Noticias viejas para estar al día
Después
de un breve tira y afloja, el grupo italiano ENEL, que cuenta con el 30% de
capital público, acaba de comprar el 25% del capital de ENDESA a la empresa
española ACCIONA, con lo cual alcanza más del 90% del capital de la eléctrica.
De este modo, una importante empresa pública española, que había dejado de
serlo al ser privatizada, ha pasado a ser ahora una empresa pública italiana.
Pero volvamos la vista atrás.
ENDESA
fue una de las empresas públicas privatizadas más grandes y con mejores
resultados. En 1995, junto con REPSOL y Telefónica obtuvo más de 500.000
millones de pesetas de beneficios (más de 3.000 millones de euros). El PSOE la
privatizó un 31%, en dos tandas, y luego, un 55%, lo hizo Aznar, que la puso en
manos de un equipo de adeptos presidido, primero, por Martín Villa y después
por Manuel Pizarro, el cual se opuso en 2005 a venderla a Gas Natural, apoyado
por el PP, que, desde la oposición, armó la marimorena para impedir la
operación.
Recordemos
que Esperanza Aguirre, legitimando las demandas políticas de Carod Rovira,
afirmó que si Gas Natural compraba ENDESA, la empresa saldría del territorio
nacional. Claro que eso no impidió que tanto la eléctrica como el PP apoyaran
la venta al grupo alemán E.ON. Antes alemana que catalana fue la consigna y la
oferta preferida por Pizarro, que al fracasar provocó su dimisión.
El
Gobierno de ZP, careciendo de guión también en este caso, se enzarzó en un
debate político-económico con el PP, con el Estatut
al fondo, maniobró torpemente y acabó forzando una cogestión de ENDESA entre la
española ACCIONA y el grupo italiano ENEL, alianza que acaba de deshacerse.
ENDESA
ha pasado a manos de ENEL y ACCIONA ha obtenido 1.900 millones de euros de
plusvalías por una venta que asciende a 11.000 millones en números redondos, que
servirán para enjugar las pérdidas y los créditos que acumula por sus fallidas
operaciones como empresa constructora.
Con
la venta de ENDESA, el grupo energético español ha perdido posiciones
estratégicas en América Latina (Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Perú) y ha
dejado a su competidora italiana en posición destacada en el Mediterráneo. Así
que desde el punto de vista de los intereses nacionales, la operación puede
calificarse de poco brillante, pues traiciona al menos dos de los objetivos
explícitos -la expansión iberoamericana y el capitalismo popular- con que Aznar
y su vicepresidente Rato justificaron aquellas privatizaciones.
Pero
desde la OCDE parece que se solacen con operaciones de este tipo, pues nos han dado
las gracias por abrir nuestros mercados. Un informe reciente señala que, en los
últimos 10 años, España ha realizado un
amplio, profundo y sostenido proceso de reformas para abrir más sus
mercados a las presiones competitivas.
España, que ha pasado del puesto 19º en 2003 al 7º en 2008, ha sido el país, de
los 30 que son miembros, que más posiciones ha avanzado en reducir los límites a la adquisición de acciones de empresas públicas
por extranjeros, superando en
ocasiones con creces las exigencias de la UE. El Informe afirma que España ha hecho bien los deberes. Pues,
¡Qué bien! ¡Qué buenos alumnos somos! ¡Qué aplicados discípulos neoliberales!
Pero
no hay que alegrarse demasiado por este afán liberalizador si atendemos las
advertencias que Miguel Boyer, un reconocido adalid del mercado libre, ex ministro
del PSOE, hoy en FAES, hacía en un reciente artículo (El País, 28-XI-2008), en
el que apostaba por el Estado español antes que por la oferta de la rusa Lukoil
para adquirir REPSOL: España ha ido a la
privatización de empresas con una ingenuidad excesiva respecto a las prácticas
de sus vecinos de la Unión Europea (con la excepción del Reino Unido). En
efecto, tanto Francia, en Electricité de France, e Italia, con ENEL y el ENI,
han mantenido participaciones estatales determinantes para orientar la gestión
de sus grandes empresas del estratégico sector de la energía en el sentido de
los intereses nacionales. Jugar con
las reglas de un liberalismo puro, como si el sector de la energía estuviese
compuesto por pequeñas empresas en libre competencia, en vez de ser un
oligopolio de gigantes operando en un mercado que explota recursos naturales
limitados y que, desde su origen a principios del siglo XX, ha sido un factor
geopolítico clave, es un juego de una candidez inusitada. Más claro, el
agua.
¡Qué
cara de gilipollas se les debe de haber puesto a algunos de nuestros sinceros e
ignorantes conversos al ultraliberalismo al leer a este maestro! Y qué cara de
estafados se nos ha puesto a quienes hemos visto como Aznar disponía de bienes
públicos, que son patrimonio colectivo, para enriquecer a sus amigos, que ahora
se los venden al gobierno de Berlusconi. Otro gestor ejemplar.
Nueva
Tribuna, 23-2-2009
http://economia.elpais.com/economia/2014/07/30/actualidad/1406751950_803651.html