viernes, 11 de julio de 2014

Buen regalo



Noticias viejas para estar al día

A 83.000 millones de pesetas asciende el último regalo del Gobierno de Aznar a sus amigos. Esa es la cantidad que entregaron, deprisa y corriendo antes de las elecciones (si cuela, cuela), las empresas operadoras por la concesión de las licencias de telefonía móvil de última generación. La cifra puede parecer alta pero es una bicoca. Sólo Telefónica, en otra de esas brillantes operaciones de Villalonga (otro beneficiario del régimen), ofreció 1,3 billones en un concurso para optar a lo mismo fuera de España.
Otros gobiernos han obtenido cifras billonarias al sacar las concesiones a concurso. El alemán ha obtenido 8,4 billones de pesetas, con lo cual se ha puesto a pensar qué hace con el superávit. Mientras tanto, nuestro Gobierno, en los presupuestos para el año 2001 habla de llegar al déficit cero, ¡cuando podía haber tenido superávit!
No es que nuestros ministros sean idiotas (que a veces lo son), sino que tienen menos sensibilidad social que una almeja. Ese dineral se podía destinar a cubrir gastos sociales (pensiones, asistencia sanitaria, viviendas baratas, becas, ayudas), invertir en investigación, educación primaria, secundaria, la olvidada F.P. y la universitaria, o mejorar vías públicas o infraestructuras, pero no; eso no, porque les horroriza repartir, así que si no hay superávit, no hay reparto.
El caso de la telefonía móvil no ha sido un hecho aislado, porque forma parte de esa mentalidad de apropiarse de lo colectivo para transformarlo en bienes privados. No es esta una burguesía al viejo estilo, que creaba riqueza, sino de una burguesía parásita, que no crea nada y se apropia de lo ya existente, en especial si es de propiedad pública.
En la última legislatura, en un proceso bastante oscuro, realizado con prisas y de manera poco clara, se han privatizado 43 empresa públicas, por las cuales el Estado ha ingresado cerca de 5 billones de pts.
Si se compara con lo obtenido en Alemania con las licencias de telefonía móvil, la cifra es ridícula, dada la magnitud de las empresas privatizadas, entre las que se encuentran Argentaria, Repsol, Auxini, Endesa, Aceralia, Telefónica, Retevisión, Enagás, Tabacalera, Enatcar, Iberia y Aldeasa.
Lo dicho: un regalo a costa de expoliar el patrimonio público. Pero con ello no han bajado los precios con la consiguiente ventaja para los consumidores, ni se han creado más puestos de trabajo (al contrario), ni el mercado se ha vuelto más competitivo. Se han creado oligopolios privados, grandes empresas que se reparten un mercado cautivo o acuerdan precios para evitar la competencia, pero sobre todo, y ese es el objetivo buscado, se ha creado en torno al Partido Popular una espesa tela de araña de intereses económicos. Y eso, siendo comedidos, se llama clientelismo.  
Otoño de 2000.

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