lunes, 29 de febrero de 2016

Fomento y el rey


La organización de empresarios catalanes Fomento de la Producción Nacional, hoy Fomento del Trabajo Nacional, la organización patronal más antigua de España, rindió, el día 9 de enero de 1875, un gran recibimiento a Alfonso de Borbón, el futuro Alfonso XII a su llegada a Barcelona, la primera ciudad española que pisó a su regreso del exilio.  
Agradecido, el futuro rey visitó al día siguiente la sede de la asociación, donde fue recibido por su presidente, Pedro Bosch Labrús, con estas elogiosas palabras: “Bienvenido sea el rey de España, a esta mansión del trabajo, donde sólo se respira moralidad y patriotismo”. A las que Alfonso de Borbón, contestó con otras: “Me complace tanto más la felicitación que ustedes me dirigen en nombre de la producción nacional, en cuanto conozco la importancia de la de Barcelona, que es una de las provincias que más exportan y ojalá las demás la igualaran”.
“Poco importaba en ese instante que su alteza no estuviera muy al tanto de lo poco imbricada que se hallaba la economía catalana con los mercados internacionales, y en particular su industria, nacida al calor de un acusado proteccionismo arancelario que ni siquiera los aires librecambistas del Sexenio habían conseguido atenuar. Lo importante en aquel momento fue la comunión que se estableció entre los representantes de las élites económicas del Principado y la persona que en ese preciso instante encarnaba los intereses de la dinastía que había recuperado el trono –igual que lo había perdido- de la mano de un golpe militar (…) Las expectativas no se iban a ver frustradas. Lo que quedaba del siglo XIX, por lo menos hasta 1898, se reveló como una época de verdadero esplendor y enriquecimiento para Cataluña.”

Mercedes Cabrera, Fernando Del Rey (2011): El poder de los empresarios. Política y economía en la España contemporánea (1875-2010), Barcelona, RBA.  

Lenin y el Estado

Voy a explicar más las razones que me han llevado a enviar los "curricula" de las ministras de Sanidad de Francia y Portugal y el de su homólogo italiano para compararlos con el exiguo currículo profesional de Leire Pajín, nuestra flamante ministra del ramo.  

A). Respuesta teórica para marxistas. Lenin cabalga de nuevo.
El asunto del Estado es peliagudo para la izquierda marxista, porque presenta uno de los flancos más débiles del corpus teórico marxiano.
Como es sabido, Marx, después de El Capital, tenía pensado acometer un estudio del Estado, pero no llegó a hacerlo, y lo que se encuentra disperso en su obra son críticas, desde diversos puntos de vista, al Estado burgués y algunas intuiciones sobre el futuro Estado socialista, que, más bien creo que le interesaba poco, porque él pensaba sobre todo en el comunismo, que, como todos sabemos, es la ausencia de Estado. 
Los mx, al menos sus corrientes militantes, han sido muy críticos con el Estado (absolutista, liberal o democrático burgués), que ha sido visto sobre todo como aparato de represión, como la violencia organizada por una clase social para oprimir a otra, como un instrumento del capital, y hasta Gramsci, cuando habla de hegemonía (el poder blando), el Estado es, sobre todo, un administrador de la violencia (de la violencia legítima, según Weber). Los partidos mx han formulado diversas teorías (y prácticas) para derribar el Estado burgués, pero han carecido de una teoría, de un conjunto de propuestas positivas, sobre el Estado socialista que debía reemplazarlo.
La falta de teoría positiva sobre el Estado, creo que ha sido una de las causas de la degeneración burocrática de los regímenes socialistas, de la perversión de la dictadura del proletariado, que ni de lejos ha encarnado la idea de ser la más amplia libertad para los trabajadores y la más estricta dictadura para el capital (como han sentenciado todos los catecismos para militantes), y, al final, de la imposibilidad de consolidar las conquistas de las revoluciones de un modo favorable a los intereses y aspiraciones de las masas, no de las vanguardias reales o supuestas, ni de las burocracias. Pero bueno, ese es otro asunto.
Y cito a Lenin, porque compruebo que Lenin cabalga de nuevo, pero es el Lenin anterior al Smolny, previo al Estado soviético, el Lenin que, en El Estado y la revolución (escrito en vísperas del evento de Octubre), entabla un diálogo con Marx y Engels, y de paso critica a todo bicho viviente a propósito el Estado. 
La obra, por una parte, es una toma de posición -una actitud, como dice en el prefacio- ante el Estado, con la cual retrata a toda la izquierda del momento; por otra parte es una revisión y comparación de las distintas ideas sobre el Estado, en diálogo con Marx, Engels, Proudhon, etc-, y finalmente, es una obra utópica en lo referido a las funciones del nuevo Estado en ciernes y en cómo se deberán realizar. Salvo el efímero gobierno de la Comuna parisina (1871), entonces (verano de 1917) no había otra experiencia de poder obrero, y en ella se apoya Lenin para proponer las tareas que hagan posible la dictadura del proletariado, que, en ese momento y por la situación de Rusia, concibe emanada, sobre todo, de la fuerza del proletariado armado. 
El proletariado armado podía ser la garantía necesaria para asegurar la revolución (empezada en febrero), pero no la garantía (y no lo fue) de la construcción del socialismo. Así, escribe: En estas palabras (tomadas de Marx, sobre la Comuna): “romper la máquina burocrático militar del Estado”, se encierra la enseñanza fundamental del marxismo en cuanto a las tareas del proletariado respecto al Estado durante la revolución (VIL, OO.EE., II, 325). Y añade más adelante: Merece especial atención la profundísima observación de Marx de que la demolición de la máquina burocrático-militar del Estado es “condición previa de toda verdadera revolución popular”.
Ante el nuevo Estado (soviético), Lenin señala: El capitalismo simplifica las funciones de la administración del Estado, permite desterrar la administración jerárquica y reducir todo a una organización de los proletarios (como clase dominante) que toma a su servicio, en nombre de toda la sociedad, a obreros, inspectores y contables (…) La administración jerárquica del Estado se debe comenzar a sustituir inmediatamente por las simples funciones de inspectores y contables, funciones que ya hoy son accesibles al nivel de desarrollo de los habitantes de las ciudades y que pueden ser desempeñadas por el salario de un obrero. Organicemos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra experiencia de trabajo, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al simple papel de ejecutores de nuestras directrices, al papel de inspectores y contables responsables, amovibles y modestamente retribuidos (en unión de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados): esa es nuestra tarea proletaria, por ahí se puede y debe empezar (…) Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la extinción gradual de la burocracia, a la creación gradual de un orden en que las funciones de inspección y contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y, por último, desaparecerán como funciones especiales de un sector de la sociedad.
Termino; tranquilos. Y sigue Lenin: No hay más que derrocar a los capitalistas, destruir, con la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de los explotadores, romper la máquina burocrática del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del “parásito” y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por los obreros unidos, contratando técnicos, inspectores y contables y retribuyendo el trabajo de todos estos con el salario de un obrero (…) El capitalismo crea las premisas para que todos realmente puedan intervenir en la gobernación del Estado. Entre estas premisas se encuentran la liquidación del analfabetismo, la instrucción y la educación de la disciplina de millones de obreros por el amplio aparato socializado de Correos, de los ferrocarriles, de las grandes fábricas, del gran comercio, de los bancos, etc, etc (…) El capitalismo ha simplificado hasta el extremo la contabilidad y el control de estos, reduciéndolos a operaciones extraordinariamente simples de inspección y anotación, accesibles a cualquiera que sepa leer y escribir, conozca las cuatro reglas aritméticas y sepa extender los recibos correspondientes.
Existiendo estas premisas económicas, después de derrocar a los capitalistas y a los burócratas, es posible sustituirlos por los obreros armados en la obra de controlar la producción y la distribución, en la de computar el trabajo y los productos. No hay que confundir la cuestión del control y de la contabilidad con la cuestión del personal con instrucción científica de ingenieros, agrónomos, etc, etc; esos señores trabajan hoy subordinados a los capitalistas y trabajarán mañana todavía mejor mañana, subordinados a los obreros armados.  
  
Ha transcurrido mucho tiempo desde que esas palabras fueron dichas, y hoy estas opiniones parecen de una enorme candidez.
Y termino por ahora: ¿Acaso Zp es leninista?


