sábado, 21 de marzo de 2020

Crónica del asedio. Vivienda


Cansado de leer, me he puesto a hacer limpieza de papeles. En una carpeta me he topado con una serie de recortes de prensa atrasada, que han ido a la papelera. Pero antes he tomado nota de los titulares y de algunos datos que sirven para recordar que algunos problemas de hoy vienen de antes.   
El número de viviendas de protección oficial descendió un 34% en el año 2000 (16/5/2001).
Durante este año, está previsto construir 475.000 viviendas, de las cuales apenas el 15$ será de protección oficial. En el período 1992-1996, la media de las viviendas protegidas fue del 40% (9/7/2001).
La vivienda inalcanzable. Cerca del 35% de los ciudadanos no puede permitirse comprar una vivienda. El porcentaje del sueldo familiar para el pago del “techo” ha subido del 31,89%, en 1998, al 45,6%, en 2001 (24/3/2002)
Los madrileños destinan el 62% de su renta a comprar una vivienda (3/7/2002).
En 1993, el 49,38% de las 197.300 viviendas iniciadas era de protección oficial; en 1998, de las 418.000 construidas lo era el 13,40% y en el año 2000, de las 500.000 iniciadas lo era sólo el 7% (21/7/2002).
Cada día tres familias son desalojadas de sus viviendas por impagos. El 5% de los desahuciados son personas mayores con pensiones ínfimas (7/9/2002).
En las dos últimas legislaturas municipales, la media anual de viviendas construidas por la Empresa Municipal de la Vivienda ha sido de 750, apenas el 3% del total construido en Madrid (18/10/2002)
El precio del alquiler de viviendas ha aumentado un 147% desde enero de 1988. El porcentaje casi duplica la inflación acumulada de los últimos 15 años (29/10/2002).
Madrid. Sólo el 3% de las viviendas iniciadas en la capital en el último año son de protección oficial. El precio medio de un piso oscila 170.000 y 380.000 euros, cuando la media de la renta anual familiar es de 21.599 euros.  
Madrid. El precio de la vivienda nueva aumentó un 52% en los últimos cinco años. El distrito de Salamanca sigue siendo el más caro, mientras que Villaverde es el más barato. (4/1/2003).
La compra de la vivienda requiere dedicar el salario bruto de seis años. El precio de la vivienda ha subido un 80% en los últimos cinco años (7/5/2003).
La mitad del capital privado -1,27 millones de euros- está invertido en construcción residencial, según el BBVA (10/7/2003).
La construcción de pisos protegidos en Madrid se redujo a la mitad con el PP. En el período 1989-1995 se iniciaron cada año una media de 6.053 pisos protegidos (15,4% del total construido), mientras en el período siguiente 1996-2002, sólo se iniciaron de media 3.931 pisos protegidos (el 7,2% del total) (11/8/2003).
El precio de la vivienda ha crecido tres veces más que los salarios en los últimos 15 años. En 1987, con un salario anual bruto de 8.396 euros y un precio de la vivienda de 317 euros/m2, se necesitaba 3,4 años de sueldo para comprar una vivienda de 90 metros cuadrados. En 2002, con un salario anual bruto de 16.612 euros y un precio de 1.221 euros/m2 hacen falta 6,6 años de salario para pagarla (16/9/2003)
El precio de la vivienda se dispara un 17,5% respecto a la misma fecha de 2002, en el segundo trimestre. Madrid es la ciudad donde más sube (30,46%) en junio respecto a junio del año pasado. En el País Vasco la subida, en la misma fecha, llega al 21%, en Cataluña al 19,34% y en Cantabria al 18,5%. (25/9/2003).
Madrid es la comunidad autónoma más cara para comprar vivienda (seguida del País Vasco, Cataluña y Baleares), donde un joven debe destinar el 87% del sueldo a la compra de un piso (3/11/2003)
El precio de la vivienda sigue su escalada con una subida del 15,7%. El metro cuadrado se encarece un 23% en las grandes ciudades, hasta 2.860 euros (4/12/2003).
Esfuerzo para comprar vivienda. Media nacional: 30.968 euros de renta disponible, vivienda a 1.622 euros/m2, una hipoteca al 4% a devolver en 15 años, consume el 55% de la renta familiar. En Madrid, con renta familiar de 37.383 euros, a 2.478 euros m2, la hipoteca consume el 70% de la renta familiar; en al País Vasco con 38.956 euros de renta familiar, a 2.510 euros/m2, la hipoteca consume el 68% de la renta familiar; en Cataluña con 33.648 euros, 2074 euros/m2 la hipoteca consume el 65%, pero en Extremadura con 22.166 euros de renta, a 796 euros/m2, la hipoteca se lleva el 38% de la renta familiar y en Castilla La Mancha con 26.295 euros de renta familiar a 907 euros/m2, la hipoteca se lleva el 36% de la renta familiar. (26/12/2003)
Los precios de la vivienda nueva crecieron un 18,5%, en 2003, la mayor subida desde 1990. En 2002 subieron el 12,2%. En el segundo semestre el ascenso fue del 30% en Madrid. (26/2/2004).
España registra el mayor aumento del precio de la vivienda por delante del Reino Unido, donde pasó de crecer un 26% en 2002 al 13% en 2003 (27/2/2004).
El Ministerio de Fomento confirma que la vivienda subió un 17% en 2003, la mayor subida en 14 años (17/3/2004)
En Madrid, un piso nuevo de 100 m2 cuesta de media 360.000 euros. Las familias madrileñas destinan el 56% de su sueldo a pagar el piso donde viven. (30/3/2004).
El sector inmobiliario acaparó el 40,5% de la inversión extranjera en 2003 (13/4/2004).
El importe medio de las hipotecas se dispara un 20,5% y se sitúa en 113.321 euros.


viernes, 20 de marzo de 2020

Crónica del asedio. El “papel”

Antes de declararse oficialmente el estado de alarma, la alarma ya cundía entre la gente. Y una señal de la inquietud popular antes de que el Gobierno adoptase las medidas más rigurosas para prevenir el contagio del virus, ha sido el acopio de mercancías por iniciativa particular, sin esperar más instrucciones.  
El miedo al contagio del virus y al posible desabastecimiento si se daba el caso de que cesase totalmente la actividad productiva, se tradujo en la apremiante necesidad de adquirir bienes necesarios para hacer frente a un futuro incierto. La consecuencia han sido las aparatosas compras familiares antes de recluirse en los domicilios con la despensa llena y la nevera a rebosar, como si hubiera que resistir todo un trimestre sin pisar la calle. Y uno de los productos más demandados y antes agotado en tiendas y mercados ha sido el papel higiénico.
Ante las cajas de los supermercados, largas colas de personas esperaban ser atendidas mostrando, en el carro atestado de rollos de papel higiénico, el ansiado botín de guerra tras arrasar lo que había en las estanterías, como si hubieran conseguido la vacuna que habría de evitarles el contagio del virus por vía rectal.
En la mayoría de los casos, los histéricos y disentéricos acopiadores de rollos eran personas que por su edad no podían recordar el hambre y la escasez en los años de la guerra civil y la postguerra, ni parece que actuaran impulsados por el recuerdo de famosos asedios de nuestra historia, como los de Numancia, Sagunto, Gerona o Zaragoza. 
Posiblemente esta fiebre compradora fuera un acto reflejo adquirido por un largo adiestramiento en las trampas y placeres de la sociedad del consumo, o por el afán de acaparar pensando únicamente en proteger a sus familias y no en las necesidades de los demás, o debida sólo al temor de volver a aquellos tiempos en que el papel de periódico, además de servir de soporte a la información, tenía, tras la lectura, otros usos modestos, aunque necesarios, en la precaria economía de los años cincuenta y aun de los primeros sesenta.
Cuando aún no existía la noción de reciclar, el papel de periódico ya tenía esa función recuperadora y ahorrativa, pues, una vez cumplido el objetivo principal, lo mismo servía para envolver el bocadillo de media mañana que el pescado, por encima del papel de estraza. Y cortado en trozos rectangulares servía para ser colgado de una escarpia en los retretes de algunos bares ubicados en lugares a donde, por la falta de dinero o de gusto del dueño, no había llegado todavía el lujo de los rollos del “Elefante”, que, a pesar de las aristas que ofrecía al doblarse, era el paradigma de la buena limpieza del tafanario.
Ese imprescindible menester fue descrito y a la par loado por aquellos célebres gamberros de La Trinca, en su “Oda al papel higiénico”, montada sobre la Novena Sinfonía de Beethoven, que ya es atrevimiento, como si el maestro de Bonn, además de la sordera, hubiera padecido alguna afección intestinal. Aunque, quizá el trío catalán sólo quisiera ofrecer el oportuno contrapunto a aquel texto de Quevedo titulado “Gracias y desgracias del ojo del culo”, dedicado galantemente a una señora.
En la sociedad moderna, y España lo es, el papel higiénico es un elemento absolutamente necesario en la vida cotidiana, de ahí viene su apetencia, tanta que parece que genera adicción. Con su escasez, ha devenido en un bien económico por excelencia, ya que la economía, contra lo que se dice, no es la ciencia de la abundancia, sino el estudio de la pobreza, pues se ocupa de la gestión de los recursos escasos. De ahí viene que, a causa de su escasez, siga creciendo de forma imparable la demanda del rollo doméstico.
Si sigue así, acabará cotizando en bolsa y servirá para compensar la caída del Ibex.
El dibujo es de mi hermano Antonio.


https://elobrero.es/opinion/44876-cronica-del-asedio-el-papel.html

martes, 17 de marzo de 2020

Crónica del asedio. Alguien a los mandos, por fin


En España, a causa de viejos problemas sin resolver o mal resueltos, de circunstancias del azar y de nuestra peculiar manera de entender la vida, en particular lo concerniente a la vida pública, hemos tenido la mala suerte de enlazar varias crisis, no sólo sobrevenidas de forma inmediata y sucesiva, sino incluso padecidas de manera superpuesta; solapadas.
La más antigua fue la crisis política, expresada en lo que se llamó desafección ciudadana respecto a las actividades de la clase política y a la marcha de las instituciones. Fue el gran desengaño político respecto al régimen democrático, de los últimos veinticinco años.
La segunda fue el estallido de la burbuja inmobiliaria, la subsiguiente crisis financiera y la gran recesión económica, con su secuela de recortes en el gasto público y medidas de austeridad, que golpearon con especial virulencia a los asalariados, a los autónomos, pequeñas empresas y a los grupos sociales económicamente peor dotados, mientras aumentaba el número de millonarios y crecía la fortuna de los que ya lo eran. Una crisis económica es un proceso de concentración de capital, había sentenciado Marx, pero el viejo león de Tréveris está muerto y pasado de moda (dicen).
Fue el gran desengaño económico, que se añadió al desengaño político.  
La tercera crisis -social- fue una consecuencia de la salida insolidaria a la crisis financiera impuesta por la Unión Europea y otros organismos internacionales, y aplicada sin vacilar por el gobierno central y por los gobiernos autonómicos.
Fue la crisis de los ciudadanos indignados, que se expresó en las masivas movilizaciones de protesta que tuvieron lugar entre 2010 y 2014, con un mensaje reivindicativo complejo, gremial y sindical, económico y también político, reformista pero también radical; una crisis que generó a su vez otras dos.
Una fue la crisis del modelo de representación política -“no nos representan”-, con la emergencia de dos nuevos partidos con la pretensión de poner fin al bipartidismo imperante, que resultó debilitado pero no extinguido ni reemplazado por otro con mejor resultado, al menos a corto plazo. 
La cuarta crisis, consecuencia en parte de la anterior, es la propuesta de que la recuperación de la recesión económica no sea equitativa. Tal es el proyecto de los nacionalistas catalanes -“el procés”- de que Cataluña, como región rica, incumpla su compromiso solidario con el resto del país y llegue, si es preciso, a la independencia para conseguirlo.
El fallido intento de llevarlo a cabo en octubre de 2017 y las consecuencias subsiguientes han agudizado las tensiones entre los partidos y dentro de ellos mismos, y han provocado nuevos desplazamientos del voto.
Un proceso encadenado de causas y efectos -insatisfacción-> protesta-> movilización-> reacomodo del voto-> división del espectro político-> inestabilidad gubernamental- nos ha traído, a través de sucesivas elecciones, hasta hoy, en que un gobierno muy inestable debe hacer frente a una nueva crisis provocada por un virus, cuya expansión es rapidísima, y a las consecuencias sanitarias y económicas que vengan a continuación. Pero después de cinco años de interinidad, de gobiernos breves o en funciones, parece que hay alguien a los mandos de la nave.  
Viendo la larga intervención del Presidente del Gobierno al presentar la grave situación del país, así como los motivos que animan al Ejecutivo y los propósitos que persigue al declarar el estado de alarma; viendo después la intervención de los ministros que componen el gabinete de crisis explicando las medidas que son de su competencia y cómo se van desgranando las medidas de choque, tengo la sensación de que, por primera vez en cinco años, hay alguien al frente del país, de todo el país, que, en una situación de excepción nacional, continental, planetaria, ha puesto en práctica el catón de todas las crisis, que es mando único, normas claras y ejecución jerárquica. Que es, precisamente, lo que se echa de menos a escala europea.

17/3/2020

domingo, 15 de marzo de 2020

Crónica del asedio. El “bicho”


Con la declaración del estado de alarma, la cosa se ha puesto seria. Ya se barruntaba el peligro cuando el virus “chino” aún estaba lejos, pero ha viajado rápido, mostrando gran facilidad para moverse, saltando controles y aduanas, y adaptarse a las condiciones de los países por donde se va extendiendo. Ya está aquí y no hay escapatoria; no queda más remedio que arremangarse y hacer  frente localmente a una crisis de dimensión planetaria.
La declaración del estado de alarma es la conclusión lógica de que el peligro es real y de la imperiosa necesidad de unificar esfuerzos y racionalizar recursos que son escasos para ponerle freno o fin de manera coordinada, porque se trata de una amenaza que pende sobre todos los habitantes del país sin excepción.
El “bicho” es igualitario, no respeta nacionalidades ni fronteras; no distingue entre razas, sexos, edades, clases sociales, religiones, ideologías, partidos, banderas, títulos, grados, galones, situación o condición social, aunque las consecuencias de su ataque van a depender en buena medida del previo estado de salud de las personas afectadas.
De ahí viene la necesidad de que la estrategia adoptada para hacerle frente tenga como objetivo evitar que sus efectos, tan variables que van desde producir leves molestias a la provocar muerte, tengan que depender en exclusiva de la resistencia ofrecida por los anticuerpos de cada persona.
La respuesta coordinada y general a la amenaza es la prueba de una sociedad solidaria, que no confía en contener la epidemia contando con la selección natural, lograda a costa de los más débiles o peor dotados por la naturaleza para defenderse por sí mismos. Con lo cual, el derecho a la salud aparece como prueba de una sociedad solidaria y protectora de sus ciudadanos, y la sanidad pública, no sólo como garantía de buena salud física, sino de buena salud moral.
El virus muestra la debilidad de lo que creíamos un orden firme, con todo o casi todo garantizado, y advierte que pertenecemos a una sociedad vulnerable, a un país vulnerable y a un mundo vulnerable; que se mueve lo que creíamos firme y estable en estas sociedades desarrolladas y nos saca de la falsa impresión de seguridad, de que los riesgos están previstos y de que todo está controlado.
Señala, también, la fragilidad de las personas, de los individuos, y el poder y la eficacia de lo colectivo, el valor de lo que es común, la importancia de lo público y compartido, de la cooperación y el esfuerzo de los otros. Y nos saca de la errada sensación de que, contra la evidencia cotidiana, no necesitamos a los demás.
El “bicho” nos obliga a pensar como miembros de una comunidad, a actuar no sólo como individuos y a corto plazo, sino a pensar y actuar como especie, a largo plazo, vinculados como estamos por nuestra común naturaleza, por las sociedades cortadas por el patrón del mismo sistema productivo y por compartir el mismo destino en el mismo planeta.


sábado, 7 de marzo de 2020

Sardá. Notas de lectura


Joan Sardá, en La política monetaria y las fluctuaciones de la economía española en el siglo XIX (editada en Madrid en 1948 y reeditada en Barcelona, por Ariel en 1971), explica la crisis triguera a partir de los años setenta del siglo XIX: 
A consecuencia de la baratura del transporte marítimo combinada con el costoso transporte interno, resultaba más caro enviar trigo por tierra desde las regiones del centro a Barcelona que importarlo por mar de Odesa o de América. De este modo, aquellas regiones perdieron el mercado periférico ante el trigo importado que abastecía a gran escala la industria harinera de Barcelona.

Aquí estamos ante una opción del sector librecambista de la burguesía catalana, que favorecía a la periferia de la costa, y en concreto a Cataluña, en detrimento de las regiones del interior -la meseta y zonas cerealeras-. Unos años después, el sector textil solicitó medidas proteccionistas al gobierno central para gravar con altos aranceles la importación con el fin de no perjudicar la producción catalana, con lo cual el resto del país no pudo beneficiarse del precio más bajo de tejidos extranjeros, preferentemente ingleses, y pagó los precios impuestos por el oligopolio catalán.

Nota para los CDR y otros iletrados:
Joan Sardá (1910-1995), fue un economista, profesor en varias universidades nacionales y extranjeras, asesor del Banco Nacional de Venezuela y de la Comisaría de Banca y Ahorro de la Generalitat durante la guerra civil. En 1956 pasó a dirigir el servicio de estudios del Banco de España y fue uno de los promotores del Plan de Estabilización de 1959, que marcó el cambio de rumbo desde la etapa de autarquía al modelo de desarrollo de los años sesenta y setenta –“el milagro español”-. Fue miembro del Banco Mundial y del FMI, consejero del Banco de España y desde 1968 miembro del Instituto de Estudios Catalanes. Fue miembro también de la Real Academia de Ciencias Económicas, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Recibió la Cruz de Sant Jordi, la Medalla de Oro de la Generalitat y el Premio Rey Jaime I de Economía.
Tenemos, por tanto, a dos prohombres catalanes, señalando la modernización de la economía española en los años sesenta y setenta de la dictadura: Joan Sardá, desde el Banco de España, y Laureano López Rodó, como comisario y luego ministro de los Planes de Desarrollo Económico y Social (1964-1967; 1968-1971; 1972-1975), que siguieron al Plan de estabilización de 1959.

Pues hala, nenas y nenes, a leer.
    

jueves, 5 de marzo de 2020

Cayetana Álvarez de Toledo

A propósito de una noticia de Josegabriel Zurbano

Esta señora, de España no sabe nada; no maneja datos, ni nombres, ni fechas; ni una estadística o una aproximación política o sociológica a la realidad y a la historia de este país que dice amar y defender. 
Los errores sobre esta ignorancia son patentes, pero su labor no precisa de tales conocimientos. Está ahí para agitar a la base social de las derechas y para arremeter como sea contra la izquierda política o social o cualquiera que defienda un reparto más equitativo de la riqueza, y contra quién disienta de los postulados neofranquistas del PP, defendidos por Casado y regurgitados ahora por Vox. 
Su mejor baza para esta servil labor a favor de los ricos es su selecta postura de clase, esa altivez con que trata a los demás como si fueran subordinados suyos -la mucama, el chófer, el portero, el jardinero-, a los que tolera sus modales poco refinados y sus rústicas pretensiones de atreverse a hablar con ella antes de ser preguntados. 
Se le nota en exceso que ha sido -y se lo ha creído- la reina del club de hípica, pero eso choca con su labor de portavoz de un partido populista que se dice "popular", pero de clase, con dinero y con demasiados aristócratas en sus filas.

Manolito; el cura Pérez



Estos días estoy a curas. Y no sé por qué. Quizá porque algunos sucesos recientes -la muerte de Ernesto Cardenal- o lejanos -aniversario de los sucesos de Vitoria, marzo de 1976- han despertado episodios que creía olvidados y sacado a la luz nombres, días, frases y rostros, que ahora buscan un hueco en la agenda para dejar momentánea constancia de su presencia en el tiempo; de mi tiempo en la vida. 
Y con la noticia de la elección del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, el aragonés José Antonio Omella, me he acordado de otro cura, también maño, y de Alfamén, por más señas.
Conocí a Manuel Pérez -Manolito-, cuando él era un utópico aprendiz de cura, estudiante del Seminario Hispanoamericano, y yo un militante cristiano igual de utópico, inquieto, posconciliar y premarxista; también un aprendiz de casi todo (y a la postre, maestro de casi nada).  
Coincidimos en una parroquia que servía de refugio a la juventud del barrio, en la etapa de hacer las primeras reflexiones sobre el sentido de la vida y la orientación personal ante un futuro aún por decidir. Era el momento de plantear las dudas sobre las verdades políticas y religiosas aprendidas y de formular las primeras y pasionales críticas al legado recibido, que condujeron al posterior “descarrío”, respecto al orden establecido, de bastantes de los allí presentes, en diversas direcciones de lo que se llamó, de modo simple, antifranquismo.
Algún día tendré que hablar de aquella parroquia, que, como tantas otras, fue un semillero de “rojos” ingenuos y primerizos, de "tránsfugas" del cristianismo al marxismo, y de aquel club juvenil, donde había democracia, tareas compartidas por chicas y chicos, elecciones a los cargos directivos y presidente y presidenta, dicho y hecho sin alharacas, sin agravios ni teoría moral o social detrás, simplemente porque parecía “lo normal” -así se definió-, a medidos de los años sesenta, en pleno franquismo y teniendo como “base social del club” a jóvenes del barrio y bachilleres de colegios de curas y de monjas.
Quizá, el verdadero “milagro español”, término adjudicado exclusivamente al ámbito económico en aquellos años de desarrollismo y moderado consumo, se produjo en esos pequeños reductos urbanos que sirvieron de modestas y espontáneas escuelas de civismo y ciudadanía.       
Aún recuerdo la última vez que nos vimos allí: Manolito se iba a Francia, a trabajar en la vendimia, y yo me preparaba para irme a “la mili”, a servir a la patria -al Régimen- contra mi voluntad, pero era lo que tocaba hacer a los veinte años. Nos cruzamos algunas cartas y después no supe más, hasta que un día, años después, un periódico publicó la noticia de que el cura español Manuel Pérez, reemplazaba en la jefatura del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN), al español Domingo Laín (sacerdote en Tauste), muerto en combate. Vi la foto y era él, más viejo, claro, barbado y armado.  
Tres sacerdotes españoles, Manolito, Domingo Laín y José Antonio Jiménez, llegaron a América del Sur en 1967, a trabajar con los más humildes del continente, para intentar revertir la mala suerte de la gente pobre en países ricos, y de los ricos.
Después de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) que, en 1968 -otra vez vuelve a salir el célebre año-, decidió denunciar el subdesarrollo económico y ponerse del lado de los pobres siguiendo el mandato evangélico, un grupo de curas -grupo de Golconda- se reunió en la finca así llamada en la región de Cundinamarca, para estudiar la encíclica “Populorum Progresio” (El progreso de los pueblos), tras lo cual llegaron a la conclusión de que, por medios pacíficos e institucionales -lo habían intentado y habían deportado a los aragoneses- no era posible acometer las reformas en profundidad que precisaba el país para salir del subdesarrollo, por lo que, dada la violencia institucional, la única salida era formar un frente popular revolucionario para echar abajo las estructuras políticas y económicas e instaurar una sociedad socialista, más humana y más justa. Y, en consecuencia, en 1969, siguiendo el ejemplo de Camilo Torres, muerto en combate en 1966, ingresaron como guerrilleros en el ELN.  
En 1970, falleció José Antonio Jiménez, en 1974, Domingo Laín y en 1998, Manolito fue a reunirse con sus compañeros. Creo que en algún sitio conservo al menos una de sus cartas.        

miércoles, 4 de marzo de 2020

Relevo en la Curia


Hoy trae la prensa la noticia de que la Conferencia Episcopal ha elegido un nuevo presidente, el aragonés José Antonio Omella, de la diócesis de Barcelona. 
Inmediatamente el cerebro me ha servido un par de palabras casi homónimas -omeya, la célebre dinastía del califato cordobés; y Momella, en Tanzania (“Hatari”; el cine me puede)-, pero lo importante es que me he acordado de otro cura aragonés, de Alfamén, por más señas, del que ya hablaré.
El nuevo prelado, dicen que persona dialogante y afín a las ideas del Papa Paco (no es blasfemia), viene a acabar -ya era hora- con el legado de Rouco Varela, hombre preconciliar donde los haya y alineado con los papas conservadores, agitador social y soliviantador de masas, que ha pretendido, y en demasiadas ocasiones lo ha conseguido, decir a los gobiernos lo que debían hacer. Dictados, acompañados por movilizaciones callejeras y misas en lugares públicos, que algunos mandatarios han seguido, encantados, al pie de la letra, como si les faltaran -que les faltan- razones civiles para defender sus decisiones políticas, pero sin tener que recurrir a la vieja alianza del poder civil y el poder eclesiástico, que, para la derecha de este país carece de fecha de caducidad.
Omella es cardenal y arzobispo de Barcelona, pero por su labor mediadora entre Rajoy y Puigdemont, no es bien visto por los independentistas.
Primero, porque no es catalán y eso choca con la vieja demanda de “Volem bisbes catalans”, que ahora quiere decir más que eso -“Queremos obispos catalanistas, o mejor, independentistas”-, por lo cual es abiertamente rechazado por asociaciones como Cristians per la Independència o Esglesia Plural (pero todos independentistas). Ya veremos lo que da de sí su mandato, pero en principio, es un alivio librarse de una Curia tan escorada políticamente a la derecha, pues las consecuencias de sus actos afectan a todo bicho viviente, sea adicto o no, ya que católicos lo somos todos, hasta que una ley modifique ese estatus que nos fue adjudicado sin consulta cuando íbamos en mantillas.

lunes, 2 de marzo de 2020

Réquiem por Ernesto Cardenal


“Creo en vos arquitecto, ingeniero,
artesano, carpintero, albañil y armador.
Creo en vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.
Yo creo en vos, compañero,
Cristo humano, Cristo obrero
De la muerte vencedor con el sacrificio inmenso
Engendraste al hombre nuevo para la liberación”.

Si hubiera que elegir una composición para las honras fúnebres de este poeta, sacerdote, escritor, escultor, teólogo y político, modestamente sugeriría al encargado del ritual el Credo de la Misa Campesina, de Carlos Mejía Godoy -el de “los perjúmenes, mujer”, ¿recuedan?-, porque Cardenal era, sobre todo, un hombre de fe; de fe en la humanidad.
Creía, con el compromiso político y la reflexión teológica, en los habitantes de este mundo, que debía ser reformado para que los seres humanos tuvieran realmente una vida humana, lo que llevó a apoyar el movimiento armado contra la prolongada dictadura de la familia Somoza, que era la dueña y señora de Nicaragua, que fue desalojada del poder, tras un conflicto civil que provocó 50.000 muertos.
Y después a comprometerse, como ministro de Cultura del primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que tendría una agitada existencia, ya que el primer documento de Santa Fe (Nuevo Méjico) había dictaminado que el mar Caribe era un lago marxista y suponía un peligro para Estados Unidos y sus aliados.
En consecuencia, las reformas revolucionarias del país fueron abortadas por los atentados y sabotajes contra granjas, escuelas y cooperativas, más que contra objetivos militares, perpetrados por tropas mercenarias de la “Contra”, asentadas en Honduras y alimentadas por el presidente Reagan, en lo que se llamó “una guerra de baja intensidad”, cuyo objetivo no era derrocar al gobierno, sino desgastarlo actuando contra infraestructuras civiles.
La ofensiva de la “Contra”, financiada ilegalmente por la CIA, sin autorización del Congreso (escándalo Irán-Contra), quebró al gobierno y al país.
Agotado moralmente y económicamente extenuado por diez años de guerra, que habían constado 30.000 muertos y un daño material incalculable, el país escuchó los cantos de sirena de Violeta Chamorro y en 1990 entregó el poder a la derecha, que, ya desde dentro lo acabó de expoliar, empezando por privatizar todo lo que pudo, y después durante el corrompido mandato de Arnoldo Alemán.
En 2006, los sandinistas ganaron las elecciones, pero el sandinismo no era el mismo, ni tampoco Daniel Ortega, cuyo despótico gobierno persiguió a Cardenal. Quien ya había recibido una pública reconvención de aquel colosal reaccionario polaco que llegó al solio pontificio con el anticomunismo como norte de su infausto magisterio.
Cardenal era un defensor de la Teología de la Liberación y Juan Pablo II formaba con Reagan y Thatcher un triunvirato conservador decidido a acabar con la Unión Soviética y con el comunismo sobre la faz de la tierra.
El mundo estaba cambiando rápidamente, los curas obreros y guerrilleros estaban pasados de moda y la Teología de la Liberación era condenada por el Vaticano y además combatida por diversas iglesias protestantes conservadoras, en una operación promovida por el Instituto para la Religión y la Democracia, vinculado a los halcones del Partido Republicano para neutralizar la influencia de la Teología de la Liberación -“un disfraz religioso del marxismo”- entre las organizaciones populares y combatir su postura abiertamente hostil hacia las dictaduras militares de la zona, apadrinadas por el poderoso vecino del norte.
Viendo el rumbo que tomaba el sandinismo, Cardenal abandonó la política. Vivía retirado, dedicado a pensar y a escribir sus memorias.
Ha muerto en Managua con 95 años. Y sabiendo cómo era y cómo ha vivido, no es necesaria ninguna recomendación para que le reciban allá arriba, en la “pasarela”, en el pórtico de la Gloria o en “La puerta del cielo” (como cantaba Gigliola Cinquetti), tal como él recomendaba, en su día, a su Señor, que acogiese a una empleada de tienda que se había querido matar a los dieciséis años.
            Señor:
Recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra,
con el nombre Marilyn Monroe, aunque este no era su verdadero nombre…
que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje,
sin su agente de prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos,
sola como un astronauta ante la noche espacial”.
(Oración por Marilyn Monroe)

https://elobrero.es/opinion/43964-requiem-por-ernesto-cardenal.html