Voy a explicar más las razones
que me han llevado a enviar los "curricula" de las ministras de Sanidad de
Francia y Portugal y el de su homólogo italiano para compararlos con el exiguo currículo
profesional de Leire Pajín, nuestra flamante ministra del ramo.
A). Respuesta teórica para
marxistas. Lenin cabalga de
nuevo.
El
asunto del Estado es peliagudo para la izquierda marxista, porque presenta uno
de los flancos más débiles del corpus teórico marxiano.
Como
es sabido, Marx, después de El Capital,
tenía pensado acometer un estudio del Estado, pero no llegó a hacerlo, y lo que
se encuentra disperso en su obra son críticas, desde diversos puntos de vista,
al Estado burgués y algunas intuiciones sobre el futuro Estado
socialista, que, más bien creo que le interesaba poco, porque él pensaba sobre
todo en el comunismo, que, como todos sabemos, es la ausencia de Estado.
Los
mx, al menos sus corrientes militantes, han sido muy críticos con el Estado (absolutista,
liberal o democrático burgués), que ha sido visto sobre todo como aparato de
represión, como la violencia organizada por una clase social para oprimir a otra,
como un instrumento del capital, y hasta Gramsci, cuando habla de hegemonía (el
poder blando), el Estado es, sobre todo, un administrador de la violencia (de
la violencia legítima, según Weber). Los partidos mx han formulado diversas teorías
(y prácticas) para derribar el Estado burgués, pero han carecido de una teoría, de un conjunto
de propuestas positivas, sobre el Estado socialista que debía reemplazarlo.
La falta de teoría positiva sobre
el Estado, creo que ha sido una de las causas de la degeneración
burocrática de los regímenes socialistas, de la perversión de la dictadura del
proletariado, que ni de lejos ha encarnado la idea de ser la más amplia
libertad para los trabajadores y la más estricta dictadura para el capital (como
han sentenciado todos los catecismos para militantes), y, al final, de la
imposibilidad de consolidar las conquistas de las revoluciones de un modo
favorable a los intereses y aspiraciones de las masas, no de las vanguardias
reales o supuestas, ni de las burocracias. Pero bueno, ese es otro asunto.
Y cito a Lenin, porque compruebo
que Lenin cabalga de nuevo, pero es el Lenin anterior al Smolny, previo al Estado
soviético, el Lenin que, en El Estado y la revolución (escrito en
vísperas del evento de Octubre), entabla un diálogo con Marx y Engels, y de
paso critica a todo bicho viviente a propósito el Estado.
La obra, por una
parte, es una toma de posición -una actitud, como dice en el prefacio- ante el
Estado, con la cual retrata a toda la izquierda del momento; por otra parte es
una revisión y comparación de las distintas ideas sobre el Estado, en diálogo
con Marx, Engels, Proudhon, etc-, y finalmente, es una obra utópica en lo
referido a las funciones del nuevo Estado en ciernes y en cómo se deberán realizar.
Salvo el efímero gobierno de la Comuna parisina (1871), entonces (verano de 1917) no había
otra experiencia de poder obrero, y en ella se apoya Lenin para proponer las
tareas que hagan posible la dictadura del proletariado, que, en ese momento y
por la situación de Rusia, concibe emanada, sobre todo, de la fuerza del
proletariado armado.
El proletariado armado podía ser la garantía necesaria
para asegurar la revolución (empezada en febrero), pero no la garantía (y no
lo fue) de la construcción del socialismo. Así, escribe: En estas palabras (tomadas de Marx, sobre la Comuna): “romper la máquina burocrático militar del
Estado”, se encierra la enseñanza fundamental del marxismo en cuanto a las
tareas del proletariado respecto al Estado durante la revolución (VIL,
OO.EE., II, 325). Y añade más adelante: Merece
especial atención la profundísima observación de Marx de que la demolición de
la máquina burocrático-militar del Estado es “condición previa de toda
verdadera revolución popular”.
Ante el nuevo Estado (soviético), Lenin
señala: El capitalismo simplifica las
funciones de la administración del Estado, permite desterrar la administración
jerárquica y reducir todo a una organización de los proletarios (como clase
dominante) que toma a su servicio, en nombre de toda la sociedad, a obreros,
inspectores y contables (…) La
administración jerárquica del Estado se debe comenzar a sustituir inmediatamente
por las simples funciones de inspectores y contables, funciones que ya hoy son
accesibles al nivel de desarrollo de los habitantes de las ciudades y que
pueden ser desempeñadas por el salario de un obrero. Organicemos la gran
producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya
por el capitalismo, basándonos en nuestra experiencia de trabajo, estableciendo
una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los
obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al simple papel de
ejecutores de nuestras directrices, al papel de inspectores y contables
responsables, amovibles y modestamente retribuidos (en unión de los técnicos de
todos los géneros, tipos y grados): esa es nuestra tarea proletaria, por ahí se
puede y debe empezar (…) Este
comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la
extinción gradual de la burocracia, a la creación gradual de un orden en que
las funciones de inspección y contabilidad, cada vez más simplificadas, se
ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y,
por último, desaparecerán como funciones especiales de un sector de la sociedad.
Termino; tranquilos. Y sigue
Lenin: No hay más que derrocar a los
capitalistas, destruir, con la mano férrea de los obreros armados, la
resistencia de los explotadores, romper la máquina burocrática del Estado
moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica,
libre del “parásito” y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por
los obreros unidos, contratando técnicos, inspectores y contables y
retribuyendo el trabajo de todos estos con el salario de un obrero (…) El
capitalismo crea las premisas para que todos realmente puedan intervenir en la
gobernación del Estado. Entre estas premisas se encuentran la liquidación del
analfabetismo, la instrucción y la educación de la disciplina de millones de
obreros por el amplio aparato socializado de Correos, de los ferrocarriles, de
las grandes fábricas, del gran comercio, de los bancos, etc, etc (…) El
capitalismo ha simplificado hasta el extremo la contabilidad y el control de
estos, reduciéndolos a operaciones extraordinariamente simples de inspección y
anotación, accesibles a cualquiera que sepa leer y escribir, conozca las cuatro
reglas aritméticas y sepa extender los recibos correspondientes.
Existiendo
estas premisas económicas, después de derrocar a los capitalistas y a los
burócratas, es posible sustituirlos por los obreros armados en la obra de
controlar la producción y la distribución, en la de computar el trabajo y los
productos. No hay que confundir la cuestión del control y de la contabilidad
con la cuestión del personal con instrucción científica de ingenieros,
agrónomos, etc, etc; esos señores trabajan hoy subordinados a los capitalistas
y trabajarán mañana todavía mejor mañana, subordinados a los obreros armados.
Ha transcurrido mucho tiempo desde que esas palabras fueron dichas,
y hoy estas opiniones parecen de una enorme candidez.
Y termino por ahora: ¿Acaso Zp
es leninista?
Al Colectivo Red Verde, 12 de noviembre de 2010