viernes, 2 de junio de 2023

¿Gestión o propaganda y crispación?

Oficialmente, el día 28 de mayo se han celebrado elecciones municipales y autonómicas, pero realmente han sido una “moción de censura” presentada al presidente del Gobierno y, a la vez, un necesario plebiscito para Feijoo, en su soterrada pugna con Isabel Ayuso por el liderazgo del Partido Popular.

Una larga campaña de agitación, propaganda y crispación sobre presuntos asuntos de alcance nacional, impulsada por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox, ha pervertido el verdadero objetivo de las elecciones, que era evaluar la gestión de los últimos cuatro años a escala local y regional y reemplazar o ratificar a sus responsables, en una periódica y democrática renovación de las élites políticas municipales y autonómicas.

La campaña electoral ofrecía la posibilidad de debatir abiertamente sobre la administración de fondos públicos en su aplicación territorial a los problemas cercanos a la ciudadanía -sanidad, guarderías, enseñanza, estudios medios y superiores, atención a las mujeres y a los mayores, apoyo a los más débiles; inmigración, emigración, transporte, empleo, vivienda, impuestos, desarrollo local, infraestructuras, diseño urbano, basuras y residuos, protección del medio ambiente, etc- y cómo afrontar desafíos como el cambio climático y tecnológico o fomentar un uso más eficiente del agua y la energía.

No ha podido ser. El Partido Popular ha planteado las elecciones regionales y locales como la primera vuelta de unas elecciones generales, lo cual falsea el objetivo y el resultado de la consulta, pero además lo ha hecho a su estilo, de modo crispado, sin programa y con un argumentario impostado, donde se han mezclado exageraciones, mentiras y delirios servidos con cansina reiteración y la firmeza necesaria para convencer a los creyentes, si es que algunos pueden creer todavía que se ha negociado subrepticiamente la entrega de Navarra a los abertzales, que debe ser la tercera o cuarta vez que se anuncia desde que lo hizo Aznar, o que ETA vive y nos gobierna, porque Bildu ha hecho una machada de las suyas, colocando a unos etarras con delitos de sangre en las listas. Lo cual ha generado en el País Vasco el efecto contrario al perseguido por el PP, pues Bildu ha recibido más votos; en realidad, el PP y Bildu se realimentan.        

Así, unos ocho millones y medio de personas han apoyado con su voto la “moción de censura” a Pedro Sánchez, convertido en la suma de todos los males del país por tener un socio como Podemos y recibir el condicionado apoyo de partidos nacionalistas. Eso no evita admitir que el Gobierno de coalición ha cometido errores, algunos de bulto, que la relación entre los socios ha sido poco ejemplar y que los apoyos parlamentarios de esta legislatura han puesto un precio muy alto a su colaboración, pero son temas de debate propios de unas elecciones generales, no de unas municipales y autonómicas.

De este modo, en los lugares donde el PP ha resultado vencedor no se sabe bien por qué, ni quienes han sido realmente los vencedores por haber realizado un eficaz trabajo de oposición o por presentar un programa municipal o regional mejor que el de sus oponentes. En el caso contrario, el de los consistorios o gobiernos regionales que han perdido las elecciones, tampoco están claras las razones de su derrota, que, siguiendo la tónica general, se atribuye más a su afiliación al partido de Pedro Sánchez, que a los errores o los fracasos de su propia gestión. Quienes han perdido no han sido evaluados, y quienes han ganado, tampoco, pues caben en el mismo paquete de la estrategia adoptada por el PP: todo vale contra Sánchez.

No obstante, lo que con gran benevolencia se puede llamar campaña electoral del PP, no ha sido más que el grotesco estrambote de una ofensiva contra Sánchez que empezó el día de su investidura -“una investidura clandestina”; “un golpe”-, por cierto, no apoyada por Bildu ni por ERC.

Desde ese, día el Gobierno ha sido tildado de ilegítimo, bolivariano, usurpador, de haberse valido de una amañada moción de censura contra Rajoy para llegar a la Moncloa, olvidando que existía una sentencia judicial por corrupción que moralmente exigía su renuncia y que desde la moción se habían celebrado dos elecciones generales.

Amilanado por Vox, que ha llegado a acusar al gobierno de Sánchez de ser “comunista y criminal”, Casado ha gritado lo suyo para hacer olvidar su pasividad ante el intento de secesión en Cataluña y no ser acusado de pertenecer a la “derechita cobarde”. Y lo mismo ha hecho el coro de voces, no blancas, precisamente, capitaneado por Gamarra y secundado por Ayuso fuera sus competencias, cuya gestión no ha sido particularmente brillante.       

Desde entonces, las derechas han sacado provecho a su ensayada táctica de mentir gritando, pensando que viven en un país de sordos y desinformados.

Convocadas las elecciones generales para día el 23 de julio, vamos a tener ocasión de comprobar si en la inmediata campaña electoral, el principal partido de la derecha española es capaz de hacer algo distinto.

30 de mayo de 2023. Para El obrero.es