En
el debate de ayer en el Congreso sobre la ley que sanciona la abdicación del
Rey, el Presidente del Gobierno afirmó que “la forma política de Estado no está
en el orden del día de esta sesión".
Para
una persona de talante rabulesco como Rajoy, que actúa más como un registrador de
la propiedad que como un dirigente político, lo que vale es lo que está
registrado; lo previsto por la burocracia, lo señalado por la Mesa del
Congreso, que es la suprema expresión de la ortopedia parlamentaria.
En
la jornada de ayer, el orden del día del Congreso expresó como pocas veces la
distancia entre las aspiraciones de la gente corriente y los intereses que
marcan la agenda de esa cámara elegida por un sistema viciado, que cada día más
representa al idílico y reducido país formado por la Casa Real, la Conferencia
Episcopal, la Asociación Española de Banca, el Ibex 35 y los 10.000 aforados,
que ocupan diversas instituciones del Estado.
Ese
orden del día era la síntesis del desencuentro entre la España oficial y la
calle, entre las urgentes necesidades de un país devastado por la crisis y los
intereses tácticos de sus teóricos representantes, entre la España regia y la
España real, crecientemente crítica, insumisa y republicana.
Rajoy,
que gobierna como un obediente funcionario del gran capital, no es sólo
indiferente a lo que sucede en el país, sobre todo a la suerte de las clases
más humildes, que es la actitud habitual en la derecha española, sino ajeno a
lo que sucede en su propio partido, anegado por la corrupción y sumido en un
creciente descrédito, y a lo que sucede en el Congreso, donde ayer, por encima
o por debajo de lo prescrito en el orden del día, se dejaron ver algunas
rupturas en fuerzas que hasta ahora habían sido de alguna manera apoyos del
Estado y la intención de reformar la Constitución, compartida incluso por el
otro gran partido dinástico.
La
sesión parlamentaria cumplió su función y ratificó la abdicación del monarca, y
Rajoy, imperturbable y satisfecho, cumplió su papel, dijo lo que tenía que
decir y ajustó la lectura de sus papeles a lo previsto en el orden del día.
No podemos saber si tomará nota de lo sucedido, pero
debería recordar que, según los resultados de las recientes elecciones
europeas, gobierna con el apoyo explícito de sólo el 11% de los votantes, que
es un parco respaldo. Por ello, debería revisar su agenda y mirar por la
ventana para ver lo que sucede en la calle, no sea que llegue el día en que los
indignados ciudadanos, que forman el verdadero pueblo soberano, le impongan el
orden del día del Congreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario