viernes, 27 de junio de 2014

Un niño



Good morning, Spain (que es different)
Hay días en que uno se levanta con el corazón más blando de lo habitual o más predispuesto a que ciertas cosas le afecten. Ayer fue uno de esos días.
Estuve en Vallecas, un barrio de Madrid, que antes tenía mala fama (y para ciertos estamentos económicamente bien situados, aún la sigue teniendo); es un típico barrio obrero, formado por el aluvión de varias generaciones de emigrantes de zonas deprimidas del sur y más tarde procedentes de África y América del Sur, un barrio que fue muy combativo en tiempos de la dictadura y de la Transición, con un movimiento vecinal muy potente; un barrio, en fin, antifranquista, con un persistente voto a la izquierda, que ha sufrido sucesivamente los azotes de la droga, de los gobiernos de la temible derecha madrileña y, hoy, del paro.
Estaba esperando a un amigo, cuando vi bajar por la calle a una familia que me llamó la atención. No sé por qué razón, porque no destacaba de la gente que había por allí, pero quizá fuera por el conjunto que formaban o quizá fue por los niños, por un niño.
Una pareja de personas adultas, de edad desigual, vestidas con ropa de serie, barata pero no sucia y al gusto propio del barrio -Vallecas imprime carácter, dice un amigo-, que acompañaba a dos niños, en horas de trabajo. Ella muy flaca y demacrada, él algo mejor; los niños, de unos cinco y ocho años mal llevados, pelo hirsuto, delgadísimos, piernas como palillos, sobre todo uno de ellos, el mayor, que podía tener incluso nueve años por la expresión de la cara, pero lo que destacaba de él era que caminaba torciendo los pies hacia adentro. Calzaba unas playeras muy gastadas y un pantaloncillo que le venía grande, pero lo que llamaba la atención eran las piernecitas y aquellos pies moviéndose torpemente hacia dentro, en una edad en la que apetece correr. Era evidente que necesitaba atención médica para corregir aquel problema, no sé si de cadera o de rodillas. ¿La habrían solicitado ya sus padres o tutores? ¿Estaría en una de esas largas listas de espera para ser atendido por un médico especialista? ¿Serían sus padres conscientes de ese problema motriz antes de que degenerara en una afección crónica o incurable? ¿Sería este niño uno de los cincuenta mil niños mal nutridos de Madrid? ¿Sería uno de esos 2.226.000 niños y niñas pobres que hay en España? Y sólo porque había tenido la mala suerte de nacer en Vallecas, en una familia de trabajadores, al parecer ahora sin empleo; en vez de nacer en la familia de un notario del barrio de Salamanca o en la Moraleja, en casa de un banquero.
Era un niño pobre y seguramente desasistido, o mal asistido por el Estado que debía atenderle antes que a bancos pésimamente administrados, que tendrá que enfrentarse a la vida en un país llevado al empobrecimiento por sus dirigentes, y sin otro futuro que el de vivir en la pobreza y seguir engendrando hijos pobres. Tenía el fatal destino atado a aquellos pies, inclinados hacia dentro.

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