción de soberanía más propia del siglo XIX, que es difícilmente compatible con los vínculos políticos y sobre todo económicos existentes hoy entre países insertos en un sistema mundial regido por organismos supranacionales. 
La segunda idea, otro gran acierto de la propaganda nacionalista, es haber logrado inculcar el sentimiento de que todos los catalanes son víctimas en parecida medida de las decisiones de España o de Madrid (España nos roba). La consecuencia de este victimismo igualitario es suscitar la impresión de que existe una amenazada comunidad de intereses entre todos los catalanes y que la única solución para escapar de tal agravio es alcanzar la independencia. Aunque el discurso nacionalista no indica lo que ocurrirá después de tan fausto evento, pues reina un prudente silencio o una calculada ambigüedad sobre el modelo de sociedad resultante, en la que, a tenor de las ideas y las prácticas de los grupos políticos que dirigen el “procés” (ERC y, sobre todo, los herederos de CiU), parece difícil de creer que las posiciones neoliberales de Artur Mas, alineado con el programa de austeridad social de Ángela Merkel, puedan tener el objetivo de atender de forma prioritaria las necesidades de los grupos sociales más golpeados por la crisis y por las medidas de austeridad aplicadas por la Generalitat para, en teoría, salir de ella.
Cuesta creer, que en un proceso dirigido por el partido del 3%, se vayan a atemperar las diferencias de clase derivadas de la oposición entre los intereses del capital y los del trabajo, y que pueda establecerse un proyecto común por encima de las múltiples tensiones que atraviesan la compleja sociedad catalana, como son las existentes entre dirigentes y dirigidos, contribuyentes y evasores fiscales, corruptos y honrados, empresarios y trabajadores, prestamistas y endeudados, desahuciadores y desahuciados, privatizadores de bienes públicos y expoliados, recortadores de servicios y recortados, empleadores y parados, etc, etc, etc, que a buen seguro habrían de perdurar o incluso acentuarse en los primeros años de andadura del nuevo país.

Ante un impresentable Gobierno central en funciones, un país, España, con un notable grado de deterioro de sus instituciones, una clase política incapaz no sólo de formar gobierno sino de establecer un dictamen sobre la situación política y económica y definir unas mínimas líneas maestras de actuación inmediata, que puedan suscitar un consenso por precario que sea para salir del atasco; ante un país sin pulso y sin rumbo, el nacionalismo catalán ofrece una identidad colectiva fuerte, un proyecto ilusionante y un excitante momento de construcción, al que invita a participar como protagonistas a quienes eran hasta hace poco insignificantes ciudadanos, cuya vida estaba regida por el azar inexplicable de la crisis económica, el deterioro institucional y el ocaso del proyecto autonómico.

