martes, 8 de julio de 2014

El retorno del idiota

Haciendo memoria.
Rebuscando entre papeles, me he topado con un artículo del año 2006, que reproducía en parte una charla del año 2000, del que entresaco el siguiente párrafo: "En los años 60 y 70, entre la “gente maja”, es decir, antifranquista, se puso de moda un término –<tomar conciencia>-, que era una aberración semántica (tomar conciencia es gramaticalmente similar a tomar horchata) pero señalaba la necesidad de entender, de ser conscientes de lo que ocurría en España y más allá. Eran un par de palabrejas de separaban el mundo de los alienados del mundo de los iniciados, de los seres conscientes; los que estaban orientados y sabían lo que había que hacer.
La conciencia solía tomarse en dosis, como un bebedizo, en uno o varios seminarios, en los cuales un iniciado nos abría los arcanos de la concepción materialista de la historia.
Después de varios seminarios bien cargados de conciencia ya se tenían las claves de cómo funcionaba el mundo y de por qué lo hacía, y ya se podía pensar en cambiarlo. Con tan ligero equipaje teórico, los que en los años sesenta teníamos alrededor de 20 años nos aprestamos a transformar el mundo de manera radical (desde la raíz) y no de otra forma, pues la fuerza de nuestro empeño no residía tanto en un real conocimiento del mundo, como en la creencia de que poseíamos ese saber. Nuestra titánica tarea de pretender cambiar el mundo de manera revolucionaria no era tanto una consecuencia de la ciencia como de la fe; un efecto de haber <tomado conciencia> en dosis excesivas. Sin embargo, el proceso de conocer el mundo -no digamos ya el de transformarlo- se reveló una tarea algo más compleja, que requiere un poco más de tiempo".
"Del ciudadano acrítico: el retorno del idiota", Escrits nº 21, hivern 2006, Barcelona.

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