domingo, 23 de abril de 2017

Rabietas de mal perdedor

Tiempos salvajes nº 3, febrero, 2004.

Siempre es duro aceptar una derrota política; mucho más para quienes habían creido que la victoria estaba asegurada. Este es el problema más acuciante para el Partido Popular, que, seis meses después de celebradas las elecciones generales, sigue sin haber aceptado responsabilidad alguna en el veredicto de las urnas.
Las destempladas reacciones que siguieron al escrutinio de los votos ya anunciaban que la digestión del descalabro iba a ser lenta y difícil y en qué iba a consistir lo que llamaron oposición patriótica. La obligada aceptación del juego democrático efectuada la noche electoral dio pronto paso a descalificar la labor de algunos medios de información, a acusar al PSOE de ventajismo y a los ciudadanos que votaron contra el PP. 
La ministra Pilar del Castillo dijo que se había incitado a votar a los que nunca habían participado (¡un exceso de democracia!), y Aznar formuló la acusación -Sabemos quien mintió. Sabemos quien manipuló. Sabemos quien afirmó sin pruebas- que luego repitió en el acto de autodesagravio del 27 de marzo, en Vista Alegre: Han mentido y lo saben. Mienten ahora y han mentido antes... Para Zaplana, el PP fue víctima de tropelías y difamaciones
Aislados por la soberbia y por un inmoderado complejo de superioridad, que Aznar (¿quién se concede una medalla si no piensa que es el mejor?) trasladó a todo el partido, creyeron a pies juntillas todo lo que difundía su aparato de propaganda (el marketing les pierde) y permanecieron sordos y ciegos ante la realidad del país. Todo iba bien; eran el mejor gobierno desde la Transición, y desde la reunión de las Azores contaban con los mejores aliados. Así, pues, las elecciones no podían perderse. Si las perdieron no fue por su causa, sino por la perfidia del PSOE y de algunos medios de información, que aprovecharon los atentados del 11 de marzo en su favor.
Desde entonces esta ha sido la interpretación oficial de las elecciones, que ha ido acompañada de descalificaciones al PSOE -es el partido del odio; Zapatero va a empobrecer España-, gestos destemplados como la llamada telefónica del ciudadano Aznar a G. W. Bush para indicarle que era contrario al regreso de las tropas de Iraq (un desestimiento irresponsable, escribía en ABC el 26/4/04) y una persistente obstrucción cuando han podido. Pero donde se ha mostrado más claramente el empecinamiento en aquella interesada interpretación de los hechos y la exculpación del Gobierno Aznar en la manipulación informativa que siguió a los atentados, ha sido en la comisión de investigación sobre el 11 de marzo, que el PP ha querido convertir en una investigación sobre lo que hizo el PSOE en aquellas fechas, olvidando quien gobernaba entonces.
Así, pues, hemos asistido a una doble estrategia de la confusión. Por un lado, los medios de información de la derecha han puesto en circulación la fábula de una conspiración para desalojar al PP del Gobierno, en la que confusamente se mezclan el GAL, ETA, Al Qaeda, los confidentes y los servicios de información marroquíes y franceses. Y por otro lado tratan de boicotear a la comisión de investigación solicitando informes insólitos y comparecencias improcedentes para inundarla de información no pertinente y desviarla de sus objetivos. Pero a pesar del desplante del fiscal Fungairiño -que alardea de no estar informado-, de la actuación circense de Martínez Pujalte y Del Burgo, de la comparecencia de Acebes, que repitió impertérrito la lección aprendida y pidió, de nuevo, que se investigase la relación de ETA con Al Qaeda y a quienes han sembrado la infamia, hemos podido conocer las contradicciones entre la versión dada por los mandos de los cuerpos de seguridad y los servicios de información y la sostenida por quienes entonces gobernaban. El propio ex director general de la Guardia Civil descartó la participación de ETA y la teoría de que el atentado tuviera como objeto provocar la derrota del PP en las elecciones, y el director del CNI (Dezcallar) afirmó que en esos días su servicio había sido mantenido al margen. También hemos conocido en qué condiciones y con qué recursos trabajan los cuerpos de seguridad del Estado. Hemos sabido que se había abandonado el seguimiento de sospechosos unos días antes de producirse el atentado; que el CNI investigaba a varios de los presuntos autores de la masacre; que existen montones de cintas en lengua árabe pendientes de traducir y que en no pocos casos los agentes filman los seguimientos con sus vídeos domésticos. Y la causa de que esto ocurra es siempre la misma: la falta de presupuesto. A esto hay que añadir que en los ocho años de mandato de Aznar se ha prescindido de unos 7.000 efectivos de la policía, entre investigadores y agentes. De manera que las medidas preventivas contra el terrorismo, de las que alardeaba Aznar para ponerse a la altura de sus socios de las Azores, eran pura retórica o una clara muestra de imprudencia, pues, desde el atentado de Casablanca, en mayo de 2003, servicios de información españoles y extranjeros habían avisado de que España podría ser un objetivo del terrorismo islamista.
Desechada por el PSOE la idea, compartida en su día con el PP, de que Aznar no aportaría nada nuevo a la comisión, cuando se ha pedido recientemente que comparezca en el PP han tenido otra rabieta. Zaplana ha señalado que esta es la comisión de la mentira y ha solicitado que también sea llamado Zapatero.
La comparecencia de Aznar es obligada. Teniendo en cuenta la forma autoritaria en que gobernó el partido (y todo lo demás), él es quien sabe mejor que nadie lo que hizo el Gobierno aquellos días. El jefe del Ejecutivo era Aznar, y Acebes era el lorito aplicado que despachaba en la Moncloa antes de ofrecer la información precocinada a la prensa. Pero además, Aznar debe comparecer porque ha sido el principal teórico del terrorismo en el PP y el que ha convertido la lucha contra él en el eje principal de la política nacional e internacional. Y como Presidente del Gobierno en aquellos aciagos días debe aclarar: 1) ¿Por qué, a la luz de sus luminosas ideas sobre el terrorismo, no se adoptaron medidas en consonancia y se dejaron al margen los informes de la policía y servicios secretos sobre grupos islamistas vinculados con Al Qaeda? 2). Tras los atentados, ¿por qué no se convocó inmediatamente el Pacto Antiterrorista, como propuso Zapatero? 3) ¿Por qué no se formó inmediatamente un Gabinete de crisis? 4) ¿Por qué ese gobierno reducido no guardó actas de sus reuniones en un momento de tal trascendencia? 5) ¿Por qué no se reunió realmente el gabinete de crisis hasta el día 16 de marzo para adoptar medidas relacionadas con el terrorismo? Por todo ello, cabe sospechar que, en una situación de emergencia nacional, el Gobierno funcionó más como el comité electoral del PP que como un gabinete de crisis. 
La estrategia del PP, seguir defendiendo contra viento y marea la gestión del anterior gobierno, es equivocada y muestra que la retirada de Aznar no se ha producido. No está en Yuste, como él anunciaba, sino mandando desde FAES. El PP, una vez pagado el precio político de sus errores con la derrota en las urnas, podría haber aprovechado los trabajos de la comisión para renovar su equipo. La depuración hubiera sido más fácil, pues no surgiría desde dentro del partido sino a consecuencia de un informe del Congreso. Pero quieren salvar la casa con todos los muebles, lo cual no es posible, y cada vez lo será menos, porque a medida que pasan los días vamos conociendo aspectos ignorados de su gestión, tanto en los grandes números (el déficit cero estaba maquillado, el  presupuesto de Fomento agotado para varios años, ignorados los informes contrarios al trasvase del Ebro, la financiación de Izar con fondos de la Unión Europea fue ilegal), como en detalles (la medalla de Aznar pagada con fondos públicos, el libro de Cascos en homenaje a sí mismo costeado del mismo modo y las cuantiosas subvenciones a una asociación patrocinada por Ana Botella), así como nuevos datos sobre otra muestra de opacidad del gobierno popular: el accidente del Yakolev-42, que convierte al ex ministro Trillo en campeón de la doblez o en maestro de la incompetencia.
El gran problema del Partido Popular es que no se atreve a enjuiciar de manera crítica la etapa de Aznar, porque de ello saldrían todos mal parados -Aznar por llevar el partido y el Gobierno por donde los llevó, y el resto por seguirlo de manera entusiasta- y se pondría en duda el partido sin fisuras ofrecido como modelo, desvelando que el hiperliderazgo sólo era autoritarismo o un insólito caso de encantamiento colectivo ejercido por una persona con poco carisma, que es casi peor, porque todo el partido habría seguido a Aznar como al flautista de Hamelín.
Las muestras de haberlo entendido son escasas: Zaplana ha saludado con entusiasmo la primera conferencia de Aznar en la universidad de Georgetown, en la que defendió la esencia secular de España y situó el origen del terrorismo de Al Qaeda en la invasión árabe del año 711. Así, los atentados del 11 de marzo no tendrían tanto que ver con la (ilegal, según Kofi Annan) decisión de invadir Iraq, el frente central de la guerra contra el terrorismo, según Aznar, como con la aspiración de recuperar Al Andalus. Pero mentiría si dijera que me disgusta esta persistencia en el error. Al contrario: a ver si así pierden las próximas elecciones, y las otras, y las otras...

Caballo loco


No hay comentarios:

Publicar un comentario