sábado, 10 de septiembre de 2016

La estrategia es resistir

Good morning, Spain, que es different
No cambian ni van a cambiar; es más, no pueden cambiar, pues, estando unidos por lazos de complicidad en el saqueo de España por todos los procedimientos posibles, incluyendo los ilegales, no van a ofrecer ningún tipo de facilidad para ser controlados, investigados y mucho menos desalojados no sólo del Gobierno sino del poder institucional que de forma ilegítima detentan.
Sólo desde esta perspectiva puede entenderse el empecinamiento del Gobierno en evitar que el ministro de Economía, Luis de Guindos, comparezca en el Congreso para explicar la designación del exministro José Manuel Soria como el candidato más idóneo para ocupar una dirección ejecutiva en el Banco Mundial.
Se podría pensar que se trata de un caso de palmaria incompetencia, al sumar un error, no comparecer, a otro, designar a Soria, obligado a dimitir por su aparición en los “papeles de Panamá”, o de clara inconsecuencia, en un partido que está pidiendo ayuda para continuar en el Gobierno, tras una investidura que Rajoy, por ahora, tiene muy difícil conseguir.
Pero no, no es un error, ni una inconsecuencia, ni una falta de apreciación sobre la repercusión internacional que hubiera tenido -ya la ha tenido- la designación de Soria, sino un resultado más de su táctica de entender que gobernar en funciones es gobernar sin someterse al Congreso ni a otras reglas que no sean las suyas, que, al fin y al cabo, es lo que ha venido sucediendo a lo largo de estos cinco años de legislatura.
Debe recordarse que pronto hará un año que ni el Gobierno ni su Presidente, reescribiendo la Constitución y estableciendo de hecho una nueva teoría sobre el Estado representativo de derecho, comparecen ante el Congreso. Tampoco han comparecido en comisión el ministro de Defensa Pedro Morenés ni la ministra de Fomento, Ana Pastor, que desde la presidencia del Congreso ha mostrado que es ante todo una disciplinada militante y leal seguidora de Rajoy, y que a la hora de elegir entre el Congreso y el Partido, opta, sin dudas, por el Partido.
Lo sucedido no debe sorprender, pues es una consecuencia de la forma de ejercer el poder del Estado, tan llena de resabios franquistas.
Rajoy ha utilizado la mayoría absoluta para gobernar como un autócrata, pues ha sido el Jefe del Gobierno que más veces ha utilizado un procedimiento de urgencia, como es el decreto-ley, para legislar de forma ordinaria sobre asuntos de tanta trascendencia como la reforma laboral o el rescate de la banca (decidido sin debate), y hacerlo desde bien pronto (el primer año: 16 leyes y 28 decretos); en total 75 decretos en cuatro años, de una suma de 145 proyectos de ley; de los 163 tramitados, 59 lo han hecho por la vía de urgencia. Es un Gobierno que ostenta el demérito de haber reformado 26 leyes de una vez y sin debate parlamentario (Real Decreto-Ley de medidas urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia, aprobado el día 10 de julio de 2014, sólo con los votos del Partido Popular), y que más veces ha rechazado la comparecencia de Rajoy (105) y de los ministros en las cámaras (22 veces la de Ana Mato) por asuntos de su competencia y,  desde luego, en todo lo relacionado con casos de corrupción.
Rajoy, el silencioso líder de un gobierno que no informa pero que invierte mucho esfuerzo y dinero en propaganda, ha estado ausente del Congreso en el 85% de las votaciones, ha comparecido sólo dos veces de forma extraordinaria: el 1 de agosto de 2013, a propósito del caso Bárcenas, y fue para mentir a la cámara; y el 4 de abril de este año, para dar cuenta del acuerdo de la Unión Europea con Turquía sobre los refugiados de Siria. Por su parte, la Vicepresidenta sólo ha comparecido una vez en cuatro años en la Comisión Constitucional, en la que debía dar cuenta de su actividad.

En vista de que en el Gobierno no se percibe ni un gesto, por leve que sea, de rectificar sino el empecinamiento en los viejos usos y abusos, cabe concluir que, en buena ley, y en buena razón moral, el Partido Popular no debería volver a gobernar. Conviene no olvidarlo de aquí a diciembre. 

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El “bunker”


Good morning, Spain, que es different
En el ocaso del franquismo, Luis Ramírez, seudónimo de Luciano Rincón (1933-1993), escribía en el artículo "Morir en el búnker" -Cuadernos Ruedo Ibérico, Horizonte Español 1972 (I)-: "Todos cuantos han sobrevivido por el medro irrepetible lucharán para que no se acabe el chollo. Desde la altura del almirante (Carrero Blanco) hasta la bajura del chupatintas de la burocracia sindical, no hay que engañarse sobre la extensión y población del búnker”.
Pronosticaba el periodista la numantina resistencia que opondrían los agraciados del régimen franquista a cualquier intento de reforma que les pudiera privar de sus prebendas, y el término “bunker” se extendió para calificar a los más acérrimos defensores de la dictadura, a los partidarios de mantenerlo todo “atado y bien atado”, a los resistentes a cualquier cambio, en un tiempo y en un país en que cambiar parecía inevitable, como así lo fue.
Hoy, llegado otro momento en que el país necesita cambiar de rumbo y emprender profundas reformas, los orgullosos herederos de la dictadura se comportan como lo hicieron entonces sus predecesores en el expolio nacional, sin importarles las consecuencias internas o internacionales de su inmovilismo, pues sus intereses -los intereses creados y los intereses por crear de su partido y de sus partidarios- se colocan por delante del interés nacional, público, colectivo. 
Rajoy, fiel al modelo recibido, ha tratado de gobernar como Franco, y en buena medida lo ha conseguido, a costa de desvirtuar la función de las instituciones públicas, pero el PP le ha seguido, le ha alentado, le ha protegido, sin que se hayan oído voces discrepantes de importancia: en Génova reina la unanimidad y todo el Partido se ha cerrado en banda en torno a Rajoy, al que sigue manteniendo contra viento y marea como el candidato ideal a la presidencia del Gobierno sin admitir la más pequeña rectificación, ni hacer un gesto, por mínimo que sea, que indique la intención de respaldar con hechos las promesas de pacto y de regeneración que propalan con vacua retórica.
Pero nada hay nuevo bajo el sol de España; la oferta de Rajoy y del PP a los ciudadanos y a los demás partidos es más de lo mismo, la misma política y la misma conducta; son el búnker, un gobierno caducado pero autoinvestido de un ilegítimo poder de excepción, que no reconoce al Congreso.
No son Sánchez, ni Iglesias, ni Rivera quienes impiden formar nuevo gobierno: el tapón es Rajoy, como entonces lo era Franco, y tapón lo es también el PP, que actúa como entonces lo hacía el Movimiento Nacional, impidiendo cualquier cambio, a la vista está, con la intención de seguir utilizando el Gobierno y las instituciones del Estado, entre otros asuntos, para paliar los daños derivados de la acción de la justicia, en la treintena de casos de corrupción que se van a sustanciar en juicios públicos los próximos meses.

