Good morning, Spain, que es different
Esperanza
Aguirre ha dimitido como concejala y portavoz del grupo municipal del PP en el Ayuntamiento de Madrid,
alegando en su descargo no haber vigilado lo suficiente los malos pasos de
Ignacio González -un presidente ejemplar, según ella-, al que, como otros,
promovió hasta encumbrarle como su sucesor a la presidencia del gobierno
autonómico.
El
caso no es único, ya que Aguirre, que ha nombrado a unos 500 cargos, dijo que sólo
dos le habían salido “ranas”, tampoco vigiló las andanzas de otros altos cargos
de su total confianza por sendas que les alejaban de la ley, sin que ella, al
parecer, se diese cuenta de lo que ocurría. Claro que tampoco mostró mucho empeño en salir de dudas acerca de lo que la prensa, desde hacía tiempo, venía publicando,
que era mucho.
Las
personas imputadas en casos de corrupción que ha tenido más cerca, y sólo
teniendo en cuenta a los más destacados y afectados por las tramas Gurtel,
Púnica, Sanidad y Lezo, son catorce -cuatro exalcaldes: Ginés López (Arganda),
Jesús Sepúlveda (Pozuelo), González Panero (Boadilla), Guillermo Ortega (Majadahonda),
dos ex diputados autonómicos (Martín Vasco y Bosch Tejedor), seis ex consejeros
autonómicos (López Viejo, Lucía Figar, Salvador Victoria, Juan J, Güemes,
Manuel Lamela y Francisco Granados), un ex gerente y tesorero del PP de Madrid
(Beltrán Gutiérrez, imputado en las tarjetas “black” de Bankia) y un ex
presidente de la Comunidad de Madrid (Ignacio González).
Pero
con ellos, y por ahora, no se agotan los casos de corrupción del PP en Madrid, pues,
además de los que tienen su origen o alcanzan a la sede central
(Gurtel, Bárcenas, Bankia), hay otros casos que se apuntan (MercaMadrid, con
Concepción Dancausa, delegada del Gobierno, imputada) y otros muchos repartidos
por municipios de la provincia, que aumentan sus responsabilidades, pues Aguirre
ha sido presidenta del PP de Madrid durante doce años (2004-2016), sin que ese
cargo le haya servido, entre otras cosas, para apercibirse, entre otras cosas, de quienes le
financiaban ilegalmente las campañas electorales a través de la fundación
Fundescam.
La
disculpa de hacerse la tonta, la traicionada, la engañada, sencillamente no
cuela, porque Aguirre se jactaba de gobernar el partido con gesto severo y el
puño de hierro, ubicándose, como Lideresa, en el polo opuesto a Rajoy, que
ejerce de líder ausente y poco preciso. Por algo, Aguirre, sintiéndose la
legítima heredera de Aznar, quiso disputarle la jefatura, aunque sin llegar al
final, presentándose como una Margaret Thatcher con peineta y mantilla.
No hace mucho tiempo,
con su habitual chulería, publicó un libro titulado “Yo no me callo” (¡faltaría
más!), que merece una segunda parte: “Y tampoco vigilo”. Aunque quizá vigilaba,
pero poco -estaba inaugurando cosas y vigilando a la izquierda que no
gobernaba-, mientras sus inmediatos colaboradores trincaban mucho, entregados
en cuerpo y alma al Ars forrandi.
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