martes, 11 de abril de 2017

Balance de un desastre político (3)

Good morning, Spain, que es different

Decía Otegui, ayer, calcando el comunicado de ETA sobre su desarme (El País, 10/4/2017): “Aquí estamos siempre en la batalla del relato y cómo se va a construir el relato y yo creo que, desgraciadamente, en el ADN cultural español siempre existe cierta tendencia a la humillación, y siempre se entienden las cosas en términos de ganadores y perdedores”.
Tiene poca gracia leer que un sujeto que ha pertenecido a un grupo armado, que por medio del terrorismo ha mantenido amedrentada durante décadas a la población vasca que no comulgaba con sus ideas, hable de humillación y no se vea reflejado en lo que dice.
Mucha menos gracia tiene cuando se recuerda que sus conmilitones, coreados por los socorristas que nunca han faltado, han echado sobre sus víctimas el vilipendio de la sospecha para dar a entender que si habían acabado muertos es porque se lo merecían (asesinados y humillados).
Y finalmente, si no fuera trágico, sería para partirse de risa pensar que puede ser creíble un relato sobre lo sucedido en el País Vasco (y en el resto de España) que no hable de vencedores y de vencidos, formulado por quienes pretendieron librar una guerra contra dos estados -España y Francia- con la evidente intención de vencer a costa de lo que fuera. Basta recordar sus primeros documentos.  
“Hace falta que el pueblo vasco se rinda a la evidencia, de una vez por todas, de que Euskadi, es decir, nosotros, nos hallamos en estado de guerra con el ocupante extranjero por obra y gracia de éste, no nuestra; estado de guerra que no cesará hasta que la última pulgada de nuestro territorio nacional se haya liberado” (Zutik nº 17, 1963).
Y también: “Nos consideramos en guerra con España y con Francia; ni más ni menos (…) Hemos perdido en 1937 una batalla pero no la guerra; la guerra no ha acabado. No acabará mientras esté el invasor en tierra vasca. Sí, estamos en guerra. Y tenemos prisa por ganarla”. (Zutik nº 18, 1963).
“Nosotros, en 1964, no pretendemos más que recoger la antorcha y continuar el camino. Suponemos que los héroes de 1936-1937 no pidieron permiso a sus mayores para luchar, sufrir y morir. No pensamos hacer menos. Y que nadie se haga ilusiones: igual que entonces, hace falta ahora luchar, sufrir y morir." (“Carta a los vascos de buena fe”, Zutik nº 22, abril, 1964).
Pasando por alto la alusión a 1937, que debe ser un recordatorio falseado de la rendición del Gobierno vasco a las tropas italianas aliadas de Franco, es fácil entender que a ETA y a sus portavoces les resulte molesto mentar todo esto, es decir, recordar cuáles fueron sus objetivos iniciales, perseguidos con tesón hasta hace cuatro días, y que ahora, de cara al futuro, pretendan disimular la derrota y edulcorarla con un relato, que, como dice Otegui: “No hablaría de salvar la cara. Yo diría que esta tesis, de que ETA es una organización que nace de este pueblo y al final entrega las armas a este pueblo, forma parte de ese relato, y es un relato de una parte, como lo son todos los relatos. Pero es un relato que se hace en términos constructivos, no se hace en contra de nadie. Es un relato que permite planear una dinámica que no pretende ofender o humillar a nadie, sino que busca cerrar un capítulo de la forma más digna posible”. De la forma más digna, ¿para quién?
No debe zanjarse con tanta facilidad, con un “The End” a gusto de sus cofrades, la trágica intervención del terror como instrumento político, durante casi 60 años, en la actividad política del País Vasco y del resto de España, y sobre la vida cotidiana de mucha gente ajena a los planes de los abertzales, como señalaba la ponencia Oldartzen, aplicada, desde 1994, para “socializar el sufrimiento” por medio de la “kale borroka” y de atentados contra la población civil. No, no debe hacerse.
Desde el punto de vista del objetivo militar, ETA aún no se ha disuelto, aunque carece de sentido su existencia como organización armada sin armas (si es que no retiene algunas para mantenerse como garante del proceso democrático en Euskadi, que ese ha sido uno de sus insólitos propósitos), pero desde el punto de vista de los objetivos iniciales -vencer en una guerra para independizar el País Vasco-, su trayectoria como Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional (según la definición de su Iª Asamblea) ha concluido.
Pero, ¿ha logrado “liberar” al País Vasco de la “opresión colonial” española? No, porque no existía tal opresión, pero, sobre todo, porque no ha cambiado la situación política dentro y fuera de Euskadi. ¿Ha logrado la independencia de Euskadi? No. ¿Ha logrado unificar las siete provincias vascas de Euskadi Norte y Euskadi Sur, en alguna suerte de fórmula política si no soberana al menos semisoberana? Tampoco. ¿Ha logrado la anexión de Navarra? No, aunque ha logrado crear un movimiento anexionista navarro.
Hay que decir que ETA también ha contemplado la posibilidad de alcanzar sus propósitos mediante una negociación, pero los gobiernos españoles siempre se han topado con la exigencia de aceptar la Alternativa KAS o sus sucesivas adaptaciones, la Alternativa Democrática (1995) o la llamada Ahora el Pueblo, Ahora la Paz (2004), como base de una negociación sobre “unos mínimos democráticos”. Entre estos (Zutabe 110, abril 2006), había dos principales: 1) Los presos: “su puesta en libertad es una condición democrática para la resolución del conflicto, ya que no hay paz sin amnistía. Son militantes políticos que están encarcelados por luchar por los derechos de Euskal Herria”. 2) La desmilitarización: “No es posible asegurar una situación de paz hasta que sean expulsadas las fuerzas armadas que durante largos años han oprimido a Euskal Herria”. También era imprescindible que la “Ertzaintza desactive a sus cuerpos especiales”.
En un comunicado de junio de 2006, ETA se mostraba bastante alejada de la intención de rendirse y señalaba otra vez el mínimo democrático y la solución: la paz llegaría con la negociación y el acuerdo. Con ellos, “Euskal Herria lograría unos mínimos democráticos con los que poder construir su futuro, recuperar su territorialidad y la responsabilidad plena sobre su soberanía y el Estado español alcanzaría la estabilidad política necesaria para poder dar soluciones estructurales a su profunda crisis política”.
Es decir, según el delirante redactor del comunicado, quien estaba en crisis era el Estado español, no ETA, la cual acudía en su ayuda con una solución negociada, pero con la condición de que el resultado de la negociación se respetase por el Gobierno en los siguientes términos: “Al final de este proceso, la ciudadanía vasca deberá tener la palabra y la capacidad de decisión en torno a su futuro, sin ningún tipo de límites. El Gobierno español debe expresar su compromiso de respetar lo que el pueblo vasco acuerde y decida sobre su futuro. ETA emplaza al Gobierno español para que pase de las palabras a los hechos, dando los pasos necesarios para garantizar que ninguna legislación, ordenamiento jurídico ni Constitución sean obstáculos o límites en el desarrollo de la decisión que mayoritariamente adopte el pueblo vasco”.
Bien: ¿ha logrado ETA una amnistía general para sus presos? No. ¿Ha logrado su reunificación y acercamiento a cárceles del País Vasco? No. Puede que este objetivo se alcance, pero no ha podido impedir que la mayoría sus presos haya asumido la vía de reinserción (Vía Nanclares) propuesta por los gobiernos para acogerse a los beneficios que les pudieran corresponder.   
¿Ha logrado que la policía y la guardia civil se retiren del País vasco? No. ¿Ha logrado que el Gobierno vasco desactive los cuerpos especiales de la Ertzainza? Tampoco.  
¿Ha conseguido que en Euskadi se convoque un referéndum para que los ciudadanos vascos puedan optar por la independencia? No. Es más, ha logrado que, de momento, el PNV se haya alejado de ese objetivo.
No ha logrado llegar a un acuerdo con los gobiernos español y francés para revestir la entrega de las armas del boato de una ceremonia oficial que mostrara la rendición como una especie de armisticio entre contendientes parejos en armas y razones. Ni tampoco lo ha conseguido del gobierno español para intentar "arañar" una negociación de última hora para retirar la guardia civil del País Vasco o acercar a los presos a cambio del desarme. 
Así, pues, sola y aislada, sin otro apoyo que el de su entorno y algún socorrista despistado, ha entregado las armas de manera unilateral -¡qué remedio quedaba!- a una comisión internacional, que nadie reconoce. 
A día de hoy, tanto ETA como Otegui no se quieren acordar de lo afirmado en el comunicado sobre la tregua de 1998, que dio paso al Pacto de Estella: “El objetivo no es ni la ‘pacificación’, que propone en su plan parcial el Ardanza que ha guiado la españolización durante una larga década, ni mucho menos consiste en dar una ‘imagen política’ a esa ‘pacificación’ a modo de autoengaño o tranquilizante de conciencia de la izquierda abertzale.
Estarán engañando a la sociedad quienes busquen detrás de este profundo paso de ETA la ‘normalización’ y una paz sin que nada cambie. Eso será tan falso como que el problema de Euskal Herria es que ETA hace frente al enemigo a través de la lucha armada. No habrá paz si no se asienta sobre los derechos de Euskal Herria, ya que ese es el núcleo del conflicto que vivimos: que se le deniegan sus derechos a Euskal Herria, que no podemos organizar la sociedad como queremos”.
Visto lo visto, parece que lo quieren es tranquilizar la conciencia de la izquierda abertzale.


11/4/2017

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