jueves, 31 de diciembre de 2015

Elecciones 27-S

Por tanto, sólo al 47,8% de los votantes se les puede considerar catalanes. El resto viven aquí." Ahí está el quid: son transeúntes aunque hayan nacido en Cataluña, vivan, trabajen, consuman y paguen impuestos en Cataluña (que, por cierto, algunos son más altos que en Madrid, por obra y gracia de la Generalitat).

Respuestas a Maria Lluisa Paytubí.

Sí, los catalanes votaron el 27-S, eso no tiene vuelta de hoja. Pero una cosa es lo que votaron los catalanes y otra lo que el sistema electoral hizo con su voto. Y ahí actuó la "cocina", porque este sistema tiene molta cuina. Juntspel Sí con el 39,59% de los votos, obtuvo el 45,93% de los escaños (62), mientras que en los que recibieron menos votos la relación entre votos y escaños es más aproximada: CSQP obtuvo el 8,94% de votos y el 8,15% de escaños (11), el PP tuvo el 8,49% de votos y el 8,15% de escaños (11), la CUP tuvo el 8,21% de los votos y el 7,41% de los escaños (10). Tampoco la representación provincial es proporcional al número de votantes: En Lérida, 314.000 votantes debían elegir 15 diputados, en Gerona, 511.000 votantes debían elegir 17 diputados, en Tarragona, 562.000 votantes debían elegir 18 diputados, y en Barcelona, 4.124.000 votantes debían elegir 85 diputados, que completan los 135 escaños del Parlament. Mientras cada diputado por Lérida representa a 21.000 ciudadanos, cada diputado por Barcelona representa a 485.000.

El sistema es igual de malo para todos, pero prima el voto rural sobre el voto urbano. Y ¿donde está el semillero del voto nacionalista?

 No se trata de comparar la vida en el campo con la de la ciudad, sino de dar a todos los ciudadanos la misma representación política, vivan donde vivan, hagan lo que hagan y trabajen en lo que trabajen. El derecho al voto debe igualar a todos los ciudadanos, con independencia de su profesión, ocupación, estado, sexo, religión, etnia o cualesquiera otras circunstancias de su vida.

No digo eso, lo que digo, y uso tu ejemplo, es que el voto de cada uno de los 500 ciudadanos valga tanto en representación como el de cada uno de los 2.900.000. Un ciudadano, un voto, y ya sé que no existe ningún modelo que sea estrictamente proporcional, porque las elecciones deben cumplir el objetivo de designar a los representantes de los ciudadanos pero, al mismo tiempo, deben dar lugar a gobiernos estables. Pero una cosa son ciertas correcciones en la proporcionalidad y otra un sistema con las enormes diferencias que he indicado al principio.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

El problema es España

"El problema no es Catalunya, el problema es España. Ramón Cotarelo tituló un libro suyo "España, de la nación posible al Estado fallido". Le dije que se equivocaba, que debería haber titulado "España, de la nación fallida al Estado posible". Joaquim Pisa.


Lo fallido es el Estado, no la nación, que en los países modernos, industrializados, medianamente secularizados y democráticos, se ha formalizado desde el Estado representativo y los derechos civiles. En España no hemos podido terminar el tránsito desde la monarquía católica y absolutista al Estado no confesional y democrático, ni hemos llegado a la fase adulta del ciudadano, aparecido en 1812, por el continuo renacimiento del súbdito, provinciano y clerical, alentado por pronunciamientos militares, golpes de estado y cuatro guerras civiles, además de la guerra de la Independencia, que, también lo fue.



¿Podrá Podemos?

Good morning, Spain, que es different
Debilidades de la izquierda (3). Podemos

Es difícil hablar con acierto de Podemos, porque su naturaleza todavía es un enigma. Tiene su origen remoto en una espontánea movilización social devenida luego en efímero movimiento, del que surgen los círculos que inicialmente lo alimentan, aunque la estructura definitiva está por definir. Es una organización plenamente mimetizada con el cambiante escenario político español y europeo, pues, por una parte, está en proceso de formación, que parece condicionado por su aparición en la etapa de transición en que vivimos, y por otro, se adapta con facilidad a la inestable coyuntura política de nuestro país. Tanto por su ambiguo ideario y sus objetivos, como por su estructura organizativa y la forma en que ha crecido, que más que un partido es una alianza de alianzas locales, es un ente sincrético y proteico.
No se ajusta al patrón de los partidos de la izquierda radical de los años setenta, -cuadros dirigentes, línea política y sólida organización-; definido por principios teóricos, estrategia, táctica y línea de masas, pues, con eso y con voluntad, confianza en el triunfo y espíritu militante, las izquierdas se lanzaban a conquistar el mundo para los desheredados.
Podemos es distinto, porque se aparta de la vanguardia autoproclamada movida para el paradigma de la redención, que tiene como fin explícito la liberación de las masas asalariadas, transformadas en sujeto revolucionario -el proletariado- a través de la actividad política, sino que surge también como vanguardia autoproclamada -la Operación Coleta- pero de una movilización social existente, en concreto de las acampadas del 15-M-2011, que ha convertido en su mito fundacional. 
Sin embargo, a pesar de considerarse el partido de los indignados no existe un mandato ni una relación directa entre las asambleas de los movilizados en mayo de 2011 y su aparición como partido en enero de 2014 para contender en las elecciones europeas de mayo, sino la acertada percepción del estado de ánimo de la ciudadanía, que no parecía inquietar ni al PSOE ni al PP.
Podemos supo captar las causas de la indignación de la gente que se movilizaba contra las medidas de austeridad, primero, de Zapatero, y luego de Rajoy, y hablar con lenguaje llano de los problemas que preocupaban a los ciudadanos: los recortes, el deterioro de lo público, la depreciación salarial, el paro, el saneamiento de la banca, el rescate financiero, la corrupción, la crisis de las instituciones y del régimen bipartidista, que, por interés del PP y despiste del PSOE, no figuraban en la agenda de los dos grandes partidos.
Desechó el eje izquierda y derecha, que oponía categorías políticas obsoletas, y se situó en el eje arriba y abajo, que expresa el conflicto entre el pueblo y la casta; reusó definirse como un partido de clase para ubicarse como partido de la gente y moderó un lenguaje inicialmente radical para irse aproximando a las inquietudes de las nuevas generaciones de clases medias urbanas, progresistas, instruidas y expertas en el uso de las tecnologías de la comunicación, que, en una coyuntura muy favorable para preocuparse por los problemas comunes, han hallado en Podemos el vehículo idóneo para acercarse a la política.
No obstante, la novedad de su estructura, que desde el asambleísmo callejero tiende al centralismo y a la personalización para llegar a las instituciones, y la ambigüedad de su programa no han evitado que Podemos sea percibido por los electores como un partido de la izquierda.
La aparente novedad que significa la irrupción de Podemos en el mortecino panorama político español conformado por los dos grandes partidos, encierra algunas paradojas que lo hacen heredero de la tradición de la izquierda española de dejarse seducir por modelos exóticos.
Podemos es un partido definido por una consigna norteamericana (Yes, we can, de la campaña de Barack Obama), pero inspirado por el populismo suramericano teorizado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, aunque en su gestación sigue el modelo italiano de Berlusconi, de pasar del ámbito de la comunicación a la política. Tras los debates en el campo académico, fue el plató de televisión de la emisora vallecana Tele K donde se fogueó el presentador agitador (como Hugo Chávez) en el programa “La Tuerka”, luego se fundó el partido adaptado como un guante, aunque con resistencias, a la función concedida a la comunicación audiovisual y al papel del líder mediático que establece su relación con las masas a través de las ondas y las redes de internet. Así, el partido de la gente deviene en partido de la audiencia, lo cual no parece un efecto perverso sino un paso necesario de quienes, movidos por la prisa de llegar pronto al gobierno -salimos a ganar-, quieren clausurar su origen callejero para ofrecerse como un partido de las instituciones.
Los dirigentes de Podemos reclaman su legitimidad de origen en la calle, fuera y en contra de las instituciones, que sitúan en el movimiento del 15-M, del que se consideran incuestionables herederos, pero, desde su aparición como partido, las movilizaciones sociales de protesta han decrecido de forma alarmante y los círculos languidecen, por lo que, en aras de lo anterior, quizá hayan sido también sus enterradores.
A Podemos le cabe el mérito de haber alterado profundamente el escenario político del país y quebrado, aunque no del todo, el anquilosado modelo presidencial y bipartidista surgido de la Transición. Ha obtenido un buen resultado electoral, teniendo en cuenta que es un partido recién formado, pero no ha logrado superar al PSOE y acometer, bajo su dirección, un cambio de época, una segunda transición. Pero tampoco parece un aliado aconsejable en un posible gobierno de coalición por las prioridades establecidas, en principio, de cara a una posible negociación con otras fuerzas políticas -reforma de la Constitución, plan de emergencia social y, sobre todo, el referéndum catalán- y por la inconsistencia de su naturaleza, una suma de alianzas sometida a tensiones casi constantes. 

domingo, 27 de diciembre de 2015

Nación catalana

Creo que era Carl Schimitt, quien decía que cada nación se define como quiere, lo cual es aplicable a los nacionalistas catalanes, pero además hay que comprobar la veracidad de la definición comparándola con los hechos que toma como referencia. Y la afirmación de la existencia de la nación catalana no resiste la prueba de los hechos. Como herencia del romanticismo, propone como modelo un sujeto imaginario, que pudo existir hasta finales del siglo XIX y principios del XX, que es precisamente cuando empieza la modernización, la migración interior,  la industrialización, el mercado interior nacional, el desarrollo de la vida urbana a expensas del campo, se configuran las modernas clases sociales y la lucha de clases, se consolidan nuevas formas políticas que tienen poco que ver con los privilegios forales y las regiones van perdiendo sus rasgos peculiares a causa de la movilidad interior. 

Según la noción de nación basada en la cultura, esta tendría que hacer distinguibles a los catalanes de las gentes de otras "naciones" de España. ¿Cómo? Pues yendo vestidos de catalanes: con alpargatas y barretina, llevando zurrón en vez de cartera, comiendo como catalanes: escudella, judías con butifarra, escalivada y peus de porc, yendo en carro o en burro (del Ampurdán) a trabajar, asistiendo a misa todos los domingos y fiestas de guardar y bailando la sardana en cuanto sonara un cobla.

 "Por tanto, sólo al 47,8% de los votantes se les puede considerar catalanes. El resto viven aquí." Ahí está el quid: son transeúntes aunque hayan nacido en Cataluña y vivan, trabajen, consuman y paguen impuestos en Cataluña (que, por cierto, algunos son más altos que en Madrid, por obra y gracia de la Generalitat).

El nacionalismo es un doctrina para gente con escasa cultura política, gran ignorancia histórica y ávida de explicaciones simples y soluciones fáciles, porque resume de un modo sencillo -ellos y nosotros- la complejidad de las sociedades actuales, destacando una forma de igualdad que oculta profundas diferencias dentro de la presunta nación. Es una doctrina que destaca las pequeñas diferencias respecto a los otros (ellos, los no nación o antinación), pero oculta las grandes diferencias dentro de nosotros, de los que formamos la nación.

 Ojo con los ejemplos, que los casos de Escocia y Cataluña son distintos. a) Escocia fue un reino independiente hasta 1707, en que se unió a Inglaterra y Gales para fundar la Gran Bretaña. b) El referéndum fue pactado con gobierno de Cameron. c) Los separatistas escoceses quisieron mantener tres cosas comunes con el Reino Unido: la reina, la libra y la BBC.

La suerte de Artur Mas

Good morning, Spain, que es different

Hoy, a tres meses de haberse celebrado las elecciones autonómicas catalanas del 27 de septiembre, en la segunda (y parece que definitiva) asamblea de la CUP, se decide el futuro de Artur Mas como presidente de la Generalitat, que será, según los nacionalistas, la que alumbre el nuevo país independiente mediante la oportuna "desconexión" de España.  
Que tal decisión sea ajena al Parlament y dependa de la CUP, que representa al 8% de los votantes de septiembre, que asumirá la decisión de las 3.577 personas convocadas a la asamblea, y cuyo voto va a tener, al final, un peso superior al voto de los ciudadanos expresado en las elecciones, es otro paso en el esperpento en que se ha convertido la política en Cataluña, que, en la última fase del llamado “procés”, viene precedida por reuniones multitudinarias cada 11 de septiembre, que no van seguidas por los resultados electorales esperados. Da la impresión de que a muchos catalanes les parece que seguir a Mas una vez al año no hace daño, pero que puede ser lesivo seguirle durante más tiempo.  
Así, la Diada multitudinaria de septiembre de 2012 no tuvo continuación en las  elecciones anticipadas de noviembre de 2012, en las que CiU, con 50 escaños, perdió 12. El intento de convocar un referéndum sobre el futuro político de Cataluña, suspendido de forma cautelar por el Tribunal Constitucional, fue sustituido por una peculiar (e ilegal) consulta alternativa celebrada el 9 de noviembre de 2014, con resultados poco favorables para los nacionalistas. Pero esa circunstancia no arredró a Mas ni a los nacionalistas, que siguieron adelante con el “procés”, como si nada hubiera ocurrido.
Tras la Diada multitudinaria de 2015, Artur Mas, luego de romper con sus socios de UDC, concurrió a las elecciones autonómicas del 27 de septiembre emboscado en el cuarto puesto de la lista de “Junts pel Sí” (CDC, ERC e independientes), encabezada por Raúl Romeva (ex ICV). Las elecciones, que debían ser plebiscitarias, la “consulta definitiva”, según Mas, tampoco dieron el resultado apetecido, pues los partidos independentistas sólo alcanzaron el 48% de los votos, frente al 52% de los unionistas o constitucionalistas, aunque, como efecto de la ley electoral, que penaliza el voto urbano, obtuvieron 72 escaños (62 Junts pel Si y 10 la CUP) de 135 (25 C’s, 16 PSC, 11 CSQP y 11 PP).
El revés no amilanó a Mas, que afirmó que no había vuelta atrás, ni a ERC ni a la CUP, que sintiéndose respaldados por lo que llamaron una “demanda social mayoritaria” decidieron tirar por la calle de en medio, descartaron la celebración de un referéndum y optaron por una declaración unilateral de independencia.
El 9 de noviembre, el Parlament aprobó por 72 votos frente a 63 una resolución que proclamó el comienzo de un proceso hacia la independencia de Cataluña e instó al Gobierno de la Generalitat (que aún no existía) a cumplir sólo las leyes emanadas de la cámara autonómica y a desobedecer a las instituciones españoles. Pretendido desafío que pronto se comprobó que era otro farol los soberanistas, pues los promotores, ante la anulación de la resolución por el Tribunal Constitucional, afirmaron que sólo se trataba de algo así como de una declaración retórica que expresaba un deseo más que un mandato.
Tampoco ha habido mayor acto de valentía por parte de Mas y del Govern respecto a las consecuencias penales que se derivan de la convocatoria de la consulta del 9 de Noviembre, cuya responsabilidad han descargado sobre los 30.000 voluntarios que la llevaron a efecto.  
Hoy se decide la suerte de Mas en una asamblea de anticapitalistas, que habrá de valorar si las rebajas que ofrece Junts pel Sí, tanto en lo que se refiere a las competencias del President, sensiblemente mermadas ante los poderes de los vicepresidentes, como a las ofertas de reforma en el campo social, merecen el apoyo a la investidura de Artur Mas, convertida en el mayor escollo para formar gobierno.

El President en funciones podría haber utilizado el mal resultado recibido por su nuevo partido Democracia i Llibertat en las elecciones generales del pasado día 20 de diciembre como pretexto para presentar la dimisión y despejar el camino para formar gobierno, pero no lo ha hecho; prefiere depender de que sus más encarnizados adversarios políticos estimen suficientes las contraprestaciones para nombrarle President. Pero, como opinan quienes dentro de la CUP se oponen a su investidura, el acuerdo es difícil de llevar a la práctica por la  situación financiera de la Generalitat y porque, depende, también, de decisiones que se tomen fuera de Cataluña.  

sábado, 26 de diciembre de 2015

¡Hosanna!

Good morning, Spain, que es .... Navidad
Sabemos por la historia y por propia experiencia que no hemos venido a este mundo a ser felices. No lo confirma la ciencia, que tampoco asegura que debamos ser una especie particularmente desdichada, pero, como grey insensata, parecemos empeñados en probar que nos gusta vivir en un valle de lágrimas, como reza uno de los aforismos más pesimistas de la cultura católica.
Pero a veces, al menos una o dos veces al año, nos gusta olvidar esta certeza y pensar que el mundo podría ser distinto, al menos por unas horas, que las lágrimas pueden ser de alegría y que la felicidad, aunque sea en pequeñas dosis, puede estar al alcance de la mano con sólo extenderla, y que basta con coger nuestra modesta ración para disfrutarla en compañía, porque no hay felicidad a solas, felicidad de náufrago en isla desierta. 
Es lo que nos toca, somos sociales, y como el resto del año nos lo pasamos haciéndonos la puñeta unos a otros, unas a otras, a la hora de ser felices también nos toca hacerlo en compañía.
Así que, en Navidad y sin que sirva de precedente, sean ustedes felices, por unas horas, o incluso, si son ambiciosos, traten de serlo para siempre, haciendo de paso felices a los demás.
Les desea desde este rincón,
Pepe Roca (feo, agnóstico y sentimental). Devoto de Frank Capra y Carlos Dickens.


25 de diciembre de 2015

jueves, 24 de diciembre de 2015

Izquierda Unida

Good morning, Spain, que es different

Debilidades de la izquierda (2). Izquierda Unida
Poco se puede decir de Izquierda Unida y de su pretendida coalición bautizada con el sonoro nombre de Unidad Popular, que, salvo recordar al Chile de Allende, poco aporta por sus dimensiones a la unidad de la izquierda y a la formación de un amplio frente social contrario a la derecha.
La que era hasta ahora tercera fuerza nacional en número de votos, ha sido castigada de modo permanente por la artera ley electoral, que ha penalizado su representación parlamentaria, como ha puesto en evidencia el resultado de las últimas elecciones, en las que UP-IU ha necesitado reunir 460.000 votos para lograr cada escaño, mientras el PP y el PSOE han precisado sumar 58.000 y 61.000 votos, respectivamente, para obtener cada uno de los suyos.
Además de lo expuesto, la pérdida de importancia como fuerza de izquierda es resultado de su contradictorio ideario, en el que un añejo paleocomunismo coexiste con objetivos de los modernos movimientos sociales y con tácticas propias de la socialdemocracia, así como de su compleja estructura orgánica, federal y formada o, quizá mejor, deformada por la superposición de órganos del PCE, de IU y de corrientes internas, además de por la existencia de cuadros institucionales, políticos y sindicales, cuyas lealtades e intereses chocan dentro de los estrechos límites del aparato. La resultante de todo ello es la dificultad de llevar las ideas a la práctica debido a la resistencia de un férreo aparato burocrático reacio a las innovaciones y a una acusada tendencia autodestructiva, que fatalmente convierte conflictos internos casi continuos en escisiones, en una permanente sangría de cuadros y militantes.
Tiene pendiente, como intitulada izquierda transformadora, la obligada reflexión sobre las tendencias conservadoras que le han impedido no sólo impulsar cambios capaces de alterar la correlación de fuerzas, a la que ha acabado por acomodarse, sino detectar las mutaciones sociales que estaban en curso alentadas por la indignación popular, que finalmente han hallado en Podemos el vehículo adecuado para expresarse políticamente.
Le queda, pues, a Izquierda Unida, la inmediata tarea de digerir el revés en las urnas del 20 de diciembre sin nuevas rupturas y conservar el nicho electoral de casi un millón de fieles votantes, para unirse en el gran proyecto de izquierdas que el país necesita como necesario contrapeso a una derecha política poderosa y desleal. Dicha confluencia pasa por el concurso de Izquierda Unida, pero no por su hegemonía. 

miércoles, 23 de diciembre de 2015

La reina maga

La fiesta de los Reyes Magos es para los niños; una ilusión, que cuando se desvela es uno de los primeros desengaños de la vida. Es un ritual, ya más civil que religioso, con tres personajes y carece de sentido añadirle alguno o alguna más, como la ocurrencia de una reina maga. Entiendo que, hasta fechas recientes, la historia era sobre todo la historia de los hombres, y la historia de las religiones, también, pero no creo que añadiéndole postizos femeninos ganen algo las mujeres. Me parece que el feminismo y las políticas de género tienen más sentido, por ejemplo, sometiendo a crítica los anuncios de colonias y perfumes, o el contenido gráfico y literario de las revistas para mujeres, dirigidas por mujeres, o vigilando el peso de las tont models, cuyo trabajo (degradante) me parece de sonrojo y está al margen de la Constitución, que añadiendo una reina maga a la cabalgata, o mejor tres magas. ¿Y por qué no añadir un rey mago gay o una reina lesbiana, o un rey mago vasco o catalán, que también son minorías oprimidas? O un rey chino, porque en España también lo son. Y ya puestos, hay que buscarle pareja a Papá Noél con una Mamá Noelia...

El PSOE y el 20-D


Good morning, Spain, que es different
Debilidades de la izquierda (1). El PSOE.
El PSOE es la fuerza más votada de la izquierda, y aunque mucha gente opina que desde mucho hace tiempo no es un partido de izquierdas, enfeudado con “la casta”, por su peso institucional (90 diputados), por su respaldo electoral (5.528.830 votos) y por los rescoldos del programa socialdemócrata que aún conserva aunque arrinconados, eso sí, por valores y actitudes neoliberales, es una pieza imprescindible en cualquier combinación de gobierno que se articule como alternativa a la derecha.
El PSOE ha salido maltrecho de las elecciones generales, como también de las  locales y autonómicas, pero no podía aspirar a recoger lo que no ha sembrado, o peor aún, pues, debido al bipartidismo imperante, ha cosechado más de lo que merecía. 
Instalado en la inoperante oposición responsable, ni dirigidos por Rubalcaba ni dirigidos por Sánchez en el PSOE han sabido oponerse a los destructivos planes de una derecha autoritaria, que ha sido implacable al aplicar su riguroso programa de austeridad contra los trabajadores y clases populares, inspirado en los intereses económicos de la clase social mejor situada. Pero, en el PSOE también les ha faltado firmeza a la hora de denunciar y exigir la asunción de responsabilidades a un gobierno salpicado por los casos de corrupción que inundan a su partido. Y como le recordó Rajoy en el debate cara a cara, Sánchez no hizo los deberes que le correspondían como principal dirigente del primer partido de la oposición.
Probablemente Mariano Rajoy llevará consigo el estigma de haber sido acusado de indecente por amparar la corrupción en su partido, pero Pedro Sánchez arrastrará el baldón de haberle dejado marchar indemne, cuando su mandato ha merecido no una sino dos mociones de censura, una por su lesivo programa económico y otra por la corrupción, a raíz de conocerse el contenido de los papeles de Bárcenas. Ambas son evidentes muestras de la flaqueza ideológica y de la desorientación política que arrastra el partido que, paradójicamente, aspira a ser la mejor alternativa posible frente a un gobierno de la derecha. 
Hay que admitir que era difícil remontar el legado dejado por la última etapa de los mandatos de Zapatero, pero los problemas no vienen sólo de ahí. El PSOE arrastra varias crisis -de programa, de liderazgo, de táctica y de estrategia-, que pueden resumirse en una sola: una crisis de identidad, que les mantiene confusos sobre quiénes son y sobre lo que quieren. Confusión que los votantes perciben y que, en esta situación tan dramática para tanta gente, no aciertan a distinguir de qué lado están los socialistas.
La crisis en que las derrotas de González en 1996 y Almunia en 2000 dejaron sumido al partido, se quiso zanjar con el etéreo ideario de la Nueva Vía, formada por Zapatero, Trinidad Jiménez, José Blanco, Jesús Caldera, Jordi Sevilla y Miguel Sebastián, que logró tomar el control del partido en el 35º Congreso (junio del año 2000). La Nueva Vía (hacia ninguna parte) era una versión española de la descafeinada Tercera Vía promovida por Giddens, Blair, Schroeder y Jospin, con que la socialdemocracia mostraba su rendición ante la victoriosa revolución neoliberal conservadora, tras la desintegración de la URSS y el bloque de los países del Este.
Tampoco ayudaron los sucesivos relevos en la Secretaría General del Partido (González, Almunia, Chaves, Zapatero, Rubalcaba) para evitar una necesaria catarsis, y el mismo e inútil remedio supuso la designación de Pedro Sánchez, que responde al patrón ideológico y personal de los mentores de la citada vía muerta, como ha dejado en claro su desvaída actuación en la legislatura recién concluida.

Tras los adversos resultados del 20 de diciembre, los críticos han puesto difícil la labor de Sánchez, pues mientras unos le vetan un acuerdo con el PP, con o sin Rajoy, otros le advierten de que no se le ocurra pactar con Podemos. 

martes, 22 de diciembre de 2015

Iglesias, ¿está loco?

A propósito de un texto de L. Roca Jusmet
No creo que el problema de los nacionalistas catalanes, que es montar a toda prisa una república (más bien bananera por quienes dirigen el procés), se resuelva con un refrendo que pueden perder, ni creo que atender esa demanda de forma prioritaria responda al deseo de cambio que experimenta buena parte del país, entre los cuales están los más necesitados de atención, también en Cataluña. ¿Es más urgente el derecho a decidir de una parte de los catalanes que el derecho a comer de los que se hallan en el umbral de la pobreza o ya inmersos en ella? ¿Es más importante votar la célebre desconexión que evitar que la gente rebusque en los contenedores de basura o haga cola en los comedores de las asociaciones de caridad? ¿Es más importante satisfacer los interesados sueños de Artur Mas, para huir de sus responsabilidades, que tirar de las orejas a los banqueros y devolver las viviendas a los desahuciados? Y así, sucesivamente. Si Iglesias olvida todo eso y coloca en primer término la celebración del refrendo, es que se ha vuelto loco.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cambio a medias

Good morning, Spain, que es different 
Los resultados electorales indican que nos hallamos a medio camino de la renovación completa, estamos entre la conservación y la alternativa: PP, 123 escaños, 7.211.000 votos (28,72%); PSOE, 90, 5.528.000 (22,02%); Podemos, 69, 5.187.000 (20,66%); C’S, 40, 3.498.000 (13,93%); ERC, 9, 599.000 (2,39%); DiLl (CDC), 8, 565.000 (2,25%); PNV, 6, 301.000 (1,20%); UP (IU), 2, 922.000 (3,67%); EH-Bildu, 2, 218.000 (0,87%); CC, 1, 81.000 (0,335). El PP pierde 63 escaños, el PSOE pierde 20, Podemos gana 69, C’S gana 40, ERC gana 6, DiLl (CDC) pierde 8 (CiU), PNV gana 1, UP-IU pierde 9, Bildu pierde 5, CC pierde 1.
Según sus expectativas, los cuatro partidos con mayores resultados, los ganadores, son, en cierta medida, también partidos derrotados, pues ninguno alcanza la meta perseguida: el PP es la lista más votada, aunque muy por debajo de sus aspiraciones, resiste en el Senado pero tiene muy difícil formar un gobierno estable, que es lo que Rajoy perseguía, tanto por los resultados de C’S, como por su mala relación con los partidos nacionalistas de derechas.  
El caso del PSOE es aún más dramático, pues, teniendo en cuenta los desmanes del PP en la legislatura, debería haber sido el principal beneficiario del descontento popular, pero no ha sabido o no ha querido ejercer la función crítica que le correspondía como primer partido de la oposición. Aunque resiste bien en Extremadura y Andalucía, se hunde en Madrid y en Cataluña. Ha descendido 20 escaños desde los malos resultados de 2011, lo cual le sitúa en el peor resultado de la historia reciente. Ojalá le sirva para abordar la profunda reforma que viene posponiendo desde hace años con sucesivas faenas de aliño.
A pesar de sus ambigüedades, o quizá por ellas, Podemos ha obtenido un buen resultado, teniendo en cuenta que es un partido recién formado, pero no ha logrado superar al PSOE y acometer, bajo su dirección, un cambio de época, pues el bipartidismo, aún menguado, persiste. Podemos ha sabido establecer varias alianzas a escala regional pero ha fracasado en el entendimiento con IU, que era la tercera fuerza nacional en número de electores, lo cual podría haber proporcionado una docena más de escaños.
Unidad Popular, un nombre demasiado sonoro para el resultado obtenido, es otra marca de resonancias históricas con la que Izquierda Unida muestra de manera fehaciente cómo una coalición ficticia esconde un partido conservador y reacio a los cambios internos. Ni la feroz ofensiva antipopular de una derecha que cabe calificar de neofranquista, ha sido capaz de sacar a los aparatchiks de su sopor. Todos los intentos de renovación se han saldado con escisiones, y en este año electoral por excelencia, no podía ser menos. El PCE, el alma mater de IU, vive en el pasado; es el partido de las efemérides, de los recuerdos y quiere seguir siéndolo. A sus dirigentes les basta con eso, no quieren gobernar, sino tener un cómodo lugar bajo el sol de la democracia burguesa.
Ciudadanos ha sido víctima de su propio éxito, pronosticado en la campaña como seguro, y de la percepción de los votantes como un partido de derechas, competidor, pero, a la postre, probable aliado del PP, al que no ha logrado desbancar para situar a Rivera en la Moncloa y dirigir el cambio. A pesar de todo, es meritorio haber obtenido 40 diputados en el primer salto desde la política regional a la palestra nacional.
A gran distancia de “los cuatro grandes” o del grande y los tres medianos, se colocan los resultados de los partidos nacionalistas, con algunas conmociones. Como en Cataluña donde En Comú Podem se sitúa a la cabeza con 12 escaños, seguida de ERC con 9 (gana 6), que junto con C’S, con 5 escaños, son las únicas fuerzas que ascienden, pues el PSC baja de 14 escaños a 8, el PP de 11 a 5, y, sobre todo, DiLl, que pasa de 16 los escaños de CiU a 8, y Unió Democrática desaparece del Congreso. En Cataluña pueden hacerse dos lecturas: la suma de independentistas declarados, ERC y DiLl, 17 escaños frente a 18 unionistas (PSC, PP, C’S), más la postura de En común Podem, no independentista pero sí partidaria de un referéndum. O bien la lectura de 29 escaños de fuerzas de izquierda frente a las derechas de todos los pelajes y banderas.
En el País Vasco, el PNV tiene la mayor representación, con 6 escaños (24,75% de los votos), pero la fuerza más votada es Podemos, con 5 escaños (25,97%), el PSE conserva 3 diputados (pierde 1 en Vizcaya), el PP tiene 2, y Bildu obtiene dos (15,07%), pero pierde 5 escaños. El nacionalismo queda en minoría con 8 escaños frente a 10 no nacionalistas. 
Así pues, el bipartidismo persiste, con dos fuerzas declinantes y dos emergentes, que reproducen también el esquema izquierda y derecha; el sistema electoral está tocado pero no hundido.

     

domingo, 20 de diciembre de 2015

Descenso social

A propósito de un texto de R. M. Artal:
En España es muy difícil el ascenso social: se asciende de clase social en una o dos generaciones, pero se desciende muy deprisa: ahora, en cuatro años millones de personas han vuelto al origen clase de sus padres o de sus abuelos. En realidad ese ha sido el propósito de las medidas de austeridad europeas, agravadas por el ansia de venganza de la derecha española respecto a las clases subalternas; la austeridad ha sido un ajuste de cuentas, una batalla ganada en la lucha de clases para privar a los asalariados y clases populares de medios de vida y, sobre todo, de defensa.

