Good morning, Spain, que es different
En el día en que el rito católico
celebra la Pascua de Resurrección (de Cristo, of course; de Sabino Arana, aún
no consta, aunque está vivo el alma de muchos nacionalistas, como Elvis sigue
vivo en el tupé y en los pantalones campana de sus fans), el PNV celebra el día
de la patria vasca (Aberri Eguna). Jornada, por tanto, solemne, fiesta de
guardar -con misa y miting- y, si se tercia, partida de frontón y unos zuritos.
Día propenso a la exaltación
nacionalista, aprovechada por los jelkides para reclamar lo de siempre -más autogobierno-
y tender la mano a los abertzales radicales, en una “colaboración honesta”, “en
pos de la nación vasca”.
La frase es poética: en “pos de la
nación vasca”, se enuncia, se pronuncia, se entona como si fuera una meta
quimérica, sin materialidad. Suena a lo que escribía Norman Cohn sobre el
quiliasma revolucionario medieval en “En pos del milenio”.
La nación vasca es uno de los términos
más conscientemente confusos del ideario nacionalista, porque, de puro ambiguo,
sirve para todo: la nación vasca lo mismo es y está, que no es ni está, aunque
se la busca; lo mismo es un llamamiento a ponerse en marcha para hallarla o
construirla (que también es uno de los verbos utilizados) en el futuro, que es un
sujeto colectivo, real, mensurable en sus expresiones políticas, en cuyo nombre
se ganan elecciones, se gobierna y hasta hace poco tiempo ahora se ponían
bombas.
La “construcción nacional”, por medio de
una “colaboración honesta entre abertzales”, tiene como objeto conseguir la
máxima capacidad de autogobierno, aprovechando que el Bidasoa pasa por Vera, es
decir “ahora que desde Madrid se ofrece la cosoberanía a Gibraltar”. ¡Qué
listos! A ver si cuela, como lo de Gibraltar. Pero la alusión contiene un
mensaje pérfido y oportunista, a la vez que insensato, porque está en juego la
pertenencia a la Unión Europea.
¡Ah, no! Eso sí que no. Igual que el
Plan Ibarretxe, que quería tener un pie fuera de España pero otro dentro de la
UE, Urkullu piensa lo mismo: quiere librarse del Estado español pero conservar
su relación con el Mercado español y europeo. Tonto no es. Pero se le ve el
plumero. En esto y en el oportuno mensaje en fecha tan señalada, pues mientras
se distancia, verbalmente, de Madrid y del Gobierno español, anda en tratos con
el PP para aprobar el presupuesto autonómico del Gobierno vasco para 2017, y en
Madrid para dar su apoyo a las cuentas de Rajoy para el año en curso.
En la otra esquina del mapa,
los nacionalistas catalanes no tienen en cuenta el descenso de los partidarios
de la ruptura con España y siguen apostando a favor de celebrar un referéndum de autodeterminación.
Quizá les confirme su tesón el triunfo de Erdogan en el suyo.
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