Al Colectivo Red Verde, 12 de noviembre de 2010

domingo, 28 de febrero de 2016

Nostalgias de la Curia

Good morning, Spain, que es different

La Conferencia Episcopal solicita que la administración de justicia castigue el “meterse con las convicciones religiosas” (católicas), pues las considera un derecho fundamental que se transgrede con la libertad de expresión.
Con las posibles interpretaciones que puedan merecer unos términos tan laxos como “meterse con las convicciones religiosas”, los diligentes obispos se suman a la lógica de la justicia preventiva de la ley mordaza, tan propia de un gobierno autoritario y, por ende, confesional, que recomienda la autocensura como virtud ciudadana.
La insaciable Curia hispánica debería conformarse con el favorable trato recibido del gobierno de Rajoy, católico, pero presuntamente corrompido -“errare humanum est, et quoque “forrare” ipsum”-, que ha atendido sus reclamaciones políticas (eso es la asignatura de religión), superado, en tiempo de crisis, las dádivas económicas de Zapatero, ratificado las exenciones fiscales y facilitado la inmatriculación de propiedades a su nombre. Pero no por ello cejan los obispos en su propósito de reevangelizar España (que no al Gobierno, que bien lo necesita), devenida tierra de misión por la doctrina pontificia de Karol Woijtila, que desconocemos si se mantiene vigente, teniendo en cuenta los nuevos aires que soplan en la plaza de San Pedro.  
Monseñor Ratzinger, antaño celoso guardián del dogma desde su cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que sucedió a Juan Pablo II como Benedicto XVI y hoy Papa emérito, consideró que España era un laboratorio del laicismo en Europa, por lo cual se propuso resistir la avasalladora oleada de secularización fundando un nuevo dicasterio (organismo especializado) destinado a combatir, con al aplauso de la Curia hispana, la ponzoñosa influencia del laicismo, del relativismo, del feminismo y las políticas de género (cherchez la femme, per saecula saeculorum).
Pero yerran sus eminencias reverendísimas al atribuir la decreciente fe de los españoles a esos fenómenos sociales, que son propios de las abiertas y complejas sociedades modernas, donde las personas, tras largos siglos de sometimiento al poder temporal y eclesiástico, pueden aspirar a vivir como seres autónomos y auténticos, aunque no lo consigan del todo. Deberían mirar más cerca, hacia dentro de la propia institución, cuyo abstruso discurso es cada día menos útil para orientar la vida de los creyentes en el mundo actual, y deberían mirarse también a sí mismos, cuyas formas de vida desmienten la humildad y la sencillez que brotan del mensaje evangélico, y cuyas funciones están más atentas a las componendas con el poder político que a la labor pastoral con las ovejas presuntamente descarriadas y además desatendidas.
Si sus eminencias prestaran más atención a los asuntos verdaderamente humanos, dejarían de considerar perversiones, que merecen condena, o incluso enfermedades lo que son, sobre todo, problemas sociales, y podrían percibir el sufrimiento que hay detrás de la decisión de poner fin a un matrimonio infeliz o a un embarazo no deseado, a la percepción de un cuerpo no percibido como propio, a no ser tenido como una “persona normal” a causa de la orientación sexual o al deseo de llevar una vida al margen del modelo patriarcal sin sentirse culpable. 
Y, naturalmente, podrían percibir el enorme sufrimiento, que puede degenerar en traumas psíquicos durante años, que existe detrás de los abusos con niños perpetrados por sacerdotes -eso sí que es perversión-, con el doble agravante de que, por un lado, se realizan utilizando la autoridad moral que ostentan los clérigos y, por otro, de que se perpetran con menores entregados a su educación y custodia, sin que en este caso se tenga en cuenta “la libertad de los padres”, que la Curia aduce belicosamente cuando trata de obtener fondos públicos para financiar colegios confesionales y de imponer el dogma católico como materia docente. 
Respecto a la asignatura de religión, los padres pueden y deben elegir, y la Curia les insta a ello, pero respecto a forzar la voluntad de sus hijos con unas relaciones sexuales no deseadas ni consentidas, no sólo no existe elección paterna, sino que es mejor que los padres de los afectados no sepan que sus vástagos son víctimas de un delito perpetrado por sus presuntos custodios y educadores, protegidos, además, por sus superiores.
Lo que, junto con el maltrato infantil y el trabajo degradante en hospicios e internados, aparece fuera de España como una extendida plaga en el seno de la Iglesia católica, aquí se va desvelando lentamente pese a la obstrucción de la Curia, por lo cual no deja de sorprender una reciente instrucción del Vaticano afirmando que los obispos no están obligados a denunciar ante la ley a los sospechosos de pederastia, tarea que debe quedar para familiares y conocidos de las víctimas, con lo cual, de cara a la sociedad, los obispos quedan como protectores de una perversión consentida.
Paradójica situación, por la que los obispos, que son muy exigentes para cumplir el Concordato (y, si es posible, ir más allá), se consideran exentos de cumplir las leyes civiles del Estado que les mantiene. Pero aún va más lejos la petición de la Conferencia Episcopal para que las leyes del Estado castiguen las opiniones que pudieran “meterse con las convicciones religiosas”, pues se trata, por un lado, de imponer silencio sobre los excesos de los funcionarios eclesiásticos y, por otro, de que el Estado se constituya en celador de la hipócrita moral de la Curia.
Se percibe en todo ello la nostalgia del franquismo, cuando la Iglesia era uno de los más firmes baluartes de la dictadura, y el dictador fungía como un celoso defensor (militar) de los planes de la Iglesia.

27 de febrero de 2016

sábado, 27 de febrero de 2016

Jones. Ricos

"En 1979 había 5 millones de personas en situación de pobreza; hacia 1992, ese número rondaba los 14 millones. Y mientras que el 1% más rico vio crecer su renta casi un 4% al año durante el gobierno de los conservadores, las rentas medias subieron solo una media del 1,6% (...) A finales del reinado tory, en 1996, el 10% más rico de las familias con tres hijos era unas 21.000 libras más rico de media al año, que cuando Thatcher llegó al poder". (Owen Jones: "Chavs", p. 82 y 83)

Tocqueville. La clase media

Tocqueville es uno de esos conservadores inteligentes a los que da gusto leer. Esta mañana, seducido por la llamativa portada del libro, he comprado "Recuerdos de la Revolución de 1848", (Madrid, Trotta, 2016), del que transcribo un párrafo del capítulo I, "Fisonomía general de la época que precedió a la revolución de 1848". Ahí Va:


"Nuestra historia, desde 1789 hasta 1830, vista desde lejos y en su conjunto, se me aparecía como el marco de una lucha encarnizada, sostenida durante cuarenta y un años, entre el antiguo régimen, sus tradiciones, sus recuerdos, sus esperanzas y sus hombres representados por la aristocracia, de una parte, y la Francia nueva, capitaneada por al clase media, de otra. Me parecía que el año 1830 había cerrado este primer período de nuestras revoluciones, o mejor, de nuestra revolución, porque no hay más que una sola, una revolución que siempre es la misma a a través de fortunas y pasiones diversas, que nuestros padres vieron comenzar, y que, según todas las posibilidades, nosotros no veremos concluir. Todo lo que restaba del antiguo régimen fue destruido para siempre. En 1830, el triunfo de la clase media había sido definitivo, y tan completo, que todos los poderes políticos, todos los privilegios, todas las prerrogativas, el gobierno entero se encontraron encerrados y como amontonados en los estrechos límites de aquella burguesía, con la exclusión, de derecho, de todo lo que estaba por debajo de ella, y, de hecho, de todo lo que estaba por encima. Así, la burguesía no fue sólo la única dirigente de la sociedad, sino que puede decirse que se convirtió en su arrendataria. Se colocó en todos los cargos, aumento prodigiosamente el número de estos, y se acostumbró a vivir casi tanto del Tesoro público como de su propia industria (...) El espíritu de la clase media se convirtió en el espíritu general de la administración, y dominó la política exterior tanto como los asuntos internos: era un espíritu activo, industrioso, muchas veces deshonesto, generalmente ordenado, temerario, a veces, por vanidad y por egoísmo, tímido por temperamento, moderado en todo, excepto en el gusto por el bienestar, y mediocre; un espíritu que mezclado con el del pueblo o con el de la aristocracia, pueda obrar maravillas, pero que, por sí solo, nunca producirá más que una gobernación sin valores ni grandeza. Dueña de todo, como no lo había sido ni lo será acaso jamás ninguna aristocracia, la clase media, a la que es preciso llamar la clase gubernamental, tras haberse acantonado en su poder, e, inmediatamente después, en su egoísmo, adquirió un aire de industria privada, en la que cada uno de sus miembros no pensaba ya en los asuntos públicos, si no era para canalizarlos en beneficio de los asuntos privados, olvidando fácilmente en su pequeño bienestar a las gentes del pueblo".