Y esto lo sabe Rajoy, y lo saben en el Partido Popular, pero aguantan, como en un búnker, a costa del deterioro el país.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Lengua y jerga

La lengua es el principal factor distintivo (sino el único) entre sociedades que son semejantes, lo que distingue a personas que viven de la misma forma (urbana), visten de la misma forma, participan de la misma cultura cosmopolita difundida por la industria y los medios de comunicación, trabajan igual (incluso en las mismas empresas), se divierten igual, etc, etc. El bilingüísmo y las lenguas francas, compartidas, aproximan sociedades, así que acabar con el bilingüísmo es fundamental en la estrategia de los nacionalistas, para los cuales la lengua tiene la misma función que la jerga para los profesionales: que no nos entiendan los que no son de los nuestros.

Nación

A propósito de un texto de Luís Roca Jusmet

Nación es un concepto antropológico que alude no sólo al lugar de nacimiento -nación de nacidos- sino a formas de vida y cultura de tipo comunitario. Esta nación es la prolongación de la tribu, que a su vez es la prolongación del clan, que lo es a su vez de la familia, con lo cual alude a una relación de parentesco aunque sea remota. Es la nación "natural", primitiva, comunitaria, sin política y regida por la tradición y la religión, que no concuerda con las actuales sociedades, complejas, desarrolladas, industriales y capitalistas, donde la comunidad se ha roto y los lazos de sangre ((de parentesco) han sido superados por relaciones de interés, por un lado, y por conflictos de clase, por otro, representados por ideologías y formas políticas, y donde los individuos ya no están sometidos a la tradición como un factor determinante de sus vidas sino que pueden orientarlas según preferencias (dentro de ciertos límites, claro está) 
Los nacionalistas vascos y catalanes quieren superar la complejidad de sus sociedades y los modernos conflictos de clase rehaciendo la vieja nación "natural" homogénea sobre la base de sobredimensionar determinados aspectos identitarios, en particular, la lengua y la cultura (folclore). Pero esto es una contradicción, porque esta operación política de querer volver a la nación, que no será natural, de nacidos, sino de adheridos (al programa nacionalista), contradice el supuesto fundamental de los nacionalistas, que afirman que son una nación natural anterior al Estado, que es lo artificial y, por tanto, lo posterior; ahí reside su estrategia de falsear la historia para ubicar un origen en la antigüedad (en algún caso en la prehistoria), anterior a la formación del Estado español (España no existe), que legitime su pretensión de tener un Estado propio como colofón político de lo que ha decidido la naturaleza.

Iglesias no sale del viejo tópico de los micronacionalistas: España es diversa porque es una nación de naciones, o un Estado con naciones (en otra versión), pero las presuntas naciones que componen España (o el Estado español) no son diversas sino homogéneas, o están en camino de serlo. Hay diversidad por los componentes del conjunto, pero no en cada una de sus partes.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El apestado

Good morning, Spain, que es different
Rechazada en la primera votación, por 180 votos contra 170, la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, es de prever que también sea rechazada en la segunda.
Este solemne repudio no es nuevo, pues, desde hace tiempo, los propios dirigentes del PP constatan y se asombran de la resistencia de otros partidos a prestarles apoyo. Aducen en su favor que en otros países hay relaciones fluidas entre los partidos y pactos incluso entre la izquierda y la derecha, mientras en España eso es no posible. Pero hay razones que explican este aislamiento.
En primer lugar, razones remotas, que residen en el origen del Partido Popular, fundado como Alianza Popular por seis ministros de la dictadura, refundado en 1989 y dirigido por José María Aznar, hijo y nieto de reconocidos franquistas. Así que no es difícil imaginar el trato que, en Europa, dispensarían las fuerzas democráticas a partidos que hubieran sido fundados por seis ministros de Hitler, de Mussolini o de Antonescu, y más si persistían en defender la vida y la obra de sus fundadores, tal como ocurre en el Partido Popular con la figura de Franco, el golpe de estado de julio de 1936, la guerra civil y los años de la dictadura.
En segundo lugar, porque el Partido Popular, nutrido por personas con notorios vínculos con el régimen de Franco, representa un franquismo sociológico que se realimenta y además está penetrado por resabios de la dictadura, lo que explica tanto la crispada actitud de sus diputados en la oposición, comportándose como una gavilla de falangistas, como su estilo de gobernar (opaco, autoritario, con desprecio de los adversarios, eludiendo el debate, rechazando las críticas, disponiendo a su gusto de fondos públicos, instrumentalizando las instituciones, negándose a rendir cuentas y actuando como oposición de la oposición).   
En tercer lugar, por lo realizado por Rajoy a lo largo de estos cinco años de mandato, que no se reduce a las grandes cifras económicas que él facilita. Pero incluso sobre eso se podría negociar, no cambiar radicalmente la orientación de la política aplicada hasta ahora, dada la correlación de fuerzas, pero hay aspectos de un programa político que son matizables o reversibles, al menos en parte, al cambiar las prioridades, los grados y los plazos de ejecución.
En cuarto lugar está la corrupción. Un grave problema nacional y uno de los factores que más pesan en las causas de la desafección ciudadana hacia la clase política, pero en el Partido Popular, salpicado de casos de corrupción en todos los niveles de la administración pública (nacional, autonómica, insular o local) y en su administración privada no se percibe voluntad alguna de ponerle fin, sino sólo de paliar sus efectos negativos mediante la opacidad, el disimulo, la propaganda y la obstrucción a la acción de la justicia.
No puede hablarse de regeneración política sin que haya gestos en la dirección nacional del PP que muestren la intención de limpiar los establos de Augias en que se ha convertido el Partido, razón por la cual no es creíble que Rajoy pueda estar al frente de la regeneración por muchos votos que haya obtenido. Antes que ser demócratas o alardear de ello, hay que ser honrados y además parecerlo. Sobre la continua perpetración de delitos y la protección de los delincuentes no se puede negociar.
Y finalmente están las propias características del personaje, que hacen de Rajoy un sujeto muy poco preparado para la actividad política democrática, que exige debate y negociación, pues viene de una escuela autoritaria, tanto por el origen teórico e ideológico en el franquismo, como por los hábitos de un partido donde imperan el cesarismo y la adulación, el ordeno y mando, la lealtad sin fisuras, el silencio cómplice y la designación a dedo. A las que se añaden las propias de Rajoy: demorar las decisiones, esconderse, no dar la cara ni exponerse a las críticas, mentir con frialdad, dejar pudrir las cosas y maniobrar con astucia (la última es el truquito de las elecciones el día de Navidad, en un país católico).
En resumen: Rajoy no tiene la mayoría suficiente para gobernar pero tampoco es capaz de sumar otros apoyos, es un hombre que recibe muestras de lealtad sin condiciones, pero que es incapaz de ganar aliados. No ha tendido la mano a nadie, ni a su más reciente aliado, Ciudadanos, al que se la ha mordido en el debate de investidura. Ha cultivado con altivez el aislamiento y aislado está.