miércoles, 28 de enero de 2015

Uniforme pluralidad

Good morning, Spain, que es different

Esta mañana, cuando he ido a comprar periódico me he encontrado con que, al menos, cuatro diarios de tirada nacional, editados en Madrid -El País, El Mundo, La Razón y ABC-, ofrecían la misma portada, que es un anuncio del Banco Santander.
Seguramente sin querer, Ana Patricia Botín, al hacer coincidir portadas y contraportadas, ha señalado un problema grave del sistema de producción de noticias de este país, que es la coincidencia de contenidos por su escora a la derecha.
La pluralidad es más formal que real, pues las líneas editoriales corren bastante parejas, como señalaba hace poco tiempo la Vicepresidenta, cuando incluyó a El País en el grupo de medios serviles, y hoy, esa formal pluralidad ha quedado borrada con la primera y la última plana, que componen una sobrecubierta y las páginas interiores, con un gran anuncio del Banco Santander. Lo cual es un alarde de poderío, porque hace coincidir el fondo y la forma de la información, y consigue determinar, en cuatro diarios, cuál es la noticia más importante del día para todos y cada uno de ellos, la que merece la primera y la última plana, la que mejor refleja la actualidad, el alfa y el omega de la realidad: que es el anuncio de un banco. El que paga, manda, así de claro.    
El anuncio, de cuatro páginas a color, no es cualquier cosa, sino la promoción de una estratégica línea financiera de cara a los estudiantes, que sale al paso de las carencias de este país, ya que pretende suplir, desde el campo del negocio privado, lo que el Gobierno está triturando en el ámbito de lo público. Dos frases que abren la información interior- “Un compromiso con la educación y el futuro” y “Becas para un futuro mejor”- vienen a decir: chicos, chicas no os preocupéis, lo que no hace el Gobierno lo ofrece el Banco Santander.
El anuncio se titula “Generación encontrada”, como una respuesta en positivo a la idea pesimista de “generación perdida”, y está ilustrado con fotografías de jóvenes dinámicos y optimistas y frases entusiastas, llenas de pretendido ingenio, que no son más vacuidades salidas del manual de una escuela de negocios o de una acelerada sesión matinal de “brain storming”: A ver, chicos, pensad en unas frases que reflejen espíritu juvenil, afán emprendedor y una sana rebeldía comercial, pero sin criticar el sistema, ni proponer alternativas bolivarianas. Y este es el resultado: “Porque tengo la capacidad y la responsabilidad para afrontar desafíos”, dicen que dice un tal Daniel, de 22 años, que seguramente es un becario de la agencia que ha producido el anuncio, que trabaja 10 horas por cuatro cuartos. “Porque el futuro es el lugar donde voy a estar el resto de mi vida”, dice un tal Gustavo”, frase que puede ser de otro becario. “Porque no creo en la resignación”, afirma un tercer becario, que piensa en pedir ya un crédito al banco y abandonar la agencia. “Porque nos merecemos la oportunidad de demostrar de qué somos capaces”, afirma una chica, María, que no puede faltar en la cuota de lo políticamente correcto y de lo financieramente conveniente, porque al banco, a la hora de conceder créditos lo mismo le dan los chicos que las chicas. “Porque no nos queremos arrepentir de lo que no hemos hecho”, dice otra, Patricia, que no sabemos lo que ha hecho o lo que quiere hacer. “Porque es ahora a nunca”, concluye Alberto, que parece dispuesto a pedir una beca hoy mismo.
El anuncio concluye, ya en la contraportada, con una frase entre corchetes, que tiene resonancias de la época aznariana: “5.000 nuevas oportunidades”, y la fotografía de una jovencita con los brazos alzados y el sol en la cara, mirando al futuro con una sonrisa un tanto forzada -sonrisa Profident-, asomando por el techo de lo que parece un coche descapotable.
El anuncio viene avalado, no se sabe si financiado, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, en lo que parece una de esas muestras de colaboración entre las universidades públicas y las empresas privadas, que tanto gustan al señor ministro del ramo.  

El anuncio se publica hoy, día de Santo Tomás de Aquino, patrón de los estudiantes, pero más parece un anuncio propio del día 4 de noviembre, San Carlos Borromeo, patrón de la banca.

domingo, 25 de enero de 2015

¿Otro bluff?


Respuesta de Altamira al texto "Podemos deben cambiar".
 