Sondeos

A propósito de un texto de Palinuro
No me acabo de creer del todo las encuestas de opinión, sean serranas, andorranas, mesetarias o costeras, cuando el 41% de los encuestados oculta esa opinión. 
Gobierno ideal: un gobierno de izquierdas, incluso PSOE-Podemos-IU, que reme contracorriente (su obligación) y desfaga los entuertos del PP.
Gobierno posible: gobierno PP y C's, que será nefasto por añadidura y abundará en el descalabro. 
Parlamento plural y gobernación compleja, pero ¿parlamento largo? (como los ingleses) ¿o parlamento corto y elecciones anticipadas? Todo es posible, pero en todo caso se abren nuevas posibilidades para las izquierdas, que ojalá no desperdicien con sus habituales torpezas.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Izquierda abducida

Con un esfuerzo pertinaz y un trabajo a largo plazo, los partidos nacionalistas han conseguido convencer a las izquierdas de que el principal y más urgente problema de Cataluña (y de España) es realizar un nuevo reparto del poder entre territorios, cuyo ejercicio en Cataluña se reservan en exclusiva por considerarse la fuerza más genuinamente representativa de la catalanidad. 
Según los nacionalistas, el gran problema democrático es que carecen del "derecho a decidir" la separación de España (autodeterminación), que les permitiría, ya para siempre, disfrutar de esa ventaja. Y las izquierdas, abducidas por este discurso, se lo ha creído y han abandonado lo que deberían ser sus objetivos: a) repartir mejor la riqueza dentro de los territorios, en este caso de Cataluña (problema social). b) El derecho a decidir más y mejor, pero sobre las autoridades del territorio, el problema político de exigir mayor control sobre el gobierno de la Generalitat. Un poder que hasta ahora se ha escapado al control de los ciudadanos y, naturalmente, de las izquierdas. Un serio problema del régimen democrático. 

voto racional

A propósito de una entrada de Gaizka Fernández Soldevilla
No sé de nadie que crea que su voto es fruto de una reflexión racional y que es imparcial. Los ciudadanos, como primera opción, votamos pensando en los resultados y en lo que nos gustaría que ocurriera y si eso no puede suceder, en lo que más se acerca al voto ideal. Las grandes mutaciones políticas, las revoluciones, los cambios de época son más resultado de la subjetividad que de la racionalidad. El examen frío y ponderado, el cálculo de las posibilidades, racional e imparcial, elimina la subjetividad, y ese es un voto conservador. Ahora estamos en un momento crítico y aflora la subjetividad, la fuerza de la creencia y de la voluntad, que pesan más que el análisis objetivo, por eso van a cambiar las cosas. Los análisis de variables, racionales, objetivos y ponderados, sobre las posibilidades de obtener la victoria, realizados por equipos de expertos, son los que hasta ahora han mantenido el bipartidismo; buscaban lo probable, mientras que en esta situación, hay determinados partidos que piensan en alcanzar lo imposible o en lo que más se acerque; en que suceda lo improbable.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Incultura política

Respuesta a Natali, sobre el artículo "El tercio de Génova", de Luis Gracía Tójar y Antón Castromil
Me parece que al artículo le falta algo, al menos una alusión, que es la cultura política (o incultura política) que conforma el comportamiento electoral de ese sector de votantes del PP, educados, por la vida y los escasos estudios, durante la dictadura. 
Basada en el bajo (y sesgado) nivel académico, en la escasa reflexión y en la visión doméstica (un país es como la propia casa) y local de los problemas (el mundo exterior o no existe o no se conoce o no se comprende, que en todo caso queda fuera de su perspectiva habitual, es una cultura política no democrática, o escasamente y superficialmente democrática, sostenida por ideales absolutos, una mentalidad tradicional formada por una religión dogmática y llena de signos externos que intentan demostrar la fe (imaginería, santos, misas, novenas, procesiones, etc) (pureza de sangre), y de ello una moral hipócrita y el honor (ahora el qué dirán) (familia, trabajo, terruño, patria) y reactiva, más que por una ideología moderna, y por una colección de tópicos; es moralista, machista y patriarcal (que gobiernen los hombres), defensora del orden y la autoridad (la obediencia), muy importante en España (autoridad política, eclesiástica y militar), desconfía de lo complejo (antiintelectualismo), de lo nuevo y del riesgo, de las nuevas propuestas, lejos de la juventud (¡qué poco saben los jóvenes de la vida!), con apego a las formas respetables de vida (hipocresía; el qué dirán), trabajo (un puesto seguro) y de apariencia (Rajoy, con corbata parece respetable, por tanto sabe más y gobierna mejor que Iglesias, descamisado y con coleta); una cultura política con un sólo canal de información  o varios que dicen lo mismo (prensa local, tv autonómica, parroquia), con poco contraste de pareceres, de tertulia visceral y en confianza y de opinión espontánea, más que de la reflexión y el debate informado y ordenado. Cultura de casino o de barra de bar.

Creo que es Ferdinand Braudel quien dice que las mentalidades son como prisiones de larga duración y que cambian con velocidad geológica. Franco, a lo largo de 40 años, dio nueva forma, reafirmó, resumió y en cierta medida modernizó los valores y actitudes tradicionales de la derecha española. Y sus efectos fueron reforzados con la llegada de Aznar a la Moncloa.

Los que no han votado

Good morning, Spain, que es different 
No han votado porque no han podido hacerlo y son muchos, exactamente 1.726.423 personas residentes fuera de España, que no han logrado superar los trámites para votar antes del día 15 de diciembre, que era el último día hábil para enviar sus papeletas.
Son los ciudadanos privados del derecho al sufragio, en virtud del laberíntico procedimiento establecido para ejercerlo desde el extranjero llamado voto rogado, por el cual los ciudadanos que desean emitir su voto deben inscribirse previamente en un censo y rogar (al cielo) que les sea concedido un derecho que asiste a los ciudadanos residentes en España sin necesidad de solicitarlo. Y en ausencia de una autoridad con competencias para ello, es el cielo, es decir el conjunto de circunstanciales efectos de la burocracia administrativa propia y ajena y de la carencia de medios de muchos lugares del ancho mundo, el que decide sobre si accede o no accede a lo que demanda el rogante.
Que el único medio que tienen los ciudadanos para elegir a sus representantes y, a través de ellos, participar en las decisiones que afectan a la marcha del país, y en consecuencia, a su propia vida, quede en manos del albur o de la fatalidad, es un resabio de la dictadura, una expresión legal de una noción autoritaria del poder, por la cual, quien gobierna, en un acto de magnanimidad, concede, sólo a quien lo solicita y por una sola vez, el derecho a votar, si el ruego se efectúa en el tiempo y la forma establecidos por la ley, naturalmente.
Con tal procedimiento, los españoles residentes en el extranjero quedan  automáticamente degradados, pues pasan de la condición de ciudadanos que deben exigir, a la de súbditos que deben rogar el ejercicio de un derecho, que es, además, el fundamento de la democracia.    
El despropósito que dificulta ejercer un derecho civil fundamental, fue una de las infaustas ocurrencias de Zapatero, una ley aprobada en enero de 2011, con los votos del PSOE, el PP y CiU, que ha tenido unos efectos nefastos.
En las elecciones andaluzas de marzo de 2015, el voto de los residentes en el extranjero no llegó al 5%, cuando en las de 2008, antes de la famosa ley, había sido del 32%. Similar porcentaje -4,95%- se registró en las elecciones generales de 2011, frente al 31,7% de participación en las de 2008. En los comicios del próximo domingo ha aumentado la participación, pero aun así sólo ha podido votar el 7,97% de los residentes en el exterior.   
Pero la aparente estulticia, no puede disipar la sospecha de que se trata de una treta legal para prescindir de votantes molestos, de suprimir voces disidentes con un voto crítico y disfuncional.
Cuando, debido a la crisis, miles de personas, en su mayoría jóvenes, se ven obligadas a buscar en el extranjero las oportunidades laborales que aquí se les niegan, reciben en pago la consideración de ciudadanos de segunda con una ley que, al obligarles a rogar el voto, les impone un procedimiento que no es el general para ejercer los mismos derechos que el resto del cuerpo electoral, lo cual les convierte, además de en exiliados laborales, en exiliados políticos contra su voluntad.
Los mentores de la ley parece que la elaboraron inspirados en la letra de un bolero que dice que la distancia es el olvido. Puede que fuera esa la intención de los que se quedaban, pero no de los que se veían obligados a distanciarse de España, que es muy posible que no olvidasen el agravio recibido, que se suma a ese sentimiento, incomprensible para los dos grandes partidos, que se llama desafección ciudadana y que lleva todas las trazas de acabar con su reinado.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Piel fina

Good morning, Spain, que es different
Los dirigentes del Partido Popular tienen la cara dura pero la piel fina. Les ha molestado que, en el debate cara a cara, Pedro Sánchez acusara a Mariano Rajoy de ser una persona indecente. Para Dolores de Cospedal, Sáchez actuó con chulería y según la vicepresidenta tuvo una actitud camorrista.
Reclaman para Rajoy un trato que ellos no han dispensado a sus rivales y mucho menos al PSOE. Olvidan ambas deliberadamente la actitud de todo su partido durante la etapa que llamaron “oposición patriótica”, para desgastar a Zapatero y provocar un adelanto electoral, que consistía en insultarle cada semana, y en armar escándalo por cualquier motivo para impedir la actividad parlamentaria. Con mucho tesón pusieron en marcha un modelo de crispación populista en las cámaras, que merece calificarse de filibustero, combinado con la convocatoria de manifestaciones en la calle donde grupos de energúmenos insultaban al Gobierno. Así que de respeto, poco; y de cortesía parlamentaria, ninguna.
Después de Felipe González, Zapatero pasará a la historia como el Presidente del Gobierno más insultado de la etapa democrática, pues ni Mariano Rajoy ni otros “oradores” de la oposición escatimaron improperios para dirigirse a él: bobo solemne, perfecto imbécil, irresponsable, inexperto, grotesco, antojadizo, débil, frívolo, inconsecuente, incompetente, indigno, cobarde sin límites, incapaz, impreciso, acomplejado, veleidoso, ambiguo, inestable, insolvente, radical, confuso, perdedor, hooligan, maniobrero, taimado, chalanero, chisgarabís y sectario, entre otros. En ocasiones, la vicepresidenta Fernández de la Vega fue recibida en el Congreso con insultos como hija de puta y anoréxica.
Pero el quid de la cuestión no está en la forma, en si “indecente” es una palabra ofensiva para aludir de forma adecuada a una persona que convive y tolera la corrupción en su partido y en el Estado, y sobre la que recaen sospecha de que se beneficia de ella, sino en el fondo: que en un partido que ha dispuesto de un poder como ningún otro hasta ahora, la corrupción llega hasta sus cargos más altos y mancilla el Gobierno de España, de esa España que les preocupa tanto, pero que no han dudado en saquear de forma legal o ilegal.

Hace unos días, en la jornada de puertas abiertas del Congreso, Celia Villalobos rechazó agriamente una crítica de Pablo Iglesias con estas palabras: “Me fastidia que digas que mi partido es corrupto (…) mi partido es muy grande, tiene cientos de militantes, de cargos, y la mayoría somos personas honestas”. Puede ser cierto, pero eso no quita que en el partido de Villalobos, de Rajoy, de Cospedal y de Santamaría haya demasiadas personas poco honestas y otras tantas con la moral muy laxa y la mano muy larga.
Si hacemos un poco de memoria y repasamos las hemerotecas, tendremos como casos más recientes de esas actividades a los últimos comisionistas, De Arístegui y Gómez de la Serna, que se suman a Federico Trillo y Martínez Pujalte, los abultados gastos de representación de Ignacio Villa como director de la televisión manchega y los de Miguel Platón y Álvaro Renedo en Telemadrid, los favores del presidente de la Diputación de Almería, Gabriel Amat a empresas de amigos y familiares, la venta de viviendas sociales del IVIMA a fondos buitre con una rebaja del 30% de su valor y lo que sale cada día de ese pozo sin fondo, fruto de la megalomanía de Esperanza Aguirre, que es la Ciudad de la Justicia, que lleva gastados más de cien millones de euros y sólo se ha construido un edificio, sin uso, de los catorce que tiene un proyecto de 1.230 millones de euros.
Pero la lista de los casos de corrupción, es más larga; recordemos: Rodrigo Rato (Bankia), Carlos Fabra (fitosanitarios Vilar), Jaume Matas (Palma Arena), Gabriel Cañellas (Túnel de Sóller), Josep Juan Cardona, Antonia Ordinas y Felipe Ferré (Operación Scala), Francisco Gilet (caso Calviá), Eugenio Hidalgo y Jaume Massot (Caso Andratx), Gabriel Cardona y Antonia Gener (caso Xoriguer), Rafael Betoret (Orengae Market-Gurtel), Juan Cotino (Gurtel-RTVV), José Joaquín Ripoll, (caso Brugal), Sonia Castedo y Luis Díaz Alperi (PGOU Alicante), Enrique Crespo y Esteban Cuesta (Caso Emarsa, Valencia), Francisco Blaya y Domingo Valera (Caso Mazarrón), Josefa Marín (Caso Torre Pacheco), Francisco Granados (Operación Púnica, una trama de tramas), José Luis Baltar, “el cacique bueno”, (empleos, Orense), Alberto López Viejo (Guateque, Gurtel), Arturo González Panero (Gurtel), José Martínez García, Pedro Martínez Muñoz y Francisco Navarro (Caso Biblioteca, Librilla), Ricardo Romero de Tejada (tamayazo, tarjetas black de Bankia), Rafael Blasco (Cooperación), José Luis Olivas (Bancaja, Banco de Valencia, Bankia), Francisco González (caso Góndola, Mogán), Carmen Castellano (caso Faycan, Telde), Francisco Marqués y José López (La Zerrichera, Águilas), Pilar Barreiro y Antonio Cerdá (Caso Nova Cartago, Murcia), Juan Morales (Caso Totem, Totana), Javier Montoro (Caso móviles, Torrevieja), Francisco Gosálvez y Damiá Amengual (Caso Turismo Joven, Palma), Milagrosa Martínez, Rafael Betoret (Caso FITUR, Valencia) o el caso Pokémon, donde hay implicados del Partido Popular pero también del PSOE.
Otros casos están en período de instrucción, de otros nunca más se supo, como el del avión Yak-42, que se estrelló en Turquía con 62 militares españoles a bordo, que fue fletado a empresas que trabajaban con subcontratas para la OTAN. Otros, sobreseídos y resucitados, como el caso de la Gestapillo (la red interna de vigilancia del PP en Madrid), o prescritos, dada la lentitud de la justicia y la poca predisposición del Partido Popular a facilitar la labor de los jueces. Un caso famoso de dilación (y obstrucción), durante quince años, fue el de la privatización, por el equipo de Álvarez del Manzano, de la funeraria de Madrid en 1992, por un importe de 100 pesetas (0,60 euros de hoy), cuyo valor real era de 1.236 millones de pesetas (en 2011 el capital social de Funespan, la empresa beneficiaria, era 4.293 millones de euros). Un caso que ya anticipaba lo que habría de venir.
Los casos, evidentemente, no son semejantes ni en la calidad y cantidad de los imputados, ni en la tipificación de los delitos, ni en la magnitud de lo evadido, defraudado o despilfarrado. Hay casos locales y casos provinciales, y casos que son tramas de tramas, como Gurtel, de Francisco Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, o la Operación Púnica, cuyo principal implicado es Francisco Granados, redes que se extienden por varias comunidades autónomas, con decenas de implicados, y que se dividen en varias piezas para poder ser instruidos, dado su volumen.    
Los casos están rodeados por una orla de implicados, no siempre imputados y condenados, pero sí beneficiados por sus efectos, que componen las redes de clientelismo, que son características de la forma de gobernar del Partido Popular y de la laxa conciencia de sus dirigentes.
Y ante todo esto, la dirección del Partido Popular no puede alegar ignorancia ni el Gobierno afirmar con seriedad que se trata de casos aislados o de errores al designar a las personas para ejercer cargos de la máxima representación en el partido y en las instituciones del Estado. No mientras existan sospechas sobre la presunta financiación ilegal del partido, efectuada de manera centralizada, y contabilizada por los tesoreros, desde Rosendo Naseiro a Luis Bárcenas.
No mientras pesen sobre miembros del Gobierno, de la dirección del Partido y sobre el propio Jefe del Ejecutivo sospechas de haber incurrido en delito fiscal al haber percibido, presuntamente, complementos de sueldo, en sobres al margen de la nómina, facilitados por el senador y tesorero Luis Bárcenas.
A la vista de lo dicho, Pedro Sánchez se quedó corto.




