lunes, 28 de julio de 2014

Casta castrense






Good morning, Spain (que es different)

La capitana Zaida Cantera se ha rendido; con armas y bagajes se ha entregado a la vida civil, y, cansada de luchar contra la burocracia militar, ha solicitado su baja en el Ejército. Le ha llevado tiempo comprobar que España también es disuasoria en el mundo caqui, pero al final se ha topado con otro de nuestros más viejos estamentos, el poder fáctico por excelencia, que la ha derrotado a base de hacerle la vida imposible. Ella podía haber sido una “emprendedora” en aquella España, que Aznar nos vendía llena de oportunidades; podía haber sido una audaz innovadora en el cerrado mundo de los hombres defensores de la patria, pero no ha podido ser, porque se ha topado con un grupo de carcas defensores del machismo, que la propia institución debería esforzarse en repudiar.
Ya sé que en otros países occidentales y de la OTAN también hay casos de acoso a mujeres en el ejército, pero aquí todo tiene un tufillo peculiar -España tiene un olor especiaaaal-, un efluvio a rancio, en una institución sobre la que la inmaculada Transición pasó de puntillas. Y fueron tantas…
Lo más indignante del asunto es que el acosador, condenado a dos años y diez meses de prisión, consiguió utilizar sus relaciones para incoar un proceso kafkiano contra la capitana, en el que cuatro mandos declararon como imputados por persecución laboral, uno de ellos, un general de brigada, que, tras la rápida desimputación de los cuatro por el Juzgado Militar Central, ratificada por el Tribunal Militar Central, fue ascendido a general de división.
Según el peculiar entendimiento de estos juristas, parece que la elevada profesión de defender España concede a los mandos licencia para sobar. Bravo. ¿Todo por la patria? Todo, no.

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