Querido Pepe, tu intención es buena, pero el material que pretendes cambiar no lo es. La gran decepción de Podemos ha sido que sus dirigentes, la mayoría de ellos, no tienen una ideología revolucionaria que sea el motor de sus acciones. De ahí sus muchas incoherencias. El objetivo es ganar. ¿Para qué? Son tantas las contradicciones y la falta de transparencia, su soberbia, que la gente de buena fe, como éramos y somos muchos de nosotros, no les vamos a acompañar en este viaje a no se sabe dónde.
Qué lejos están de nuestra generosidad y de nuestra entrega para democratizar la sociedad en la que nacimos. ¡Qué lejos! No me identifico nada con ellos y me refiero lógicamente a sus dirigentes. Por los territorios van eligiendo a personas similares y marginando a quienes piensan de otra manera aún dentro de su organización. Todavía pienso que hay clases sociales, que hay derecha e izquierda, que han mujeres y hombres, en fin, tengo clara cual es la base de las desigualdades.
El problema no es que no sepan. Es que no quieren contar a donde se dirigen. Por eso no te atenderán en tus consejos.
En fin, para mí han pasado de ser una esperanza a ser una gran decepción. Un bluf.
Besos,
Altamira

jueves, 22 de enero de 2015

Recuperar poder

¿Qué hacer? ¡Recuperar poder!

Good morning, Spain, que es different

Señaladas la falta de legitimidad del régimen y del gobierno, lo que procede es poner remedio cuanto antes a esta situación, pues para otros problemas ya se han arbitrado soluciones con inusitada presteza.
Los males del modelo económico y del sistema financiero han encontrado rápido remedio o, mejor dicho, el Gobierno y la Troika nos han impuesto la onerosa solución de sanearlos con paro, empleo precario, bajos salarios y dinero público entregado a espuertas, sin contraprestación alguna, pero, ¿cómo se sanean y mejoran el sistema de partidos, la vida parlamentaria o el sistema judicial, y se ponen sin condiciones ni reservas al servicio de la ciudadanía? o ¿cómo se entrega el gobierno a los mejores o se devuelve a la gente la confianza en las instituciones públicas?
Sólo hay una forma de cerrar la brecha entre el país real y el país oficial, entre la sociedad y las instituciones públicas, entre la débil posición de la ciudadanía y la fuerte posición de sus representantes políticos, y es que la ciudadanía deje de ser una masa dócil e inerte y recupere el poder del que fue despojada.
Recuperar poder no es emular hoy la toma del palacio de Invierno de los zares, ni asaltar el de verano de los Borbones en La Granja, ni “okupar” la Moncloa o la Zarzuela más allá de un escrache, sino un proceso que empieza con la certeza de lo que se ha perdido.
Por varias y justas razones, los ciudadanos -como votantes, como trabajadores, como consumidores, como contribuyentes- deben asumir más poder; más poder sobre sus vidas, sobre su trabajo, sobre el destino de sus impuestos, sobre sus representantes, sobre su futuro, y reconquistar un poder perdido hace décadas y apenas recuperado en la mitificada Transición.
La primera razón, de índole política, alude a los derechos civiles, porque los ciudadanos son los teóricos depositarios de la soberanía nacional. Si es cierto lo que recoge la Constitución, ¿qué hay de ilógico o de imprudente en que la recuperen para acometer los cambios que estimen pertinentes? Ya es hora de que la figura política del ciudadano, nacida a principios del siglo XIX con la Constitución de 1812, alcance, tras muchas vicisitudes y saltos atrás, la madurez que le corresponde a comienzos del siglo XXI.
La segunda, de índole económica, alude al más elemental derecho del consumidor en la economía de mercado: el que paga exige y debe ser resarcido si el producto adquirido no le satisface o no se ajusta a lo convenido. En este sentido, quienes están costeando con el empeoramiento de sus niveles de vida deudas ajenas y una recuperación económica que no les alcanza, tienen más derecho que nadie a ser tenidos en cuenta a la hora de decidir sobre este asunto.
La tercera razón, de higiene democrática, alude al necesario saneamiento del marco público, que exige deponer a quienes han gobernado mal, lo han hecho en provecho propio, han confundido los intereses públicos con los privados, se han corrompido o permitido que otros se corrompieran; la higiene democrática impone desposeer del poder a los malos gestores, a los políticos venales y a los profesionales de la puerta giratoria, que comunica la administración pública con los negocios privados.
La cuarta razón es estratégica. Carecemos de visión sobre el futuro inmediato y mucho menos de horizonte. La única certeza que el Gobierno ofrece a la mayoría de los ciudadanos es prolongar el presente y, salvo para las clases alta y media alta, seguir instalados en la precariedad, con un sistema económico cada día más dependiente a medida que crece una deuda financiada con más deuda.
Estamos metidos en un laberinto y carecemos de guías. En el mejor de los casos, estamos guiados por políticos ciegos o cortos de vista, cuyo horizonte no supera el tiempo de una legislatura, y en el peor, por personajes mediocres y ambiciosos o por sujetos interesados en medrar personalmente con el derribo del país.
Ya es hora de que los ciudadanos confíen en sí mismos y en la cooperación de sus esfuerzos, y tomen su destino en sus propias manos. Es hora de efectuar una revisión a fondo de todo lo que tenemos y de todo lo que queremos por medio de un gran debate nacional, pues dada la magnitud del desastre generado por la recesión y la dimensión general que tienen los problemas que hay sobre la mesa, todo aboca a un proceso constituyente. No existe una salida más justa, legítima y democrática.
Es menester iniciar un nuevo proceso, este sí, verdaderamente constituyente, con un parlamento elegido con criterios proporcionales y convocado sólo para ese fin, que termine la obra comenzada en 1976-1978, con objeto de dejar atrás definitivamente la dictadura, de tal modo que el hoy agonizante régimen político surgido de la Transición no sea una etapa intermedia entre el franquismo de Franco y el neofranquismo de sus herederos.

Trasversales, Publicoscopia

18-1-2015.

Podemos debe cambiar

Good morning, Spain, que es different

Los de Podemos se complican la vida tontamente. Con lo fácil que es hacer las cosas bien... cuando se sabe cómo hacerlas. Pero en Podemos parece que no saben cómo se hacen bien las cosas, por lo menos electoralmente. Deben olvidarse de su papel en las tertulias televisadas, de quejarse de que aquí o allá les tratan mal o no les tratan -pues, ¿qué esperaban?, parecen turistas-, olvidarse del mensaje triunfal y de la difusión de un (presunto) comportamiento virtuoso frente a los vicios de la casta y centrarse en el programa; en explicar que lo que proponen es positivo, no porque lo digan ellos, que son virtuosos, sino porque es objetivamente bueno para la gente corriente y en particular para los más necesitados de apoyo.
Defender el programa partiendo de la presunta virtud de quien lo propone tiene el peligro de que el programa pierda credibilidad, si los ataques al proponente, que es lo que le toca hacer al adversario, logran mostrar que la virtud no es tanta como la que se la presumía.
En vez de repetir: somos buenos, honrados, transparentes, democráticos y además vamos a ganar por goleada, deben adoptar un tono más humilde -bajar de la tarima de los profesores- y explicar su programa, que bastantes incoherencias tiene, en términos comprensibles para la gente corriente, dejando el lenguaje de los universitarios y las referencias al pesado de Laclau, al que aluden como último gurú de la política.
Deben formular unas pocas ideas fuerza -como la de "la casta", término impreciso desde el punto de vista sociológico, pero un gran acierto desde el punto de vista de la propaganda-, que sean verosímiles y unos planes que sean realizables en este siglo y tengan en cuenta la correlación de fuerzas para llevarse a cabo, lo cual tampoco dejan claro.
Y además deben acudir a la calle, sacar la gente a la calle, que la política "del pueblo" se hace con infantería, pero sacar la gente a la calle contando con la gente, con las organizaciones de la gente y por los problemas de la gente, no por las necesidades tácticas de Podemos.
Lo otro: el discurso triunfal y la venta de la virtud de los dirigentes es muy peligroso, porque es muy difícil escapar al riguroso escrutinio de sus adversarios sobre sus puntos flacos, que se está viendo que los tienen, como las aventurillas económicas de su Cúpula (los ingresos de Monedero y la beca de Errejón) y los negocios familiares de la novia del jefe.
Entiéndase lo anterior como dicho con el máximo respeto y con el fin de ayudar a una organización que, en unos pocos meses, ha hecho cambiar por completo el panorama político en España (y puede que más allá) y que por eso mismo ha contraído una responsabilidad de la que no sé si su núcleo dirigente es muy consciente.

miércoles, 21 de enero de 2015

En castellano

En este asunto, no se debe hablar de lenguas sin hablar de economía; ni admitir que la promoción o la prohibición de usar una lengua es sólo un problema militar, sino con más frecuencia económico. El castellano es la lengua franca en España, es decir la lengua que permitía y permite entenderse con personas de todas las latitudes, es decir, la lengua de los negocios, la lengua necesaria para establecer un mercado nacional y para desarrollar aquí la revolución industrial. El fabricante de camisetas de punto de Mataró -zona industrial unida a Barcelona por la primera vía férrea de España, lo que prueba "la opresión militar" del Estado-, si quería vender camisetas en el resto de España tenía que hacerse entender hablando castellano. El castellano era la lengua que permitía a Barcelona disputar a Cádiz el monopolio del comercio con las provincias de ultramar, y el castellano era la lengua de la oligarquía azucarera (la sacarocracia) y tabaquera de Cuba y Puerto Rico, formada en gran parte por catalanes. La lengua es la lengua, pero la pela es la pela.

domingo, 18 de enero de 2015

Régimen ilegítimo


Good morning, Spain, que es different

El renqueante régimen político vigente sufre desde hace años un considerable deterioro. Se ha dicho que es por culpa de la crisis financiera y de las medidas de austeridad aplicadas, en teoría, para salir de la recesión económica. Pero esa es una explicación unilateral, simple y además interesada.
Es cierto que la crisis ha acentuado la preocupación de los ciudadanos por los problemas del país y, por tanto, la percepción de sus males, pero no hay que creer a pies juntillas lo que dicen las lenguas de doble filo, porque desde hace bastante tiempo, para quienes los quisieran percibir, había signos alarmantes que indicaban la progresiva putrefacción del sistema.
Lo que ocurre es que el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera ha estado acompañado por el estallido de la corrupción y el clientelismo, es decir, por el conocimiento público de una gran cantidad de casos de venalidad política, unos investigados en fecha reciente y otros, ya viejos, llegados ahora a los juzgados y utilizados, por unos y por otros, como armas arrojadizas en el mediocre debate entre los políticos y sus partidarios, con el consiguiente reflejo en los medios de información.
Ha sido un rasgo peculiar de la España contemporánea la velocidad con que el régimen político recién fundado empezó a deteriorarse y, por tanto, son antiguas las prácticas de los gestores públicos que se han alejado de lo correcto, como olvidar promesas electorales, gobernar con prepotencia y abuso de la mayoría absoluta, repartirse los cargos entre los grandes partidos, utilizar las instituciones del Estado para obtener ventajas particulares, copar los altos cargos del Estado, interpretar leyes y reglamentos de forma sesgada, practicar la opacidad, el transfuguismo y la deslealtad, vetar comisiones de investigación, utilizar la guerra sucia o terrorismo de Estado, financiar los partidos de modo irregular y otras formas de corromper el sistema, no sólo mediante el pago de favores en dinero o en especie, sino alterando el normal funcionamiento de las instituciones y vaciando de contenido los órganos de control.
Respecto a la corrupción como fenómeno recurrente en la historia de España,  se puede decir, que, dejando aparte el franquismo, que era un pozo negro, en la etapa democrática empieza, en 1981, con el desvelamiento, por el teniente de alcalde Alonso Puerta, de los “donativos” por la adjudicación de contratos en el Ayuntamiento de Madrid, y llega hasta nuestros días con los casos por todos conocidos (Gurtel, Bárcenas, Pujol, etc, etc).
Según se rompía la opacidad iba apareciendo la verdadera dimensión de estos fenómenos, que dejaban de ser accidentes, sucesos, para transformarse en tendencias, en procesos; emergía lo latente y lo oculto se hacía público y notorio. Las encuestas y sondeos han ido registrando el progresivo cambio en la opinión pública y dejando constancia de la desafección ciudadana, que no es tal, sino la respuesta lógica de quienes están pagando los platos rotos de la crisis ante el desleal comportamiento de los políticos que, en teoría, les representan.
La crisis económica sólo ha dejado aflorar lo que había debajo de conceptos tan solemnes como Estado de derecho, imperio de la ley, administración de justicia, democracia representativa, interés nacional, mercado competitivo  o igualdad de oportunidades; un pestilente muladar que ya había sido advertido y señalado con preocupación por atentas minorías, pero que era desconocido para el gran público o voluntariamente ignorado por gentes que creían beneficiarse de él.
