lunes, 17 de abril de 2017

Matraca con toma y daca

Good morning, Spain, que es different

En el día en que el rito católico celebra la Pascua de Resurrección (de Cristo, of course; de Sabino Arana, aún no consta, aunque está vivo el alma de muchos nacionalistas, como Elvis sigue vivo en el tupé y en los pantalones campana de sus fans), el PNV celebra el día de la patria vasca (Aberri Eguna). Jornada, por tanto, solemne, fiesta de guardar -con misa y miting- y, si se tercia, partida de frontón y unos zuritos.
Día propenso a la exaltación nacionalista, aprovechada por los jelkides para reclamar lo de siempre -más autogobierno- y tender la mano a los abertzales radicales, en una “colaboración honesta”, “en pos de la nación vasca”.
La frase es poética: en “pos de la nación vasca”, se enuncia, se pronuncia, se entona como si fuera una meta quimérica, sin materialidad. Suena a lo que escribía Norman Cohn sobre el quiliasma revolucionario medieval en “En pos del milenio”.
La nación vasca es uno de los términos más conscientemente confusos del ideario nacionalista, porque, de puro ambiguo, sirve para todo: la nación vasca lo mismo es y está, que no es ni está, aunque se la busca; lo mismo es un llamamiento a ponerse en marcha para hallarla o construirla (que también es uno de los verbos utilizados) en el futuro, que es un sujeto colectivo, real, mensurable en sus expresiones políticas, en cuyo nombre se ganan elecciones, se gobierna y hasta hace poco tiempo ahora se ponían bombas.
La “construcción nacional”, por medio de una “colaboración honesta entre abertzales”, tiene como objeto conseguir la máxima capacidad de autogobierno, aprovechando que el Bidasoa pasa por Vera, es decir “ahora que desde Madrid se ofrece la cosoberanía a Gibraltar”. ¡Qué listos! A ver si cuela, como lo de Gibraltar. Pero la alusión contiene un mensaje pérfido y oportunista, a la vez que insensato, porque está en juego la pertenencia a la Unión Europea.
¡Ah, no! Eso sí que no. Igual que el Plan Ibarretxe, que quería tener un pie fuera de España pero otro dentro de la UE, Urkullu piensa lo mismo: quiere librarse del Estado español pero conservar su relación con el Mercado español y europeo. Tonto no es. Pero se le ve el plumero. En esto y en el oportuno mensaje en fecha tan señalada, pues mientras se distancia, verbalmente, de Madrid y del Gobierno español, anda en tratos con el PP para aprobar el presupuesto autonómico del Gobierno vasco para 2017, y en Madrid para dar su apoyo a las cuentas de Rajoy para el año en curso.
En la otra esquina del mapa, los nacionalistas catalanes no tienen en cuenta el descenso de los partidarios de la ruptura con España y siguen apostando a favor de celebrar un referéndum de autodeterminación. Quizá les confirme su tesón el triunfo de Erdogan en el suyo.  

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