martes, 23 de febrero de 2016

Camps

Good morning, Spain, que es different (and Valencia too)

Ayer compareció ante la prensa el expresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, hoy ciudadano Camps, Paco Camps, como indicó él mismo, el "Curita", según los funcionarios de la Gurtel, o Francis Fields, in english, como corresponde a su ocurrencia de impartir en inglés la asignatura de Educación para la Ciudadanía (Education for Citizenship), con la intención de boicotearla en plan fino y cosmopolita.
Camps quiso salir al paso de informaciones que le vinculan con la operación "Taula", sobre la presunta financiación ilegal del Partido Popular en Valencia y en Madrid, en la cual, él sería, presuntamente, el enlace entre ambas. Negó que tuviera algo que ver y recordó que había sido absuelto por un jurado popular del delito de cohecho pasivo impropio por haber aceptado cuatro trajes (que en realidad fueron 12 trajes, 4 americanas, 5 pares de zapatos y 4 corbatas, por valor de 14.000 euros), recibidos de su amiguito del alma, Álvaro Pérez, el Bigotes. Dijo que estaba harto y pidió que no le detengan, que, salvo Jim Carrey en "La máscara", es lo que pide todo el mundo aunque le cojan con las manos en la masa o en la tela.
Camps, presidente de la Comunidad entre 2003 y 2011, afirma no saber nada. Las detenciones en las tres provincias se producen por docenas, el Partido, que él presidió entre 2002 y 2011, está descabezado y regido por una comisión gestora.
Camps no se enteraba de los que su sucedía en su Gobierno y en su partido, y eso que tenía una dilatada experiencia política y conocía de sobra cómo funcionan las instituciones del Estado.
Camps ha sido un hombre pegado a un cargo público desde hace un cuarto de siglo, pues fue concejal del Ayuntamiento de Valencia (1991-1996), diputado en el Congreso (1996-1997), Consejero de Cultura, Educación y Ciencia de la Comunidad Valenciana (1997-1999), Secretario de Estado para las Administraciones Territoriales (1999-2000), diputado nacional y Vicepresidente primero del Congreso (2000-2002); Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana (2002); diputado en las Cortes Valencianas (2003-2015), Presidente de la Generalidad Valenciana (2003-2011), cargo del que dimitió el 20-7-2011, por el asunto de los trajes.
Al parecer Camps tampoco sabía cómo se adjudicaban los contratos públicos y se lo tuvo que recordar la justicia.
En junio de 2011, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana obligó al gobierno autonómico a entregar a la oposición los contratos suscritos por diferentes consejerías con empresas de la trama corrupta Gürtel, entre los años 2003 y 2008, que el consejero de Economía y Hacienda, Gerardo Camps, había denegado en 1.508 ocasiones. Finalmente, el 3 de octubre de 2011, los diputados de Esquerra Unida tuvieron acceso a los 85 contratos de la Comunidad Valenciana con las empresas de la red de Francisco Correa, de los que 76 fueron adjudicados sin concurso.
Y a todo esto, ¿dónde estaba Camps? ¿Qué hacía Camps cuando la oposición solicitaba los contratos y sus consejeros se los negaban de manera sistemática?
Quizá pasaba demasiado tiempo en la sastrería.

lunes, 22 de febrero de 2016

Machado. El demonio.

No recordaba el aniversario de la muerte de Machado, pero esta mañana, que ha sido un poco loca en lecturas, pues además de El País y FB, he seguido releyendo "El imperialismo", de Ulianov, que empecé ayer, por eso de volver a los clásicos de vez en cuando, he terminado leyendo un artículo fantástico de Francesc de Carreras -"El dilema del Estado de las autonomías" (Claves nº 188, diciembre, 2008, que recomiendo)- y, finalmente, me he detenido, un rato, antes de comer, en el "Juan de Mairena", con el que le he rendido un involuntario homenaje, por pura casualidad. Y en estos momentos neoinquisitoriales, he retenido una de las primeras sentencias: "No todo es folclore en la blasfemia, que decía mi maestro Abel Martín. En una facultad de Teología bien organizada es imprescindible -para los estudios de doctorado, naturalmente- una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio", sentencia que enlaza con la siguiente, que abrevio "... En una república cristiana, democrática y liberal, conviene otorgar al demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensameinto. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora no tiene razón, pero tiene razones. Hay que escucharlas todas".

Todas las revoluciones

Otro artículo triunfalista sobre la Transición. Javier Gomá: "Libre y con compromiso", El País, 22-2-2016, p. 15. Destaco la frase siguiente:
"Atendiendo a su contenido, el paso de la dictadura a la democracia en España se parece, más que a una transición, a una fundación, porque funda un nuevo demos político, como cuando Rómulo tomó el arado y cavó el foso circular (pomerium) estableciendo los límites de la naciente Roma. Son nuestros años carismáticos por excelencia, aquellos en los que energías auráticas, vitales, emocionales y míticas súbitamente liberadas —en la descripción weberiana del carisma— se organizan en poder transformador, revolucionario. De un solo golpe se llevan a cabo simultáneamente todas las revoluciones pendientes en España, si bien no una revolución fratricida, como las europeas, de una parte de la sociedad en lucha sanguinaria con otra, sino una fraternal, de toda la sociedad conciliada consigo misma y en lucha con un pasado imperfecto, defectivo. A la luz de estas consideraciones, la idea de una segunda Transición es tan excéntrica como lo sería para un estadounidense la de una segunda Declaración de Independencia".

viernes, 19 de febrero de 2016

La nueva utopía (II)


La Unión Europea forma parte de la utopía neoliberal conservadora, y también España, tanto en la fase de auge económico, que se impulsaba incentivando el consumismo y el crédito barato, como de recesión, cuando se han acentuado los rasgos más antisociales del proyecto con las medidas de austeridad. Pero  España es distinta, “Spain is different” como decía Fraga, y bajo el gobierno de sus herederos la utopía presenta diferencias respecto al entorno europeo, no sólo económicas sino políticas, especialmente agudas en la última legislatura.
La nuestra es una utopía neoliberal impulsada por un gobierno intervencionista y autoritario en grado sumo, que defiende un mercado libre pero controlado en sectores estratégicos por oligopolios privados, protegidos por un Estado opaco y sordo a las demandas ciudadanas, que ofrece el espectáculo de un capitalismo de amigotes y una democracia de parientes y clientes; es un presunto mercado libre con la bendición episcopal, una utopía neoliberal con olor a sacristía y un penetrante tufo a corrupción y saqueo de fondos públicos, que para extenderse necesita acabar con el Estado del Bienestar, con derechos civiles y garantías sociales y con cualquier forma de resistencia o disidencia mediante leyes que son propias de momentos de excepción. Pues la lógica legislativa del Gobierno ha sido acomodar el orden jurídico a las necesidades de la economía, adecuar la acción del Estado a la evolución del Mercado, asumiendo los cambios políticos que precisa el ámbito económico para que el gran capital recupere la tasa de ganancia que había perdido con el estallido de la crisis. En este aspecto, la legislatura ha supuesto una gran transformación del orden constitucional sin haber planteado de forma clara y abierta la reforma de la Constitución. 
Con estos mimbres, para los asalariados y los estratos más bajos de la clase media, para los trabajadores y las clases subalternas, el balance de la última legislatura es terrorífico, tanto por la pérdida de poder adquisitivo, el deterioro de las condiciones laborales y la pérdida de garantías sociales por el ataque al Estado del Bienestar, una pieza denostada por los neoliberales, porque otorga derechos a todos y protege a los más débiles, y una pieza codiciada por el capital privado porque atesora cerca del 33% del PIB.