martes, 15 de diciembre de 2015

Mucha cara


Good morning, Spain, que es different

En el televisado debate cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, el Jefe del Gobierno hizo alarde de cara dura; le echó rostro a la noche y con bastante displicencia presentó un balance de legislatura pródigo en bondades sin mezcla de mal alguno; un conjunto de aciertos, arrastrando la pesada herencia de Zapatero, digno de un gran estadista. De hacer caso a sus palabras resulta que, en estos cuatro años, en los que parecía que gobernaba Sánchez y que Rajoy había estado en la oposición, no ha habido recortes sino reformas estructurales, que, lejos de representar mermas en las prestaciones del Estado del bienestar y en las condiciones de vida y trabajo de millones de ciudadanos, en particular los asalariados y los estratos económicamente más débiles, han supuesto claras mejoras. La España descrita por Rajoy es la tierra de Jauja.
Según él, han subido las pensiones, los salarios, se ha creado un millón de puestos de trabajo, han aumentado las ayudas a la dependencia y a las mujeres, se ha extendido el subsidio de paro, se ha cumplido con los objetivos de déficit, se ha reducido la deuda del Estado central y la deuda pública. Y tampoco ha habido rescate financiero de la banca.
Al Jefe del Gobierno no le importó dejar por embusteros a algunos de sus ministros, cuyas palabras utilizó Sánchez, con tal de vender su florido fin de legislatura, que ha sido, ya digo, un milagro. Las cifras y las series que mostró Pedro Sánchez no le sirvieron, porque corresponden a la España tenebrosa que muestran los socialistas, frente a las que él exhibe, que son las propias de un gran país, con una gran proyección internacional, además.
Perdió la flema cuando Sánchez abordó el tema de la corrupción. Ahí quiso revolverse hablando del ERE de Andalucía y de algún caso más, pero falto de argumentos prefirió reprochar a Sánchez no haber sido el custodio de su decencia presentando una moción de censura, y hacer del asunto un caso de alusión al honor personal, exigiendo a Sánchez que rectificara. Lo que el socialista no hizo.
Pedro Sánchez estuvo brioso e incisivo, aunque en alguna ocasión no remató sus argumentos, por ejemplo, en el caso de la banca rescatada con fondos públicos, que, además, ha despedido a 70.000 empleados. O cuando Rajoy aludió a Narcís Serra, como consejero de Caixa Cataluña, además de citar a Rato en Bankia, Sánchez tenía el precedente de José Luis Olivas, ex presidente “popular” de la Comunidad Valenciana, implicado en la quiebra de tres entidades bancarias (Bancaja, Banco de Valencia, Bankia).
Sánchez estuvo beligerante, pero su reacción ha sido tardía, pues mostró una combatividad que ha faltado a lo largo de toda la legislatura, como Rajoy se lo recordó, cuando dijo que, si tan grave le parecía el asunto de la corrupción, tenía que haber planteado una moción de censura, y no lo hizo. Y ese será un gran error político, que el PSOE arrastrará durante mucho tiempo: haber dejado acabar tranquilamente la legislatura al gobierno más dañino de los últimos 30 años, el que cuenta con más casos de corrupción entre sus filas y el que tiene el presidente peor valorado de la etapa democrática, incluso entre sus propios votantes.
Esa actitud pasiva, que se concretó en la desastrosa “oposición responsable”, que por no ser oposición no podía ser responsable, es difícil de entender en el PSOE. Lo mismo ocurre con la resignada aceptación de las responsabilidades por la situación dejada por Zapatero, que era consecuencia de la confluencia de la crisis financiera internacional y el estallido de la burbuja inmobiliaria generada por el modelo de crecimiento puesto en marcha por Aznar al llegar a la Moncloa, basado en la liberalización de suelo público, en el crédito barato y en los estímulos fiscales al sector de la construcción.
Siendo fiel a su estilo, el Presidente Plasma ha hecho un bucle, pues concluye la legislatura igual que la empezó: mintiendo. Para ganar las elecciones no dijo lo que realmente pensaba hacer, sino que él y sus corifeos divulgaron lo que no pensaban hacer; ahora, cuatro años después de aplicar con mano de hierro un durísimo plan de austeridad sobre la población más indefensa, llega la hora de hacer balance y niega lo hecho con unas cifras que son pura ilusión. Es decir, mentir para llegar al gobierno y mentir al dejarlo, para poder volver a gobernar. Creyó que echándole cara podría salir airoso del trance, pero Pedro Sánchez, se la partió, metafóricamente hablando.

martes, 8 de diciembre de 2015

Tres aspirantes...

Good morning, Spain, que es different

 ... un excluido, una suplente y un ausente

Celebrado el esperado debate electoral “a cuatro bandas” (Sánchez, Iglesias, Rivera y Sáenz de Santamaría), en dos cadenas de televisión privadas -Antena Tres y la Sexta-, hay que decir que fue un buen espectáculo, ágil, interesante y entretenido; en cualquier caso, necesario.
Habiendo renunciado TVE a su función esencial de ser un servicio público para convertirse en un órgano de propaganda del Partido Popular, la labor de alentar la controversia entre partidos políticos durante la campaña electoral ha sido asumida por canales privados, los cuales eligen a los componentes con criterios que combinan el interés comercial -la cuota de pantalla- con el interés político nacional. Y eso se notó en el debate celebrado anoche, pues la elección de los ponentes se debía más a las expectativas de voto ofrecidas por las encuestas, que a la representación parlamentaria que ostentaban sus partidos.
De haberse tenido en cuenta esta circunstancia, Alberto Garzón, representando al tercer partido nacional, habría sido el quinto -no hay quinto malo- ponente de la noche. Lo cual abunda en la ya habitual exclusión de Izquierda Unida de los grandes foros, perjudicada por los efectos del sesgado sistema electoral que favorece el bipartidismo y ofrece ventajas adicionales a los dos grandes partidos en los medios de información de titularidad pública.
En buena lid, cada nueva confrontación electoral debería considerarse el inicio de una nueva época, y, por tanto, todos los concurrentes deberían disfrutar de las mismas oportunidades partiendo de cero, sin ventajas adquiridas en anteriores contiendas. 
En el debate de anoche, la intención inicial era enfrentar a Rajoy con los tres candidatos con más posibilidades de ocupar la Presidencia del Gobierno; enfrentar a tres jóvenes machos alfa con el viejo león, pero el viejo león, como ha hecho otras veces, rehuyó la pelea; es un viejo y astuto león que ejerce de rey de la selva a través de la tv de “plasma” y que ruge desde lejos. Gracias a tener la fuga como pieza fundamental de su estrategia, el viejo león ha llegado a donde está, mientras otros reyes de la selva, más jóvenes y ya destronados, se lamen las heridas. Rajoy, no. Pero ver los toros desde la barrera de Doñana fue un gesto feo, que dice muy poco del lema de la campaña electoral del Partido Popular “España en serio” -¿en serio?-. Fue un acto de cobardía disfrazado de olímpico desdén hacia los maltratados ciudadanos. Nada nuevo.
La Vicepresidenta, que, amparada en el argumento de que en el PP hay un equipo sobrado de gente preparada, acudió al debate para reemplazar a Rajoy, intervino con su habitual tono de marisabidilla y demostró que tiene la cartilla aprendida, pues recitó con firmeza los mantras de Génova -herencia recibida, situación difícil, mantener las pensiones, España crece, se crea empleo, ley de transparencia, unidad de España-, mintió con igual frialdad sobre lo que no pudo rebatir -rescate, deuda pública, déficits incumplidos, paro, corrupción-, se quejó de haber tenido que gobernar en solitario, olvidando los pactos ofrecidos por el PSOE, y acusó a Zapatero de no haber llenado lo suficiente la reserva de las pensiones, que el Gobierno ha vaciado con prisa (de 67.000 millones en 2011 a 34.000 en 2015).
Santamaría, que sacó a Pedro Sánchez casi dos minutos más de tiempo y unos segundos al resto, trató a sus oponentes como si fueran recién nacidos o recién llegados a España, y el único momento en que bajó la guardia fue cuando se trató el problema de la violencia machista.
Pedro Sánchez estuvo convincente sólo a ratos, pudo haber sido más incisivo con la Vicepresidenta, a la que puntualizó en ocasiones, pero mostró la debilidad congénita de los últimos dirigentes del PSOE.
Efectuó algunas propuestas interesantes, pero arrastra el vacío de cuatro años. En seis meses no se pueden levantar el legado de Zapatero y los efectos de la “oposición responsable” con que el PSOE ha disfrazado su desorientación y su pasividad ante el peor gobierno de España en décadas, las agresiones contra las clases subalternas, la corrupción y la manipulación de las instituciones realizada por el Partido Popular. El PSOE ha llegado al final de la legislatura consciente de que no ha hecho los deberes, y uno de ellos era proponer una moción de censura, en una legislatura que cabe de calificar de antológica, tanto por el fondo como por la forma de gobernar. La moción de censura era una batalla a plantear, que no se podía ganar, pero que, por mor de la “oposición responsable”, por ética y por estética, estaba por lo menos obligado a intentarlo, pues hay batallas políticas que hay que darlas, aunque sea para perderlas. Y la moción de censura era una de ellas.  
Como en ocasiones anteriores han hecho sus predecesores, Sánchez pidió el voto para el PSOE como el único partido capaz de derrotar al PP; el voto útil, de última hora, para recoger la cosecha de algo que no ha sembrado.
Iglesias y Rivera partían con la ventaja de ser nuevos en la plaza y carecer de experiencias de gobierno; son dos fuerzas que han modificado, o quizá deshecho, el bipartidismo y que seguramente obligarán a cambiar el sistema de representación política.  
Rivera salió fuerte, seguro, como con prisa, un tanto forzado en gestos, y quizá obligado por su trayectoria ascendente, se le vio impaciente. Estuvo resuelto, pragmático y propositivo. Mostró acuerdos puntuales con unos y otros (otra) y se esforzó en recalcar la diferencia entre lo que ofrece la nueva política, de Podemos y Ciudadanos, y la vieja política del PSOE y del PP, al que arreó un buen mandoble cuando mostró una página de periódico sobre el caso Bárcenas; esta es la causa, dijo, de que Rajoy no esté aquí. Un buen golpe de efecto.
Rivera ofreció una proyección nacional incluyente y su disposición a dialogar y a llegar a acuerdos por el bien del país. Se mostró como un gran reformista, del centro derecha neoliberal.
En el polo opuesto, por vestimenta y actitud, estuvo Pablo Iglesias, que manejó con habilidad la mezcla de cifras y datos sobre la legislatura para criticar al PP, aunque Sánchez también se llevó algún capón, con la prédica general que le es tan cara, retórica que le llevó a meterse innecesariamente en algún charco. Pero estuvo convincente y no disimuló su intención de robar votos al PSOE al señalar, en cuanto tenía ocasión, y tuvo muchas, el trecho que va de lo que dice el PSOE cuando está en la oposición a lo que hace cuando gobierna.
Favorecido por la suerte, pues fue el último que habló en el minuto final, tuvo el acierto de repasar de manera rápida lo que ha sido la legislatura y de lanzar un lírico mensaje de optimismo y de esperanza en el futuro.  

domingo, 6 de diciembre de 2015

Rosa Parks

Con los dramáticos precedentes de los asesinatos de los miembros de la Asociación para el Progreso de la Nación de Color (NAACP), George Lee y Lamar Smith, en Misisipi, en mayo y junio de 1955, y del secuestro y posterior asesinato del adolescente negro Emmet Till, en el mismo estado, en agosto del mismo año, el día 1 de diciembre, la costurera afroamericana Rosa Lee Parks[1], miembro también de la NAACP, se negó a ceder a un hombre blanco el asiento que ocupaba en un autobús de Montgomery (Alabama), cuando, cansada de trabajar, regresaba a su casa. La única cansada era yo; cansada de ceder, dijo. 
En otras ocasiones se había negado a subir al autobús por la puerta de atrás, reservada a los negros, y el conductor la reconoció. Como otras personas que, en Montgomery, habían sido detenidas ese año por la misma causa -Claudette Colvin, en marzo, y Mary Louise May, en octubre-, fue detenida y condenada a pagar una multa de 14 dólares. Además perdió su empleo y más tarde tuvo de cambiar de domicilio a causa de las amenazas recibidas, pero su acto suscitó un boicoteo a la compañía de transportes, que duró más de un año y acabó con la segregación en el transporte público.
El boicot, promovido por la NAACP y llevado a cabo entre amenazas y coacciones de racistas blancos y de autoridades locales -hubo casi cien personas detenidas mientras duró-, dio a conocer públicamente la figura de Martin Luther King, y luego, al extenderse a otras ciudades como forma de protesta, suscitó las primeras movilizaciones a favor de los derechos civiles para la población de color.



[1]En 1996, Rosa Lee Parks recibió la medalla Presidencial de la Libertad y, en 1999, la medalla de Honor del Congreso. Falleció el 24 de octubre de 2005, a los 92 años de edad.

Críticos con la Carta Magna

Constitution Day.
"En la Constitución, como armazón legal del nuevo Estado, se refleja la ambigüedad del proceso de reforma del Régimen y se legitima el resultado de esa mixtura de lo viejo y lo nuevo: un Estado híbrido que subsume un Estado de hecho no cuestionado (por la aceptación del régimen surgido de la guerra civil, expresado en el respeto a personas, instituciones y a aquella legitimidad remota) y un Estado de derecho, basado en una nueva legitimidad, que introduce límites y divisiones en el poder político, derechos democráticos y garantías individuales. 
Esta ambivalente remodelación del Estado, que combina elementos de continuidad y de renovación, plasmada en el proyecto de Constitución es criticada por la izquierda radical, que rechaza tanto el contenido de la Carta cuanto el procedimiento adoptado para elaborarla -el consenso parlamentario- y para ratificarla -el referéndum-. 
Con diversos matices, las organizaciones radicales critican la persistencia de viejas instituciones y la timidez de los nuevos rasgos progresistas pero sobre todo el rumbo ideológico que marca el articulado, pues, a sus ojos, por debajo de una función simbólica, integradora y aparentemente neutral, la Carta fundacional del nuevo régimen legitima otra forma de dominación social de los poseedores de capital amparada por la monarquía parlamentaria. 
Procedente de un dictamen triunfalista sobre la correlación de fuerzas, otro motivo casi general de rechazo de la izquierda radical reposa en la estimación de que la Constitución no recoge las aspiraciones que han llevado a los trabajadores y a las demás clases populares a enfrentarse con el régimen franquista.
En líneas generales podemos decir que la lectura y crítica de la Constitución se realiza partiendo de ciertos ejes que, a juicio de estos partidos, señalan las grandes tensiones sociales en el momento constituyente: la tensión entre monarquía y república a la hora de decidir sobre el Estado postfranquista; la tensión entre sexos a la hora de plasmar en la Carta los derechos de la mujer; la tensión entre centro y periferia a la hora de decidir entre los proyectos autonómicos y el derecho de la nacionalidades a la autodeterminación; la tensión entre los valores laicos y los católicos a la hora de plasmar los derechos civiles; la tensión entre clases sociales, expresada en los intereses del capital y del trabajo a la hora de definir el modelo económico; la tensión entre la soberanía nacional y el capital extranjero; la tensión entre las libertades ciudadanas y las atribuciones del Estado al decidir sobre los mecanismos que permiten vigilar y controlar el ejercicio del poder político. 
Del tratamiento dado por la Constitución a estas contradicciones surge, según los discursos de la izquierda radical, un proyecto que legitima la restauración de la Monarquía, un poder ejecutivo fuerte, un Estado centralista, un sistema productivo capitalista, el papel garante del orden constitucional confiado al Ejército, la decisiva influencia de la Iglesia católica, un modelo familiar inspirado en el patriarcado, la apertura del aparato productivo y financiero al capital extranjero, especialmente norteamericano, y la tutela política y militar de los Estados Unidos. Razones por las cuales las organizaciones de la extrema izquierda rechazan la Constitución. En principio, porque, luego, dos de ellas, el Partido del Trabajo de España (PTE) y la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), modificarán su postura antes del referéndum".
Fragmento del Capítulo VI del libro El lienzo de Penélope. España y la desazón constituyente (1812-1978), Madrid, La catarata, 1999.