La separación entre la calle y el Gobierno, entre la sociedad y las instituciones, entre la España oficial y la España real vienen de antiguo, lo raro es que las muestras de la desconfianza ciudadana hayan tardado tanto tiempo en aparecer.
No nos representan no es sólo un grito de protesta coreado en la calle, sino la constatación popular de la perversión de un sistema de representación política que se ha vuelto autista, no sólo ajeno a las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, sino que es adverso, negativo, dañino para el país. 
Hoy están aquejados de la menguante confianza de los ciudadanos la Jefatura del Estado, el Gobierno, las Cortes, la judicatura, los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones patronales, la banca, los medios de información públicos y muchos de los privados, la universidad, la Iglesia católica, el modelo productivo, el sistema financiero, la organización territorial del poder y órganos del Estado como el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión Nacional de la Competencia, la Fiscalía del Estado, el Tribunal de Cuentas, la Abogacía del Estado o el Defensor del Pueblo.
Instituciones que han fallado, tanto para corregir la deriva del modelo económico que crecía impulsado por la especulación inmobiliaria y financiera, que nos ha traído a la situación que padecemos, como para detectar y poner coto al mal gobierno y a la rampante corrupción, que también soportamos.
La pérdida de legitimidad del régimen político es manifiesta, pero se une a la pérdida de legitimidad del Gobierno, a la crisis económica, de la que no hemos salido y de la que quizá mucha gente nunca salga, y a la crisis moral, de valores éticos, de principios, de horizontes, que padece el país.
Ante lo cual surgen algunas preguntas que son difíciles de responder, como: ¿En qué y en quién pueden confiar los ciudadanos? ¿Pueden tener seguridad en algo? En este momento y en este país, ¿hay algo que parezca firme y asentado?
¿Qué pueden esperar las generaciones de jóvenes que están en edad de  emanciparse? ¿Qué esperanza pueden albergar los grupos sociales más débiles y necesitados de protección? ¿A qué se pueden aferrar los ciudadanos para seguir viviendo en este país?
A nada que no sea la confianza en sí mismos y en lo que puedan hacer agrupados, pues todo lo demás ha fallado; el régimen político, el modelo económico, el sistema financiero, la monarquía, las instituciones, el Estado del bienestar, etc, y lo que quedaba como ente superior, la nación española, está cuarteada por la crisis, por la desigualdad y por la presión de los diferentes  nacionalismos.
¿Queda algo más en que creer? ¿Acaso queda una última instancia que por sus cualidades sea superior a las demás?
Sí, la religión, dirán algunos; pero también ha fallado: la Iglesia católica está cuestionada como gran beneficiaria de este régimen declinante, por sus vínculos con el partido que gobierna y por el testimonio que ofrecen los miembros de la Curia, cuyas opiniones y nivel de vida desdicen los principios doctrinales que predican. La Iglesia utiliza el Estado para conservar y acrecer sus muchos privilegios y evitar sus responsabilidades como institución privada, y además adolece de las mismas taras que sufre la administración civil del Estado, en particular la opacidad, o mejor dicho, el secreto, el secreto sobre sus cuentas, sobre su gobierno y sobre los actos delictivos de algunos de sus funcionarios cometidos con menores.
A día de hoy, España parece un país en estado de derribo, saqueado por sus custodios materiales y espirituales y sus amigos.



15-1-2015

http://www.publicoscopia.com/opinion-politica/item/3058-el-regimen-politico-es-ilegitimo.html

lunes, 5 de enero de 2015

Ser liberal

Ser neoliberal en España es ejercer como político profesional, a ser posible con más de un sueldo del erario público, o tener un cargo directivo en una empresa o consorcio público o semipúblico, o un puesto fijo entre lo más granado de los funcionarios o ser catedrático o tener un contrato blindado en una empresa privada o pertenecer a una familia de posibles o todo junto: de emprendimiento, nada; de riesgo, nada; de "hacerse así mismos", nada; nada sin papá, sin mamá, sin el tío, nada sin la familia, sin el gremio, sin el partido, sin el estamento o sin el Estado. Pura casta.