El destrozo    
El balance de la legislatura es pavoroso. España no se ha recuperado de la peor recesión económica desde la muerte de Franco, porque España no es el Ibex 35 y los beneficios de las grandes empresas y las grandes cifras manejadas por el Gobierno no pueden ocultar que la recuperación, que ha perdido fuerza a finales de 2015, no alcanza las cifras previas a la crisis, ni pueden escamotear los dramas cotidianos de millones de personas
La legislatura ha concluido con 625.000 parados más de los que dejó Zapatero. Tras haber llegado al 27% de la población activa en abril de 2013, la tasa de paro se ha reducido hasta el 21%, pero aún dobla la tasa europea (10,5%), y deja 2,5 millones de parados de larga duración, 3,5 millones de parados sin subsidio, 866.000 jóvenes menos trabajando y más de 300.000 obligados a emigrar; el 66% del empleo creado en 2015 es temporal (el 25% de los contratos dura menos de una semana) y las condiciones del empleo las fijan las empresas de modo unilateral. Como consecuencia se ha alargado la jornada laboral y han aumentado las horas extraordinarias no pagadas, que en 2015 llegaron a un promedio semanal de 3,5 millones de horas trabajadas y no retribuidas.
A pesar de haber subido los impuestos generales (las grandes empresas pagan menos, tributan al 7% y las multinacionales al 3%), tenemos menos sanidad pública, y más privada (peor y más cara), peor enseñanza primaria, secundaria y universitaria, menos inversión en innovación e investigación, peor atención a los dependientes y a las personas más necesitadas de apoyo social, y una merma del 52% en el Fondo de Reserva de la Seguridad Social.
Cuando Rajoy llegó a la Moncloa, el fondo tenía 66.815 millones de euros, al acabar 2015, contaba con 32.481 millones (34.334 millones de euros menos). Pero, aun así, todo eso no ha servido para cumplir el objetivo de reducir la deuda pública, ni tampoco el déficit, a pesar de las trampas en las cuentas, pues la Unión Europea exige subsanar un desfase de 13.000 millones de euros en los presupuestos, que habrá que sacar de algún lado.
Durante el mandato Rajoy la deuda pública ha superado en 326.000 millones de euros la que dejó Zapatero, y con 1,069 billones de euros llega al 98,8% del PIB. Es la deuda pública más alta en un siglo, un dato digno de la “Marca España”. Cinco millones de personas padecen pobreza energética, cuatro millones de empleados ganan menos de 1.000 euros al mes, 1.700.000 hogares carecen de ingresos y 250.000 dependientes esperan ser atendidos. Casi 12 millones de personas están afectadas por la exclusión, el poder adquisitivo de los salarios ha bajado un 22% desde 2008, pero en contraste el 10% de las personas más ricas acumula el 43% de la riqueza nacional. Según un estudio de la OCDE, la crisis ha generado en España un 40% más de ricos, una de las tasas más altas del mundo, con lo cual el autoritario Gobierno de Rajoy se sitúa en buena posición en la tendencia internacional de concentrar la riqueza mundial en pocas manos, que es la meta de la utopía neoliberal.
Por cómo ha dado forma jurídica a esta contrarreforma, el mandato de Rajoy ha sido uno de los más autoritarios y menos democráticos, pues ostenta la triste marca de haber rechazado 105 comparecencias en el Congreso y abusar de un procedimiento legislativo de urgencia, con 73 decretos leyes sobre 143 proyectos de ley presentados en el Congreso hasta el pasado mes de agosto.
Rajoy se dejó varias controvertidas leyes en el último tramo de su mandato: la “ley mordaza” (Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana), que restringe derechos civiles fundamentales y otorga a las fuerzas de seguridad del Estado unos poderes tan discrecionales que son inauditos en un régimen democrático; una nueva e innecesaria Ley de Seguridad Nacional, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido; la Ley de Enjuiciamiento Criminal, rechazada por todos los sectores de la administración de justicia, pues, para algunos juristas persigue la impunidad de los grandes casos de corrupción, al reducir los plazos de instrucción de los sumarios. Finalmente, el Gobierno, un mes antes disolver las Cortes, presentó, por el trámite de urgencia y sin debate ni consenso, la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (Ley Orgánica, 15/21015) para poder suspender en sus funciones al Presidente de la Generalitat, si llega el caso.
La horrenda gestión del Partido Popular, facilitada por el abuso de la mayoría absoluta y el desprecio de los procedimientos democráticos, deja la suficiente experiencia negativa y el incentivo para actuar, no sólo para desalojarle del poder cuanto antes sino para acometer una serie de reformas institucionales, que el país está precisando con urgencia, y corregir en el tiempo más breve posible los efectos de sus desmanes. 
  
Final
Por el empeoramiento de las condiciones laborales y de vida, el alarmante aumento de la desigualdad, el deterioro de las instituciones, la magnitud de la corrupción (y la impunidad de los corruptos) y, claro está, por la indignación ciudadana, están dadas varias de las condiciones precisas para empezar a poner término a la España disuasoria, a la madrastra que maltrata a sus hijos, genera desapego en muchos ciudadanos y un afecto interesado en los privilegiados, y para tratar de corregir nuestra ancestral aversión al diálogo y la perpetua afición al estropicio, que han sido ocupaciones preferentes en los dos últimos siglos.
Un gobierno de izquierdas en España podría contribuir a cambiar la correlación de fuerzas en Europa en favor de las corrientes contrarias a la utopía neoliberal, pero para que tales expectativas empiecen a ser viables, el Partido Popular, el partido de la crispación, de la privatización, de la opacidad y de la corrupción no puede volver a gobernar.

En este momento, el dilema es el siguiente: o España o el Partido Popular, o se atienden los intereses de las minorías económica y políticamente mejor situadas, defendidas por Rajoy, o prevalecen las necesidades del resto del país. Este es el drama.

jueves, 18 de febrero de 2016

Identidad y globalización

La globalización no es un fenómeno que se detenga en los individuos y sólo transforme las sociedades, sino que penetra en las personas en las sociedades abiertas, cosa que no es nueva, al menos en occidente (desde el helenismo hasta hoy, pasando por la romanización, el Renacimiento, etc, etc). El ideal de una sociedad homogénea, paralizada en el tiempo, conservando los rasgos puros de una identidad ancestral e incontaminada es una entelequia de corte feudal en la Europa actual, por eso me gustaría conocer qué leen, qué escuchan, qué ven, los que defienden esa identidad catalana o vasca, o española, que tan seguros están de su identidad. ¿No van al cine? ¿No ven la tele? ¿Qué bailan en las verbenas y en las discotecas? ¿Sólo el aurresku y la sardana? ¿Son ajenos a internet? Permanecen cerrados a todas las expresiones políticas, económicas, culturales, ideológicas, publicitarias que recorren el mundo, y desde luego España. ¿Son ajenos a las modas? ¿A las marcas? ¿A las nuevas costumbres sociales y a las innovaciones morales? ¿Ignoran la universalidad de los derechos humanos? ¿Les traen sin cuidado los derechos civiles y desconocen los nuevos derechos sociales, ambientales? Todo esto es información, son mensajes, son estímulos cotidianos, que recibe la mayoría de la gente en España. Cuesta creer que personas que se consideran politizadas permanezcan aisladas de todo ello, viviendo dentro de una burbuja con luz artificial, o que eliminen de todo lo recibido lo que no tenga que ver con el modelo identitario elegido.

Con lo cual parece que todo eso de mantener la identidad es una coartada para legitimar una opción política, que se quiere situar con preferencia sobre otras, así que el nacionalismo es una opción política más que otra cosa, a la que se adhieren nacidos y no nacidos en un lugar y personas de distinta condición y situación social, que dicen compartir unos valores y unas señas de identidad en las que todos creen a medias.

miércoles, 17 de febrero de 2016

La nueva utopía (I)

El triunfo de la voluntad
Estamos asistiendo, en una fase bastante avanzada, a la construcción de un orden mundial que se nos presenta como resultado de una lógica tan inevitable como lo son las leyes de la naturaleza, ante el cual las personas debemos doblegarnos y aceptarlo como si fuera un fatal destino, pero que, en realidad, responde a un diseño humano (no humanitario, pero sí pergeñado por seres humanos), a un proyecto llevado adelante con la firmeza necesaria para tratar de imponerlo en todo el mundo, que, por los resultados, y tomando el título de una de las películas de Leni Riefensthal, la propagandista del III Reich, podemos calificar de triunfo de la voluntad.
Se trata del último proyecto utópico de matriz occidental del siglo XX, un siglo pródigo en utopías fracasadas, en intentos de erigir sociedades ideales, en unos casos mejores que las precedentes y, en otros, experimentos aterradores por su crueldad.
La nueva utopía está impulsada con menos ruido pero con más recursos y más determinación que la efímera utopía precedente, que rompió la glaciación de los años de la guerra fría, sacudiendo Oriente y Occidente. 
La utopía de los años sesenta, pues a esa me refiero, era la bulliciosa utopía de gente que, desde el punto de vista político y económico, contaba poco o no contaba nada; era una utopía de jóvenes airados, de hippies y melenudos, de cantautores protestones y estrellas del rock, del poder negro, de guetos y barrios pobres, de estudiantes revoltosos y de trabajadores insumisos, de mujeres, gays y lesbianas, de minorías raciales y sociales, de ecologistas, de antinucleares y de pacifistas.
Aquello parecía lo que hoy, tomando el calificativo de los movimientos sociales del norte de África, llamaríamos “una primavera”, porque lo fue durante casi una década en los Estados Unidos, lo fue en Berlín (1967), en Praga (en el 68, el efímero experimento del socialismo con rostro humano), en París en el famoso mayo del 68, y que luego, en Italia, en el año 69, fue un otoño caliente, obrerista y sindical.
También se dejó notar en Méjico, en América Latina, en Japón y en otros lugares la oleada liberadora, que quiso poner en marcha formas de vida alternativas, proyectos solidarios, comunitarios, cooperativos; sueños colectivos. Amanecía un nuevo mundo, pero las cosas tomaron un rumbo imprevisto.
Chocando contra el orden existente, la oleada fue perdiendo fuerza y a mediados de la década del setenta aparecieron los primeros fríos de lo que habría de ser una nueva y larga glaciación política, que empezó en los años ochenta, bajo los mandatos de Ronald Reagan, en los Estados Unidos y de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña, quienes “urbi et orbi” proclamaron el nacimiento de la nueva utopía neoliberal y conservadora. Pero a diferencia de la utopía de los años sesenta y de las utopías del siglo XIX, provenientes de los trabajadores, de las clases subalternas, de los condenados de la Tierra, como decía Frantz Fanon, que hablaban de un mundo sin explotadores ni explotados, sin capitalismo…la utopía neoliberal surgía precisamente del corazón del capitalismo, de los barrios ricos, de los foros de los poderosos, pensada por los que manejan los hilos de la economía y gobiernan el mundo.
La nueva utopía está diseñada e impulsada por el Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, por Wall Street y la bolsa de materias primas de Chicago, por la City londinense, el Deutsche Bank y el BCE, por Bruselas; por la Trilateral, el Club Bilderberg y el foro de Davos, y persigue fundar el nuevo reino de Jauja, que es el mercado libre y desregulado en todo el planeta.
En teoría, sus defensores quieren hacer realidad la metáfora de la mano invisible, con que Adam Smith defendía en el siglo XVIII las ventajas del capitalismo naciente; el mercado era, según el escocés, el ámbito en el que oferentes y demandantes, compradores y vendedores satisfacían sus necesidades, de lo cual resultaba el bienestar general. Pero el mito del mercado libre, que nunca existió, esconde las aviesas intenciones de sus patrocinadores, que no son tenderos ni pequeños comerciantes, sino monopolios, oligopolios, empresas transnacionales y grandes corporaciones, que no aspiran a utilizar el mercado para satisfacer necesidades ajenas con un beneficio razonable, sino a satisfacer, por encima de otras consideraciones, su propio interés; no aspiran a competir en el mercado sino a dominar el mercado, por las buenas o por las malas.
Lo que se esconde detrás de la etiqueta del mercado libre o desregulado es el capitalismo global, el capitalismo salvaje, que no reconoce fronteras nacionales ni regionales; el capitalismo desatado, sin frenos legales ni morales, ante el cual, los países deben abrir sus puertas de par en par y abandonar cualquier limitación que dificulte el tránsito de mercancías y sobre todo el paso del capital financiero al moverse por todo el mundo buscando la máxima rentabilidad (“La codicia es buena”, dice Gordon Gekko, el especulador financiero interpretado por Michael Douglas en la película Wall Street), en un mercado bursátil que funciona las 24 horas, todos los días del año para facilitar una especulación constante; un flujo inmediato, inmaterial, permanente y planetario, que, según el director de “Le monde diplomatique”, Ignacio Ramonet, son rasgos propios del mismo dios.

Primera parte de mi intervención en el acto de ayer en el Centro Cultural Galileo: "Queremos respirar. Por el cambio, ¡Entendeos!", a favor de un gobierno de izquierdas.


lunes, 15 de febrero de 2016

Hace tiempo que vengo al taller...

Apunta, nene:

... y no sé a qué vengo.

Rajoy lleva unos días, zarzuelero. Su arte, de expresión más bien estática, es el sainete, donde desempeña papeles de galán silencioso teniendo como pareja a la vice o a Cospedal, que suelen llevar la voz cantante, mientras él hace mutis en escena y huye por el foro en cuanto huele a los periodistas, porque tiene mucho que callar, aunque los periodistas tienen mucho que preguntar sobre lo que acontece en las taifas a la hora de hacer arqueo.
El papel de protagonista parco de verbo y de gesto -impasible el ademán-, largo tiempo ensayado como Don Tancredo, ha supuesto una auténtica renovación en la escena española, porque ha creado la figura del protagonista silente o galán plasma, duro papel de escaso lucimiento, que con frecuencia  confunde al personaje con los decorados, lo cual redunda en beneficio del segundo galán, el galán cómico, con que Floriano alcanza las cumbres más altas del poderío escénico.
En el Partido Popular tocan todo los palos, y manteniendo el astracán fallero en Valencia, es decir el exceso con mascletá, Rajoy abandona el sainete para acometer la representación de su vida, quizá su última aparición en público en el papel de galán, en una zarzuela crepuscular como las que montaría Sam Peckimpah si se hubiera dedicado a tales menesteres. Pero esta es, al mismo tiempo, una zarzuela sicológica, con un toque de Bergman, que revela, entre gritos y susurros de los suyos, la angustia existencial del protagonista escindido entre el hacer y el decidir, el no hacer o el hacer y el impedir que otros hagan lo que él no hace. En fin, un lío, porque la situación de no ser capaz de formar gobierno ni dejar que Pedro Sánchez lo intente, que estaría cercana al Lope de “El perro del hortelano”, Rajoy la resuelve asumiendo el papel de “Joaquín” en “La del manojo de rosas”, de Sorozábal.  
“Hace tiempo que vengo al taller, y no sé a qué vengo…” exclama Rajoy, porque cantar, lo que se dice cantar, no canta, salvo el gooool, de Cristiano Ronaldo. “Eso es muy alarmante. Eso no lo comprendo”, contestaría “Ascensión”, expresando el sentir de millones de ciudadanos, incluyendo muchos votantes del PP.
Rajoy no tiene programa ni candidato (es dudoso que pueda ser él), aunque tiene prisa: “España necesita un gobierno y lo necesita ya”, dice, apremiante, después de haber renunciado dos veces ante el Rey a formarlo, y de ahorrarse el esfuerzo de intentarlo: “Cuando tengo una cosa que hacer, no sé lo que hago.”

La respuesta la tiene “Ascensión”: “Pues le veo cesante, por tumbón y por vago”. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Casi nada

Good morning Spain, que es different:

Hace 1.300 millones de años luz, dos agujeros negros, de tamaño 36 y 29 veces mayores que nuestro doméstico Sol, girando a la velocidad de la luz acabaron por unirse en un nuevo astro con una masa 62 veces mayor que el astro rey, y liberando, en lo que debió ser una espantosa explosión, tanta energía como la que liberaría nuestro Sol durante 15 billones de años, es decir más luz que la emiten (gratis, atento Soria) juntas todas las estrellas del universo.
Según El País (13-2-2016), el suceso ha podido ser percibido por un breve sonido de dos décimas de segundo de duración, registrado en dos grandes artefactos astronómicos de Estados Unidos.
¿Podemos concebir semejantes magnitudes sin ser matemáticos? ¿Podemos pensar en ello sin sentirnos ínfimos, minúsculos, efímeros y despreciables montoncillos de masa y energía? ¿Inestables agrupamientos de polvo de estrellas? ¿Temporales combinaciones de física y química? ¿Podemos imaginar hechos ocurridos a una distancia de 1.300 millones de años luz sin pensar que somos casi nada? Nada, ¿y que estamos a merced de unas fuerzas cuya potencia no podemos imaginar ni controlar y que nos afanamos, aquí abajo, movidos por la fe en que estamos colocados sobre algo sólido y estable?
No podemos; por eso nos preocupamos por los títeres.

viernes, 12 de febrero de 2016

Sepuku

Good morning, Spain, que es different

Es un espectáculo no exento de cierto dramatismo contemplar como algunos partidos políticos, que parecen obsesionados por anticipar un trágico destino predicho por las “moiras”, se empeñan en precipitar su ocaso, mientras otros, que ya deberían estar desahuciados y esperando al enterrador, se mantienen activos contra todo pronóstico y resurgen de sus cenizas como el “Ave César” (así lo decía Fernando Rey en una película española cuyo nombre no recuerdo, a lo que respondía José Luís Ozores: “qué bruto, si quien renace de sus cenizas es La Unión y el Fénix”).
Disculpen la broma en un asunto serio, pero no podía sustraerme a rendir un breve homenaje a esos dos grandes actores, que nos han deparado muchas y gratas tardes de cine a los que tenemos ya una edad (o más de una). Sigo. 

Hasta ahora, Izquierda Unida, entregada a una periódica partenogénesis, era una excelente muestra de esa pulsión suicida, tan arraigada entre las fuerzas de la izquierda junto con las tendencias sectarias -el legado de Caín, que parecía español-, pero algunos grupos de los que conforman (o deforman) un partido recién nacido como “Podemos”, están tomando el relevo en la carrera para celebrar sus exequias cuanto antes, aunque ninguno ha corrido tanto como la formación centrista Unión Progreso y Democracia.
El medio elegido para perpetrar el “sepuku” político es tan eficaz como volver contra sí mismos el “tanto”, la pequeña “katana” con que los guerreros samuráis se abrían ritualmente el vientre, para morir por su propia mano antes que caer en el deshonor. Pero, a diferencia de lo que creían y respetaban los miembros de la nobleza japonesa, en España los partidos, que desconocen las estrictas reglas del código “bushido”, dan la impresión de que se encaminan al final de su existencia sin temer el deshonor ni el vilipendio. Tal parece ser el reciente caso de la CUP, un partido, o conjunto de grupos, relativamente nuevo, que ha perpetrado un “sepuku” al renunciar a los preceptos de su particular “bushido”, a cambio de casi nada y abrazando la causa de un viejo partido, podrido y sin honor pero con deudas, fundado por un ex honorable que rinde ahora cuentas ante la justicia por (presuntos) delitos añejos pero no olvidados.

En Madrid también es claramente perceptible está pulsión tanática en un sector del conglomerado político que dirige el Ayuntamiento de la Villa y Corte, que está empeñado en librar del peor modo posible una guerra santa contra la derecha. Una guerra, que si no hay pronta rectificación, a buen seguro ha de perder, pues sus dirigentes ignoran una de las máximas del maestro Sun Zu en “El arte de la guerra” (Cap. X, 26) -“quien conoce al enemigo y se conoce a sí mismo vencerá sin ser derrotado”-.
Pues bien, tales estrategas no conocen bien sus fuerzas, una frágil coalición de grupos y personas, y las sobreestiman, ni conocen las del principal adversario -el PP-, que es inmisericorde, desleal y ducho en toda clase de ardides.
Olvidando otra máxima del sabio chino (Cap. VIII, 7): “Hay senderos que no se deben recorrer, ejércitos que no se deben atacar, fortificaciones que no se deben sitiar, terrenos que no se deben reclamar”, “Ahora Madrid” ha planteado una parte de la lucha contra la derecha en el pantanoso terreno de los signos culturales de identidad, que el adversario conoce muy bien, pues, contando con un contexto conservador favorable, lleva años haciendo gala de que es el partido de los valores y de las señas de identidad verdaderamente españolas, y cuenta además con el incondicional apoyo de esa institución tan experta en el manejo de los símbolos que es la Iglesia católica.

El terreno elegido, donde las medidas se plantean con prisa y precipitación, se presta a librar pequeñas escaramuzas, que, en primer lugar distraen de lo principal, dan lugar a contundentes y desmesuradas respuestas por parte de la derecha, sirven para tapar sus escándalos, que no son ideológicos sino muy materiales y financieros, y colocan, además, en situación poco cómoda a los aliados. Pequeñas escaramuzas que poco aportan en caso de ganarse (¿qué más da que los Reyes Magos vistan como hasta ahora, en vez de llevar unas túnicas que parecían diseñadas para Rappel?), tienen un alto coste en salir al paso para corregir, matizar, pedir disculpas o evitar las dimisiones que el PP pide de oficio, además de enajenarse apoyos entre católicos y personas seguidoras de esa tradición que pueden discrepar en otras cosas de la política del Partido Popular.
Para disputar la hegemonía ideológica a la derecha con posibilidades de éxito, no es eficaz hacerlo con prisa y a trompicones, ni cediendo a los juveniles de impulsos de trasgredir el conservador orden reinante o de querer reparar cuanto antes agravios de décadas.
En la ciclópea tarea de intentar revertir en Madrid los nefastos efectos de un cuarto de siglo de gobiernos de la derecha depredadora, hay que pensar a largo plazo, por lo cual es aconsejable seguir menos “Juego de tronos” y leer más a Sun Zu.

Registro en Génova

Apunta, nene:
Por orden judicial, ya era hora, se ha registrado la sede del PP en Madrid, en la calle de Génova (aunque habría que cambiarle el nombre por Sicilia) y además los domicilios del ex gerente del PP madrileño, Beltrán Gutiérrez, y del empresario Javier López, consejero del Grupo OHL (Obrascon, Huarte, Lain), presidido por Juan Miguel Villar Mir, ministro de Hacienda entre diciembre de 1975 y julio de 1976 (hasta el cambio de Gobierno de Adolfo Suárez), y vicepresidido por Josep Piqué, casado con Gloria Lomana, directora de informativos de Antena 3, y tres veces ministro con el Gobierno de Aznar. O sea, gente muy importante, lo cual explica la lentitud y la precaución con que actúan los jueces en la investigación del caso.
El fiscal pedirá la imputación de Rita Barberá por los casos de corrupción en Valencia y en concreto por 300.000 euros (50 millones de las antiguas o futuras pesetas) de gastos suyos sin justificar.
Mañana declara Esperanza Aguirre sobre el caso Púnica, que pasó de largo delante de sus narices y ella sin enterarse.
Estas son las noticias de hoy sobre la corrupción, mañana seguro que habrá más, porque la corrupción en el PP es un culebrón inacabable, pues ya no está claro si se trata de un partido político que está corrompido o de una banda de corruptos que se dedica a la política.
¿Y con estas trazas Ciudadanos insiste en pactar con el PP?
¿Y con esta trayectoria Felipe González y otras viejísimas glorias del PSOE insisten en gobernar con el PP?

miércoles, 10 de febrero de 2016

Spain desde lejos

Apunta, nene:

Supongamos, por un momento, que soy francés, garçon francais, o inglés de Londón (an old angry man), o un perplejo ciudadano de Marte, que quiere conocer Spain, un país al sur de la OTAN. Por lo cual, abro el periódico (Le Picaró, The Chung Times o el Osservatore marciano) y me encuentro con que, de Spain, que sigue con un gobierno en funciones y mucho postureo de sus políticos, me brindan las siguientes noticias: que estando reciente el caso “Acuamed”, que implica al subsecretario de Presidencia y a la directora General del Agua, Pepote Ballester, ex director General de Deportes del Gobierno Balear, socio y sin embargo amigo de Urdangarín, y ahora distanciado de él por las cosas del destino, acusa a su ex socio, el ex duque empalmado, y al ex carcelado ex presidente Matas, de la trama urdida para desviar dinero de los servicios contratados con el gobierno autonómico hacia las arcas de Noos, asociación sin (presunto) ánimo de lucro legal. Un caso en que 18 imputados de la gama más alta de la “jet set” pueden ser condenados a más de 200 años de cárcel, aunque es posible que no lo veamos en Marte o en Londón (ni en Spain).
En el oasis catalán, Jordi Pujol, “español del año” 1984, según ABC, declara en catalán (si us plau), en la Audiencia Nacional sobre el misterioso origen de su patrimonio, pero su digna esposa se niega a hacerlo en cualquier idioma. “Cataluña no se merece esto”, dijo la doña cuando compareció hace un año en la comisión sobre el fraude, a la que CiU se opuso. Las palabras de Ferrusola tuvieron gran éxito de público, pues millones de catalanes la creyeron.
En el oasis vasco, un juzgado de Instrucción bilbaíno ha ordenado abrir un juicio oral contra Mario Fernández, expresidente de Kutxabank, por los supuestos delitos de administración desleal, apropiación indebida y falsedad documental.
En la taifa valenciana, 14 concejales y ex concejales y 20 cargos de confianza  del ayuntamiento presidido por Rita Barberá han empezado a declarar en el juzgado de Instrucción como imputados por la adjudicación de contratos a cambio de comisiones ilegales (caso Imelsa) y blanqueo de dinero, encubierto en donaciones al Partido Popular. La ex alcaldesa de Valencia ha sido aforada por largo tiempo al ser incluida en la Comisión Permanente del Senado (Rajoy cumple), aunque no acude a la cámara alta, por si las moscas, pero no renuncia al sueldo. 
Dada la situación, se ha decidido refundar el Partido en Valencia para limpiarlo de corrupción, pero Isabel Bonig, la presidenta regional que debe acometerla, utilizó la Consejería de Infraestructuras para pedir donaciones para el partido, cuyos importes eran devueltos en billetes de 500 euros de ignota procedencia.
Como en todas partes cuecen habas, en Jerez (Xeres, Sherry, en Marte el término es desconocido) hay dos exalcaldes en la cárcel, Pedro Pacheco (Partido Andalucista) y Pilar Sánchez (PSOE), recién ingresada, mientras la justicia investiga a María José García Pelayo (PP), por contratos firmados con la trama andaluza de Gurtel.   
En la Audiencia Provincial de Madrid se sigue el juicio contra 15 acusados por el caso Madrid Arena, la fiesta de Halloween de 2012 celebrada en un pabellón municipal, en la que fallecieron cinco chicas a causa de una avalancha humana por no haberse respetado el aforo del local ni unas elementales normas de seguridad, honradez y celo municipal. También en la Villa y Corte, el actual equipo municipal ha decidido elevar a la fiscalía un informe en el que denuncia malversación de fondos en Mercamadrid, durante el mandato de Ana Botella.
No escapa el ejército español -lo más sagrado después de la Curia (que también tiene lo suyo con los niños)- al ambiente malsano de la corrupción. El Ministerio de Defensa ha paralizado el ascenso de 22 tenientes coroneles, por la existencia de presuntos delitos de cohecho, cobro de comisiones y manipulación de contratos.
No podemos saber qué resolverá la administración de la justicia en todos esos casos de corrupción política, pero se puede afirmar que no será ni tan rápida ni tan dura como lo han sido con los dos titiriteros, acusados de hacer apología del terrorismo en una sesión de su teatrillo, que, tras cuatro días en la cárcel, han sido puestos en libertad, con la obligación de presentarse diariamente en un juzgado y no poder abandonar territorio español, pues han sido privados del pasaporte. Unas precauciones que no se han tomado, por ejemplo, con Jordi Pujol, ni con Luis Bárcenas, privado de pasaporte pero exento de la visita diaria a los juzgados.
Si yo fuera francés, inglés de Londón o marciano llegaría a la conclusión de que Spain, como país está bastante podrido, pero que sus habitantes están hechos de una materia especial, semejante a la de un ciborg T-800, con un endoesqueleto de acero recubierto de tejido vivo, dotado de un cerebro de mosquito y alma grande pero de vaca, lo que les permite soportar estoicamente los desmanes de su clase dirigente. 
Si yo fuera marciano, no me movería de Marte.  
A propósito de un comentario de Felix Ovejero sobre una diputada tupamara de ERC.

Hay personas de la izquierda que para analizar (¡y transformar!) la realidad siguen utilizando la misma plantilla que les facilitaron sus instructores revolucionarios en sus años mozos, basta con ir rellenando las casillas con los nombres adecuados para que todo alcance el orden previsto. No sé si el procedimiento les proporciona una visión adecuada de una realidad muy dinámica, pero les permite creer que siguen fieles a sus sueños de juventud.

lunes, 8 de febrero de 2016

Ingenuos y fariseos

Good morning, Spain, que es different

La derechona madrileña ha encontrado otro pueril motivo para organizar una trifulca y pedir las dimisiones de rigor en el equipo municipal, porque está escrito con letras indelebles en su cochambroso libro de estilo, que, estando en la oposición, cada crítica al partido gobernante por insignificante que sea el motivo debe dar paso a una bronca y a la consiguiente petición de dimisiones. Malas mañas, propias, desde hace años, de una derecha rencorosa y desleal, que ya no deberían engañar a nadie.
Esta vez el móvil ha sido la desafortunada sesión de títeres de cachiporra “La Bruja y don Cristóbal”, contratada por el Ayuntamiento de la Corte y Villa, que ha terminado con sus autores en la cárcel, acusados, nada menos, que de apologetas del terrorismo.  
A raíz de una denuncia, la policía interrumpió la representación, detuvo a los actores y los mantuvo incomunicados. La justicia ha actuado con extremo rigor e inusitada celeridad y, suponemos que teniendo en cuenta la facilidad con que se destruyeron en la sede el PP los ordenadores de Bárcenas y desaparecieron dos discos duros y ocho cajas de documentos que se llevó el tesorero, ha puesto a los titiriteros entre rejas y sin libertad bajo fianza, no sea que se les ocurra huir o destruir las pruebas -quizá el manuscrito- de su presunto delito, que no es otro que opinar, hacer incomprensibles juegos de palabras para niños y representar una obra de títeres que es un dislate.
Según una nota remitida por la CNT, la obra, que pretende ser una alegoría de la persecución sufrida por este sindicato en años recientes, “defiende la convivencia, la tolerancia y la aceptación de lo diferente. Los enfrentamientos se producen ante representaciones de poderes que no los aceptan, y en ese sentido se desarrolla la trama”, que es la siguiente: la Bruja, que representa a personas con mala fama pública, se enfrenta a los cuatro poderes que rigen la sociedad (la Propiedad, la Religión, el Estado y la Ley). La bruja, desahuciada de su casa y violada por el Propietario de la vivienda, mata al propietario, pero ha quedado embarazada del muerto y da a luz un niño; entonces aparece una monja, que encarna a la Religión, y quiere llevarse al niño (suponemos que ante la falta de vocaciones sacerdotales), pero en el enfrentamiento con la madre, la monja también resulta muerta. Entonces aparece la policía, que representa al Estado y golpea a la Bruja hasta dejarla inconsciente, tras ello construye un montaje para acusarla ante la Ley, colocando sobre su cuerpo una pancarta que dice “Gora Alka-ETA”, que según los autores es un juego de palabras sobre ETA y Al Qaeda. A partir del montaje policial, el Juez condena a muerte a la Bruja, pero esta engaña al juez, que mete la cabeza en la soga y muere ahorcado.
Como se puede observar, se trata de una obra ingenuamente didáctica, con una intención propagandística de dudosa eficacia, y cuyo abstruso mensaje queda invalidado en parte por la complejidad del tema. El guion es complejo, difícil de entender hasta para los adultos, pues quiere ser, según su autor, una crítica muy abstracta del estado de cosas existente, expresada a través de personajes que representan elementos simbólicos (la Ley, la Propiedad, etc) y motivaciones no siempre claras, cuyas conflictivas relaciones culminan en escenas explícitas. Si a eso añadimos que el relato contiene un metamensaje, que es el montaje policial para inculpar a la Bruja y lograr que el juez la condene, es decir que la policía actúe a su vez como una titiritera, al mover los hilos de la ley a su antojo para lograr su objetivo, que es matar legalmente a la Bruja, tendremos los metatíteres dentro de una función de títeres; en su conclusión el mensaje del relato se sostiene sobre un metamensaje.
Lo importante en una obra de títeres, o de teatro, no es que sea de “Títeres desde abajo”, así se llama la compañía, o de títeres desde arriba, sino que la obra sea buena, o por lo menos inteligible, y esta parece que no lo es. Quizá sean títeres experimentales, títeres de arte y ensayo.
Dicho lo cual, es una exageración que los componentes de la compañía hayan dado con sus huesos en la ergástula acusados de enaltecer el terrorismo, lo que confirma la verdadera finalidad de la llamada ley mordaza y la urgente necesidad de derogarla.
Pero hay más en este asunto y es la impericia que reina en el equipo de Manuela Carmena, cuyos miembros, no diré que todos pero sí demasiados, parecen turistas llegados de otro planeta, con prisa, eso sí, pero de otro mundo, desenfadado, juvenil y alternativo, de lo cual ya hemos tenido pruebas en el caso de los chistes de Zapata, los trajes de los Reyes Magos en la cabalgata, la exhibición mamaria de Rita Maestre en una capilla católica colocada en un lugar tan inadecuado como un recinto universitario (en justa reciprocidad tendrían que impartirse clases de matemáticas o de física y química en las iglesias), la retirada de placas y monumentos franquistas, acometida por Celia Mayer con tantas prisas y errores que la alcaldesa ha suspendido la aplicación del plan, y ahora con el tema de los titiriteros, que corresponde a la misma concejalía. Episodios todos ellos que han provocado demagógicas respuestas de la derecha farisaica, destructiva y desleal, pero de nimia importancia al lado de la deuda de 7.500 millones dejada por Gallardón, de la venta de pisos municipales a fondos buitre, de los casos de corrupción y tráfico de influencias (Guateque, Mercamadrid, Cofely o Aneri), del caso Madrid Arena, con cinco chicas muertas por dejación municipal, de los contratos de la privatizada limpieza urbana que no se cumplen o de la operación Wanda (el Edificio España), entre los muchos con que se ha saldado la estancia del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid durante un cuarto de siglo. 
Queda una reflexión final sobre la cultura, si esta puede ser calificada de derecha o de izquierda, de conservadora o innovadora o simplemente de buena o mala, si la citada obra corresponde a una cultura de izquierda y si debe estar promocionada por una institución pública por el hecho de presentarse como una muestra de cultura alternativa, porque tras semejante etiqueta se ofrecen no pocas supercherías.

