viernes, 20 de junio de 2014

Un rey nuevo, un reino viejo



Good morning, Spain (que es different)
Ya tenemos nuevo Rey. Gaudeamus. Un rey nuevo para un reino viejo. Un reino muy distinto del que hallaron los Borbones, en 1701, cuando llegaron desde Francia, y en el que se asentaron después de librar una guerra de dimensiones casi continentales, en la que Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia, y el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I, se disputaron el trono de España y de sus posesiones. Entonces había un imperio, ya no lo hay. 
Entre 1701, en realidad, entre 1714, y 2014, es decir, entre el comienzo del reinado ya en paz de Felipe V y la proclamación de Felipe VI median 300 años de monarquía borbónica llenos de altibajos, con tensiones dinásticas y tres guerras civiles (carlistas), tres restauraciones borbónicas, que corresponden a una fuga (Fernando VI) y dos abdicaciones (Isabel II, Alfonso XIII), el breve reinado de un rey italiano (Amadeo), dos efímeras repúblicas, algunos intentos revolucionarios, varios pronunciamientos militares, una guerra civil, una larga dictadura y, finalmente, la tercera restauración borbónica y un largo período de estabilidad y, a pesar del desigual reparto de riqueza y oportunidades, de prosperidad y modernización.
Hoy, el reino está erosionado en sus instituciones políticas, desde las más altas y simbólicas -monarquía, judicatura, Iglesia-, hasta las bajas y representativas -gobierno, parlamento, clase política- y sociales -patronales, sindicatos-.
El reino está empobrecido por la crisis económica y por las medidas aplicadas por el gobierno para salir -¿salir?- de ella, amenaza cuartearse territorialmente, cuando ya está cuarteado por la religión -España laica, España católica-, por la ideología -izquierda, derecha- y sobre todo por la renta -ricos más ricos y pobres más pobres- y empieza a estarlo por el tipo de Estado -monarquía, república-.
Dependiendo de lo que el nuevo rey, dentro de su limitado campo de actuación, se plantee hacer ante la difícil situación del reino, su proclamación se podrá entender como el inicio de un nuevo tiempo o sólo como la agónica continuación del viejo.

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