Ineficacia privada

Good morning, Spain (que es different)

Se ha aceptado como un axioma la idea de que las intervenciones públicas resultan miopes e ineficaces. Algo que formulado incondicionalmente resulta bastante discutible. Es discutible conceptualmente, en tanto que el mercado es imposible sin una trama institucional pública, sobre todo el mercado bueno, el de la competencia perfecta: el regulador antimonopolio es uno y público. Y es discutible empíricamente, a la vista de lo sucedido en estos últimos tiempos, en los que “lo público”, tan desprestigiado, ha tenido que acudir a salvar al “eficaz” sector privado con unas cantidades de dinero, que, por su calibre, cuesta asimilar cognitivamente. Por ejemplo, los costes de los rescates en EE.UU. han sido de 4,6165 billones de dólares, en una estimación que no es la más pesimista. Para entender qué significa esa cantidad de dinero lo mejor es una comparación: supera la suma de lo que costaron el Plan Marshall, la compra de Luisiana, la crisis de las cajas de ahorro y préstamo de los años 80, las guerras de Corea, Vietnam, la invasión de Irak, el New Deal y el coste entero de la NASA incluidos los viajes a la Luna. No está mal como ineficacia. 

Félix Ovejero: ¿Idiotas o ciudadanos?, Barna, Montesinos, 2013, p. 98.

Y añado yo: si esa fabulosa cifra de dinero, en vez de ir destinada a salvar entidades financieras y a sostener la hegemonía del gran capital, se hubiera dedicado, por ejemplo, a instaurar un sistema sanitario universal, a la educación pública, a construir viviendas baratas y asequibles, a atender a los desempleados, a las minorías raciales, a los marginados, a las madres solteras y sin medios de vida, a los inmigrantes y a los sin techo; a ayudar a pequeñas empresas, a promover cooperativas de producción y consumo, a favorecer el comercio justo y el mercado alternativo, a crear un banco público hipotecario, en los democráticos Estados Unidos la derecha hubiera promovido un golpe de Estado.