Entiendo que algunos ingenuos ediles, llevados de ardor juvenil y un saludable espíritu iconoclasta, quieran satisfacer sus ganas de “épater le bourgeois”, (que flipen los carcas), que estaba bien para los artistas de fines del XIX y para las vanguardias del XX, tan deseosas de innovar y sorprender, pero hoy, cansados como estamos de tantos artistas malditos, genios incomprendidos y espíritus vanguardistas y postvanguardistas, está muy pasado de moda. En todo caso, lo que puede hacer un artista con su obra no lo debe intentar un ayuntamiento con dinero público, aunque sea poco. 

Ingenuos y fariseos

Good morning, Spain, que es different
La derechona madrileña ha encontrado otro pueril motivo para organizar una trifulca y pedir las dimisiones de rigor en el equipo municipal, porque está escrito con letras indelebles en su cochambroso libro de estilo, que, estando en la oposición, cada crítica al partido gobernante por insignificante que sea el motivo debe dar paso a una bronca y a la consiguiente petición de dimisiones. Malas mañas, propias, desde hace años, de una derecha rencorosa y desleal, que ya no deberían engañar a nadie.
Esta vez el móvil ha sido la desafortunada sesión de títeres de cachiporra “La Bruja y don Cristóbal”, contratada por el Ayuntamiento de la Corte y Villa, que ha terminado con sus autores en la cárcel, acusados, nada menos, que de apologetas del terrorismo.   
A raíz de una denuncia, la policía interrumpió la representación, detuvo a los actores y los mantuvo incomunicados. La justicia ha actuado con extremo rigor e inusitada celeridad y, suponemos que teniendo en cuenta la facilidad con que se destruyeron en la sede el PP los ordenadores de Bárcenas y desaparecieron dos discos duros y ocho cajas de documentos que se llevó el tesorero, ha puesto a los titiriteros entre rejas y sin libertad bajo fianza, no sea que se les ocurra huir o destruir las pruebas -quizá el manuscrito- de su presunto delito, que no es otro que opinar, hacer incomprensibles juegos de palabras para niños y representar una obra de títeres que es un dislate.
Según una nota remitida por la CNT, la obra, que pretende ser una alegoría de la persecución sufrida por este sindicato en años recientes, “defiende la convivencia, la tolerancia y la aceptación de lo diferente. Los enfrentamientos  que se producen son ante representaciones de poderes que no lo aceptan, y en ese sentido se desarrolla la trama”, que es la siguiente: la Bruja, que representa a personas con mala fama pública, se enfrenta a los cuatro poderes que rigen la sociedad (la Propiedad, la Religión, el Estado y la Ley). La bruja desahuciada de su casa y violada por el Propietario de la vivienda, mata al propietario, pero queda embarazada del muerto y da a luz un niño; entonces aparece una monja, que encarna a la Religión, y quiere llevarse al niño (suponemos que ante la falta de vocaciones sacerdotales), pero en el enfrentamiento con la madre, la monja también resulta muerta. Entonces aparece la policía, que representa al Estado y golpea a la Bruja hasta dejarla inconsciente, tras ello construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando sobre su cuerpo una pancarta que dice “Gora Alka-ETA”, que según los autores es un juego de palabras sobre ETA y Al Qaeda. A partir del montaje policial, el Juez, condena a muerte a la Bruja, pero esta engaña al juez, que mete la cabeza en la soga y muere ahorcado.
Como se puede observar, se trata de una obra ingenuamente didáctica, con una intención propagandística de dudosa eficacia, cuyo abstruso mensaje queda invalidado en parte por la complejidad del tema. El guion es complejo, difícil de entender hasta para los adultos, pues quiere ser, según su autor, una crítica muy abstracta del estado de cosas existente, expresada a través de personajes que representan elementos simbólicos (la Ley, la Propiedad, etc) y motivaciones no siempre claras, cuyas conflictivas relaciones culminan en escenas explícitas. Si a eso añadimos que el relato contiene un metamensaje, que es el montaje policial para inculpar a la Bruja y lograr que el juez la condene, es decir que la policía actúe a su vez como una titiritera, al mover los hilos de la ley a su antojo para lograr su objetivo, que es matar legalmente a la Bruja, tendremos los metatíteres dentro de una función de títeres; en su conclusión el mensaje del relato se sostiene sobre un metamensaje.
Lo importante en una obra de títeres, o de teatro, no es que sea de “Títeres desde abajo”, que es como se llama la compañía, o de títeres desde arriba, sino que la obra sea buena, o por lo menos inteligible, y esta parece que no lo es. Quizá sean títeres experimentales, títeres de arte y ensayo.
Dicho lo cual, es una exageración que los componentes de la compañía hayan dado con sus huesos en la ergástula acusados de enaltecer el terrorismo, lo que confirma la verdadera finalidad de la llamada ley mordaza y la urgente necesidad de derogarla.
Pero hay más en este asunto y es la impericia que reina en el equipo de Manuela Carmena, cuyos miembros, no diré que todos pero sí demasiados, parecen turistas llegados de otro planeta, con prisa, eso sí, pero de otro mundo, desenfadado, juvenil y alternativo, de lo cual ya hemos tenido pruebas en el caso de los chistes de Zapata, los trajes de los Reyes Magos en la cabalgata, la exhibición mamaria de Rita Maestre en una capilla católica colocada en un lugar tan inadecuado como un recinto universitario (en justa reciprocidad tendrían que impartirse clases de matemáticas o de física y química en las iglesias), la retirada de placas y monumentos franquistas, acometida por Celia Mayer con tantas prisas y errores que la alcaldesa ha suspendido la aplicación del plan, y ahora con el tema de los titiriteros, que corresponde a la misma concejalía. Episodios todos ellos que han provocado demagógicas respuestas de la derecha farisaica, destructiva y desleal, pero de nimia importancia al lado de la deuda de 7.500 millones dejada por Gallardón, de la venta de pisos municipales a fondos buitre, de los casos de corrupción y tráfico de influencias (Guateque, Mercamadrid, Cofely o Aneri), del caso Madrid Arena, con cinco chicas muertas por dejación municipal, de los contratos de la privatizada limpieza urbana que no se cumplen o de la operación Wanda (el Edificio España), entre los muchos con que se ha saldado la estancia del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid durante un cuarto de siglo.  
Queda una reflexión final sobre la cultura, si esta puede ser calificada de derecha o de izquierda, de conservadora o innovadora o simplemente de buena o mala, si la citada obra corresponde a una cultura de izquierda y si debe estar promocionada por una institución pública por el hecho de presentarse como una muestra de cultura alternativa, porque tras semejante etiqueta se ofrecen no pocas supercherías.

Entiendo que algunos ingenuos ediles, llevados de ardor juvenil y un saludable espíritu iconoclasta, quieran satisfacer sus ganas de “épater le bourgeois”, (que flipen los carcas), que estaba bien para los artistas de fines del XIX y para las vanguardias del XX, tan deseosas de innovar y sorprender, pero hoy, cansados como estamos de tantos artistas malditos, genios incomprendidos y espíritus vanguardistas y postvanguardistas, está muy pasado de moda. En todo caso, lo que puede hacer un artista con su obra no lo debe intentar un ayuntamiento con dinero público, aunque sea poco.