No
había previsto que el disfrute de un rato de ocio en una mañana invertida en
“culturearme” un poco, pudiera tener una utilidad política tan inmediata como
para servir de reflexión sobre las pretensiones del gobierno mejicano de que
España debe pedir perdón por hechos ocurridos hace 500 años.
No voy
a responder a la pretensión de solicitar y conceder perdón con tanto retraso
por unos hechos vistos desde hoy y con valores de hoy, para juzgar actos de
hoy, dejando de lado otros hechos que también existieron y cuya existencia sólo
un ciego, o un ignorante, puede negar.
Tampoco
quiero aludir al momento preciso en que se produce tal petición -¿otra
consecuencia del “procés”?-, porque me apartaría del motivo de este texto, que
es comentar una parte de la obra expuesta en el Museo de América, que responde
en cierta manera al argumento de que los españoles perpetraron un genocidio en
América.
El
museo ofrece a todo el que la quiera ver, por la módica cantidad de 3 euros, si
no es estudiante, profesor o jubilado, una colección de cuadros de gran tamaño
(que no tuve el cuidado de fotografiar) sobre el mestizaje, mostrando los
diversos resultados de los cruces sucesivos entre miembros de las tres razas
-blanca, negra e india- presentes en América, y las denominaciones de sus
diferentes grados (criollos, mulatos, mestizos, cuarterones, castizos, etc).
Sobre el mismo tema, se puede encontrar, también, una
disposición de Carlos I dirigida a los gobernantes de aquellas tierras
solicitando información sobre lo que veían y tenían a su cargo, que reproduzco
a continuación, sin más comentario, aunque merece muchos.
“Real Cédula de Carlos I, de 19 de diciembre de 1533:
El Rey:
Presidente y oidores de nuestra Audiencia
y Chancillería real que está y reside en la ciudad de Tenochtitlán, México, de
la Nueva España.
Porque queremos tener entera noticia de
las cosas de esa tierra y calidades de ella, os mando que luego que ésta
recibáis hagáis hacer una muy larga y particular relación de la grandeza de esa
tierra, así de ancho como de largo, y de sus límites: poniéndolos muy
específicamente por sus nombres propios y cómo se confina y amojona por ellos.
Y asimismo, de las calidades y extrañezas que en ella hay, particularmente las
de cada pueblo por sí, y qué población de gentes hay en ella de los naturales,
poniendo sus ritos y costumbres particularmente.
Y asimismo qué vecinos y moradores de
españoles hay en ella, y dónde vive cada uno y cuántos de ellos son casados con
españoles y con indias, y cuántos por casar.
Y qué puertos y ríos tienen, y qué
edificios hay hechos, y qué animales y aves se crían en ellas, de qué calidades
son.
Y así hechos, firmadas de vuestros nombres la enviad ante Nos al nuestro
Consejo de Indias. Y juntamente con la dicha relación, nos la enviaréis pintada
lo más acertadamente que ser pudiere todo lo susodicho, lo que se pudiere
pintar, que en ello nos serviréis.”