lunes, 14 de julio de 2014

Cambios y recambios



Good morning, Spain (que es different)
Tras el efímero gobierno de Calvo Sotelo y la desmembración de UCD, el PSOE llegó al Gobierno en otoño de 1982, suscitando grandes expectativas con su programa de reformas resumido en la consigna “Por el cambio”. Afortunado lema, que años después también utilizó el Partido Popular, enemigo secular de los cambios, y que con el tiempo ha quedado establecido como un incontrovertible principio de la actividad política. Quien aspire a ganar unas elecciones debe prometer cambios, aunque sea conservador.
Desprovisto de contenido preciso, el cambio utilizado por los dos grandes partidos apela a la simple alternancia, lo importante no es lo que el cambio trae en las alforjas, sino el hecho de cambiar. El cambio luego ha sido el recambio, la alternancia en el poder en el régimen bipartidista, un canovismo de hecho, que ha permitido cambiar y volver a cambiar sin que nada importante llegase a cambiar, tal como prescribe el principio lampedusiano. Con tanto cambio hemos llegado al inmovilismo, a la parálisis política, al deterioro institucional y a la tentación gatopardesca, que han traído el imparable deterioro del régimen político surgido de la Transición.
Ayer, en el PSOE, el 49% de los militantes dio su apoyo a Pedro Sánchez para sustituir a Rubalcaba en la Secretaría General. Era la primera vez que todos los afiliados podían hacerlo. Eso era un cambio.
Quien esto escribe desconoce el programa del vencedor y cómo lo llevará a cabo, lo cual será la prueba de fuego para ver si se trata de un cambio o de un recambio. Hemos escuchado tantas promesas de cambios, que, para juzgar, hay que esperar a verlos realizados o, una vez más, incumplidos. 

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