domingo, 30 de abril de 2017

Defunción política de una typical Spanish neocon

Good morning, Spain, que es different

Esperanza Aguirre, licenciada en derecho (aunque no lo parece), técnico de Información y Turismo, condesa consorte de Bornos y Grande de España, no cuenta con hechos meritorios en su haber en el campo de la política, si esta palabra significa ocuparse del bien común mediante la gestión de los asuntos generales. Si es al revés, ha cumplido con creces, pues ha utilizado sus muchos cargos públicos para defender, como corresponde a su acendrada fe neoliberal, la primacía del interés privado.
Aguirre es corresponsable, en primer lugar, de haber contribuido, en los ámbitos de su competencia, a desatar la involución conservadora, que está arrasando las economías de las clases sociales políticamente más débiles, y de colaborar en el saqueo del país de forma legal e ilegal, pues el despilfarro y los gastos faraónicos de sus mandatos son también formas de corrupción y de saqueo, porque detrás de ellos siempre hay beneficiarios políticamente afines.
Es célebre por su ambición y su tenacidad; un mal enemigo, incluso para los suyos -“Usted no me conoce”-, pero con todo, es un prototipo (una prototipa); un ejemplo típico de lo que es hoy una persona de derechas dedicada a la política en España, un prototipo del PP, que suma lo nuevo y lo viejo: es mujer, pero tan autoritaria y despótica, incluso respecto a otras mujeres, como cualquier varón machista; es ambiciosa e intrigante, aunque nunca ha llevado hasta el final su aspiración a dirigir el PP; es pija pero también populachera, al mismo tiempo que muestra un agudo sentido de clase; ha gobernado con opacidad y desprecio del contrario, sin respetar las formas más elementales de la democracia y haciendo la vista gorda, por lo menos, al corro de personas corrompidas que ha elegido como colaboradores más cercanos, aunque ella ha reducido esta impresión al afirmar que, de 500 cargos que ha nombrado, sólo dos le había salido “ranas”. Son más.
Aguirre representa a la perfección la suma de excesos y carencias de la actual derecha española, remozada a medias y superficialmente moderna pero siempre con un pie en el pasado, en el franquismo y aún más atrás, mientras se apunta a las nuevas corrientes neoliberales y neoconservadoras y al capitalismo más salvaje; representa a una derecha conservadora en lo moral (católica), reaccionaria en las costumbres y revolucionaria en lo económico (lo sucedido en España desde 2012 es una revolución, hacia atrás, como nunca la izquierda hubiera imaginado poder hacerla hacia delante, en esta época y en tan poco tiempo).
Aguirre es enemiga de los servicios públicos, y lo ha demostrado al reducirlos, trocearlos y privatizarlos. Podría parecer una contradicción lógica que Aguirre, que se declara partidaria de la empresa privada y del Estado mínimo, no esté al frente de una empresa y que toda su vida laboral se reduzca a la de una profesional de la política, cobrando de ese Estado que tanto denigra y que tan bien la trata, pero es una estrategia para utilizar el Estado a favor de las estratos sociales mejor situados.
Desde hace años, Aguirre es una de las caras visibles de un tipo de capitalismo parasitario y salvaje, que busca hacer negocios fáciles a coste del patrimonio público y en el que la patronal puede imponer sus reglas sin cortapisas con ayuda del gobierno regional.
La carrera política de Aguirre es larga, aunque contradictoria con los que dice son sus principios, pues defiende ante todo la libertad, de los individuos y del mercado, el riesgo, la libre iniciativa, la competencia, la aventura de emprender y de innovar y el interés privado, pero lleva décadas viviendo de un Estado del que abomina. Hay que hacer una salvedad: cuando Aguirre como la derecha hablan de libertad, en realidad hablan de otra cosa, hablan del poder; de la capacidad de actuar como quieran sin respetar límites de ningún tipo; de actuar sin frenos legales y mucho menos morales. Hablan del poder desnudo, de la fuerza; de utilizar en su favor y hasta donde quieran todo lo que permita la correlación de fuerzas, que, dada la desfalleciente situación de las izquierdas, está desplazada a su favor. En realidad, es un submarino de los intereses privados más parasitarios y del capitalismo especulador, aquellos que abominan de la competencia y viven de expoliar el patrimonio público.


27 de abril de 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario