sábado, 8 de abril de 2017

Balance de un desastre político (1)

Good morming, Spain, que es different

Hoy, con el comunicado de ETA sobre la entrega de las armas, debe acabar, en teoría, la última guerra carlista. La quinta, si no me equivoco, ya que la cuarta formó parte de la cruzada de Franco.
El balance de estos casi 60 años de existencia (1959-2017) y más de 40 de terrorismo (1968-2011) es negativo respecto al objetivo original, no respecto al sucedáneo que intentan ofrecer sus socorristas para edulcorar la derrota.
ETA ha sido una organización muy pertinaz. Carente de mecanismos internos para corregir la estrategia, por exigir una adhesión acrítica e inquebrantable a sus adherentes, ETA ha sido incapaz de percibir los profundos cambios producidos en la sociedad española en general y en la vasca, a los que ha respondido sólo con cambios tácticos.
Su propósito inicial era fundar un Estado vasco independiente, Euskal Herría, formado por tres provincias vascas españolas (Euskadi Sur), Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, con la anexión de Navarra, más tres provincias francesas (Euskadi Norte), Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa.    
Tras una etapa de justificación teórica de la violencia y de intentar sacar al pueblo vasco de su letargo mediante propaganda y actividades simbólicas, la siguiente táctica fue animarle a entablar una guerra popular (como en Argelia) contra dos estados opresores -España y Francia (en realidad contra uno sólo, ya que el otro servía de retaguardia y santuario)- en la que ETA se reservaba el papel de vanguardia armada.
Fracasado el intento de vencer a la dictadura con una guerra popular teorizada en la “Insurrección en Euskadi” (1964), ETA, que no percibió cambio alguno con la Transición, puso en marcha una táctica no para vencer militarmente sino para obligar al Estado español a negociar mediante una guerra de desgaste, en la que el Gobierno se viera obligado a ceder a causa de la presión ejercida por la opinión pública para que cesaran los atentados. La llamada “Alternativa KAS” era la base para sentarse a negociar y la baza de ETA para lograrlo era poner “cien muertos sobre la mesa de negociaciones”, como dijo en una ocasión la etarra “Carmen” (Belén González); KAS por muertos.
Aunque no les guste, tendrán que ir a una negociación tarde o temprano y nosotros siempre hemos dicho que estamos dispuestos a sentarnos en una mesa y buscar una salida negociada en el sentido de la alternativa KAS. (Txomin Iturbe Abasolo, noviembre, 1986).
Fracasadas las negociaciones, ETA declaró una tregua para facilitar un frente nacionalista que abarcara desde sus organizaciones anejas (HB, Jarrai, etc) hasta el PNV, que se formalizó en 1998 en el Pacto de Estella. La consecuencia fue el Plan Ibarretxe, el proyecto de un nuevo Estatuto de Autonomía, que contemplaba el derecho de autodeterminación y la anexión de Navarra, que fue rechazado por el Congreso y por el Tribunal Constitucional.
En 1999, se fraguó una nueva negociación del Gobierno con ETA, que se saldó con otro fracaso, por la persistencia de ETA en mantener sus objetivos, a pesar de las concesiones de Aznar. En consecuencia, al igual que hace cuarenta años, mientras Euskal Herria carezca de instituciones estables y legítimas que le aseguren su supervivencia, seguiremos luchando contra los que actualmente oprimen a Euskal Herría (Comunicado de ETA, septiembre, 2002).
La progresiva eficacia de la policía y de la guardia civil, sobre todo desde la caída de Bidart (1992), y la acción de la justicia fueron derribando uno tras otro los "mantras" recitados devotamente por los aberzales y por el PNV (que el fin del terrorismo no era policial, que la salida era política y negociada, que no era posible vincular a ETA con HB, que no era recomendable ilegalizar HB), al mismo tiempo que la sociedad vasca empezaba a reaccionar en la calle y de forma abierta no sólo contra los terroristas, sino contra sus seguidores.
Los brutales atentados del fanatismo islamista, que multiplicaban en crueldad el terrorismo de ETA, vinieron a poner en solfa la negociación sobre la base de poner muertos sobre la mesa, y mostraron que el rechazo social a todo tipo de terrorismo alcanzaba también al País Vasco y hacía mella en sus propias bases. 
En noviembre de 2004, ocho meses después del atentado del 11-M en Madrid, cuatro dirigentes etarras encarcelados, reconocían la irreversible situación en que ETA se encontraba, en una carta a la Dirección: Nuestra estrategia político-militar ha sido superada por la represión del enemigo contra nosotros (...) Esta lucha armada que desarrollamos hoy en día no sirve. Esto es morir a fuego lento (...) No se puede desarrollar la lucha armada cuando se es tan vulnerable a la represión. (Pakito, Makario, Pedrito, Iñaki de Lemona).
Pero ETA, ciega y sorda, se seguía creyendo invulnerable: Todos los mandatarios españoles han quedado en el camino y la lucha del pueblo vasco siempre ha sido la piedra angular que ha contribuido a su propio fracaso y a mantener abierta permanentemente una profunda crisis política en el Estado español (…) Es evidente, también, que el proyecto español basado en la negación y el sometimiento de los pueblos ha fracasado. (Comunicado, junio de 2006). Y en consecuencia, dinamitó, con el atentado de la terminal T-4 de Barajas, las conversaciones que mantenía con el Gobierno de Zapatero. Antes de tres meses  de perpetrado el atentado, fueron detenidos los autores (Comando “Elurra”).
Los atentados siguieron, si bien con menor intensidad, mientras ETA era sistemáticamente descabezada y tenía a la inmensa mayoría de sus militantes en las cárceles.
La última víctima de ETA fue un gendarme francés, muerto en un tiroteo, en marzo de 2010. El 20 de octubre de 2011, ETA anunció el cese definitivo de sus actividades armadas. Hoy se espera la entrega de las armas.
Es la crónica de una derrota anunciada, aunque, largamente demorada. Los hay que, además de ser indiferentes al sufrimiento ajeno provocado por sus acciones, son muy duros de mollera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario