Good morning, Spain, que es different
El
gobernante lejano se apareció en Navidades, el telelíder dejó el plasma y lo
hizo in person, true live; el gran ausente, por fin, habló.
Triste
país este, en que es noticia que el presidente del Gobierno comparezca ante la
prensa, dé cuenta de algunas cosas y conteste a algunas preguntas de los
periodistas, no a todas. Rajoy no compareció para hablar de asuntos de poca monta
sino para advertir de “cosas que generan inestabilidad, falta de progreso, retroceso
y pérdida de bienestar”, con lo que dejó traslucir su aversión al cabello largo
y recogido detrás de la nuca, pero, sobre todo, apareció para “vender su libro”,
el relato de las maravillas de su tercer año de reinado y anunciar el venturoso
futuro que nos espera, pues 2015 será el año del despegue definitivo. Despegamos.
Rajoy
recurrió a algunas grandes cifras en apoyo de su tesis, pero se dejó en el tintero
los saldos de la cuenta de la vieja, ya se sabe: la diferencia entre lo que
había y lo que hay, lo que tenía y lo que tengo, lo que debía y lo que debo. Y
visto así no hay justificación para tanto triunfalismo, si nos atenemos a la
justificación que dio nada más llegar al Gobierno para justificar los recortes:
que había que pagar la deuda, como ordenaba el reformado artículo 135 de la
Constitución, que parece ser que es el único que hay que respetar.
Bueno,
pues la deuda, cuyos intereses nos han costado 36.590 millones de euros en
2014, no sólo no se ha reducido sino que es mayor que la que dejó Zapatero. A
finales de 2011 la deuda pública era de 744.000 millones de euros y en el
tercer trimestre de este año es de más de un billón de euros (1.020.000
millones de euros), el 96% del PIB. La deuda también está despegando.
Y
el paro también despega. Es otra cifra que debería rebajar los humos a una
persona sensata: hoy, a finales de 2014, hay registrados 140.000 parados más
que a finales de 2011, parados reales hay más. Dice Rajoy que se ha creado
empleo. Bien, pues en términos absolutos, no; y en términos relativos, tampoco,
lo que se ha hecho es repartir en varios empleos puestos de trabajo que ya existían;
se ha destruido empleo de calidad y se ha creado empleo temporal, precario y
barato.
En
cambio, el poder adquisitivo de los salarios se hunde, y las prestaciones por
desempleo, y las pensiones, las becas, las ayudas a la dependencia, y, en
general, todo lo que depende del gasto público se deteriora, se privatiza, se
suprime. España es el país de Europa donde más ha crecido la desigualdad y
donde el 20% de la población vive en el umbral de la pobreza y tres millones en
la pobreza severa, es decir, con menos de 307 euros al mes, 6 millones sufren
de pobreza energética y más de un millón y medio sufren cortes de luz por no
poder pagar la factura.
La
destrucción de la economía del país ha sido brutal, y eso por no hablar de
otras cosas que también se han destruido. Pero para Rajoy, despegamos. Y hay
que huir de aquellos que pueden generar inestabilidad y poner en peligro el
definitivo despegue.
En los años sesenta, el
término taking off era “colocarse”
con algún sicotrópico, principalmente LSD; despegar y emprender un viaje sicodélico
hacia un universo de luces y colores. ¿Qué habrá tomado Rajoy?
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