Good morning, Spain,
que es different
Confieso que estos muchachos y muchachas de Podemos me
dejan perplexo. Cada día que pasa aportan algún concepto nuevo a la nueva
política, y con ocasión del Aberri Eguna, día de la Patria Vasca, día del PNV o
conmemoración de la fausta jornada en que Sabino Arana descubrió que no era
español sino vizcaíno, han lanzado unas cuantas novedades a la centralidad del
tablero.
La gran aportación política ha sido la decisión de
participar en los actos de una festividad que hasta ahora sólo celebraban los
partidos nacionalistas, tratando de dar una apariencia de normalidad a esta
participación, que “no es osadía, sino afán de convivencia, no cálculo sino
compromiso”. El lema elegido -“la patria es la gente”- justifica la participación
en la fiesta con la idea de sumarse a lo común. Como en otras partes, Podemos
es el partido (o lo que fuere) de la gente; de la gente frente a la casta, de
los de abajo frente a los de arriba, ahora que la división izquierda derecha
está, al parecer, superada (o al menos, hasta no hace tanto tiempo parecía que
lo estaba). Por tanto, donde esté la gente, allí estará Podemos. Como los
festejos los organiza el PNV, cabe concluir que en Euskadi no hay casta.
Pero el asunto no es menor (sino mayor, como diría Rajoy en
las célebres jornadas de Talavera), pues cabe preguntar si toda la gente vasca comparte
el sentido de esa festividad, y hay que responder que no. Con lo cual, la
alegre muchachada de Podemos se ha sumado a la gente que dice que la patria es
de ellos, porque ellos son la verdadera gente vasca y, por tanto, la verdadera
patria. No se inventa una patria para dejársela a otros; la patria es un tesoro
reservado siempre a los auténticos.
La participación en el Aberri Eguna no será excepcional, ya
que en Podemos se plantean celebrar otros actos de fuerte contenido nacionalista,
como el 25 de octubre, aniversario del estatuto de Guernica, y el 7 de octubre,
aniversario de la formación del primer gobierno vasco en 1936, presidido por
José Antonio Aguirre. Ni parece casual sino una apuesta decidida, pues, en un
tiempo “que no es de frentismo sino de convivencia”, quieren defender “un
proyecto de convivencia inclusiva” (no les basta con que sea incluyente), donde
quepan “todas las identidades nacionales”, que, partiendo del estatuto vasco –“un
punto de partida, no de llegada”- llegue a reclamar “el derecho a decidir en un
marco bilateral”, que es lo que actualmente postula el PNV, lejos ya de la
época de Ibarretxe, mediante un pacto con el Estado (España).
De ello se deduce, que Podemos renuncia a disputar la
hegemonía a los partidos nacionalistas y se dispone a seguir cómodamente en la
estela marcada por el PNV; a la zaga de la burguesía vasca. Lo cual parece una muestra de
falta de madurez, de ignorancia o de desprecio hacia lo que ha sucedido en el
País Vasco desde hace medio siglo y hasta hace sólo cuatro años, o quizá un
resultado de la novedad y simplicidad con que perciben el orden de las cosas estos
muchachos y muchachas, que acaban de llegar a la política y a la vida adulta
con la pretensión de indicar que ellos tienen soluciones que convienen a todos:
que se pare el mundo que hemos llegado nosotros y podemos arreglar los
desperfectos.
Una muestra de este adanismo son las palabras de la
donostiarra Nagua Alba, secretaria general de Podemos Euskadi -“La nuestra es
una patria en la que la ciudadanía debe poder decidir su futuro libremente,
donde los derechos sociales están asegurados y que es solidaria con otros
territorios”-, que, con una declaración voluntarista olvida, primero, que en el
País Vasco la población no nacionalista, durante 50 años no ha podido decidir libremente
ni su futuro ni su presente, si aspiraba a ese fundamental derecho que es
conservar la vida y la hacienda propias o de sus allegados. Y eso no se borra fácilmente
de la memoria de las personas que han padecido el terrorismo etarra, que son muchas. Y en segundo
lugar, que la estrategia de los nacionalistas vascos, nacionalistas, como los
catalanes, de zona rica, con alto nivel de vida, persigue todo lo contrario,
que es no ser solidarios con otros territorios peor dotados por el clima o la
naturaleza o maltratados por la suerte o por la historia.